Como sabéis, el tan venido a menos Premio Nobel de la Paz 2024 ha sido otorgado a Nihon Hidankyo, de la Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómicas. Muchos de estos testigos han pasado sus vidas advirtiendo sobre los peligros de la guerra nuclear, pero inicialmente, gran parte del mundo no quería oírlo. “El destino de quienes sobrevivieron a los infiernos de Hiroshima y Nagasaki fue ocultado y descuidado durante mucho tiempo”, señaló el comité Nobel en su anuncio. Para hacer frente a ello, grupos locales de sobrevivientes nucleares crearon Nihon Hidankyo en 1956 para luchar contra este silencio orquestado por los EE.UU. Pero casi al mismo tiempo de su formación, Japón produjo otra advertencia: un monstruo imponente que derribaba Tokio con ráfagas de aliento irradiado: Godzilla. La película de 1954 lanzó una franquicia que desde entonces ha estado advirtiendo a los espectadores sobre el cuidado de la Tierra durante los últimos 70 años. Quedan pocos sobrevivientes para advertir a la humanidad sobre los efectos de las armas nucleares, pero Godzilla sigue siendo eterno. En 1954, Japón había sobrevivido a casi una década de exposición nuclear. Además de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, el pueblo japonés se vio afectado por una serie de ataques nucleares estadounidenses, como las pruebas en el atolón Bikini. Cuando EE.UU. probó la primera bomba de hidrógeno del mundo en 1954, su devastación llegó mucho más allá de la zona de daño prevista. En efecto, aunque estaba lejos de la zona restringida, un barco pesquero japonés y su tripulación fueron rociados con cenizas irradiadas. Todos enfermaron y un pescador murió en el transcurso del año. La tragedia fue ampliamente cubierta por la prensa japonesa a medida que se desarrollaba. La prueba de la bomba de hidrógeno realizada el 1 de marzo de 1954, produjo una explosión equivalente a 15 megatones de TNT, más de 2,5 veces lo que los científicos habían previsto, y liberó grandes cantidades de desechos radiactivos a la atmósfera. Este acontecimiento se refleja en una escena al principio de Godzilla, en la que unos barcos japoneses indefensos son destruidos por una fuerza invisible. La película está llena de profundos debates sociales, personajes complejos y efectos especiales de vanguardia para su época. Gran parte de Godzilla incluye precisamente a los personajes discutiendo sobre sus responsabilidades: entre ellos, con la sociedad y con el medio ambiente. Pero este llamado de atención, como la película misma, fue prácticamente sepultada fuera de Japón por un alter ego, la estadounidense "¡Godzilla, rey de los monstruos!" de 1956. Los licenciatarios estadounidenses cortaron la película japonesa de 1954, eliminaron escenas lentas, filmaron nuevas imágenes con el actor canadiense Raymond Burr, empalmaron todo y doblaron su creación al inglés con un guion orientado a la acción que escribieron ellos mismos. Esta versión groseramente alterada era lo que la gente fuera de Japón conocía como "Godzilla" hasta que la película japonesa se estrenó internacionalmente por su 50º aniversario, en el 2004. Mientras que “King of the Monsters!” viajaba por el mundo, el original “Godzilla” generaba docenas de secuelas y spin-offs japoneses. Así, el monstruo asesino se transformó lentamente en un defensor de la humanidad en las películas japonesas, a diferencia de las películas posteriores realizadas en los EE.UU. En 1971, un equipo creativo nuevo y más joven intentó definir a Godzilla para una nueva era con “Godzilla vs. Hedorah”. El director Yoshimitsu Banno se unió al equipo de la película mientras promocionaba un documental recientemente terminado sobre desastres naturales. Esa experiencia lo inspiró a redirigir a Godzilla desde los problemas nucleares a la contaminación. La Segunda Guerra Mundial se estaba desvaneciendo de la memoria pública. También lo estaba las masivas protestas de la ANPO de 1959 y 1960, que habían movilizado hasta un tercio del pueblo japonés para oponerse a la renovación del tratado de “seguridad” entre EE.UU. y Japón. Entre los participantes había amas de casa preocupadas por la noticia de que el pescado capturado por el barco pesquero japonés contaminado por la prueba nuclear de 1954 había sido vendido en tiendas de comestibles japonesas. Al mismo tiempo, la contaminación se disparaba. En 1969, Michiko Ishimure publicó “Paradise in the Sea of Sorrow: Our Minamata Disease”, un libro que a menudo se considera un equivalente japonés de “Silent Spring”, el clásico ambiental de Rachel Carson. Las descripciones poéticas de Ishimure de las vidas, como el vertido de metilmercurio por parte de Chisso Corp. en el mar de Shiranui arruinó el panorama y despertó a muchos en Japón ante los numerosos fracasos de su gobierno a la hora de proteger al público de la contaminación industrial. En cuanto a “Godzilla vs. Hedorah”, trata de las batallas de Godzilla contra Hedorah, un extraterrestre que se estrella y crece hasta alcanzar un tamaño monstruoso al alimentarse de lodo tóxico y otras formas de contaminación. La película comienza con una mujer cantando jazz sobre el apocalipsis medioambiental mientras unos jóvenes bailan sin control en un club clandestino. Esta combinación de desesperanza y hedonismo continúa en una película desigual que incluye de todo, desde una toma extendida de un gatito cubierto de aceite hasta una secuencia animada de Godzilla levitándose torpemente con su aliento irradiado. Luego de que Godzilla derrota a Hedorah al final de la película, extrae un puñado de lodo tóxico del torso de Hedorah, mira el lodo y luego se gira para mirar a sus espectadores humanos, tanto a los que están en la pantalla como a la audiencia de la película. El mensaje es claro: no se limiten a cantar perezosamente sobre la inminente fatalidad: recupérense y hagan algo. Si bien “Godzilla vs. Hedorah” fue un fracaso en taquilla, con el tiempo se convirtió en una película de culto. Su posicionamiento de Godzilla entre la Tierra y aquellos que querían hacerle daño resuena hoy en dos franquicias de Godzilla separadas. Una línea de películas proviene del estudio japonés que produjo “Godzilla”. La otra línea está producida por licenciatarios estadounidenses que hacen superproducciones ecológicas que fusionan el ecologismo de Godzilla con el espectáculo de King of the Monsters. De otro lado, el desastre de Fukushima ocurrido en el 2011 ya forma parte de la memoria colectiva del pueblo japonés. La limpieza y el desmantelamiento de la planta nuclear dañada continúan en medio de controversias en torno a los constantes vertidos de agua radiactiva utilizada para enfriar la planta. A algunos residentes se les permite visitar sus hogares, pero no pueden regresar a ellos mientras miles de trabajadores retiran la capa superficial del suelo, las ramas y otros materiales para descontaminar esas zonas. Antes de Fukushima, Japón obtenía un tercio de su energía de esa planta, pero la actitud del público hacia la energía nuclear se endureció tras el desastre, especialmente cuando las investigaciones demostraron que los reguladores habían subestimado los riesgos en el sitio. Aunque Japón necesita importar alrededor del 90% de la energía que utiliza hoy en día, más del 70% del público se opone a la energía nuclear. Al respecto, la primera película japonesa de “Godzilla” estrenada luego del desastre de Fukushima, “Shin Godzilla” (2016), reinicia la franquicia en un Japón contemporáneo con un nuevo tipo de Godzilla, en un eco inquietante de los daños y la respuesta gubernamental al triple desastre de Fukushima. Cuando el gobierno japonés se queda sin líder y en caos tras los contraataques iniciales a Godzilla, un funcionario del gobierno japonés se une a un enviado especial estadounidense para congelar al monstruo antes de que un mundo temeroso desate sus armas nucleares una vez más. Su éxito sugiere que, si bien los gobiernos nacionales tienen un papel importante que desempeñar en los grandes desastres, una recuperación exitosa requiere personas que estén empoderados para actuar como individuos.