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miércoles, 21 de septiembre de 2022

GRECIA: Enemigos por siempre

Turquía y Grecia, dos miembros clave de la OTAN desde su admisión en la Alianza Atlántica en 1952, están viviendo en la actualidad una crisis bilateral con tensiones militares en torno a la reclamación de soberanía en islas del Mar Egeo. Esta crisis - como podéis imaginaros - implicaría consecuencias de importante calado para la seguridad europea dentro del estratégico enclave de su flanco sudoriental en torno al Mar Mediterráneo. Cabe precisar que el pasado 3 de septiembre, durante una gira en el Mar Caspio, escenario donde Turquía maneja importantes intereses geopolíticos ahora redimensionados por la guerra en Ucrania, el dictador turco, Recep Tayyip Erdogan, advirtió a Grecia de "pagar un alto precio" si los aviones griegos continuaban "acosando a Turquía" con constantes sobrevuelos en el espacio aéreo turco en torno al Mar Egeo, donde Ankara y Atenas sostienen diferendos de soberanía en diversas islas. Invoco para ello la siniestra frase “No olvides Esmirna” que recuerda la matanza generalizada cometida por los turcos en esa ciudad otrora griega en 1922 para darse cuenta de lo que es capaz quien está al frente de un país que ya tiene experiencia al cometer similares atrocidades con kurdos y armenios, ante el silencio cómplice de Occidente. Una retórica por cierto, la del sátrapa turco de elevado tono disuasivo y amenazante , propio de quien tiene sueños de grandeza quien en su insania pretende restaurar los límites del Imperio Otomano, desaparecido tras su derrota en la I Guerra Mundial y reducido a lo que es hoy Turquía en la actualidad. En julio pasado, Grecia también había acusado a Turquía de violar su espacio aéreo en el Mar Egeo, lo cual denota la tensión diplomática y militar in crescendo. Una clave que podría ayudar a descifrar este contexto tiene que ver con la sintonía de intereses (aunque tampoco exento de roces) que en los últimos años han manifestado Rusia y Turquía y cómo se deben interpretar estos acercamientos geopolíticos al calor de la actual tensión turco-griega en el Mar Egeo. En este sentido, un eje turco-ruso planeando desde el Mar Negro hasta el Mediterráneo supone un desafío de seguridad estratégico para la OTAN y sus aliados. A ello debe sumarse el siempre delicado contexto balcánico. En medio de la crisis con Grecia, Erdogan inició el 6 de septiembre una gira por Bosnia Herzegovina, Serbia y Croacia con el foco en el comercio y la estabilidad regional. No obstante, esta gira también podría interpretarse como una toma de contacto turco con estos países a la hora de pulsar sus reacciones ante la posibilidad de una escalada militar en la actual crisis turco-griega. Tampoco debemos olvidar la reciente renovación de tensiones étnicas en Kosovo, un Estado de facto cuya soberanía es reclamada por Serbia que oficialmente no es reconocido ni por la ONU ni tampoco por cinco de los 27 países miembros de la Unión Europea. Turquía fue uno de los primeros en reconocer la independencia de Kosovo proclamada en el 2008. Grecia, por su parte, no reconoce la soberanía kosovar al igual que España, Rumanía, Chipre y Eslovaquia. No obstante, la OTAN tiene efectivos militares estacionados en Kosovo desde la guerra de 1999. Este contexto gravita igualmente ante las fricciones que han vivido recientemente la UE y Serbia tanto por el estatus de Kosovo como por las negociaciones de admisión de Belgrado en la Unión. En este sentido, Serbia históricamente ha mantenido una alianza estrecha con Rusia, y con motivo del operativo militar especial ruso en Ucrania, toda la población serbia ha salido a las calles a expresar su apoyo incondicional a Rusia. Como sabéis, Grecia y Turquía vienen disputando sus esferas de influencia dentro del Mar Egeo particularmente tras la invasión militar turca del Norte de Chipre, que llevó a la partición de facto de la isla mediterránea entre la República de Chipre, oficialmente reconocida por la ONU y miembro de la UE desde 2004, y la República Turca del Norte de Chipre, otro Estado de facto sólo reconocido oficialmente por los invasores turcos. Esta nueva geopolítica en el Mediterráneo Oriental traducida tras la invasión militar turca del Norte de Chipre en 1974 llevó a intensificar la disputa turco-griega en torno a una serie de reclamaciones soberanas insulares en el Mar Egeo, sin expectativas de resolverse a corto y mediano plazo. Estas controversias se enfocan principalmente en torno a la delimitación de las aguas territoriales y del espacio aéreo turco-griego, particularmente de las regiones de información de vuelo y su importancia para el control de las actividades militares; la delimitación marítima de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) y el uso de la plataforma continental, un tema estratégico de gran calado geoeconómico a tenor de la existencia de reservas de gas natural en la zona, un tema que cobraría importancia ante las actuales tensiones energéticas ruso-occidentales; el estatus desmilitarizado de algunas islas griegas, que ha causado malestar en Ankara por la militarización de las mismas, acusando a Atenas de violación de los tratados internacionales; y los reclamos turcos de zonas grises de soberanía indeterminada sobre una serie de pequeños islotes, especialmente los islotes de Imia/Kardak. En 1987 y 1996, Turquía y Grecia rozaron el enfrentamiento militar en el Mar Egeo. Superada parcialmente la tensión militar se abrió un período de cierto acercamiento diplomático igualmente condicionado por las negociaciones turcas de admisión en la Unión Europea. No obstante, el alejamiento turco de la UE, particularmente visible a partir del 2018 por parte del gobierno de Erdogan, redobló las controversias entre Ankara y Atenas sobre las vías diplomáticas para la resolución del conflicto. En el Mar Egeo, Turquía posee un litoral de 8.000 kilómetros de valor sumamente estratégico para su seguridad, razón por la que Ankara no ha dudado en ejercer su influencia militar a través de la doctrina de "Mavi Vatan" ("Patria Azul"). El impulsor de esta estrategia es el almirante Cem Gurdeniz, así presentada en el 2006, estableciendo como pilar básico la concepción de "las zonas de jurisdicción marítima" que son vitales para el desarrollo turco. Estas zonas abarcan el Mar Negro, el Mar Egeo y el Mar Mediterráneo, definiendo así la delimitación de las aguas territoriales, la plataforma continental y la zona económica exclusiva (ZEE). Toda vez la doctrina del "Mavi Vatan" presupone un notable peso del estamento naval y militar a la hora de calibrar las concepciones geopolíticas y de política exterior turcas, esta iniciativa le ha permitido a Ankara establecer una especie de corredor estratégico de control marítimo en torno al Mediterráneo y el Mar Egeo con vistas a potenciar su desarrollo económico y un notable nivel de autonomía energética, especialmente ante los recientes descubrimientos turcos de gas natural en el Mar Negro y Mediterráneo y su decisión de explotarlos a partir del 2023. El "Mavi Vatan" también le ha permitido a Ankara compatibilizar sus recientes intervenciones regionales (ofensiva contra los kurdos en Siria; intereses geopolíticos en el Magreb, Mar Rojo y Cuerno de África) y alianzas a nivel regional (especialmente con Rusia) con énfasis en asegurar su soberanía marítima y capacidad de crecimiento económico y energético. En este sentido, la sintonía de intereses geopolíticos, militares y económicos con Rusia ha sido un factor estratégico para Turquía a la hora de establecer un equilibrio no solo regional sino también de carácter disuasivo ante los recientes roces de Ankara con Occidente, en particular tras el progresivo enfriamiento de las relaciones de Ankara y Bruselas en torno a las negociaciones de admisión turca a la UE (principalmente desde el 2007) y las frecuentes tensiones de Ankara con dos de sus miembros (Grecia y Chipre) que se oponen rotundamente a su ingreso. Un caso particular ha sido el reciente papel mediador turco en el conflicto en Ucrania y la capacidad diplomática de Erdogan para alcanzar un acuerdo entre Kiev y Moscú a la hora de desbloquear los puertos del Mar Negro para la exportación de granos y otros rubros alimenticios, tal y como se vio en julio pasado. Con ello, Turquía logró confeccionar un corredor de suministro en el mar Negro bajo auspicio de la ONU, aliviando parcialmente la crisis alimentaria mundial desencadenada por la guerra. Este doble juego turco como mediador equidistante entre Ucrania y Rusia define también su capacidad de oportunismo dentro del conflicto ucraniano (Ankara le vende drones a Kiev toda vez ha evitado secundar las absurdas sanciones occidentales a Rusia). Ankara está convencida que tiene capacidad de mediación e influencia diplomática para la resolución de conflictos al tiempo que establece al Mar Negro como una especie de Mare Nostrum que le permita mantener un equilibrio con los intereses rusos establecidos en torno al conflicto en Ucrania (control de los puertos de Mariúpol y Odessa) pero, al mismo tiempo, erigirse como un interlocutor válido de mediación ante el régimen colaboracionista de Kiev. Por otro lado, Erdogan también juega sus cartas en clave de política interna en torno a la actual crisis con Grecia en el Mar Egeo. Un factor clave para el tirano turco es garantizar el apoyo a su partido islamista AKP por parte de sectores ultranacionalistas como el Partido de Acción Nacionalista (MHP), así como del poderoso estamento militar turco. Este aspecto resulta imprescindible para Erdogan a la hora de garantizar la gobernabilidad en el país euroasiático, tomando en cuenta que desde su llegada al poder en el 2002, el AKP de Erdogan ha vivido episodios de tensión e incluso sangrientas tentativas golpistas (en el 2007 y el 2016) por parte de estos sectores ultranacionalistas y sus conexiones militares, que forman parte de lo que en Turquía se denomina como Derin Devlet o "Estado profundo". Un dato significativo en este sentido se vivió el pasado 10 de julio, cuando Devlet Bahceli, líder del MHP, fue fotografiado recibiendo un mapa enmarcado del Egeo que ilustraba como turcas a las islas griegas hasta Creta (a menos de 225 millas de distancia), pintadas con la media luna y la estrella de la bandera turca, lo cual generó enérgicas protestas de Grecia. Por tanto, para Erdogan, que en el 2023 busca una nueva reelección presidencial coincidiendo con el centenario de la proclamación de la República turca, resulta políticamente estratégico mantener esa simbiosis islamista-nacionalista con tintes panturcos y neo-otomanos para definir un nuevo rumbo geopolítico para Turquía dentro de su particular hinterland euroasiático. Estas iniciativas geopolíticas turcas colocan en situación de tensa expectativa a tres actores: Grecia, la OTAN y la Unión Europea, con especial foco en los roces que Atenas y Ankara están teniendo actualmente en torno al Mar Egeo. Debe igualmente destacarse en este contexto el insólito alineamiento griego a favor de Ucrania tras la intervención militar rusa, en clara contraposición con la equidistancia turca anteriormente mencionada y la sintonía de Ankara con Moscú. Toda vez, la posición de Atenas en el conflicto ucraniano genera rechazos y una gran polarización dentro de la sociedad griega, tomando en cuenta la existencia de visibles simpatías prorrusas. Por otro lado, la UE, en boca de Alemania y Francia, ha manifestado su posición más favorable a los intereses griegos en torno al conflicto en el Mar Egeo, todo ello sin dejar de apelar al diálogo turco-griego. Por cierto, Grecia y Turquía estuvieron presentes en la última cumbre de la OTAN realizada en Madrid en un contexto previo a las posteriores tensiones en el Mar Egeo. Por tanto, la posibilidad de un enfrentamiento militar turco-griego en el Mar Egeo supondría una ruptura abrupta en el seno de la OTAN de consecuencias impredecibles, particularmente ante las expectativas de concretar consensos y evitar fisuras internas por parte de la Alianza Atlántica y la actual confrontación ruso-occidental. Un aspecto que, visto desde otra perspectiva, eventualmente beneficiaría los intereses rusos a la hora de observar grietas entre los socios de la OTAN, al mismo tiempo que acrecentaría el acercamiento de Ankara a Moscú. Para la OTAN y la UE están en juego la estabilidad del flanco sudoriental en torno al Mar Mediterráneo, hoy en día cada vez más estratégico ante las fricciones ruso-occidentales, el conflicto en Ucrania y el cada vez más cercano alineamiento ruso-turco. Por ello, está por ver si las tensiones turco-griegas pueden llevar a una escalada militar de estos dos enemigos históricos, complicando el equilibrio de fuerzas y la ya de por si frágil estabilidad mediterránea :(

EL ELEFANTE AFRICANO: Historias de un sobreviviente

Durante mucho tiempo se ha hablado de dos especies principales de elefantes: los africanos y los asiáticos. Pero en realidad los elefantes africanos comprenden dos especies: el elefante de la sabana, que es más grande, tiene colmillos curvos y recorre las llanuras abiertas del África subsahariana; y el elefante de bosque, que es más pequeño y de color más oscuro, tiene colmillos rectos, y vive en los bosques ecuatoriales de África central y occidental. Por primera vez, los científicos han evaluado el estado de estas dos especies por separado, y los hallazgos son desalentadores. En efecto, los elefantes de la sabana están en peligro y los elefantes del bosque, en peligro crítico, según una evaluación oficial publicada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para su Lista Roja de Especies Amenazadas, el registro sobre riesgo de extinción más completo del mundo. “En ambos casos, el principal factor de riesgo sigue siendo la caza furtiva”, sostiene Kathleen Gobush, director de las nuevas evaluaciones y miembro del Grupo de Especialistas en Elefantes de la UICN, un grupo de expertos que se dedica a la conservación y gestión de poblaciones de elefantes. "Se espera que estas evaluaciones llamen la atención y generen más conciencia para reducir las matanzas, el tráfico y la demanda de marfil" indicó. Desde principios de la década del 2000 se viene demostrando que los elefantes de bosque y de la sabana deberían conformar dos especies distintas. La última evaluación de la UICN sobre los elefantes africanos (2008) todavía los consideraba una sola especie y los describía como vulnerables a la extinción. En los años posteriores, los científicos reconocieron que los elefantes del bosque y de la sabana eran dos grupos diferentes. Desde aquella lejana evaluación del 2008, hubo una feroz caza furtiva de elefantes en África. En el 2016, la revista PeerJ informó que entre el 2007 y el 2014, los elefantes de la sabana disminuyeron en un 30 por ciento en 18 países africanos. Y un estudio del 2013 reveló que las poblaciones de elefantes del bosque se habían reducido en un 62 por ciento en menos de una década. El punto más alto de la caza furtiva se registró en el 2011 y desde entonces ha disminuido en algunos lugares, especialmente en partes de África oriental. Pero la caza continúa y es cada vez peor en otras regiones, especialmente en África central y occidental. Y mientras tanto, la actividad humana sigue degradando y reduciendo el hábitat de los elefantes. “En términos de conservación, es sumamente importante que se haya establecido la división entre los elefantes del bosque y los elefantes de la sabana”, explica Bas Huijbregts, director de especies africanas del Fondo Mundial para la Naturaleza, que no participó en la nueva evaluación este año. "Los problemas que enfrentan estas especies son muy diferentes, al igual que las vías para su recuperación". El nuevo informe debería ayudar, sobre todo, a generar consciencia acerca de los elefantes del bosque. Al ser menos visibles y difíciles de monitorear que los elefantes de la sabana, suelen ser ignorados por los gobiernos y donantes, y sus necesidades se ven eclipsadas por las de sus parientes más grandes, cuenta Gobush. En términos regulatorios, las dos especies continuaron siendo identificadas como un único grupo, lo que puede obstaculizar los esfuerzos de conservación a favor de ambos, dice Sue Lieberman, vicepresidenta de política internacional de la Wildlife Conservation Society, con sede en la ciudad de Nueva York. "La legislación debe actualizarse" aseveró. En este nuevo estudio, Gobush y sus colegas evaluaron todos los datos disponibles para ambas especies en cientos de sitios, desde la década de 1960 en el caso de los elefantes de sabana, y a partir de la década de 1970, para los elefantes de bosque. Con esos datos, construyeron un modelo estadístico para estimar las reducciones de población a través del tiempo. Encontraron que los elefantes de la sabana han disminuido en más del 50 por ciento a lo largo de tres generaciones (75 años), lo que los ubica en la categoría “en peligro de extinción”. El número de elefantes del bosque más longevos se ha reducido en más del 80 por ciento a lo largo de tres generaciones (93 años), por lo que se los consideraría en grave peligro de extinción. La UICN se basa en una serie de factores para determinar el estado de conservación de un animal, como cuánto ha disminuido su número y rango. "A esta altura, es indudable que la reducción de las poblaciones de elefantes en toda África se debe a la caza furtiva y la pérdida de hábitat", dice Scott Schlossberg, analista de datos de Elephants Without Borders, una organización sin fines de lucro con sede en Botswana, que no participó en la reciente evaluación. "Algunas poblaciones de elefantes están muy bien, pero las tendencias a largo plazo para el continente en su conjunto son desalentadoras". Es probable que la UICN no haya tenido en cuenta una gran cantidad de referencias dada la escasez de datos cuantitativos sobre antiguas poblaciones de elefantes en todo el continente, explica Iain Douglas-Hamilton, fundador de Save the Elephants, una organización sin fines de lucro con sede en Kenia, que tampoco participó en la nueva estimación. “La evaluación actual no es absoluta y tampoco no pretende serlo”, agrega Douglas-Hamilton, un explorador de National Geographic. "Es la suposición más aproximada". Douglas-Hamilton sostiene que aun es posible recuperar a los elefantes si las cosas se hacen bien. “Pueden superar una gran matanza si los esfuerzos de protección y recuperación son estrictos”, dice. El Parque Nacional Tsavo de Kenia sirve de ejemplo. En la década de 1970, había unos 40.000 elefantes de la sabana y, en 1988, se redujeron a 6.500 debido a la caza furtiva. Hoy en día, el parque cuenta con 17.000 elefantes gracias a las medidas contra la caza furtiva. Para recuperar las poblaciones de elefantes es necesario proteger su hábitat y prohibir estrictamente la caza furtiva y el tráfico de marfil, explica Schlossberg. Los EE.UU., China, el Reino Unido y muchos otros países han cerrado sus mercados nacionales legales de marfil. “Si se vuelven a habilitar las ventas, se arruinaría el progreso que se ha logrado en la lucha contra el tráfico de marfil”, dice Schlossberg. Al respecto, Japón es uno de los países que no han cerrado sus mercados legales de marfil, y hoy cuenta con el mercado más grande del mundo. Los talladores japoneses prefieren el marfil de los elefantes del bosque. La declaración de que los elefantes de bosque están en peligro crítico pone de relieve el gran número de víctimas que se sigue cobrando la caza furtiva de marfil, dice Lieberman. "Japón y todos los países que aún permiten los mercados nacionales de marfil, deben cerrar sus mercados de una vez por todas" puntualizó :(
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