En nuestra ruta del Báltico, llegamos a Vilnius (Vilna), la capital de Lituania, que en el pasado mes de julio fue sede de la cumbre de la OTAN donde de una forma por lo demás demoniaca, insistieron en que continue el inútil derramamiento de sangre en Ucrania, cuya derrota ante los rusos es inevitable. Pero concentrándonos en lo nuestro, cabe precisar que el 2023 es el año de Vilnius. En efecto, la capital del país conmemora su 700 aniversario invitando a personas de todo el mundo a visitarla. El motivo de la celebración es una carta: una proclama fechada el 25 de enero de 1323 donde consta por primera vez el nombre de la ciudad y cuyo propósito era igualmente atraer a ciudadanos extranjeros. La misiva, firmada por el gran duque de Lituania Gediminas, iba dirigida a varias urbes del Sacro Imperio Romano Germánico (entre las cuales, Lübeck, Bremen, Colonia y Magdeburgo). El gobernante llamaba a establecerse en Vilna a caballeros, comerciantes y a todo tipo de artesanos. Requería médicos, herreros, zapateros, molineros, curtidores… con la promesa de eximirlos de cualquier tasa. Además aseguraba que tendrían libertad para practicar la fe cristiana. Sucede que el país era entonces uno de los últimos territorios paganos de Europa. Gediminas es considerado el fundador de Vilnius. Y aunque sin duda impulsó su crecimiento, como atestigua la carta, lo cierto es que el municipio existía con anterioridad… Aún así, 1323 ha pasado a marcar su nacimiento “oficial”. La ciudad conserva en la actualidad varios monumentos y referencias a esa etapa fundacional. Comenzando por la torre de Gediminas, que domina la capital desde lo alto de un monte y que se ha convertido en uno de sus mayores símbolos. Fue construida por el gran duque a propósito de un sueño, según la leyenda. Cuenta que Gediminas se vio a sí mismo en lo alto de esa misma loma durante una cacería y que allí descubrió a un lobo solitario. Estaba hecho de hierro y aullaba con el vigor de una manada entera. Al despertar, el gobernante consultó el significado del sueño con Lizdeika, el mago de la corte. Este le indicó que debía levantar en ese punto una ciudad que se convertiría en la capital lituana y sería conocida en el mundo entero. La torre, que aparece citada en numerosas canciones y poemas patrióticos, es la única parte que se mantiene en pie del castillo de Gediminas. Hoy alberga un museo arqueológico con material iconográfico y armas medievales, además de reproducciones de los castillos de Vilna entre los siglos XIV y XVII. Otro de sus atractivos son las vistas sobre la ciudad. Desde la torre se divisa todo el casco viejo, dominado por la plaza de la Catedral. Precisamente ahí se erige una estatua de Gediminas vestido de guerrero junto a su caballo. Blandiendo la espada con su mano izquierda, bendice la ciudad con la diestra. En tiempos del gran duque, existía una primera catedral levantada a mediados del s. XIII por el rey Mindaugas, considerado el fundador del estado lituano y el primer gobernante del país en convertirse al cristianismo. Actualmente el templo, consagrado a san Estanislao y san Ladislao, tiene unas proporciones muy mayores. Célebre por haber acogido las coronaciones de los grandes duques, en sus criptas y catacumbas reposan los restos de personalidades históricas como el héroe nacional Vytautas y su mujer Ana. La plaza de la catedral es el corazón del centro histórico de Vilnius, uno de los mayores de Europa central y del norte (3,59 km cuadrados). Su arquitectura representa una amalgama de estilos –gótico, renacentista, barroco, neoclásico– y de ramas del cristianismo –hay multitud de iglesias católicas, ortodoxas y luteranas–. Una de sus arterias principales es justamente la avenida Gediminas. Se trata de una de las calles más animadas de la capital, con un amplio surtido de tiendas, bares y restaurantes. Asimismo concentra las principales instituciones del país: la sede del Gobierno y de varios ministerios, el parlamento, el Tribunal Constitucional, el Banco de Lituania, el teatro Dramático Nacional o la biblioteca Nacional. La vía tuvo varios nombres antes de adoptar el de Gediminas. Construida en 1836, inicialmente se llamó de San Jorge. Tras la anexión de Polonia, fue la avenida Mickiewicz (en honor al poeta polaco Adam Mickiewicz). Luego, como parte del III Reich, pasó a ser la calle Adolf Hitler. Y bajo la ocupación soviética, se bautizó primero como Stalin y luego como Lenin. Uno de los complejos más bellos del casco antiguo es el de la Universidad de Vilna, la más antigua de los países bálticos. Fundada en 1579, dispone hoy de una docena de facultades. Entre sus alumnos más distinguidos, se cuentan el mismo Mickiewicz además de los poetas Maciej Sarbiewski y el Nobel Czesław Miłosz. Su biblioteca antigua es una auténtica joya, decorada con retratos de grandes personalidades de la antigüedad clásica: Sócrates, Platón, Aristóteles, Arquímedes, Plutarco, Homero… Por cierto, no podemos dejar de mencionar el oprobioso periodo de ocupación soviética al que estuvo sometido Lituania desde 1941. Y, aunque la resistencia entre los lituanos se dio desde el primer momento, fue reprimida con extrema brutalidad. Al respecto, el Museo de Ocupaciones y Luchas por la Libertad ofrece una estremecedora visión de la vida cotidiana durante esa siniestra época. Finalmente, la URSS - que se estaba desintegrando en medio de una grave crisis - reconoció la independencia del país en 1991, pero a un precio muy alto: 14 civiles murieron cuando las tropas soviéticas cargaron contra la Torre de la TV de Vilnius. Esta estructura de 326 m de altura es hoy un símbolo de la lucha por la libertad de Lituania, y hay un monumento en recuerdo a las víctimas. Si el tiempo les alcanza, os recomiendo visitar la Colina de las Cruces –un monumento a un grupo de monjes mártires– ofrece una panorámica mucho más espectacular de la capital. Se sabe que las Tres Cruces fueron construidas en algún momento antes de 1649 pero se desconoce la fecha exacta de su construcción. Las cruces han sido destruidas en varias ocasiones, se derrumbaron a mediados del siglo XIX, pero la autoridad zarista rusa no permitió su reconstrucción. En la Primera Guerra Mundial, el ejército Alemán ocupó Vilnius, y permitieron la reconstrucción de las mismas, con mejores materiales para que fueses más duraderas. Lamentablemente en la ocupación soviética las volvieron a demoler, con su afán de destruir todo a su paso. Pero durante el Movimiento de Reforma de Lituania fue reconstruido de nuevo como símbolo de la identidad lituana y de la resistencia a la opresión de la Unión Soviética. Una vez descubierta Vilnius, se puede hacer una excursión de un día a Trakai. A un poco más de media hora en tren desde la capital, se encuentra el Castillo-isla de Trakai, una vista arrebatadora propia de un cuento de hadas. Construido en el s. XV, es más espectacular contemplado desde el agua, por lo que es buena idea disfrutar de un circuito en barco por el lago Galvé o, si el viajero prefiere algo más activo, una ruta en kayak con North North East. El bosque que lo rodea también forma parte del pequeño parque nacional e invita a un apacible paseo panorámico. Trakai también es la cuna de la minoría lituana caraíta. Con menos de 300 miembros en el país, la comunidad intenta preservar su lengua y su cultura. Ha llegado el momento de partir, y toca dirigirnos esta vez a Oslo, la capital de Noruega, donde de seguro nos espera más de una sorpresa...