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miércoles, 14 de febrero de 2024

BIRMANIA: Brutalidad sin fin

Lejos de los reflectores, en las montañas del oeste de Myanmar (la antigua Birmania) desde hace unos años se libra una sangrienta guerra civil. Allí, desde el golpe militar de febrero del 2021, la minoría chin resiste contra la junta militar que gobierna el país. En las montañas fronterizas con India, han instalado un campo de entrenamiento para formar un Ejército de resistencia. Muchos son jóvenes que han abandonado sus trabajos y sus estudios para tomar las armas y defender su territorio, su identidad y sus ideales. La hazaña está lejos de ser fácil pero no es imposible. Y es que la junta militar que busca acabar con la resistencia y hacer valer su control sobre el territorio, sufre derrota tras derrota lo que lo ha obligado esta semana a recrudecer salvajemente sus ataques, así como ordenar el servicio militar obligatorio para ambos sexos. En el centro se encuentra una población civil que recibe los indiscriminados bombardeos aéreos del régimen golpista y muchos se han visto obligados a dejar para siempre sus hogares. En efecto, desde finales de octubre del 2023, una ofensiva coordinada de las fuerzas de resistencia en Myanmar ha planteado un duro desafío al ejército gobernante que derrocó al gobierno democráticamente elegido hace tres años. El golpe desencadenó una sangrienta guerra civil que está ganando fuerza hoy, especialmente desde el inicio en otoño de la Operación 1027 de los grupos rebeldes. Aunque sus avances no son definitivos, sí plantean dudas sobre la capacidad de permanencia de la junta militar. Gran parte de la historia de Myanmar desde que logró su independencia de Gran Bretaña en 1948 ha sido una lucha entre el ejército y la resistencia de innumerables grupos armados étnicos y partidos de oposición. El último cambio en el equilibrio de poder se produjo cuando los militares derrocaron el 1 de febrero de 2021 a la gobernante Liga Nacional para la Democracia, encabezada por Aung San Suu Kyi. El golpe, que se produjo a pocos meses de las elecciones del 2020, devastó la economía del país, aumentó su aislamiento internacional y provocó agitación, con miles de muertos y millones ya desplazados en la nación de 54 millones de habitantes. Las fuerzas de resistencia están compuestas por las Fuerzas de Defensa del Pueblo alineadas con el Gobierno de Unidad Nacional en la sombra, con el apoyo de segmentos de organizaciones armadas étnicas, como la Alianza de la Triple Hermandad, que comprende tres grupos étnicos a la vez: el Ejército Arakan (AA), el Ejército de Liberación Nacional Ta'ang (TNLA) y el Ejército de la Alianza Nacional Democrática de Myanmar (MNDAA). Desde entonces, juntos han reclamado el control de más de la mitad del territorio del país, mientras que la junta, que gobierna bajo el Consejo de Administración del Estado, se ha visto desgarrada por deserciones y divisiones internas. En las semanas posteriores al inicio de la Operación 1027, incluso los funcionarios de la junta admitieron que el país corre el riesgo de fragmentarse. El resultado de la guerra civil tiene implicaciones no sólo para el país sino también para la región. Debido a que Myanmar está ubicado estratégicamente entre China e India, y conectado con el Sudeste Asiático continental, el continuo deterioro de la situación podría dejar a un Estado fallido en una encrucijada importante. El país sufriría repercusiones económicas aún peores e inestabilidad en las exportaciones a la región, como ya estamos viendo en casos como las redes regionales de estafa en expansión. Myanmar también podría convertirse en un caldo de cultivo potencial para redes criminales internacionales, sin mencionar un campo de batalla para una competencia intensificada entre las principales potencias. La pregunta más amplia es cómo evolucionará la guerra civil de Myanmar. La mayoría de los recuentos independientes cifran las fuerzas rebeldes en menos de 100.000 combatientes, con mucho menos armamento, potencia de fuego y capacidad financiera. A pesar de esto, las fuerzas antigolpistas han ganado terreno significativo contra el ejército, que tenía una fuerza estimada antes del golpe de entre 200.000 y 350.000 soldados. Si bien las fuerzas de resistencia han demostrado capacidad para coordinarse y ganar terreno en el campo de batalla, aprovechar estos éxitos y al mismo tiempo mantener una unidad históricamente frágil entre diversos grupos no es una tarea fácil. Mientras tanto, aunque el ejército se ve acosado por desafíos, su historial de represión dura de sus enemigos desde la década de 1940 sugiere que es probable que continúe aferrándose al poder a toda costa, incluidas tácticas militares más brutales y posiblemente incluso elecciones falsas en un intento de establecer ‘legitimidad’. Además, si bien la asistencia de países como EE.UU. podría inclinar la balanza a favor de la resistencia, los intereses de otros actores afectarán la capacidad del gobernante Consejo de Administración del Estado para mantener los combates en el país y capear el aislamiento en el extranjero. China y Rusia, por ejemplo, respaldan a la junta militar. Pero los vecinos Tailandia, India y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), una alianza de 10 naciones que incluye a Myanmar, también son potencialmente influyentes. Myanmar ha sido excluido de las dos últimas cumbres anuales de la ASEAN debido al golpe, pero la asociación ha tenido dificultades para adoptar una posición común. Según Dmitri Mosyakov, director del Centro para el Estudio del Sudeste Asiático, Australia y Oceanía y miembro del Consejo Académico del Instituto de Estudios Orientales de la Academia Rusa de Ciencias, la destrucción del Ejército nacional significaría una catástrofe para la estatalidad de Myanmar. "Esto podría socavar la estabilidad y la relativa prosperidad de toda la región del sudeste asiático en general", asevero. Ante el recrudecimiento de los combates, podrían darse tres escenarios: 1- Lo más probable, no se vislumbra el final de la guerra: El escenario más probable es el de un conflicto prolongado. Las fuerzas de resistencia continuarían logrando avances esporádicos en las zonas periféricas, pero no lo suficiente, especialmente en la mayoría de las zonas urbanas, para derrotar a la junta. Mientras tanto, los militares intensificarían sus esfuerzos brutales en un intento por tomar la delantera, incluyendo violencia indiscriminada para sembrar el miedo entre los civiles y ofensivas selectivas destinadas a profundizar las divisiones entre las Fuerzas de Defensa del Pueblo y las organizaciones armadas étnicas. De esta manera, el continuo intercambio de golpes aumentaría el efecto colateral de la guerra civil de Myanmar, con más refugiados fluyendo hacia el sur y el sudeste de Asia. La batalla internacional por la legitimidad también continuaría. Algunos países apoyarían al Gobierno de Unidad Nacional, mientras que otros actores, incluida la ASEAN, adoptarían una posición más protegida. Una versión más extrema de este escenario vería a Myanmar fracturarse. Aunque el Consejo de Administración del Estado todavía afirmaría gobernar un solo Myanmar, el poder real residiría en los grupos armados locales. Entre ellas se incluyen organizaciones armadas étnicas que operan de forma independiente y se centran en el control de sus territorios; 2- Algo probable, una victoria decisiva de las fuerzas antigolpistas; Una victoria de los rebeldes y el desmoronamiento del régimen militar podría darse, porque la posibilidad ha aumentado. En este escenario, la resistencia sería capaz de lograr una serie de éxitos en múltiples teatros que resultarían en un resultado negociado a su favor o en la rendición de la junta. Las capacidades de las Fuerzas de Defensa del Pueblo han mejorado, lo que genera esperanzas de que la resistencia pueda apoderarse de áreas urbanas estratégicas seleccionadas y desmoralizar a los militares. Si la marea comienza a cambiar decisivamente, los actores externos, incluida China, podrían presionar a la junta para negociar un acuerdo con los rebeldes para proteger sus propios intereses. Sin embargo, cualquier resultado negociado será un desafío. Se desconfía profundamente del ejército luego de que incumplió un acuerdo anterior de reparto del poder con el gobierno de la Liga Nacional para la Democracia. Además, será difícil mantener unidas a las Fuerzas de Defensa del Pueblo y a las organizaciones armadas étnicas ya que vencido el enemigo común, podrían luchar entre sí para quedarse con todos los despojos; 3- Lo menos probable: una victoria de la junta golpista. Un triunfo de los militares es el escenario menos probable. Sin embargo, no se debe subestimar su capacidad de permanencia. La disminución de la unidad y la coordinación entre las fuerzas antigolpistas podría traducirse en reveses en el campo de batalla, especialmente si se combina con una falta de asistencia internacional. Esto podría influir en la capacidad del ejército para emplear un enfoque de divide y vencerás que divida la resistencia y disminuya su apoyo popular. También le daría tiempo a la junta para solucionar los desafíos que enfrenta y desgastar la resistencia utilizando tácticas para impulsar el reclutamiento y asegurar más compras de armas a sus principales patrocinadores. Teniendo en cuenta todo esto, no se puede descartar una reversión que haga prevalecer momentáneamente al ejército mediante una sangrienta represión. Como ha observado la comunidad internacional, para la junta golpista se trata de una lucha existencial. Los generales no tienen a dónde ir, ya que están acusados de genocidio en tribunales extranjeros por la matanza de la minoría rohinyá en el 2017. Si son lo suficientemente implacables, podrían perdurar algún tiempo, aunque con un gran coste para el país. Pero también el movimiento de oposición busca una victoria militar total… Y ninguna de las partes contempla una salida negociada, por lo que la guerra continuará y a menos que la comunidad internacional presione a ámbar partes para llegar a un acuerdo, tendrá un sangriento final.
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