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miércoles, 12 de abril de 2017

EL CONEJO DE PASCUA: Una leyenda que perdura en el tiempo

Si bien anteriormente nos hemos referido a la historia de la Pascua y a los huevos de colores relacionadas con esa celebración, toca ahora ocuparnos precisamente de quien los lleva el Domingo de Resurrección, el conejo de Pascua. Según la leyenda, la criatura trae canastas llenas de huevos de colores y dulces a los hogares de los niños, y por ello tiene similitudes con Santa Claus ya que ambos traen regalos en la noche antes de su día de fiesta correspondiente. Como es de suponer, su origen se remonta a los celtas que habitaban el norte de Europa, donde el conejo era considerado el símbolo de la fertilidad y estaba asociado a la diosa Easter, a quien se le dedicaba el mes de abril y el honor de las fiestas de la primavera entre los pueblos escandinavos. Con la llegada – como una plaga de langostas – del “cristianismo” al norte de Europa y al no poder erradicar esta costumbre ancestral, decidió “cristianizarla” introduciendo la figura del conejo de Pascua en sus celebraciones de Semana Santa, para lo cual decidieron inventar una leyenda de lo mas disparatada e inverosímil que uno se pueda imaginar: Sucede que al momento de introducir el cuerpo del tal Cristo en el sepulcro de José de Arimatea – luego de su crucifixión – había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había “muerto”. El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas. Así pasó mucho rato viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente el conejito vio algo sorprendente: Jesús “se levantó” y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Entonces un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva “más vivo que nunca” El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar a todo el mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había “resucitado”. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría. Desde entonces, cuenta la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres. Esto dio inicio a un curioso juego infantil consistente en esconder los huevos de Pascua que ha ido dejando el conejo en todas las casas y que se celebra cada año. El Conejo de Pascua fue introducido en los EE.UU. por inmigrantes alemanes que llegaron durante el siglo XVIII. La llegada del Conejo de Pascua se consideraba uno de los grandes placeres de la infancia. Los niños creían que si se portaban bien, el “Oschter Haws” pondría huevos de colores. Para hacerlo más atractivo, a partir del siglo XIX se sustituyó los huevos pintados por otros de chocolate. Hoy en día, además de los huevos, también se elaboran conejos de chocolate, que se suelen regalar por estas fechas, y son también un producto que puede verse en muchas de las tiendas de los países del norte de Europa. Como podéis notar, tal como sucedió con la Navidad, la Pascua es otra celebración pagana que termino reconvertida en una fiesta cristiana. Así y todo, dejemos las objeciones de lado por un momento y es el momento de desearles unas Felices Pascuas :)
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