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miércoles, 28 de noviembre de 2018

CAMBOYA: Los gritos del silencio

Hace unos días se dio a conocer una noticia perdida a pie de página y al que nadie ha prestado la debida atención, acerca de la condena a los últimos lideres sobrevivientes de un grupo sanguinario que se hizo con el poder en Camboya instaurando - cual heraldos de la muerte - el infierno en la tierra. En efecto, la justicia ha tardado casi 40 años en llegar en Camboya, país en el que entre 1975 y 1979 se instauró un régimen comunista radical y agrario, el de los Khmer Rouge, que pretendió borrar cualquier vestigio urbano. El resultado de aquella ignominia fue un genocidio que acabó con la vida de 1,7 millones de personas -casi una cuarta parte de la población de aquel entonces - entre otras atrocidades. Los dos principales líderes vivos de uno de los episodios más negros del siglo XX han sido ahora condenados a cadena perpetua por genocidio y crímenes contra la humanidad por un tribunal camboyano e internacional que, bajo los auspicios de Naciones Unidas, ha devuelto una parte de la dignidad a las víctimas. La razón de esta inexplicable demora de la justicia, en este caso, ha sido debido a la hipocresía tanto de los EE.UU. como de Occidente sobre la tragedia camboyana al que el mundo dio la espalda por razones políticas. El resentimiento de EE.UU. hacia Vietnam hicieron que el régimen que expulsó a los Khmer Rouge no fuese reconocido y durante años los genocidas formaron parte del gobierno de coalición admitido por la ONU. Tras la salida de los vietnamitas, el entonces rey Norodom Sihanouk decretó en 1991 una amnistía a la que se acogieron la gran mayoría de los Khmer Rouge, una medida condenable desde todo punto de vista ya que consagraba la impunidad para los verdugos maoistas. Pero la porfía de las víctimas y de sus familiares, ha logrado enmendar errores y sentar ante un tribunal a los responsables supervivientes y, en especial, los dos principales condenados, el que fue el número dos del sanguinario Pol Pot, Nuon Chea, de 92 años y el exjefe de aquel Estado, Khieu Samphan, de 87. No era el último episodio negro del siglo XX sin juzgar, desgraciadamente, pero sí uno de los más sanguinarios e inhumanos. Pero ¿cómo se inicio esta pesadilla? El nacimiento de los Khmer Rouge, su subida al poder, y el origen de su brutal líder Pol Pot eran un enigma. Esta confusión era el resultado obvio de la percepción de la Guerra Civil Camboyana (1970-1975) como un escenario lateral de la guerra que se vivía en Vietnam. Camboya se vio envuelta involuntariamente en el que fue el mayor conflicto de la Guerra Fría cuando el Vietcong, el brazo armado de los comunistas de Vietnam del Norte, invadió zonas fronterizas en 1964 con el propósito de abrir un segundo frente contra los americanos fortificados en Vietnam del Sur. La situación se agravó con la decisión de Richard Nixon de bombardear Camboya (sin declaración de guerra alguna) en 1969. Durante cuatro años, EEUU lanzó 108.000 toneladas de explosivos, causando entre 40.000 y 120.000 muertes. En 1970, acorralado por la situación, el rey de Camboya Norodom Sihanouk, huyo del país y fue destronado por el general Lon Nol quien llevó a cabo un alzamiento proclamando un gobierno títere pro estadounidense. Es así como, las guerrillas camboyanas que lideraban Pol Pot y Ieng Sary entre otros, iniciaron una feroz guerra de hostigamiento contra los golpistas, a quienes calificaron como traidores. Con este fin, los Khmer Rouge cortejaron al exiliado rey Sihanouk, a quien prometieron restaurar en el trono, cosa que sucedió tras la victoria final del 17 de Abril de 1975. La vergonzosa retirada de los EE.UU. de Vietnam del Sur en 1973, y la conquista de éste por Vietnam del Norte, dejaron a Camboya completamente aislada y sin esperanzas de obtener una victoria sobre los Khmer Rouge, que apenas contaban con unos 80.000 milicianos. El 12 de abril, los estadounidenses evacuaron apresuradamente a todo su personal diplomático y a sus ciudadanos en la llamada Operation Eagle Pull. Apenas cinco días más tarde, los Khmer Rouge tomaban la afrancesada Phnom Penh e instauraban un régimen del terror, el cual se inició con la forzada "ruralización" de todas las poblaciones urbanas: el 18 de abril Pol Pot ordenó la evacuación de los 2 millones y medio de habitantes de la capital, incluyendo heridos y enfermos, en una brutal marcha que marcó el inicio del ‘Año Cero’. Enclaustrado en su palacio, Sihanouk no tuvo ningún poder real y solo fue un elemento decorativo, mientras los Khmer Rouge se hacían con el control de todo. Así, Camboya se convirtió en un infierno para sus ciudadanos, que padecieron lo indecible bajo estos despiadados asesinos. En la retorcida imaginación de los Khmer Rouge, el maoísmo era la fase superior del comunismo y Pol Pot instauró un régimen que se convirtió en un auténtico retorno a la Edad de Piedra: las ciudades fueron abandonadas, toda actividad que no fuera la agricultura, perseguida. Llevar lentes o tener estudios superiores era razón suficiente para ser ejecutado sumariamente. Temiendo de sus vecinos los norvietnamitas - aliados de la URSS - Pol Pot se situó al lado del maoísmo chino en la escisión que tuvo lugar entre los países comunistas a la muerte de Stalin, mientras los rusos mantuvieron su alianza con Vietnam en contra de China. Las sangrientas purgas se extendieron por todo el país e incluso en la propia organización del partido, donde nadie tenía la vida segura. El genocidio camboyano, se calcula, acabó con la vida de 1,7 millones de personas, aproximadamente la cuarta parte de la población. Las cifras, sin embargo, son aún más dramáticas según el sexo: uno de cada tres hombres camboyanos murió a manos de los Khmer Rouge. La ruralización forzosa se materializó en campos de trabajo donde se trabajaba 20 horas de 24, con un día de descanso cada diez, y donde un gran número de personas murieron de inanición o de puro agotamiento. En las ciudades abandonadas, el régimen creó prisiones y centros de exterminio como la siniestra prisión de Tuol Sleng - hoy convertida en museo - donde se dice que murieron aproximadamente 20.000 prisioneros, y de la que sólo escaparon doce personas con vida. Tuol Sleng se hizo tristemente famosa por su brutalidad: los prisioneros recibían palizas y torturas basadas en descargas eléctricas y colgamientos, y a veces se les hacía comer sus propias heces y beber su propia orina. Varios internos fueron utilizados en experimentos "médicos" sádicos: se les abría sin anestesia y se removían sus órganos, o se les desangraba gota a gota para descubrir el punto de expiración. Como Tuol Sleng existían más de 150 prisiones similares. Durante los años en que Pol Pot y los Khmer Rouge ostentaron el poder, los chinos intentaron ocultar por todos los medios las barbaries de sus protegidos. Sin embargo, el fin de esa pesadilla puede atribuirse a un error de cálculo político. En Diciembre de 1978, un ejército vietnamita invadió Camboya como venganza por los asaltos de los Khmer Rouge a las aldeas fronterizas. En aquella ocasión China, su aliado más poderoso que tras la muerte de Mao tomo distancia de ellos, permitió que los Khmer Rouge cayeran en desgracia sin enviar soldados a defender a su otrora marioneta maoísta. Fue sólo entonces cuando los triunfantes vietnamitas - prosovieticos - publicaron imágenes y datos sobre las atrocidades del régimen camboyano. El mundo pudo por fin conocer las bestialidades cometidas por Pol Pot y sus secuaces y se estremecieron de los horrores sufridos por los camboyanos, pero el rechazo y la oposición a que se juzgasen a los genocidas maoistas vino de Occidente, específicamente de los EE.UU. por el odio y el resentimiento que tenían a los vietnamitas. La invasión forzó a los Khmer Rouge a refugiarse en las junglas, donde hostigaron a las tropas de Hanoi, encontraron apoyo en EE.UU. e Inglaterra, quienes los armaron y dieron refugio en Tailandia, ya que querían utilizarlos como contrapeso a los vietnamitas aliados de la URSS. En su documental sobre ‘Camboya Año Cero’, el periodista anglo-australiano John Pilger demostró que las guerrillas de Pol Pot recibieron armamento británico y apoyo estadounidense en su lucha contra los vietnamitas a través de Singapur, cuyo Primer Ministro, Lee Kuan Yew - títere de Washington - defendió a los Khmer Rouge y acusó a la prensa “de haber exagerado las matanzas al nivel de genocidio”. Durante el gobierno de Pol Pot, las únicas noticias que se recibieron en el exterior fueron proporcionadas por corresponsales de guerra que se habían refugiado en la embajada francesa, como John Swain, el fotógrafo Al Rockoff, o Sydney Schanberg y su ayudante Dith Pran, en quienes se basa la película Los Gritos del Silencio de Roland Joffé. Las cifras del genocidio no fueron analizadas, y los juicios internacionales por Crímenes contra la Humanidad organizados, hasta la retirada de los vietnamitas en 1989 y la formación de un gobierno de coalición en 1991 - en el que también entraron a formar parte los Khmer Rouge - se centraron en los mandos medios, mientras los principales responsables de aquella carnicería gozaban de impunidad. Como era de esperar, la restauración de la monarquía constitucional no trajo consigo la deseada persecución legal de los criminales maoistas. Norodom Sihanouk protegió a los Khmer Rouge, a los que antaño había liderado, y el país se transformó en un régimen corrupto y nepotista. En el colmo del cinismo, Sihanouk ofreció en 1998 el perdón real a los cabecillas más importantes, tales como Ieng Sary, amigo íntimo de Pol Pot - quien murió en cautiverio a manos de sus propios secuaces unos meses antes, sin ser nunca juzgado -, su esposa Ieng Tirith, y la mano derecha de Pol Pot, Nuon Chea. De nuevo, EE.UU. no tenía ningún interés en que se juzgase a sus antiguos protegidos. No obstante, la abdicación en el año 2004 del rey Sihanouk parece haber dejado las puertas abiertas a un nuevo proceso legal. En el 2007 se abolió el perdón real, y Ieng Sary, Ieng Tirith, Nuon Chea, y Khieu Samphan, fueron detenidos y condenados a cadena perpetua (Ieng Sary murió el 14 de marzo del 2013 en Camboya). Del mismo modo, el carnicero Kang Kek Iew, líder del aparato policial Sentubal y máximo responsable de los centros de exterminio como Tuol Sleng, fue condenado en 2009 a cadena perpetua. El genocidio jemer dejó cerca de 1,7 millones de muertos, un 33% de los hombres del país en 1975, y un 15% de las mujeres. En términos porcentuales, éste ha sido el mayor genocidio de la historia, con uno de cada cuatro camboyanos muertos. Una historia que ha sido acallada durante mucho tiempo por conveniencias políticas y estratégicas, y que se diluye en el anonimato de los 150 millones de víctimas estimadas que los regímenes comunistas de todo el mundo dejaron por herencia en el siglo XX, más que la Primera y la Segunda Guerras Mundiales juntas. Uno pudiera pensar que con dichas experiencias se ha aprendido la lección, pero al ver los genocidios que ocurren actualmente y con total impunidad, tanto en Palestina como Yemen - a manos de los sionistas y los sauditas respectivamente, estrechos aliados de los EE.UU. en la región - vemos que no. Pobre humanidad :(
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