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miércoles, 18 de mayo de 2022

FINLANDIA: Neutralidad perdida

Por lo visto, el otrora Gran Ducado de Rusia padece de delirios de grandeza y ahora de una forma por lo demás suicida, pretende desafiar nada menos que a su gigante vecino - “incentivado” obviamente por los EE.UU. - buscando integrarse en la OTAN con el señuelo de la “amenaza rusa” echando por la borda más de ocho décadas de neutralidad, creyendo ilusamente que ellos van a acudir en su ayuda si llega a estallar un conflicto en Escandinavia (en el cual también podemos incluir a Suecia, que va por el mismo camino). Lo vemos actualmente en Ucrania, donde no se atreven a intervenir directamente por temor a Rusia, el cual como sabéis, ha decidido realizar un operativo militar especial en ese país para salvar del exterminio a la minoría ruso parlante de las garras asesinas del régimen fascista de Kiev que llego al poder como producto de un incruento golpe de estado realizado en el 2014 mediante un operativo montado por la CIA. Si hoy los EE.UU. y la OTAN no lo hacen por Ucrania, mucho menos va a ser por Finlandia, que al estar situada estratégicamente en el norte de Europa, históricamente ha sido parte del área de influencia rusa e incluso formo parte el imperio zarista hasta 1917, cuando aprovechando el estallido de la revolución bolchevique en Rusia, declaro su independencia. Desde entonces, Finlandia ha hecho equilibrios para mantenerse en la Europa occidental, pero bien avenida con su vecino ruso. Y no ha sido fácil. Finlandia hace frontera con Rusia a lo largo de 1.340 kilómetros. Eso históricamente ha significado vérselas con su poderoso vecino, ya fuera Rusia o la Unión Soviética. Las más de ocho décadas de no alineamiento del país de los mil lagos comienzan tras la Segunda Guerra Mundial. Finlandia salió muy tocada del conflicto. Primero disputó la Guerra de Invierno con la URSS (1939-40) y perdió. Luego, la llamada guerra de Continuación (1941-1944), donde tuvo el apoyo del III Reich. Y más tarde, cuando cambio de bando y tuvo la Guerra de Laponia (1944-1945) con la que expulsó a los alemanes del norte del país, creyendo así que los rusos no les pedirían cuentas. Pero se equivocaron. Como la URSS fue uno de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia tuvo que pagar un precio por su apoyo a la Alemania nazi. En 1947 y 1948, se vio obligada a firmar varios tratados con los soviéticos que le supusieron concesiones territoriales, indemnizaciones de guerra y una serie de compromisos políticos. Finlandia perdió un 12% de su territorio: Petsamo, parte de la Carelia finlandesa y Salla. Pero también el 20% de su capacidad industrial y su segunda ciudad más grande, Viipuri (que pasa a ser Víborg). La Carelia pasó a ser la República Socialista Soviética Carelo-Finesa y hoy es parte de la Federación Rusa. Todo ello supuso también la evacuación y reubicación de cerca de 400.000 personas en otras partes de Finlandia. Dicho todo esto, el finlandés podía ser optimista y ver el vaso medio lleno: al menos la Unión Soviética no había ocupado el país. Así comienza el difícil equilibrio finés: al oeste del Telón de Acero, "asustada" por la URSS, pero no invadida. Y así, en esa tensa calma, transcurrió la Guerra Fría en Finlandia, con absoluta neutralidad, al menos oficialmente. Siguió siendo una economía de libre mercado no se adhirió a la esfera económica de la URSS (el Comecon). A cambio, llevó a cabo un intenso comercio bilateral con los soviéticos y varias industrias se beneficiaron de ese privilegio comercial. Hacia el otro lado, practicó una prudente integración económica con Occidente, promovida por el Acuerdo de Bretton-Woods y el tratado de libre comercio con la Comunidad Económica Europea. También se centró mucho en la cooperación con Suecia, Dinamarca y Noruega en el marco del Consejo Nórdico. Pero el Tratado militar YYA (Pacto Finno-Soviético de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua) le había dado a la URSS cierta influencia sobre la política finlandesa. Fueron los años de lo que la prensa alemana bautizó como "finlandización": se trataba de evitar cualquier política o declaración que pudiera interpretarse como antisoviética. Sin embargo, el nuevo papel de Finlandia, entre uno y otro bando, convirtió al país, y especialmente a su capital Helsinki, en un nido de espías tanto del KGB como de la CIA y sus aliados. Hasta el propio gobierno finés tuvo que crear un organismo de inteligencia, para intentar saber algo de lo que hacían en su suelo rusos y americanos. En términos económicos, la neutralidad le sentó bien a Finlandia, en parte gracias a los privilegios comerciales que tenía con la Unión Soviética. En 1975, su PIB per cápita era el decimoquinto más alto del mundo. En las décadas de 1970 y 1980, el país era uno de los mejores ejemplos del llamado “estado del bienestar”. Todo lo coordinaba Urho Kekkonen, que fue presidente de Finlandia durante 25 años, hasta 1981. Pero el derrocamiento de la dictadura comunista y la disolución de la Unión Soviética en 1991 lo cambiaron todo. Ya en 1990, con la reunificación alemana, Finlandia declaró unilateralmente sin efecto las últimas restricciones que le imponían los tratados de paz de París de 1947 y el Pacto de cooperación finosoviético. Sólo habían pasado tres meses de la desaparición de la URSS, cuando Finlandia solicitó su adhesión a la Unión Europea, de la que es miembro desde 1995. ¿Y por qué no entró entonces en a la OTAN? Lo hicieron otros países que sí habían estado bajo la órbita de Moscú desde 1945, como Hungría, Polonia y la República Checa, que se adhieren a la Organización en 1999. Pero Finlandia prefirió seguir en su aparente neutralidad. No pidió entrar en la OTAN; no parecía necesario. Pero la economía hizo que su “neutralidad” fuera ya sólo aparente. En estas últimas décadas, el país nórdico se había alineado con la OTAN e incluso ha aportado tropas en algunas misiones, como en Afganistán o Kosovo. Se unió a la Fuerza de Respuesta de la OTAN, al Grupo de Combate de la UE, a la Asociación para la Paz de la OTAN y en el 2014 firmó un memorándum de entendimiento con esta alianza agresiva, lo que en la práctica sería una coalición. En el 2015, ambas partes firmaron un nuevo acuerdo de apoyo que implico la asistencia a Finlandia de las tropas de la OTAN “en situaciones de emergencia”. Ahora, en el contexto de la actual intervención rusa en Ucrania y sin duda presionado por los EE.UU., el gobierno finlandés ha decidido quitarse la careta y ha dado un paso más en la dirección equivocada, colocando en riesgo la integridad del país nórdico, que estará a merced de Moscú. Si ello desata la III Guerra Mundial, será culpa de su irresponsabilidad y cargaran con las consecuencias de sus acciones (El caso de Suecia es muy parecido, al cual por cierto ya le dedique una entrada el 8 de marzo del 2017, donde ya daban a conocer sus intenciones, por lo que este es el complemento) :(
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