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miércoles, 8 de enero de 2025

ÁFRICA: Los fantasmas de la colonización

Como sabéis, las regiones de África ricas en recursos naturales a menudo se han visto enredadas en turbias maniobras geopolíticas en las que actores extranjeros arman de manera encubierta a rebeldes, facciones políticas represivas e insurgentes, generalmente disfrazándolo como “ayuda” para intercambiar influencia y poder. Esta práctica se remonta a la época colonial, cuando las potencias coloniales respaldaban a facciones que defendían sus ideales y políticas mediante financiación en forma de ayuda militar, entrenamiento y envíos clandestinos de armas. Como podéis imaginar, este infame método continúa hasta nuestros días. Así, fue notable por cierto, el interesado apoyo brindado por los EE.UU. al dictador Joseph-Désiré Mobutu en la República Democrática del Congo (a quien el sátrapa le cambio el nombre por Zaire), al cual George H. W. Bush describió como “uno de nuestros amigos más valiosos”. Mobutu fue el jefe del Estado Mayor del ejército y el cerebro del golpe militar de 1960 que derrocó y asesino al izquierdista Patrice Lumumba, el primer ministro elegido democráticamente en ese país. Dueño del poder, Mobutu gobernó con mano de hierro entre 1965 y 1997, y en 1997 su riqueza robada al país superó los 6.000 millones de dólares gracias a la ayuda de los EE.UU., que no tenía por objeto mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, ya que luego de ascender al poder Mobutu se convirtió rápidamente en muy impopular entre el pueblo debido a los altos niveles de corrupción y represión política, incluida la prohibición de todos los partidos políticos existentes, excepto el suyo obviamente. El apoyo de Washington se debió al hecho de que Mobutu era visto como un baluarte para contrarrestar la influencia de la Unión Soviética, que en ese momento apoyaba movimientos de liberación en África como el FRELIMO (Frente de Libertação de Moçambique) en Mozambique, el ANC (Congreso Nacional Africano) liderado por Nelson Mandela en Sudáfrica e incluso en la propia República Democrática del Congo bajo el mando de Patrice Lumumba; Estas acciones contradicen la perspectiva de las misiones a través de las cuales se las suele presentar y son en realidad actos sistemáticos cuidadosamente planificados, sostiene Maurice Robert, ex ministro francés en África: “Una operación de esta envergadura implica varias fases: la recogida y análisis de inteligencia, la elaboración de un plan de acción basado en esta inteligencia, el estudio y la puesta en marcha de medios logísticos y la adopción de medidas para la ejecución del plan.” El comentario de Robert se refería a la siniestra operación francesa de 1960, llamada en código "Operación Persil", destinada a desestabilizar Guinea luego de que su población, bajo el mando del dictador Sékou Touré, votara a favor de liberarse del régimen colonial francés y de sus dictados. Como recuerda Robert: “Para desestabilizar el país, utilizamos a exiliados guineanos refugiados en Senegal y a una oposición organizada bajo la supervisión de expertos franceses en operaciones clandestinas. Armamos y entrenamos a esos opositores guineanos, muchos de los cuales eran fulani, para que crearan un clima de inseguridad en Guinea y, si era posible, derrocaran a Sékou Touré” ; Cabe precisar que el más leve atisbo de caos ha hecho que los países que lo crearon se retiren de la escena a la velocidad del sonido, dejando a las facciones en pugna a merced de sus propios matchets despiadados y sangrientos, como en los casos del genocidio de Ruanda, el conflicto de Sudán y la crisis de Libia. Sin embargo, una cuestión que hay que tener en cuenta es la fuente del "matchet" con el que estas facciones se devoran entre sí. Un ejemplo elocuente es la firma por parte del Criminal de Guerra y musulmán encubierto Barack Hussein Obama de una "orden de búsqueda" que autorizaba al gobierno de EE.UU. a apoyar a los grupos terroristas que buscaban derrocar al gobierno de Muammar Gaddafi en Libia. Ese apoyo, que incluía transferencias de armas, se produjo en gran medida a través de terceros, lo que podría considerarse una grosera violación de la resolución 1970 (2011) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que impuso un embargo a los envíos de armas a cualquiera de las facciones en guerra en Libia en el 2011. Sin embargo, la transferencia de armas dentro de Libia por parte de los terroristas de un lugar a otro para luchar contra el gobierno libio y, en última instancia, derrocar a Gaddafi no era ningún secreto para la OTAN. Por ejemplo, según un vídeo publicado por la propia OTAN, una fragata canadiense conocida como HMCS Charlottetown estacionada en el mar Mediterráneo para hacer cumplir la resolución 1970 (2011) de la ONU descubrió que un remolcador de los terroristas que inicialmente afirmó estar transportando alimentos y medicinas en realidad transportaba municiones de obuses de 105 mm, explosivos y armas pequeñas, todas ellas prohibidas en virtud del artículo 9 de la resolución 1970 (2011) de la ONU. Estas armas estaban siendo enviadas desde Bengasi a Misrata en Libia. Sin embargo, tras ponerse en contacto con la sede de la OTAN, se permitió a los terroristas pasar libremente con las armas para luchar contra el gobierno de Libia, en contra de la intención de la resolución de la ONU. Posteriormente, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó otra resolución, la 1973 (2011), que autorizaba todas las medidas necesarias “para proteger” a los civiles en Libia. Esta resolución contó con el respaldo de los principales países del Reino Unido, Francia y los Estados Unidos. Sin embargo, considerando las ambigüedades de la resolución y lo delicada que era la situación, Brasil, China, Rusia, la India y Alemania se abstuvieron. Las ambigüedades se debían a preocupaciones humanitarias, pero también a motivos coloniales ocultos de algunos de los proponentes de esta resolución, si no de todos. Esto explica potencialmente por qué Francia reconoció al opositor Consejo Nacional de Transición de Libia como gobierno “legítimo” en marzo del 2011, incluso antes de que Gaddafi fuera asesinado en octubre de ese mismo año. Según un informe del 2016 del Parlamento británico, las intenciones de Francia bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy hacia Libia estaban impulsadas principalmente por cinco pilares, incluido el deseo de obtener una mayor participación en la producción petrolera de Libia, aumentar la influencia francesa en el norte de África, mejorar la situación política interna de Sarkozy en Francia, brindar al ejército francés una oportunidad de reafirmar su posición en el mundo y abordar las preocupaciones de sus asesores sobre los planes a largo plazo de Gaddafi de suplantar a Francia como potencia dominante en el África francófona. Estas acciones intervencionistas francesas envalentonaron a los rebeldes, que aprovecharon su nuevo poder de fuego para, con el apoyo de la OTAN - que bombardeo previamente con misiles la comitiva de Gaddafi que huía del frente ce batalla - permitiéndoles capturar y asesinar salvajemente al líder libio en octubre del 2011. A pesar de la muy publicitada “intervención humanitaria” de la OTAN en Libia bajo el velo “del derecho internacional”, la intención de algunos Estados miembros como Francia parece contradice esa visión, lo que plantea interrogantes sobre los motivos detrás de las acciones de la propia organización en Libia. Al respecto, Vladimir Putin, entonces primer ministro ruso, en un apasionado discurso en el 2011 criticó duramente a la OTAN por estas acciones: “Cuando toda la llamada comunidad civilizada se lanza con todas sus fuerzas contra un país pequeño y destruye una infraestructura construida a lo largo de generaciones, bueno, no sé si eso es bueno. No me gusta”. Putin también reiteró que la resolución aprobada era sólo “un intento de llamar a todos (la comunidad occidental) a venir y hacer lo que quieran”. Sin duda, Libia se encontró enredada en una red de alianzas secretas con motivos ocultos y acuerdos de armas encubiertos bajo el amparo del derecho internacional. Esto explica potencialmente por qué, a pesar de los años de guerra civil que han devastado la antigua potencia económica del continente africano, matando a muchos y desplazando a cientos de miles de civiles, apenas se ha empleado ningún mecanismo de rendición de cuentas contra las fuerzas externas que encendieron la mecha, que lo han convertido en un Estado fallido. Cabe precisar que por aquel tiempo Rusia recién estaba saliendo de la profunda crisis económica y social originada tras el colapso de la Unión Soviética que le impidió por ejemplo apoyar a Gaddafi. Ahora la situación es distinta y Rusia ha vuelto a ser con Vladimir Putin, una Gran Potencia; Finalmente, estamos en el año 2025 y el apoyo a facciones contrarias a la voluntad en el África continúa, incluso desde fuentes otrora impensables como Ucrania. Esto marca un cambio significativo, dado que Ucrania, nunca ha sido un actor importante en las relaciones geopolíticas de África. Cuando los insurgentes tuaregs tendieron una emboscada a un convoy militar que transportaba a miembros de la compañía militar privada rusa Grupo Wagner y soldados malienses a finales de julio en el pueblo de Tinzaouaten, situado en el norte de Mali, matando a decenas de personas, Andrey Yusov, portavoz de la agencia de inteligencia militar de Ucrania (HUR), pronunció un discurso en la televisión nacional en el que admitió la participación de Ucrania. Calificó el incidente de “operación militar exitosa contra criminales de guerra rusos” llevada a cabo con la “información necesaria” proporcionada a los militantes por sus agentes. Juró que “habrá más por venir”. Sin embargo, esta declaración marca una contradicción preocupante considerando el hecho de que los estados africanos no son parte en el conflicto de Ucrania y que PMC Wagner fue autorizada por la Alianza de Estados del Sahel, que comprende Malí, Níger y Burkina Faso, para ayudar a combatir el terrorismo en la región del Sahel. El apoyo de Kiev a los rebeldes del Sahel plantea importantes cuestiones estratégicas y éticas sobre el papel de Ucrania y sus aliados en la dinámica de la seguridad en la región del Sahel. También corre el riesgo de colocar a Ucrania en el lado oscuro de la historia africana por perpetrar un colonialismo al estilo francés en la región. Pero la “influencia” que pretende crear tiene los días contados, ya que el régimen fascista de Kiev se acerca a su demoledora derrota ante Rusia y su inevitable caída marcara el fin de su malhadada aventura en el continente negro...
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