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miércoles, 6 de marzo de 2019

CACHEMIRA: La locura es contagiosa

La siempre problemática frontera entre India y Pakistán ha vuelto a su máxima tensión desde el atentado del pasado 14 de febrero, en que un terrorista suicida muyahidín, del grupo Jaish-e-Mohammed , (JeM) (Ejército de Mohammed), lanzara un vehículo cargado de explosivos contra un ómnibus militar, matando una cincuentena de guardias de seguridad indios en la estratégica región de Cachemira, que ambos países se lo disputan desde que accedieron a su independencia. Tras el ataque perpetrado, el Primer Ministro hindú Narendra Modi, amenazó con una respuesta “adecuada” tras el atentado. Modi, quien va por un segundo mandato por el ultranacionalista Bharata Janata Party (BJP), advirtió que había dado plena libertad a las fuerzas armadas para decidir el momento en el que se hará. Desde su victoria en el 2014, con un discurso marcadamente extremista y antimusulmán, la violencia comenzó a aumentar en la región hasta unas cifras que no se daban desde la guerra. India ya ha denunciado en diversas oportunidades que Pakistán da cobijo a diferentes grupos extremistas que operan en la frontera y han perpetrado innumerables atentados en la Cachemira hindú. Estas bandas terroristas son alentadas y financiadas por la agencia secreta pakistaní Inteligencia Inter-Servicios (ISI) con la tacita aprobación tanto de las autoridades civiles de Islamabad, como del omnipresente Ejército, que ven a la India como su eterno enemigo. Si bien los intercambios de artillería y armas ligeras sobre la Línea de Control (LdC), el punto más caliente de la frontera, son muy frecuentes, no se registraban incursiones áreas, por lo menos reconocidas públicamente, desde la guerra de 1971. Cabe recordar que las tensiones entre ambos nunca cesaron. Desde el día de la independencia de los dos países, la frontera fue terreno de ataques, emboscadas e intercambios de artillería que finalizaban con decenas o centenares de muertos- El historiador musulmán Muhammad Qasim Hindu Shah estimó que la conquista de la zona que hoy forma India, Pakistán y Bangladesh trajo consigo unos 400 millones de muertos. El mismo erudito relata que a lo largo de los siglos de dominación e imposición del Corán que comenzó con la llegada de las tropas del califato Omeya en el año 711, la población hindú sobreviviente sufrió un extenso proceso de esclavización y conversión forzada, que incluyó la castración masiva, las masacres crónicas y las deportaciones. En otras palabras, dos de cada tres hindúes fueron muertos u obligados a convertirse al islam. Por eso cuando los ingleses tomaron el control de la India en 1858 y desplazaron a las dinastías musulmanas que aun regían en la zona, hallaron en los hindúes una población que les prestaba una extraña fidelidad. El recuerdo del terror y el deseo de revancha arrastrado por siglos, explicaban aquella lealtad. Al llegar el momento de la independencia en 1947, el territorio que formaba parte de la colonia inglesa de la India se fragmentó en tres grandes porciones. En el centro del mapa, nació India, un estado multicultural dominado por integrantes de la mayoría hindú. En el noroeste, Pakistán, de identidad musulmana y lengua urdú. Estaba habitado por una mayoría que pertenecía a la etnia Pasthún y que habitaba hacia siglos un inmenso territorio que ocupaba también el sur del actual Afganistán, pero que fue partido al medio en 1893 por el capricho de un diplomático ingles llamado Mortimer Durand. Mientras que en el Este, se creó Bangladesh, otro territorio de mayoría musulmana y etnia bengalí que fue asignado a Pakistán (de allí que fuese denominado originalmente como Pakistán Oriental). El odio latente entre ambas comunidades hizo que las tensiones entre musulmanes e hindúes estallaran el 15 de agosto de 1947, el mismo día de la independencia de India y Pakistán. En los meses anteriores, había comenzado la emigración forzada de pobladores hindúes desde las zonas asignadas a los musulmanes y una mucho más numerosa de seguidores del Corán desde territorios de la actual India. En total, 14 millones de seres humanos se movilizaron para escapar de una matanza que se adivinaba en el horizonte. El día de la emancipación y ya sin el control de las tropas británicas, comenzó una de las masacres más cuantiosas de la era moderna. Un millón de personas fueron asesinadas por turbas de civiles, la mayoría de ellas hindúes, que tomaron por asalto las caravanas de musulmanes que huían a pie desde la India. Como es obvio, la venganza de los pakistaníes se dio también en los territorios a ellos asignados hacia los hindúes que huían de ellas. En esos días, trenes enteros atiborrados de familias que escapaban fueron quemados y sus pasajeros muertos atrozmente. En los puertos, los muelles en los que los emigrantes esperaban embarcar, se tiñeron de rojo cuando las hordas los tomaron por asalto. Las matanzas continuaron en las grandes ciudades en donde aún quedaban quienes no lograron escapar, por parte de una mayoría adversaria dispuesta a exterminarlos. Con las masacres de 1947, se renovaron las promesas de venganza entre musulmanes e hindúes. Pero además se sucedieron algunos hechos políticos que conducirían a las tensiones del presente. Por un lado, La India había retenido para sí la zona de Cachemira, un enclave de gran valor económico y estratégico habitado por una mayoría musulmana. Pero además, desde Nueva Delhi se inició un plan de apoyo político a los integrantes del movimiento Mukti Bahini, un movimiento político de la etnia bengalí que pretendía independizarse de Pakistán, con el objetivo de no tener al mismo enemigo a ambos lados de sus fronteras, ya que las tensiones nunca cesaron. Desde el mismo día de la independencia de ambos países, la frontera fue terreno de ataques, emboscadas e intercambios de artillería que finalizaban con decenas o centenares de muertos. Tanta tensión se volvió una conflagración abierta en septiembre de 1965, cuando ambos países iniciaron hostilidades a gran escala por la entrada de tropas paquistaníes a Cachemira y el posterior ingreso de soldados indios a territorio de Pakistán. Pero además, la situación se había agravado por el apoyo de Nueva Delhi a los independentistas bengalíes. El alto el fuego fue seguido por negociaciones diplomáticas oficiadas por las dos grandes superpotencias del momento. Pakistán perdió 3.800 tropas. La India, declaró 3.000 soldados muertos. Tanto EE.UU. como Rusia habían apoyado a uno de los bandos en conflicto. Washington encontró en Pakistán un aliado firme en el extremo oriente y Moscú un socio conveniente en la India, cuyo principio de no alineamiento resultaba apropiado para sus necesidades estratégicas en la zona. Tanto la India como Pakistán incrementaron sus arsenales gracias al apoyo de sus aliados. Este moderno armamento fue puesto a prueba en diciembre de 1970 cuando ambos países entraron nuevamente en guerra. Todo comenzó con el triunfo de la Liga Awami en las elecciones celebradas en Pakistán Oriental. Aquel grupo era apoyado en su reclamo de independencia por la India. Pakistán respondió al desafío con una feroz persecución a los líderes de ese partido - a quienes califico de traidores - que huyeron de manera precipitada hacia el país vecino. Una rebelión de las tropas locales formadas en su mayoría por bengalíes, concluyó con la declaración de Independencia de Bangladesh el 27 de marzo de 1971 y su reconocimiento por parte del gobierno indio. En las horas siguientes, Pakistán intentó tomar el control de su territorio oriental y las tropas de sus adversarios se movilizaron para apoyar a las del país recién nacido. Lo que siguió fueron casi dos semanas de intensas hostilidades en todos los terrenos. Los paquistaníes intentaron hacer llegar tropas al Este, pero para eso debían atravesar casi mil kilómetros por territorio enemigo. Los indios lograron frenar ese intento a costa de casi diez mil muertos. Del lado adversario, cayeron unos 4.000 soldados. El alto el fuego no significó el fin de las tensiones y la guerra en la frontera siguió en forma de combates esporádicos. En tanto, Pakistán se dedicó a fortalecer el poder de los grupos musulmanes que operaban en Cachemira al tiempo que desarrollaba un plan secreto para hacerse de armas nucleares que compensaran su debilidad militar. En contrapartida la India, con asistencia de Rusia comenzó un programa similar para ponerse a la par de su adversario. En enero de 1972, el presidente pakistaní Nawaz Shariff aprobó el plan para proveerle a su país de armas atómicas. La idea había sido desarrollada en un principio por su antecesor, Zulfikar Ali Bhutto, quien había entendido que el único modo de evitar una nueva derrota como la de 1971 era contar con armas de destrucción masiva. Para concretar su plan, reunieron a los científicos más renombrados de su país e iniciaron un plan secreto de adquisición de tecnología en el exterior. La construcción de instalaciones de desarrollo y prueba en la provincia de Baluchistán fueron el comienzo de un programa que un lustro después comenzó a mostrar los primeros resultados. Hacia 1976, el diseño estaba listo, pero las demoras por presiones externas y especulaciones políticas internas hicieron que recién en 1998 se hiciera la primera prueba de un arma atómica. El 28 de mayo de ese año, un artefacto de 40 kilotones fue detonado en las instalaciones subterráneas de Chagai. Cinco detonaciones similares en los días siguientes anunciaron el nacimiento de la nueva potencia nuclear. La India reaccionó ante la prueba y denunció a Pakistán por no respetar los acuerdos internacionales de no proliferación nuclear. Pero en realidad, aquello era una impostura dado que Nueva Delhi había desarrollado su propia arma nuclear en un programa igual de secreto. De hecho, ya había hecho detonar su propia bomba atómica en 1974, pero seguía sosteniendo que se trataba de un plan de investigación “con fines pacíficos”. Cuando ambos bandos reconocieron tener armas atómicas y disponerse a usarlas en caso de un nuevo conflicto, se sinceró la existencia de los arsenales y su intención de continuar con sus planes de desarrollo nuclear bélico. EE.UU. toleró hipócritamente el desarrollo nuclear de sus aliados paquistaníes, a los que necesitaba para seguir nutriendo de armas a los terroristas que luchaban contra los rusos en Afganistán. En efecto, los muyahidines que peleaban contra las tropas de Moscú eran parte de la etnia pashtún que habitaba en norte de Pakistán, el cual servía ahora para crear un ‘santuario’ desde donde llegaban refuerzos a los terroristas afganos. Entretanto, Rusia apostó a debilitar ese apoyo obligando a Pakistán a aumentar sus gastos en el programa nuclear y debilitar su economía. Lo hizo proveyendo a la India de tecnología y vectores adecuados para transportar más lejos sus artefactos atómicos. Pero la existencia de bombas atómicas en ambos lados del conflicto desató una carrera atómica sin precedentes en el Tercer Mundo. Aunque ambos países tenían enormes índices de pobreza y grandes carencias de infraestructura, invirtieron miles de millones de dólares anuales para acrecentar sus arsenales nucleares. Desde el Centro de Investigación Atómica de Bhabha, la India desarrolló nuevas armas hasta proveer a los arsenales de su país un total aproximado de 140 armas nucleares. Pakistán, por su parte, tendría entre 90 y 130 armas nucleares. Sumados ambos arsenales, son suficientes para causar una destrucción inimaginable si fueran arrojados en una región que está entre las más pobladas del planeta. En la actualidad, ambos países desarrollaron además misiles balísticos armados con carga nuclear para alcanzar los puntos estratégicos situados en el interior del territorio adversario. El más reciente desarrollado por Pakistán es el "Ghauri" y tiene la capacidad de hacer llegar su carga nuclear a 1.300 kilómetros de su zona de lanzamiento. La India presentó a su vez su último desarrollo, el misil Agni 5. Este modelo es capaz de alcanzar objetivos a 5.000 kilómetros. Semejante despliegue de armas no es solo un juego disuasivo. Pakistán sigue apoyando a los rebeldes de Cachemira, atento a seguir erosionando a su adversario. Nueva Delhi acusa abiertamente a Karachi de estar detrás del grupo musulmán Jaish-e-Mohammed, responsable del ataque sucedido contra una comisaría en Cachemira el pasado 14 febrero, en el cual murieron 42 policías indios. De acuerdo a los informes de inteligencia, muchos de los grupos de rebeldes cachemires habían logrado sus primeras experiencias guerreras entre los grupos islámicos más radicalizados que operan en Afganistán y el norte de Pakistán. La respuesta de la India fue iniciar un despliegue de tropas a lo largo de la frontera común y lanzar una ofensiva aérea contra los santuarios del grupo terrorista en territorio paquistaní. El derribo de dos aviones indios por parte de sistemas antiaéreos paquistaníes y las noticias de al menos una docena de bajas en las refriegas entre tropas de ambos países, hace temer que la escalada de tensión derive en un nuevo enfrentamiento como sucedió en 1965 y 1971. La diferencia entre aquellos conflictos y el que se desarrolla en el presente, es que en las guerras pasadas ambos adversarios solo usaron armas convencionales. Hoy, en cambio, cuentan en conjunto con casi 300 armas atómicas para despedazarse mutuamente. Y todo esto, en una de las regiones más vulnerables por su concentración demográfica. Los resultados de una nueva guerra abierta entre Pakistán y la India puede por ello resultar catastrófico. Como lo fue en su inicio, muchos siglos atrás, cuando los musulmanes llegaron a la India y acabaron con dos de cada tres habitantes de la región dando así inicio a una sucesión de venganzas que no tiene cuando acabar. Pero ello no es todo, ya que el conflicto también ha puesto a EE. UU. y China en una posición difícil, porque ambos tienen intereses creados en el subcontinente y se enfrentan entre sí. Beijing y Nueva Delhi tienen cuentas por saldar, como por ejemplo en la región de Aksai, reclamada por la India pero controlada por China desde 1962. En vista de estas fricciones. Beijing ha desarrollado una alianza militar con Islamabad desde la década de 1970, siendo China uno de sus principales socios comerciales y el mayor proveedor de armas. Esto ha llevado a algunos estudiosos rusos a especular que EE. UU. podría aprobar tácitamente el conflicto actual como una manera de mantener a China lejos de construir su fuerza marítima en el Pacífico. "A EE.UU. le interesa que China se involucre en un número máximo de conflictos", dijo Aleksey Kupriyanov, investigadora del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales con sede en Moscú. "Cualquier conflicto frenaría el crecimiento económico chino, lo que significaría un peligro menor para la hegemonía de Washington en el Pacífico" expresó. En efecto, la rápida escalada del conflicto ha complacido a los EE.UU., quienes quieren aprovechar la ocasión para seguir cortejando a Nueva Delhi como lo ha hecho durante los últimos años, con la esperanza de utilizar a India como un contrapeso regional para China. “Con el auge de China, EE. UU. quiere que India desempeñe un papel más importante en la política asiática”, dijo Rick Rossow, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Sin embargo, si Washington respalda a la India, Pakistán podría tomar represalias contra los intereses de los EE.UU., rechazando su ofrecimiento de que se convierta en una plataforma de lanzamiento para las hostilidades contra el vecino Irán, señaló Rossow. Visto así las cosas, la situación es muy complicada, mas aun cuando en la India, Nadendra Modi se enfrenta a una crucial elección en abril y está bajo una tremenda presión para parecer fuerte y patriótico frente a su base nacionalista. El ceder en esta ocasión a los pakistaníes le puede hacer perder los comicios, por lo que no se descarta que intente jugar con fuego agudizando sus diferencias con Islamabad, así esto conduzca finalmente a un conflicto nuclear que sin lugar a dudas seria el Apocalipsis. De alguien quien esta mal de la cabeza como Donald Trump, no se puede esperar nada bueno :(
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