Los orangutanes son uno de los grupos de homínidos más amenazados del planeta: según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), quedan alrededor de 120.000 individuos en libertad y podrían extinguirse en el medio natural en solo 50 años. Este género de primates son endémicos de dos islas de Indonesia: Borneo, donde vive la especie más numerosa (el orangután de Borneo o Pongo pygmaeus, con 104.700 ejemplares) y Sumatra, donde habitan otras dos (el orangután de Sumatra o Pongo abelii, con 13.800, y el orangután de Tapanuli o Pongo tapanuliensis, con solo 800). Las tres especies están clasificadas como “en peligro crítico de extinción” por la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (UICN) y podrían extinguirse en libertad a mediados de este siglo. Las principales amenazas provienen de la acción humana, sobre todo la pérdida de hábitat debido a la explotación forestal y al cultivo de palma de aceite. El orangután es un género de homínidos que solo se encuentra en dos islas: Borneo y Sumatra. Son especies arbóreas, que necesitan grandes extensiones de selva para vivir, ya que la fruta supone alrededor de dos tercios de su alimentación. La especie más numerosa es el orangután de Borneo, que habita principalmente en el sudeste de esta isla. Las otras dos especies viven en el norte de Sumatra y hasta hace poco se consideraban una sola, llamada orangután de Sumatra, pero en el 2017 se describieron algunas poblaciones como una especie separada, el orangután de Tapanuli. De forma natural no tienen muchos depredadores, siendo el más peligroso la pantera nebulosa de Borneo (Neofelis diardi) ya que es capaz de trepar a los árboles donde viven y duermen. La clave de su supervivencia es, precisamente, poder moverse de un árbol a otro sin tener que bajar al suelo; por ese motivo, la fragmentación de su hábitat los pone aún más en peligro. Los orangutanes alcanzan la madurez sexual entre los 14 y los 15 años, tienen un período de gestación de nueve meses y dan a luz una sola cría cada vez. Este es uno de los factores que contribuyen a su declive, ya que su tasa de reproducción es muy baja. Según WWF, la población de orangutanes se ha reducido al menos en un 60% en los últimos 50 años. Además, los bebés tienen una gran dependencia de sus madres: hasta los dos años dependen completamente de ellas, que no los destetan hasta los cuatro años de edad, a veces incluso más. Si las madres mueren, las crías se encuentran indefensas y seguramente mueran también, porque los machos no participan en la crianza. La principal amenaza para los orangutanes es la deforestación que se está produciendo en Borneo y Sumatra, a causa de dos industrias en particular: la maderera y la de aceite de palma. Las explotaciones reducen y fragmentan cada vez más el hábitat del orangután, haciéndoles más difícil la búsqueda de comida y limitando el tamaño de los grupos. Además, el aislamiento de las diversas poblaciones reduce su diversidad genética y los hace más vulnerables a enfermedades. Cabe precisar que la industria de palma del aceite es de lejos la principal amenaza, ya que se trata de un producto muy demandado y requiere grandes extensiones de terreno. El aceite de palma se usa en la industria alimentaria, cosmética y en la producción de biodiésel; Indonesia y Malasia son dos de los principales productores, lo cual pone en peligro no solo a los orangutanes sino también otras muchas especies, sobre todo aves. Otra amenaza humana es la caza, a causa de varios motivos. Uno es que, al tener dificultades para encontrar alimento en la selva, se internan en las plantaciones y los agricultores los matan. También se los caza por su carne y, menos frecuentemente ya que es ilegal, para hacer amuletos o souvenirs. Pero la razón principal por la que se caza a los orangutanes es para capturar a las crías, que se venden ilegalmente como mascotas exóticas, matando a las madres para capturarlos. A menudo las crías también mueren en el intento de capturarlas ya que se dispara a las madres y los pequeños caen al suelo desde una gran altura. En algunos casos se ha informado incluso de hembras que han sido capturadas para usarlas como esclavas sexuales. Asimismo, los orangutanes que son comprados como mascotas a menudo mueren, contrayendo enfermedades que les transmiten los humanos. Si sobreviven, a veces son liberados cuando crecen y se convierten en un problema para sus dueños, ya que desarrollan actitudes agresivas; pero al no haber sido criados en libertad lo más probable es que no logren sobrevivir. La amenaza a la que se enfrentan los orangutanes ha hecho que se activen medidas para su protección, pero estas resultan insuficientes ya que no protegen su hábitat. Por ejemplo, desde 1990 la legislación indonesia prohíbe matar, capturar o vender estos animales, pero la reducción de su hábitat debido a la explotación agrícola y maderera prosigue. Tanto Indonesia como Malasia han establecido parques naturales para proteger a las poblaciones amenazadas, así como centros de reintroducción donde se intenta enseñar a los bebés huérfanos a valerse por sí mismos, con la esperanza de devolverlos a la selva. La mayoría están situados en la isla de Borneo. Sin embargo, esto no consigue frenar la principal amenaza que les ha puesto en peligro, que es la destrucción de su hábitat. En este sentido, las organizaciones conservacionistas ponen el foco en la necesidad de que la industria del aceite de palma se comprometa a realizar una explotación sostenible. También se busca frenar la deforestación implantando legislaciones que prohíban la importación de madera de zonas amenazadas. Un objetivo prioritario es el de recuperar corredores biológicos que conecten las áreas donde todavía viven los orangutanes, especialmente en Sumatra, donde su hábitat se encuentra muy fragmentado. Esta especie es muy vulnerable en zonas con baja densidad forestal, ya que esto les obliga a bajar de los árboles y los expone al ataque de depredadores como los tigres y los cocodrilos, o al choque con otros animales que, sin ser carnívoros, pueden entrar en conflicto con ellos como los jabalíes.