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miércoles, 20 de agosto de 2025

ALASKA: Una oportunidad para la paz

No esperen que los grandes medios de comunicación occidentales, los políticos europeos de la OTAN y la UE, ni el régimen de Zelenski y sus allegados lo admitan, pero no cabe duda de que la cumbre de Alaska entre los presidentes ruso y estadounidense fue un éxito. No fue un gran avance, pero claramente fue más que un evento de "me alegro de que al menos estén hablando". Esto no fue comparable a la reunión de Ginebra entre el presidente ruso Vladimir Putin y el discapacitado físico y mental Joe Biden en el 2021, que estaba condenada al fracaso debido a la intransigencia arrogante de su administración. Fundamentalmente, ambas partes - no, no solo una - han logrado lo que los expertos occidentales llaman "victorias": Estados Unidos ha demostrado a los europeos de la UE y la OTAN que solo él decide cuándo y cómo dialogar con Rusia y con qué objetivos. A los vasallos europeos les cuesta comprender esto porque se trata de una aplicación de la soberanía genuina, algo que ya no tienen ni desean. Rusia, por su parte, ha demostrado que puede negociar mientras continúa la lucha y que no tiene ninguna obligación legal ni moral - ni presión práctica - de cesar la lucha antes de que las negociaciones muestren resultados satisfactorios. Hacerlo en este momento, como insistentemente pretende la UE, cuando Ucrania sufre derrota tras derrota en el campo de batalla, solo significaría darle ‘aire’ a un régimen desfalleciente para que se rearme y se prolongue inútilmente una guerra que ya la tiene perdida. Trump también lo entendió así y por ello no se lo solicito a Putin durante su encuentro - como exigían sus aliados de la OTAN - coincidiendo más bien con el líder ruso en que Kiev debe ceder territorios y reconozca a Crimea y el Dombás como parte integral de Rusia si quiere la paz. El hecho de que sepamos tan poco, al menos por ahora, sobre el contenido específico y detallado de las conversaciones de la cumbre y sus resultados es, en realidad, una señal de seriedad. Así es como funciona la diplomacia que se merece ese nombre: con calma, confidencialidad y paciencia, tomándose el tiempo necesario para lograr un resultado sólido y decente. En ese contexto, la negativa explícita del presidente norteamericano, Donald Trump, a hacer públicos qué puntos de desacuerdo persisten y han impedido un avance por ahora es una muy buena señal: claramente, cree que pueden aclararse en el futuro cercano y, por lo tanto, merecen discreción. Sin embargo, tenemos algunas pistas que permiten hacer conjeturas plausibles sobre el ambiente de la cumbre: no es sorprendente que ambos líderes no ocultaran su respeto mutuo e incluso su simpatía contenida. Esto también es, y siempre ha sido, algo positivo. Pero, en sí mismo, esto no puede traducirse en un acuerdo sobre Ucrania ni en una política más amplia de normalización (o quizás incluso en una nueva distensión, con mucha suerte). Para eso, tanto Trump como Putin se toman demasiado en serio la defensa de los intereses nacionales. Más revelador aún, inmediatamente tras la reunión, Trump aprovechó una entrevista con Fox News para afirmar tres cosas importantes. Confirmó que hubo "mucho progreso", reconoció que el presidente ruso desea la paz y le dijo a Zelenski que "llegara a un acuerdo". Cuando Putin, en una breve conferencia de prensa, advirtió a Bruselas y Kiev que no intentaran sabotear las conversaciones , Trump no contradijo al líder ruso, demostrando estar de acuerdo con él. Los actos conmemorativos que acompañaron la cumbre transmitieron más de un mensaje. Honrar públicamente la alianza ruso-estadounidense de la Segunda Guerra Mundial obviamente implicaba que ambos países cooperaron intensamente a pesar de una profunda división ideológica, que hoy en día ya no existe. El comunismo es parte del basurero de la historia, tras el derrocamiento del régimen y el consiguiente colapso de la URSS en 1991, pero lastimosamente en Occidente siguen con ese pensamiento anacrónico de la Guerra Fría. Rusia es ahora nacionalista, pero es algo que no pueden entender. En cuanto al encuentro, podría decirse que aquí había un segundo mensaje sutil: otro aliado - aunque a menudo olvidado (en palabras de la historiadora Rana Mitter) - de la Segunda Guerra Mundial era, al fin y al cabo, China. En ese sentido, las deliberadas y reiteradas invocaciones de Putin al recuerdo de la cooperación entre Washington y Moscú eran también una señal más de que Rusia no estaría dispuesta a aceptar fantasías de "Kissinger al revés" de romper la solida alianza entre Moscú y Beijing. A inicios de esta semana, Trump ha recibido en la Casa Blanca a Zelenski y a los líderes de la UE, que no fueron invitados a Alaska, para darles a conocer los resultados de su encuentro con Putin. Sin embargo, es interesante observar que nada de lo que hemos oído sobre estas conversaciones indica un nuevo cambio de opinión por parte de Trump. Al menos por ahora, el presidente estadounidense parece dejar pocas esperanzas a los belicistas europeos y al régimen de Kiev de que vuelva a enfrentarse a Moscú. Lo único que han logrado es el anuncio del encuentro entre Putin y Zelenski “dentro de dos semanas” en la cual también estaría Trump, aunque no se ha detallado el lugar donde se realizará. Tras la reunión con sus vasallos de la UE y Zelesnki, circularon informes de que Trump reitero su posición a favor de las conversaciones de paz con Rusia, rechazando de plano la desesperada exigencia tanto de parte de Ucrania como de la UE de centrarse primero solo en un alto el fuego. Esto tiene sentido, sobre todo porque ellos y los grandes medios de comunicación afines no dejan de sermonear a Trump sobre, en esencia, lo crédulo que lo consideran. Es de esperar que el presidente estadounidense esté harto de que Zelenski, Bolton, el New York Times y compañía le digan públicamente que es un tonto a punto de ser engañado 'por los grandes y malvados rusos'. El castigo adecuado para esta ofensiva mediática es asegurarse por partida triple de que sus autores sean completamente irrelevantes. Esta es la pregunta más importante sobre el futuro de lo que se ha iniciado con éxito (o, en realidad, continuado públicamente) en la cumbre de Alaska. Rusia ha sido sumamente coherente y no da señales de que pretenda volverse menos predecible. Pero Occidente se ha mostrado díscolo e inestable. Este es el momento en que Washington debe mantener la vía de la normalización con Moscú, independientemente de lo que quieran sus clientes europeos y el régimen ucraniano. Irónicamente, no escucharlos mucho, si es necesario, también es lo mejor para todos. Ahora bien, como dijo Trump, depende de Zelenski que acabe la guerra y agrego algo muy importante: “Ucrania no va a ser parte de la OTAN, ya que este es una línea roja para Moscú. Es mejor que se olvide de ser parte de ella como de Crimea” aseveró. Si el déspota ucraniano rechaza las condiciones de paz impuestas por Rusia, el conflicto continuará hasta su derrota final y nadie - ni EE.UU. ni la Alianza Atlántica, ni mucho menos la UE - lo salvará de su destino.
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