El acuerdo de seguridad suscrito por China y las Islas Salomón el pasado 19 de abril, solo unos días antes de la llegada a su capital, Honiara, de una delegación diplomática de alto nivel de EEUU, ha provocado un maremoto estratégico en el Pacífico Sur. En efecto, las presiones previas de Washington o Canberra contra el primer ministro Monasseh Sogavare no dieron el resultado deseado al insistir este en defender con firmeza el derecho a desarrollar una política exterior independiente. Las Islas Salomón ya tienen un acuerdo de seguridad firmado con Australia que facilitó, por ejemplo, el envío de cientos de soldados en la crisis política de noviembre del año pasado cuando las revueltas instigadas desde la provincia de Malaita a punto estuvieron de derrocarle. Su gobernador, próximo a Taiwán, mantiene una guerra abierta con Sogavare, a quien acusa “de estar demasiado cerca de Beijing”. En Australia como es obvio, el asunto ha ganado relevancia en plena campaña para las elecciones generales del próximo 21 de mayo. La oposición acusa al primer ministro conservador Scott Morrison - muy alineado con EEUU, que ahora no para de dar golpes de pecho sobre China - de ser responsable del tal estado de cosas. Su ministro de defensa, Peter Dutton, aludió a “un pago de sobornos” por parte de Beijing para explicar esta firma, en candelero desde hace meses. Como recordareis, Australia firmó el año pasado el AUKUS con Reino Unido y EEUU, y forma parte de la Alianza Cinco Ojos y del QUAD, al tiempo que denuncia las “ambiciones militares” de China… El acuerdo firmado por las autoridades salomonenses con Beijing, cuyo texto por cierto no se ha revelado, al parecer contempla “el despliegue de fuerzas de seguridad de Beijing en caso de disturbios internos y para prestar protección a sus proyectos en las islas”, siempre a petición de Honiara. Igualmente, “proporcionaría el acceso a un puerto seguro a los buques chinos a menos de 2.000 km de la costa australiana” lo que ha desatado la furia tanto de Camberra como de Washington de que se trata “de una amenaza directa a Australia”. Venga ya, la hipocresía de los EE.UU. no conoce límites ya que protesta por el aparente intento chino de instalar en esas islas una base militar, cuando a su vez posee cientos de bases militares en todo el mundo y se cree con el derecho de ser el único que pueda tenerlos. En tanto Beijing, intentando quitar hierro al asunto, puso el acento en la cooperación para afrontar los desastres naturales o en la asistencia humanitaria, pero la campaña antichina orquestada por Washington persiste. Precisamente, los altos funcionarios de EEUU que recientemente visitaron Honiara advirtieron al gobierno de las islas de “graves repercusiones militares”. Su argumento es que puede servir de cobertura para dar a China un punto de apoyo militar en el Pacífico, cosa que desmienten las partes suscribientes del acuerdo. Sea como fuere, es un gran golpe estratégico de Beijing porque la isla de Tulagi, que alberga un puerto de aguas profundas, es ideal para la escala de grandes buques, también de guerra, y como tal fue utilizado durante la II Guerra Mundial. Desde aquí, Beijing puede eludir la primera cadena de islas e interrumpir las líneas de transporte y suministro vitales para Taiwán. Otros vinculan esta decisión con el interés del ejército chino de aumentar la escala y proyección de sus ejercicios militares a distancia. Como sabéis, Islas Salomón rompió con Taiwán en el 2019, siendo el séptimo país que cortó con Taipéi bajo el mandato de la actual presidenta Tsai Ing-wen, iniciado en el 2016. Solo le quedan 4 aliados en el Pacífico: Islas Marshall, Nauru, Palau y Tuvalu. Salvo esta última, Tsai visitó las otras tres como reacción para reafirmar su alianza. Sin embargo, la población combinada de estos cuatro estados es menor que la de la antigua colonia británica. Hace tres años, también Kiribati cambió de bando. Ante tal escenario, no es de sorprender que el Subsecretario de Estado de EE.UU. para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, Daniel Kritenbrink, al finalizar su viaje a las Islas Salomón como parte de una gira por la zona formando parte de la delegación de alto nivel que incluía al coordinador del Consejo de Seguridad Nacional para el Indo-Pacífico, Kurt Campbell, dijo que el acuerdo presentaba “potenciales implicaciones de seguridad regional”. Preguntado por la posibilidad de una acción militar contra las Islas Salomón si permite que China establezca una base militar allí, Kritenbrink se negó a descartarla, diciendo que Washington “respondería en consecuencia” si se permitía a China contar con una presencia a largo plazo en la zona. A todo ello, Australia ha recrudecido sus amenazas y su prensa se ha hecho eco de ello. Al respecto, el analista australiano David Llewellyn-Smith escribió el pasado 27 de marzo en The Australian: "Si es necesario, Australia debería invadir las Islas Salomón de tal manera que diseñemos un cambio de régimen en Honiara que se encuentre al servicio de nuestros intereses". Si bien el gobierno salomonense ha vuelto a reiterar que tal acuerdo “no prevé la instalación de una base militar china en su país por lo que no debe preocupar a nadie” en referencia a potencias regionales como Australia y Nueva Zelanda, quienes por el contrario ven el pacto como “una amenaza a su seguridad” y a quienes preocupa la creciente influencia china en la zona. Desde Australia, su primer ministro, Scott Morrison, ha señalado cómo "siempre, la presión sobre los países del Pacífico procede de China, que busca socavar la seguridad regional". Teoría descabellada totalmente respaldada de Auckland, donde Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, ha precisado que "este acuerdo no era necesario" en tanto que todas las naciones del Pacífico están "preparadas y listas para satisfacer las necesidades de seguridad de nuestros vecinos". Ardern, pese a reconocer que Islas Salomón es una nación soberana, remarcó que el gobierno de Manasseh Sogavare habría violado los compromisos del Foro de las Islas del Pacífico, que obliga a las naciones miembros a discutir asuntos de Defensa antes de adoptar decisiones importantes. La mayor incertidumbre de las dos grandes potencias regionales procede, sin embargo, del rumor de que el objetivo real de China sería construir una base naval, lo que dejaría ciudades australianas como Brisbane, a unos 2.000 kilómetros, o la propia capital neozelandesa, Wellington, a poco más de 3.300 kilómetros, en el radio de alcance de los barcos y los submarinos chinos. Ante la catarata de interesadas críticas al acuerdo, China aseguró, a través una vez más de Wang Wenbin, que las reacciones de los EE.UU. y sus aliados de la región estaban “exagerando la tensión y provocando confrontación”. “Lo que estamos diciendo es que los países insulares del Pacífico no son el patio trasero de nadie, y mucho menos peones en una confrontación geopolítica. [...] Los países insulares tienen la necesidad de diversificar su cooperación externa y el derecho a elegir sus propios socios. Los intentos de interferir y obstruir la cooperación de los países insulares con China también están condenados a ser inútiles”, añadió. Cabe destacar que las relaciones entre Australia y China se han deteriorado significativamente en los últimos años y el incremento de las tensiones entre estos dos países ha desembocado en un conflicto comercial tras la imposición, por parte de Beijing, de aranceles a varias exportaciones australianas al gigante asiático. Por su parte, Australia aprobó una serie de leyes para bloquear “la supuesta injerencia extranjera en la política y economía del país”, sin citar directamente a China. Dentro de su iniciativa Belt and Road, también conocida como One Belt, One Road, China ha invertido en más de 140 países desde el año 2013. Uno de los pilares centrales de la política exterior de Xi Jinping exige que China asuma un mayor papel de liderazgo en los asuntos globales de acuerdo con su creciente poder y estatus. Así este nuevo acuerdo con Islas Salomón se produce en pleno proceso de intensificación de los lazos políticos, económicos y de seguridad de China con los países del Pacífico Sur. Muchos países de la región han establecido acuerdos económicos con China y aunque es cierto que muchas islas son pequeñas y en su mayoría empobrecidas ofrecen acceso a grandes áreas del océano - he ahí el detalle - y convierten al gigante asiático en un nuevo jugador en el tablero del Pacífico Sur. Demás está decir que las amenazas tanto de Australia como de los EE.UU. de elevar el nivel de confrontación en la región están condenadas al fracaso. Las “líneas rojas” por ellos trazados con su retorica militarista indican a todas luces que quieren arrastrar a China a un conflicto en la región, pero al final terminaran lamentándose por ello :)