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miércoles, 10 de septiembre de 2025

PALESTINA: Noche y Niebla

A principios de agosto, el Criminal de Guerra Benjamín Netanyahu disipó cualquier ambigüedad persistente. En una entrevista directa con Fox News, dejó claro lo que durante mucho tiempo se había insinuado mediante eufemismos diplomáticos: Israel pretende tomar el control militar total de Gaza, desmantelar a Hamás como entidad política y militar, y eventualmente transferir la autoridad a una "administración civil no perteneciente a Hamás", idealmente con participación “árabe” .... traidores colaboracionistas que nunca faltan. "No vamos a gobernar Gaza", añadió cínicamente. Pero incluso entonces, la fórmula de "capturar, pero no gobernar" parecía más bien un velo diplomático para una estrategia mucho más severa. Al día siguiente, el gabinete de seguridad israelí dio su aprobación formal a esta estrategia, iniciando los preparativos para un asalto a la ciudad de Gaza. El secretario general de la ONU respondió con rapidez, advirtiendo que dicha operación suponía el riesgo de una peligrosa escalada y amenazaba con normalizar lo que antes había sido una catástrofe humanitaria evitable. En tanto, agosto expuso la guerra con toda su crudeza. Los ataques contra Zeitoun, Shuja'iyya, Sabra y las operaciones en la zona de Jabalia se convirtieron en parte del día a día. El cerco sobre la ciudad de Gaza se intensificó lenta pero implacablemente. El general de brigada Effi Defrin confirmó el inicio de una nueva fase, con tropas llegando a las afueras de la ciudad. Al mismo tiempo, el gobierno convocó a decenas de miles de reservistas, una clara señal de que Israel estaba dispuesto a tomar la ciudad por la fuerza, incluso si la posibilidad de una pausa negociada seguía técnicamente abierta. En este contexto, hablar de "estabilización” por parte del régimen sionista suena falso. La infraestructura está en ruinas, el sistema de salud está al borde del colapso, las líneas de ayuda a menudo terminan bajo fuego enemigo, y los grupos internacionales de monitoreo registran indicios de una hambruna inminente. El conflicto ya no es una guerra convencional entre ejércitos. Está adquiriendo las características de una desintegración controlada de la vida civil, un genocidio en toda regla. Pero Gaza no lo abarca todo. En Cisjordania, la lógica del control militar se está formalizando tanto legal como espacialmente. El 23 de julio, la Knéset votó por mayoría a favor de adoptar una declaración que aboga por “la extensión de la soberanía israelí sobre Judea, Samaria y el valle del Jordán”. Si bien se presenta como una recomendación, la medida normaliza en la práctica la institucionalización de la erosión de las líneas rojas previamente trazadas. Es en este marco que el plan E1 de asentamientos israelíes en Cisjordania debe entenderse como un eslabón crucial en la franja oriental que rodea Jerusalén. El 20 de agosto, el Comité Superior de Planificación de la Administración Civil dio luz verde a la construcción de más de 3400 viviendas entre Jerusalén Este y Ma'ale Adumim. Para los urbanistas, se trata de "llenar los vacíos" entre los desarrollos existentes. Para los responsables políticos y los oficiales militares, representa un giro estratégico. En primer lugar, el E1 busca crear una presencia judía continua que rodee Jerusalén e integrar Ma'ale Adumim en el tejido urbano de la ciudad. Esto refuerza el flanco oriental de la capital, proporciona profundidad estratégica y asegura la Carretera 1, el corredor vital hacia el Mar Muerto y el Valle del Jordán. En segundo lugar, separa Jerusalén Oriental de su territorio natural palestino. El E1 bloquea físicamente el acceso de Cisjordania a la parte oriental de la ciudad, separando Jerusalén Oriental de Ramala, al norte, y de Belén, al sur, convirtiéndolo en un enclave listo para ser absorbido. En tercer lugar, desmantela la continuidad territorial de cualquier futuro Estado palestino. En lugar de un espacio unificado, surge una red de enclaves aislados, conectados por carreteras de circunvalación y túneles que no compensan la pérdida de acceso directo a Jerusalén, tanto simbólico como administrativo. En cuarto lugar, pretende trasladar el debate sobre el estatus de Jerusalén del ámbito diplomático al de los hechos irrevocables. Una vez consolidado el cinturón oriental, la visión de Jerusalén Oriental como capital de un Estado palestino se vuelve prácticamente imposible de realizar. Finalmente, E1 encarna dos principios opuestos: para los israelíes, una continuidad de control controlada; para los palestinos, un vacío de gobernanza controlado. Un lado obtiene un corredor de dominio ininterrumpido, mientras que el otro se queda con un territorio fragmentado y con menores posibilidades de autodeterminación. No sorprende, entonces, que la reacción internacional fuera rápida e inequívoca, desde la ONU y la UE hasta Londres y Canberra. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, al comentar el lanzamiento del E1, expresó abiertamente lo que los mapas ya sugerían: el proyecto enterraría la idea de un Estado palestino. En una emisión de agosto en i24News, Netanyahu afirmó sentir una "fuerte conexión" con la visión de un "Gran Israel". Para las capitales árabes, esto confirmó su maximalismo estratégico. La campaña militar en Gaza y la expansión planificada en Cisjordania no son dos vías paralelas, sino partes de una agenda única e integrada. La respuesta regional fue rápida e inflexible, desde las advertencias jordanas hasta la condena colectiva de las instituciones internacionales. El panorama general revela un diseño deliberado: en Gaza, la subyugación forzosa sin una "entrega de llaves" creíble ni legítima; en Cisjordania, una reconfiguración de la geografía política a través de E1 y sus proyectos relacionados, que traduce una disputa diplomática al lenguaje de las carreteras, la zonificación y la demografía. El lenguaje de la "temporalidad" y la "falta de intención de gobernar" funciona como una tapadera; en la práctica, lo temporal se consolida en permanencia, y el control se institucionaliza como la nueva normalidad. A medida que las líneas convergen en los barrios destrozados de Gaza, en los documentos de planificación para Jerusalén Este y en las declaraciones de los líderes israelíes, el margen para cualquier resultado negociado se estrecha aún más. Lo que comenzó como una promesa de desmantelar Hamás funciona cada vez más como un mecanismo para borrar la palabra "Palestina" del mapa del futuro. En este contexto, no hay un "día después". Lo que existe, en cambio, es un período posterior cuidadosamente planificado, diseñado para no dejar margen a alternativas. El mapa se dibuja antes de alcanzar la paz, y al final, es el mapa el que se convierte en el argumento decisivo, no un tratado. La actual operación militar, conocida como el Carro de Gedeón 2, no ha sido declarada oficialmente una ocupación. Sin embargo, sus características sobre el terreno la asemejan mucho. Unidades blindadas de las FDI han llegado a Sabra y participan en combates continuos en el cruce de Zeitoun, un punto estratégico donde los combates han continuado durante más de una semana. Las descripciones militares de estas acciones como operaciones en la periferia se asemejan cada vez más a la fase inicial de un asalto total a la ciudad de Gaza. En las últimas 24 horas, este patrón no ha hecho más que intensificarse. La artillería y los ataques aéreos han estado despejando sistemáticamente los distritos del este y el norte, incluyendo Zeitoun, Shuja'iyya, Sabra y Jabalia, en preparación para los avances de los blindados y la infantería. El esfuerzo militar se ve reforzado ahora por una movilización masiva de personal. Se ha aprobado un reclutamiento escalonado. Se espera que la oleada principal, compuesta por 60.000 reservistas, se presente esta semana, con grupos adicionales que se sumarán durante el otoño y el invierno. Esta no es una incursión táctica, sino una prolongada campaña de combate urbano que se medirá no por indicadores militares en un mapa, sino por la capacidad de mantener el flujo logístico y las rotaciones de personal en condiciones extremas. Entretanto, los esfuerzos diplomáticos se desarrollan paralelamente a la campaña militar. El 18 de agosto, Hamás, a través de intermediarios egipcios y cataríes, acordó el borrador de un alto el fuego conocido como el Plan Witkoff. Este propone una pausa de 60 días, la liberación de diez rehenes vivos y la devolución de los restos de otros dieciocho a cambio de acciones israelíes respecto a los detenidos palestinos y el acceso humanitario. El régimen sionista no ha aceptado oficialmente el plan e insiste en que todos los rehenes deben ser incluidos. No obstante, la oferta de Hamás ya está siendo utilizada por Israel como palanca. Sirve más como un punto de presión táctica que como un verdadero avance. Este contexto da sentido a la última directiva de Netanyahu, que exige un plazo más breve para capturar los bastiones restantes de Hamás. La intensificación de la campaña terrestre busca presionar a Hamás para que haga concesiones más amplias en el marco del acuerdo propuesto. Si Hamás se niega, Israel presentará la toma forzosa de la ciudad de Gaza como una acción “justificada” ante su público nacional. Pero los observadores cercanos al gobierno interpretan la estrategia exactamente en estos términos. El objetivo no es solo desmantelar la infraestructura de Hamás, sino también intensificar la situación y forzar una disyuntiva entre una tregua en los términos israelíes y una entrada militar total en la ciudad. Incluso la estrategia militar más cuidadosamente diseñada se enfrenta al mismo dilema: el desafío del día después. Sin un mandato legítimo y sin un marco administrativo coherente, incluso una victoria táctica corre el riesgo de resultar en un vacío controlado. En tal escenario, el control cambia de manos en el mapa, pero la amenaza subyacente permanece sin resolver. La ideología también juega un papel central en la configuración de esta campaña. En agosto, Netanyahu afirmó públicamente su firme identificación personal con la visión de “La Tierra Prometida y el Gran Israel: Desde el Nilo hasta el Éufrates”. Esta declaración provocó fuertes reacciones en las capitales árabes y desacreditó aún más la falsa narrativa de Israel “busca controlar Gaza sin gobernarla”. La realidad sobre el terreno es más compleja y preocupante. Tras casi dos años de conflicto, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) no han eliminado la amenaza. Han sufrido pérdidas significativas y no existe un consenso claro dentro del cuerpo de oficiales sobre el lanzamiento de otra ofensiva terrestre en Gaza. Según informes de medios israelíes, la cúpula militar israelí había advertido que una toma total de Gaza traería consigo numerosas bajas y un mayor riesgo para los rehenes. Por esta razón, las operaciones anteriores evitaron deliberadamente las zonas donde probablemente se encontraban rehenes. Evaluaciones filtradas sugieren que el Estado Mayor había propuesto una estrategia centrada en rodear la ciudad de Gaza y aplicar presión progresivamente. Sin embargo, la cúpula política optó por un ataque rápido y directo. Las bajas ya se cuentan por cientos, y los combates urbanos importantes aún no han comenzado. En tanto, la oposición nacional ha dejado clara su postura. Tras una sesión informativa sobre seguridad, el líder opositor Yair Lapid declaró que una nueva ocupación de Gaza sería un grave error, por el cual Israel pagaría un alto precio. La presión sobre el gobierno aumenta tanto internamente, mediante manifestaciones semanales que exigen un acuerdo sobre los rehenes, como externamente. Países como Francia, el Reino Unido, Canadá, Australia y Malta se preparan para dar pasos hacia el reconocimiento del Estado palestino en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre. En el lenguaje de la diplomacia internacional, esta medida supone un contrapeso tanto a la línea dura de Hamás como a las ambiciones territoriales de Israel. Cuanto más insisten los sionistas en capturar Gaza a toda costa, más contundente se vuelve la respuesta global a favor de la formalización del estatus de Palestina. Sin embargo, la situación trasciende ahora las dinámicas locales. En un contexto de inestabilidad mundial, que incluye conflictos regionales, la interrupción de las rutas comerciales globales y el creciente riesgo geopolítico, la campaña en Gaza parece cada vez más formar parte de una guerra de desgaste más amplia y a largo plazo. En el pensamiento estratégico de Israel, el objetivo final parece ser la resolución total de la cuestión palestina. Esto implica el desmantelamiento de todas las estructuras y actores políticos que, en cualquier combinación, puedan amenazar la seguridad israelí. Bajo esta lógica, las consecuencias humanitarias no se consideran restricciones. Un informe reciente de la ONU ilustra la magnitud de la crisis. Por primera vez, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró oficialmente una hambruna catastrófica en Gaza, alcanzando el quinto y más alto nivel de la Clasificación Integrada de Seguridad Alimentaria (CIF). Para finales de septiembre, se prevé que más de 640.000 personas se enfrentarán a la privación total de alimentos. Sin embargo, ni siquiera esta alarmante evaluación ha modificado la situación actual. Las declaraciones de intención de Europa Occidental de reconocer el Estado palestino tampoco han logrado convertirse en puntos de inflexión decisivos. Israel se enfrenta ahora a una encrucijada inusual y difícil. Un camino pasa por la diplomacia. Incluye una pausa de 60 días, un intercambio inicial de cautivos y un reconocimiento más amplio de que la seguridad duradera se logra no solo mediante la fuerza militar, sino también mediante instituciones, derechos legales y legitimidad. El otro camino conduce a una renovada espiral de guerra urbana. Implica el despliegue de más reservistas, órdenes militares cada vez más severas y objetivos cada vez menos definidos. En Sabra, las huellas de los tanques ya son visibles antes de que se haya hecho ninguna declaración política clara. Sin embargo, en última instancia, el resultado no se determinará por informes del campo de batalla, sino por fórmulas legales, diplomáticas e institucionales. Estas decidirán si la caída de Gaza marca el final de la guerra o simplemente el comienzo de un nuevo capítulo. A medida que se ultiman los planes de asalto - se ha ordenado a la población a que abandone la ciudad - se amplían las listas de movilización y se intensifica la retórica ideológica, la sensación de inevitabilidad se hace más fuerte. Esta operación se asemeja menos a una campaña aislada y más a un componente de un proyecto a mucho más largo plazo para reconfigurar la geografía y el estatus, borrando del mapa a Palestina. Y esa es la idea, ya que tras de la ocupación y anexión de jure de la Franja, tocara el turno de Cisjordania, con un gran costo de vidas humanas. Si esa lógica demencial sigue dominando, el día después ya estará escrito y no dejará margen para alternativas. En ese escenario, el mapa tendrá más peso que cualquier acuerdo. Los hechos sobre el terreno se convertirán en la máxima autoridad, eclipsando por igual los reconocimientos diplomáticos, los informes internacionales y los datos humanitarios. (Por cierto, el reciente ataque a Doha por parte de los sionistas - y que fue condenado por Qatar calificando de ‘Terrorismo de Estado’ - demuestra meridianamente la entraña criminal de ese régimen asesino)

ROYEL OTIS: Un salto audaz hacia adelante

El dúo australiano Royel Otis ha presentado su esperado nuevo álbum, “hickey“, ya disponible en OURNESS / Capitol Records. Con 13 canciones que recorren los altibajos de un amor juvenil desastroso, el sonido de este segundo álbum oscila entre lo feliz y lo melancólico, combinando indie rock relajado, new wave vibrante y dream-pop deslumbrante. El LP incluye el video musical de “Who’s Your Boyfriend”, dirigido por Lauren Dunn y con la participación de Lola Tung, la estrella de la exitosa serie de Amazon Prime “The Summer I Turned Pretty “. Hickey llega con el contagioso sencillo principal “moody“, que alcanza su séptima semana en la cima de la lista Billboard Adult Alternative Airplay, lo que convirtió a Royel Otis en el primer artista nuevo de este año en conseguir una corona Triple A. La banda también interpretó recientemente “say something” en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, en medio de una exitosa racha de presentaciones en festivales en Estados Unidos y el extranjero, incluyendo Outside Lands, Lollapalooza y el Fuji Rock de Japón. Luego visitaron Reading y Leeds antes de lanzar su gira “Meet Me In The Car”, que abarca Estados Unidos, Australia y Europa. Coescrita por Royel Otis (Royel Maddell y Otis Pavlovic) con Amy Allen (Sabrina Carpenter, Harry Styles) y el productor Blake Slatkin (Gracie Abrams, Omar Apollo), “who’s your boyfriend” es un sueño romántico de new wave con melodías de sintetizador, baterías vibrantes y guitarras potentes. La canción nos muestra a Royel Otis envuelto en una amistad con alguien que parece quererlo todo, y culmina en el estribillo para cantar a coro: “él se escapó en tu cumpleaños y me llamas mucho / Entonces, cariño, ¿quién es tu novio ahora? Mientras te acuestas con él, ¿piensas en mí?”. Sobre su nuevo álbum, Hickey, Royel Otis compartió lo siguiente: “El amor muerde más fuerte que cualquier otra emoción del mundo”. Hickey abre con “I hate this tune”, una canción irónicamente pegadiza que presenta la voz de Otis sobre ritmos de carreras: “Sabes que odio esta melodía porque pienso en ti / Me enamoré de este lugar que nunca podría reemplazar / Sabes que odio esta melodía porque pienso en ti, lo hago”. El álbum también incluye el previamente lanzado “car” (que se lanzó como un “Hottest Record” de BBC Radio 1), coescrito con el productor Omer Fedi (Lil Nas X, The Kid LAROI). Royal Otis dio vida a su visión con el aporte adicional de Julian Bunetta, Billy Walsh, J Lloyd y Lydia Kitto, entre otros. Recientemente se sentaron con Billboard y Atwood Magazine para hablar sobre el proceso. También aparecieron en la portada digital de FLOOD Magazine, que calificó a Hickey como un “salto audaz hacia adelante”. Royel Otis inició su nueva era musical en mayo con dos conciertos consecutivos en el histórico Troubadour de West Hollywood, donde agotaron las entradas en cuestión de minutos. Desde entonces, han estado arrasando en casi todos los festivales que merecen la pena, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, además de ofrecer conciertos improvisados. En Toronto, por ejemplo, incluso tocaron para los fans que no pudieron asistir al concierto programado. También han estado añadiendo fechas a su próxima gira “Meet Me In The Car”, que comenzó en Seattle para luego recorrer Norteamérica, pasando por Australia (incluyendo un cabeza de cartel en el Margaret Court Arena de Melbourne) en octubre, y rumbo a Europa en noviembre. La pareja ya ha agotado las entradas en importantes ciudades de Estados Unidos, como Austin, Toronto y Nueva York, y ha añadido una segunda noche. Es indudable que el dúo australiano sigue consolidándose como una de las propuestas más interesantes de la escena contemporánea del rock alternativo. Si bien su sonido no es el más novedoso, Royel Otis no solo logra plasmar su esencia dentro de cada nota, sino que también logra conectar con distintas generaciones a través de su música y sus líricas.
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