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miércoles, 24 de mayo de 2023

ARABIA SAUDITA: Juegos de estrategia

En lo que puede considerarse como un duro revés para los intereses estadounidenses - y sionistas - en la región, el giro dado en los últimos tiempos por Arabia Saudita, como el negarse a unirse a EE.UU. y sus lacayos de Occidente en aplicar sanciones a Rusia por su Operativo Militar Especial en Ucrania, o el histórico restablecimiento de relaciones con Siria e Irán bajo el poderoso patrocinio chino, indican según los analistas, un cambio saludable de Riad que puede tener consecuencias en el futuro inmediato, que podría ser prometedor para Yemen y Líbano, así como un desastre para Israel. Efectivamente, este acuerdo es considerado una bofetada a la administración Biden, que demuestra que la disminución de la influencia estadounidense en la región cada día es más evidente. En efecto, la reapertura de la embajada de Teherán en Riad por primera vez desde el 2016, demuestra que las dos potencias de Oriente Medio están decididas a rebajar una rivalidad incentivada por los EE.UU. que ha desfigurado el Medio Oriente durante 40 años. Todo tipo de señales, desde las triviales hasta las de gran calado, indican para desaliento de Washington, que el acercamiento es auténtico: se reanudaron los vuelos civiles entre ambos países; un iraní ganó un premio dotado con 800.000 dólares en un concurso saudí de lectura del Corán; el acero iraní está llegando a los mercados saudíes; representantes de ambos países fueron vistos abrazándose luego de que la armada saudita rescatara a 60 iraníes atrapados en Sudán; y se espera que Ibrahim Raisi anuncie pronto una visita a Riad, la primera de un presidente iraní desde el 2007. Como recordareis, la reconciliación, impulsada por el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, de 37 años, y el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, de 83 años, se anunció formalmente en China el 10 de marzo, cuando ambas partes establecieron un plan de dos meses para normalizar las relaciones diplomáticas y económicas tras ocho años de tensiones. Las relaciones se rompieron en el 2016 luego de que manifestantes asaltaran la embajada saudita en Teherán por la ejecución de un clérigo chií disidente saudita. Pero en realidad las dos partes, que representan diferentes culturas y ramas del islam – chiitas y sunnitas - se han disputado el control de la región desde la revolución iraní de 1979. Ahora, la cuestión es si estos vientos de cambio podrían expandirse por Oriente Medio y disipar conflictos en Yemen, Líbano, Irak, Siria e incluso Israel, todos ellos agravados, o incluso sostenidos, por la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán. Un diplomático residente en Londres sugiere cautela. “Esta no es una historia de amor. Es un tiempo muerto de conveniencia mutua”, dice. Un diplomático árabe en Londres compara este proceso con la construcción de una planta baja sobre la que otros países podrían edificar y sugiere que las ramificaciones en la región podrían llegar a ser cruciales. Según afirma, este acuerdo confirma la decreciente influencia de Washington en Oriente Medio, debilita a Israel, restauro al presidente sirio Bashar al-Asad en el mundo árabe, proporciona a Arabia Saudita un nuevo mercado de carbono a largo plazo en China y empieza a poner fin al aislamiento económico de Irán. Pero Ayham Kamel, jefe de investigación sobre Oriente Medio del Eurasia Group, vaticina un proceso lento, incluso con China actuando como garante. “No se pasa de la competencia a una cooperación significativa de la noche a la mañana. Sospecho que las relaciones entre Irán y el Golfo pasarán de una era de confrontación a otra más natural en la que habrá plena cooperación”. Para Kamel esta distensión forma parte de un reordenamiento mayor dentro de Oriente Medio. “Arabia Saudita y los países del Golfo quieren alianzas globales con otras potencias como China y Rusia y dejar de depender de los EE.UU. Riad no se ha sentido segura en su relación con Washington desde hace al menos una década. Una vez terminada la dependencia estadounidense del petróleo saudita, el papel de EE.UU. como proveedor de la seguridad de Arabia Saudita inevitablemente quedó en entredicho y sus caminos se fueron distanciando poco a poco. Riad considera que el apoyo del Criminal de Guerra Barack Hussein Obama al operativo montado por la CIA, denominado eufemísticamente como “ la primavera árabe” para instaurar regímenes completamente dóciles a los intereses de los EE.UU. e Israel fue un grave error, por lo que Riad intentó bloquear los esfuerzos de Washington por negociar un acuerdo nuclear con Teherán en el 2015. Con Donald Trump, Arabia Saudita creyó haber obtenido la política estadounidense que había estado defendiendo, incluida la máxima presión sobre Irán, aunque acabó por descubrir que aquella política no era de su agrado ya ue su opinión no era tomada en cuenta para nada. El hecho de que los misiles de fabricación iraní paralizaran temporalmente la mitad de la producción de petróleo saudí en septiembre del 2019 fue una frustrante demostración de la debilidad e impotencia de Arabia Saudita para neutralizarlos. Fue peor cuando Trump no salió en defensa de Riad. Del mismo modo, Emiratos Árabes Unidos se sintió profundamente ofendido por lo que percibió como una indiferencia por parte de Occidente cuando cuatro buques fueron atacados en el Golfo de Omán en mayo del 2019. La promesa hueca realizada por el discapacitado físico y mental Joe Biden en el 2019 de hacer de Iran “un paria” no indicaba en absoluto que los demócratas fuesen a proporcionar la salvación. Así que el príncipe Mohammed quería alejarse de la línea de fuego, ya que temía que Arabia Saudita fuera el blanco de Teherán en caso de producirse un ataque israelí a los emplazamientos nucleares de Irán. Quería seguir a Emiratos Árabes Unidos –los expertos en anular y reducir riesgos por excelencia– hacia un lugar menos vulnerable y centrarse en el desarrollo de su economía. “Arabia Saudita está harta de ser considerada el cajero automático del resto del mundo. Ello se acabó”, dijo Farea Al-Muslimi, miembro de Chatham House especializado en Oriente Medio. Es más, la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán – incentivado como anotamos al inicio por los EE.UU. en su odio extremo a los Ayatolás - agravo muchos conflictos preexistentes en la región, y el acercamiento entre Riad y Teherán podría poner fin a los mismos. Una posible oportunidad para avanzar está en Yemen, el país más pobre del mundo árabe, donde Irán ha armado a los huttíes que derrotaron a una coalición liderada por Arabia Saudita que pretendió invadir y anexarse el país, aunque ahora busca apoyar los esfuerzos de paz. “A pesar de sus terribles sufrimientos. los huttíes humillaron una y otra vez a los sauditas en su criminal agresión a Yemen, quienes a pesar de estar armados por los EE.UU. con un multitudinario arsenal de cientos de miles de millones de dólares, ha tenido que admitir su derrota y buscar la paz”, dice Muslimi. “El control iraní sobre los huttíes es absoluto, por lo que la promesa iraní de hacer todo lo posible para acabar con el conflicto es sumamente tentador para los sauditas”, admitió Dina Esfandiary, analista de Oriente Medio en el International Crisis Group. Como contrapartida a la ayuda iraní en Yemen, Arabia Saudita ha normalizado sus relaciones con el sirio Asad, cuyo país había sido aislado durante 12 años, pero que ahora acaba de ser readmitido en la Liga Árabe. Riad sostiene que la normalización puede conducir a un fortalecimiento de las instituciones sirias y ofrece la forma más realista de recuperar influencia y controlar las redes de narcotráfico transfronterizas protegidas por los EE.UU. Tampoco está claro qué implicaría la normalización para las grandes poblaciones en las zonas fuera del control del Gobierno sirio. Asad quiere que Turquía abandone el norte de Siria y deje de patrocinar a milicias en la provincia de Idlib, pero Ankara no está dispuesta a marcharse sin garantías respecto a los kurdos sirios de sus fronteras. EE.UU. está decidido a que los terroristas kurdos se repartan los recursos sirios de petróleo y gas siguiendo el modelo de Irak, aunque la férrea oposición turca ha impedido que se concrete. Un tercer país que podría beneficiarse del fin de la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán sería el Líbano. No tiene presidente desde el final del mandato de Michel Aoun en octubre. Por ley, el cargo debe ser ocupado por un cristiano maronita. Las facciones apoyadas por Arabia Saudita e Irán no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre un sustituto, a pesar de las sucesivas rondas de votaciones. El poderoso grupo Hezbolá, respaldado por Irán, y el partido Movimiento Amal, dirigido por el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, que juntos forman la base chiíta de Líbano, mantienen su apoyo a Suleiman Franjieh, amigo íntimo de Asad, pero Arabia Saudita se negaba a respaldarlo. Sin embargo, para los sionistas, y en especial para el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, todo esto supone un desastre total para su política. Netanyahu creía que los “Acuerdos de Abraham”, diseñados por el Gobierno de Trump, normalizarían las relaciones con Arabia Saudita, pero en lugar de ello Riad ha normalizado las relaciones con los enemigos de Israel: Irán, Siria e incluso Hamás. Es más, altos cargos de Hamás han visitado Arabia Saudita por primera vez desde el 2015, y la reciente decisión de Riad de convertirse en “socio de diálogo” de la Organización de Cooperación de Shanghái, en la que Irán tiene estatus de observador, solo acrecienta la ansiedad de Israel. Retomando una vieja cantinela, Netanyahu declaró recientemente a la CNBC: “Los que se asocian con Irán se asocian con la miseria. Miren Líbano, miren Yemen, miren Siria, miren Irak. El 95% de los problemas de Oriente Medio emanan de Irán”. Hace dos años, Arabia Saudita podría haber estado de acuerdo con semejante afirmación, pero ha decidido que la cooperación, y no la confrontación, es el camino a seguir. Para el ex primer ministro israelí, Naftali Bennett, el acuerdo representa "un golpe crítico a los esfuerzos para construir una coalición regional" contra Teherán."El restablecimiento de relaciones entre los sauditas e iraníes es un hecho grave y peligroso para Israel y representa una victoria diplomática de Teherán [...] Se trata de un fracaso asombroso del Gobierno de Netanyahu y es el resultado de una combinación de negligencia diplomática, debilidad general y conflicto interno en el país", tuiteó. “La derrota de Netanyahu no ha podido ser más contundente y ello es inobjetable” añadió. Queda por ver el éxito de la normalización iraní-saudí y su efecto en Oriente Medio. Pero es un comienzo que pocos pensaron que verían mientras EE.UU. se interpusiera en el camino.
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