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domingo, 1 de abril de 2012

FUJIMORI NUNCA MÁS: Aniversario de una infamia


Venga, es el momento de escribir unas líneas sobre lo mas importante acontecido en la semana, pero da la casualidad que no estoy de humor para hacerlo y a modo de salvación acabo de encontrar un interesante articulo escrito por Salomón Lerner - publicado en la edición dominical de La Republica - el cual me permito reproducir resumido y entrecomillado como hago en estos casos ¿vale?: “Se recuerda en estos días el vigésimo aniversario del golpe de Estado perpetrado por el Genocida Kenyo Fujimori un infausto 5 de abril de 1992. Ese acto inauguró en el Perú una época de sucesivas infamias y delitos del más diverso orden cometidos desde el vértice del poder estatal y contaminó a nuestra vida pública de una deformación moral de la que todavía no nos recuperamos. No es exagerado decir que el culto a la desfachatez, al cinismo, al atropello y a la mentira - el núcleo del fujimorismo como forma de hacer política – que todavía lastra a nuestros intentos de construir una sociedad verdaderamente democrática. Esa distorsión de los valores públicos se manifiesta en la forma misma de referirse al atropello institucional cometido hace dos décadas. Desde el primer día se generalizó la costumbre de llamarlo un “autogolpe”, como si se hubiera tratado de una infracción cometida por el entonces presidente constitucional contra sí mismo. Eso es evidentemente absurdo. Lo que Fujimori hizo fue dar un golpe contra los otros dos poderes del Estado, el Legislativo y el Judicial, a los que clausuró sólo para después reabrirlos transformados en oficinas puestas servilmente a su disposición y prestas a convalidar todos los arreglos corruptos que favorecían a la camarilla del poder. En un plano más amplio, se trató de una afrenta a toda la sociedad peruana y a sus más diversas instituciones; en sentido estricto, fue una traición al pacto social democrático que los peruanos habíamos recuperado apenas diez años antes. A eso hay que añadir el escarnio que significó para el país el que el gobernante autoritario colocara en el pináculo del poder, protegiéndolo hasta el último día de su gobierno asesino, a un personaje prontuariado como Vladimiro Montesinos, a cuyo capricho hizo someterse a las FFAA, en gesto que las deshonró profundamente.Desde luego, una de las grandes mentiras que rodean a esa experiencia autoritaria –echada a rodar desde el primer día por los golpistas—fue que “el marco institucional de la democracia era un obstáculo para afrontar las dos grandes y urgentes tareas que el Perú tenía en ese momento: derrotar a la subversión comunista de SL y poner remedio a la grave crisis económica a la que nos había llevado el gobierno de Alan García”. Hoy está demostrado que las reglas de la democracia eran perfectamente compatibles con esas tareas y, en concreto, que nunca hubo una obstrucción del Congreso a las decisiones que se pudieran proponer, dentro de los cauces constitucionales, para emprender esas tareas. Más aún, ha quedado claro que la derrota de SL no se produjo “gracias a” los métodos autoritarios de Fujimori y Montesinos sino “a pesar” de ellos, por obra de una acción policial ajena a la pareja gobernante; es más, fue un trabajo hostilizado por ellos y que debió desarrollarse cuidándose de que ambos no lo sabotearan. Se ha hablado mucho del supuesto respaldo popular que el golpe de Estado recibió en su momento. No fue algo sorprendente. En un país acosado por la hiperinflación y la violencia, la población estaba dispuesta a apoyar cualquier gesto que indicara una acción enérgica contra esas grandes amenazas. Pero el papel de un estadista, o de cualquier funcionario honrado, no es tomar ventaja de las emociones que dominan pasajeramente a la sociedad, sino el conducirla por los canales de la ley y de la democracia. El apoyo popular, tantas veces aducido en su defensa por los partidarios del fujimorismo, es en realidad un agravante para su empresa criminal: se trató de instrumentar el miedo de la gente para, bajo pretexto de atacar los grandes males del país, convertir al Perú en un enorme botín para un pequeño grupo de inescrupulosos que montaron, en esa década, la mayor red de corrupción de que se tiene noticia en nuestra historia contemporánea; que tergiversaron las leyes en su favor aprobando, por ejemplo, una cuestionable norma en favor de la reelección presidencial, y que montó un aparato clandestino dedicado a la violación sistemática de DDHH practicando crímenes horrendos por los que hoy cumple sentencia de cárcel el despreciable Genocida. No es exagerado afirmar que la década de autoritarismo liderada por Fujimori significó un envenenamiento de la moral pública. Recordar esta fecha es triste, pero es necesario, pues ella nos habla de lo que no debemos permitir que se repita” Interesante artículo desde todo punto de vista ¿no os parece? :)
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