Hace unos días se realizo en la ciudad de Astrakhán (ubicada al sur de Rusia) una cumbre de los presidentes de los cinco estados ribereños del Mar Caspio - Rusia, Irán, Kazajstán, Azerbaiyán y Turkmenistán - para determinar el estatus jurídico del lago más grande del mundo con el objetivo de ponerla fuera del alcance de las garras de Washington y sus lacayos de la OTAN, empantanados en la crisis que provocaron en Ucrania dentro de sus planes de expansión en el Este y su deseo de apoderarse de las inmensas reservas de gas y petróleo existentes en Siberia, para lo cual buscan aislar y dividir a Rusia, pero una vez mas, han vuelto a fracasar en su intento.
En efecto, en esta importante reunión se llegaron a varios acuerdos para rechazar la presencia militar extranjera en la región del Caspio, un mensaje directo a Washington y los criminales sionistas, alojados en Azerbaiyán y con pactos militares con Kazajstán y Turkmenistán, que intentaban colarse bajo el nombre de “la Guardia para el Caspio”, proyecto financiado por EE.UU. con 135 millones de dólares. Sin duda, éste ha sido otra victoria para el presidente ruso Vladimir Putin en su enfrentamiento con los enemigos de la paz. Así, la mejora de las relaciones bilaterales ente Irán y Rusia, reflejada en los elogios mutuos de sus presidentes, la reanudación de los vuelos Teherán-Moscú, y la eliminación del dólar de sus intercambios comerciales han sido la guinda de la reunión. Sin embargo, existe un punto en el cual los vecinos no se pusieron de acuerdo, y es sobre el criterio de repartirse el lago y sus 48.000 millones de barriles de petróleo y 8,7 billones de metros cúbicos de gas que se encuentran en el fondo del mar o en sus costas. El “Quinteto” acordó asimismo la construcción de un anillo ferroviario para conectar los puertos del Caspio y realizar ejercicios conjuntos de emergencia en el 2016.
Hay que tener en cuenta que el Caspio puede considerarse un mar desde que Stalin mandó conectarlo en 1948 al mar Mediterráneo a través del río Volga-Don, que desemboca en el mar de Azov, con acceso al mar Negro, por lo que otros países no ribereños - como EE.UU.- pretendían utilizar su espacio. Sin embargo, su antiguo y único estatuto, firmado por la Unión Soviética e Irán en 1940 lo menciona como lago y otorga su soberanía a ambos países de forma exclusiva. A pesar de que justamente son estos canales lo que lo convierten en mar, Rusia no permite el tránsito de otros barcos por el canal Lenin Volga- Don (como sí lo hace Turquía por el Bósforo). Sea lago o mar, los tres nuevos estados que surgieron tras el colapso de la Unión Soviética - Kazajstán, Azerbaiyán y Turkmenistán - también exigen tener voz y voto en la redacción del estatuto jurídico del lago, a pesar de que en 1991 se comprometieron a cumplir los acuerdos firmados por la URSS en 1940, por lo que Irán podría reclamar el 50% de todo lo que hay en el Caspio. Pero, por ser inviable además de injusto, reclama una partición del 20% para cada Estado, a la que Rusia y Azerbaiyán se oponen. Hay mucho petróleo y gas en juego. Rusia rechazó la propuesta iraní de ceder parte de sus derechos a los nuevos estados. Puesto que ha sido el país que ha cambiado de geografía, tampoco acepta la partición de la superficie y del fondo del lago entre todos de forma equitativa al 20% para cada Estado. Por su parte, Moscú ha creado un frente unido con Kazajstán y Azerbaiyán para oponerse a Irán: le ofrecen tan sólo el 11% de la participación del Caspio, por lo que Irán está combinando el realpolitik con la diplomacia de cañones: en julio de 2001 no dudó en enviar dos buques militares para expulsar a los barcos de exploración de petróleo azerí de las aguas en disputa. De momento, han acordado no explotar el hidrocarburo en territorios de titularidad por determinar. Al final, Teherán ha preferido congelar estas reservas - por carecer de medios tecnológicos para explotarlas y también para no pelearse con los vecinos - y ponerse a explorar la tierra del norte del país, al parecer, empapado de más Oro Negro. Y es que Irán necesita de Rusia para hacer causa común contra las intenciones criminales de los EE.UU. en la zona, como la crisis generada en Siria e Irak con la creación de ISIS, aquel demencial grupo terrorista financiado por Washington para “justificar” su presencia en la región.
Con la firma del acuerdo, Moscú se compromete velar por la seguridad de la región sin pedir nada a cambio. Es el único país con fuerzas armadas en estas aguas, desde donde influye sobre los acontecimientos de Asia Central y también Oriente Próximo: puede impedir el uso de sus rutas para que los terroristas chechenos reciban apoyo logístico y vigilar los pozos y las tuberías de petróleo de la región tras la entrada de las compañías occidentales. De esta manera Moscú, al igual que hace un siglo, sigue mandando hoy en esta región. Así y todo, hay que estar vigilantes, porque el enemigo esta al acecho. Con Azerbaiyán y Georgia en su esfera, e intentando crear un pacto militar azerbaijano turcomano - y así separar la parte norte del Caspio (Rusia, Kazajstán) del sur que es Irán-, Washington hace todo lo posible para ampliar su presencia en esta otra zona de influencia rusa, una intersección que conecta Asia Central, el Cáucaso y Oriente Próximo con Europa.
A pesar del fracaso del proyecto del gaseoducto transafgano, la tentación de Washington es enorme: el Departamento de Energía de EEUU estima la existencia de 17.000 millones de barriles de crudo en el Mar Caspio y 6.630 millones de metros cúbicos de gas, “suficiente para satisfacer sus necesidades energéticas por 30 años” y darle alguna migaja a los europeos. Sin embargo, la firme oposición de Rusia e Irán ha impedido que sus planes se hagan realidad. De allí el interés de Washington en intensificar los conflictos en una región ya de por si explosiva. En este infame juego por querer apoderarse de los inmensos recursos del Mar Caspio, EE.UU. y sus secuaces de la OTAN van camino a su perdición :)