El pasado 18 de junio, el gobierno de Lituania de una forma sorpresiva y prepotente - tomando como pretexto una decisión de la Comisión Europea que prohibía el tránsito de bienes y carga sujetos a sanciones de la Unión Europea entre una parte de Rusia y otra, siempre que pasaran por territorio de la UE – impidió que los rusos siguiera enviando bienes y materiales por ferrocarril a su enclave de Kónigsberg, que abarca la antigua ciudad portuaria alemana del mismo nombre, en Prusia Oriental y sus alrededores, que fueron absorbidos por Rusia propiamente dicha como una forma de “reparación de guerra” al final de la Segunda Guerra Mundial. A modo de excusa por el atropello cometido, Lituania citó “su obligación legal como miembro de la UE” de hacer cumplir las sanciones tomadas contra Rusia. En tanto Moscú, citando un tratado del 2002 con Vilna que prohíbe tal acción, calificó la medida de un bloqueo ilegal y amenazó con una respuesta militar. Como sabéis, Lituania al ser miembro de la OTAN, cuenta con las garantías de seguridad colectiva establecidas en el artículo 5 de la Carta de la Alianza Atlántica - que estipula que un ataque contra un miembro es un ataque contra todos - se cree impune por lo que ha hecho, pero con sus irresponsables acciones, corre el riesgo de llevar a Rusia y la OTAN al borde de un conflicto armado, cuyas consecuencias podrían ser nefastas para el mundo entero dados los respectivos arsenales nucleares de las dos partes. Desde el momento en que Rusia inició su llamado “Operativo Militar Especial” en Ucrania, los integrantes de la OTAN han estado involucradas en una delicada danza en torno a la cuestión de cómo apoyar al régimen fascista de Kiev y castigar a Moscú sin cruzar la línea de cometer un acto manifiesto de guerra que podría incitar a Rusia a responder militarmente, desencadenando así una serie de acciones de causa-efecto que podrían conducir a un conflicto europeo general, dando paso a la Tercera Guerra Mundial. Las sanciones económicas como manera de presionar a Rusia ha sido un fracaso total, a lo que debemos agregar que por más de que hayan dicho insistentemente “que dejarían de comprarle su gas y petróleo”, de hecho lo siguen haciendo porque lo necesitan con urgencia y no existen otros países que tengan la capacidad de reemplazarlo. En retrospectiva, los primeros debates en los salones del poder europeos sobre si proporcionar a Ucrania armamento pesado parece casi inocente en comparación con la infusión masiva de armamento que se está produciendo en la actualidad. Incluso Rusia ha suavizado su postura de línea dura al entrar, donde había amenazado con consecuencias inimaginables para cualquier nación que interfiriera con su operación militar porque sabe muy bien que ningún país se atrevería a intervenir directamente, por lo que ahora se da todo el tiempo del mundo para garantizar que todo lo ganado en Ucrania nadie se lo podrá arrebatar. Hoy, la situación ha evolucionado hasta el punto en que la OTAN está involucrada en un conflicto de poder de facto con Rusia en suelo ucraniano que está diseñado, francamente hablando, a intentar matar a tantos soldados rusos como sea posible, pero ello tampoco les está dando resultado. Rusia, por su parte, ha adaptado su postura a una que está diseñada para neutralizar con éxito estos golpes vinculados a la OTAN mientras persigue sus objetivos militares y políticos declarados en Ucrania con un propósito único. Si bien la camarilla golpista de Kiev ha estado utilizado armas proporcionadas e inteligencia proporcionada por la OTAN en el campo de batalla, de poco le ha valido porque su derrota es inevitable. La relativa moderación del enfoque ruso es evidente cuando se contrasta con la histeria de los EE.UU. durante sus dos guerras en Irak y Afganistán. Qassem Suleimani, un general iraní que supervisó la resistencia iraquí contra la ocupación estadounidense de Irak a mediados de la década del 2000 y considerado un héroe por haber contribuido a la derrota fulminante de ISIS, fue asesinado por el gobierno estadounidense creyendo que así iba a detener la debacle de sus protegidos sionistas, pero fracaso miserablemente. Y fue solo hace un año que los medios estadounidenses estaban alborotados por las ridículas acusaciones (posteriormente probadas como falsas) de que Rusia estaba ofreciendo recompensas a los talibanes para matar a los soldados estadounidenses estacionados en Afganistán. Esta última afirmación ilustra mejor la hipocresía de los EE.UU. hoy. El reclamo de "recompensa" se basó en un solo ataque que dejó a tres militares estadounidenses muertos se mientras Washington se jacta hoy abiertamente “de haber matado a cientos de rusos” en Ucrania, aunque no tiene como probarlo obviamente, porque se trata de simple propaganda. En cambio, las líneas rojas de Rusia en Ucrania han evolucionado para abarcar dos principios básicos: ninguna intervención militar directa de las fuerzas de la OTAN en el suelo/espacio aéreo de Ucrania y ningún ataque contra Rusia propiamente dicha. Incluso aquí, Moscú ha demostrado una gran paciencia, tolerando la presencia de las fuerzas de operaciones especiales de EE. UU. en Ucrania y conteniéndose cuando las fuerzas ucranianas, apoyadas por la inteligencia proporcionada por la OTAN, participan en ataques limitados contra objetivos dentro de Rusia. En lugar de responder atacando los "centros de toma de decisiones" fuera de Ucrania responsables de apoyar estas acciones, Rusia se ha involucrado en una campaña graduada de escalada dentro de Ucrania, atacando las mismas armas que se entregan bajo la supervisión de los comandos estadounidenses y las fuerzas ucranianas que las utilizan, desbaratando todos sus planes, lo que los ha puesto al borde de la exasperación. Es en este contexto que la decisión lituana de imponer un bloqueo ferroviario a Rusia es un burdo intento de la OTAN y la UE para que desvíe su atención de Ucrania. Eso está claro. Rusia inmediatamente dio a conocer su ira, indicando que consideraba las acciones lituanas como un acto de guerra manifiesto que, si no se revertía, daría lugar a medidas "prácticas" fuera del ámbito de la diplomacia para rectificar la situación. Sin embargo, la retórica se elevó al máximo cuando Andrey Klimov, un senador ruso que preside la Comisión para la Defensa de la Soberanía del Estado, calificó la acción lituana de “acto de agresión” que haría que Rusia buscara “resolver el problema de la el tránsito de Kónigsberg creado por Lituania por CUALQUIER medio elegido por nosotros”. Durante años, la OTAN se ha preocupado por la posibilidad de una guerra con Rusia en el Báltico. Gran parte de la atención de la OTAN se ha centrado en defender la "brecha de Suwalki", un tramo de frontera de 60 millas de largo entre Polonia y Lituania que separa a Belarús del enclave ruso. Los expertos militares occidentales han especulado durante mucho tiempo que, en caso de conflicto entre Rusia y la OTAN, las fuerzas rusas intentarían avanzar por la Brecha de Suwalki, uniendo Kónigsberg con Belarús y separando a las tres naciones bálticas del resto de Europa. Pero mientras la OTAN se ha centrado en defender la Brecha de Sulwaki, un legislador ruso sugirió que cualquier ataque militar ruso en el Báltico evitaría involucrar a Belarús. En su lugar, se centraría en asegurar un puente terrestre entre Kónigsberg y Rusia conduciendo hacia el norte, a lo largo de la costa del Báltico, hasta San Petersburgo. Una serie de juegos de guerra realizados por RAND alrededor del 2014 mostró que la OTAN, en ese momento, no podía defender adecuadamente los países bálticos de un ataque ruso concertado. Según los resultados del juego de guerra, las fuerzas rusas pudieron invadir los países bálticos en unas 60 horas. Proyecciones similares de la destreza ofensiva rusa contra Ucrania, donde algunos oficiales militares, incluido el presidente del Estado Mayor Conjunto de EE. UU., el general Mark Miley, predijeron que las fuerzas rusas tomarían Kiev dentro de las 72 horas, demostraron ser incorrectas. Pero la realidad es que los ejércitos de las tres naciones bálticas no están a la par con los de Ucrania, ni en calidad ni en cantidad, y no hay duda de que Rusia, incluso distraída en Ucrania, podría darles un golpe fatal de forma inmediata. Entretanto, la retórica contra Rusia continúa escalando, lo que genera respuestas caa vez mas fuerte de su parte. Así, Vladimir Dzhabarov, subjefe del Comité de Asuntos Exteriores de la cámara baja del parlamento ruso, ha amenazado con que cualquier bloqueo continuo de Kónigsberg “podría conducir a un conflicto armado”, y señaló que “el Estado ruso debe proteger su territorio y garantizar su seguridad. Si vemos que una amenaza a nuestra seguridad está plagada de pérdida de territorio, ciertamente tomaremos medidas extremas y nada ni nadie nos detendrá”. Si hay algo que sacar de la operación militar rusa en Ucrania, es que Rusia no está bromeando. La OTAN y el resto de Europa pueden estar seguros de que, a menos que se encuentre una solución que ponga fin al irresponsable bloqueo lituano de Kónigsberg, habrá una guerra entre la OTAN y Rusia. Con esta realidad en mente, la UE debe trabajar en un acuerdo de compromiso con Lituania para que la conexión ferroviaria rusa con Kónigsberg vuelva a la normalidad en un futuro próximo. Este acuerdo, sin embargo, debe funcionar a satisfacción de Rusia, un resultado que aún es incierto. A diferencia del conflicto de Ucrania, una guerra en el Báltico tendrá aspectos existenciales para ambas partes, lo que trae la posibilidad, de hecho la probabilidad, de que se utilicen armas nucleares. Este es un resultado que no beneficia a nadie y nos amenaza a todos :(