En el 2012, el norte de Malí cayó en manos de yihadistas armados. Se lanzó entonces la Operación Serval, dirigida por Francia para “liberar” el territorio ocupado. Pero la crisis no hizo más que agravarse. La crisis de Malí es una historia de fracaso: el fracaso de un estado, pero también de la comunidad internacional. Un fracaso que se convirtió en caldo de cultivo para los yihadistas y que dirigió al ejército en un callejón sin salida. ¿Qué ocurrió exactamente? La crisis empezó a principios de los años 2000, con la llegada de los yihadistas argelinos a Malí. Esto no preocupó a los entonces mandatarios, quienes pensaban que estarían a salvo mientras no interfirieran con los terroristas. Los problemas fueron en aumento, pero la comunidad internacional miraba hacia otro lado y seguía considerando a Malí “como un ejemplo de democracia en África”. Pero esta “democracia” no era más que una ilusión. Francia acabó enviando a su ejército cuando los yihadistas tomaron finalmente el control del norte e impusieron la sharía. Pero, sin una solución política, el ejército no tenía nada que hacer. Se malversaron las ayudas internacionales y la corrupción estaba a la orden del día. Francia, en busca de una salida, apostó por una alianza europea y fracaso. Hoy, la crisis ha traspasado las fronteras de Malí. Burkina Faso y el Níger se enfrentan ahora a los mismos problemas, y la amenaza se extiende a los países costeros. Si no se puede erradicar el terrorismo islamista, al menos, debería contenerse. ¿A qué precio? Los civiles son las principales víctimas y los grandes olvidados de esta crisis. La violencia que sufre el Sahel ha convertido a más de dos millones de personas en refugiados. Una cifra que se ha cuatriplicado en menos de dos años. Los refugiados se instalan donde pueden; por ejemplo, cerca de Uagadugú, en Burkina Faso. Es una lucha por la supervivencia. A ello debemos agregar que la presencia militar francesa recibió un duro golpe al ser obligada su tropas a abandonar el país. En efecto, el pasado 21 de noviembre, el primer ministro interino de Malí, el coronel Abdoulaye Maïga, emitió un comunicado en las redes sociales anunciando la decisión del gobierno de “prohibir, con efecto inmediato, todas las actividades realizadas por las ONG [francesas] que operan en Malí”. Esto se produjo a los pocos días de que el gobierno francés cortara la ayuda oficial para el desarrollo a Malí, alegando que el gobierno está “aliado con mercenarios rusos”, refiriéndose a la empresa militar privada rusa, el Grupo Wagner. Maïga calificó las afirmaciones francesas de "acusaciones fantasiosas" y un "subterfugio destinado a engañar y manipular a la opinión pública nacional e internacional con el fin de desestabilizar y aislar a Malí". Esta es la última expresión de un nuevo estado de ánimo que se ha apoderado de las áreas del norte de África donde Francia alguna vez ejerció el dominio colonial. Los debates en estos países, desde Argelia hasta Burkina Faso, han puesto en tela de juicio la actual intervención militar de Francia en la región (un ciclo que comenzó con Côte d'Ivoire en el 2002), así como su continuo dominio económico de 14 países de Occidente y Centro África a través de un conjunto de mecanismos monetarios (incluido el uso del franco CFA como moneda, que había estado bajo el control del Tesoro francés hasta diciembre del 2019). En los últimos años, Burkina Faso y Malí - ambos gobernados por militares - han expulsado a las tropas francesas de sus territorios, mientras que los ocho países de la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMOA) y los seis países de la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CEMAC) se han esforzado por liberar lentamente sus economías del control francés. Por ejemplo, en el 2019, la UEMOA llegó a un acuerdo con Francia para poner fin al requisito que obligaba a los países de África Occidental a mantener la mitad de sus reservas de divisas en el tesoro francés y eliminar al representante francés del directorio de la unión económica como parte de planes más amplios para reemplazar el franco CFA con una nueva moneda regional llamada eco. Cabe precisar ante todo que las fuerzas armadas francesas continúan teniendo una fuerte presencia en el norte de África, habiéndose retirado solo parcialmente de la región del Sahel mientras mantienen estrechos vínculos militares y diplomáticos en países como Níger, debido a sus yacimientos de uranio que Paris desea mantener bajo su control. Por cierto, una de cada tres bombillas en Francia se enciende con uranio de Níger, razón por la cual las tropas francesas se acuartelaron la ciudad de Arlit, rica en uranio del país. Pero ¿la retirada francesa insinúa el fin de sus intervenciones militares neocoloniales y estructuras de acumulación en la región? La realidad de la situación es mucho más compleja. Estos retiros parciales tienen lugar en el contexto más amplio de tensiones en la alianza transatlántica entre Europa y América del Norte, una dinámica que requiere una evaluación cuidadosa. Para nadie es secreto por ejemplo, las crecientes tensiones entre Francia y la monarquía marroquí. El verano pasado, 10 países participaron en el ejercicio militar African Lion 2022 del Comando de África de EE. UU. (AFRICOM), que se llevó a cabo en parte en Marruecos. Este ejercicio militar masivo y otras maniobras similares no ha tenido la participación francesa, que fue dejada al margen, provocando la irritación de Paris que ha manifestado abiertamente su molestia a Rabat, que ha desarrollado enormemente sus relaciones militares con los EE.UU. Es así, que mientras las tropas francesas están siendo desalojadas de la región, las tropas estadounidenses y británicas parecen estar tomando su lugar, originando que la influencia francesa en sus antiguas colonias quede reducida a su mínima expresión, lo cual no ha caído nada bien en El Eliseo. En el 2017, cinco países de África Occidental crearon la Iniciativa Accra para luchar contra la expansión de la amenaza islamista desde la región del Sahel; Pero en el 2019, el ancla de la iniciativa, Ghana, abrió una base militar estadounidense en su aeropuerto internacional llamada West Africa Logistics Network. “Se sospecha desde entonces que los cientos de soldados estadounidenses puedan estar involucrados en algunas actividades operativas en otros países de África occidental y, en general, en todo el Sahel” afirman los analistas. Actualmente se está desarrollando una controversia en Ghana sobre la participación de Gran Bretaña en la Iniciativa Accra, anunciada en el Parlamento británico en noviembre, y el despliegue de tropas británicas en el país y la región. Es más, en el transcurso de los últimos años, la industria armamentística francesa ha recibido nuevos golpes decisivos. En el 2021, el Reino Unido y los EE.UU obligaron a Australia a romper un contrato del 2016 para comprar 12 submarinos con motor diésel del Grupo Naval de Francia; en cambio, bajo un nuevo acuerdo con los EE. UU. y el Reino Unido conocido como AUKUS, Australia compraría submarinos nucleares de Electric Boat (EE. UU.) y BAE Systems (Reino Unido). Mientras tanto, como consecuencia de una mayor colaboración alemana y estadounidense en el suministro militar para el ejército ucraniano durante los últimos ocho meses, Alemania ha cambiado sus propias compras militares de los fabricantes de armas europeos a los estadounidenses. Por ejemplo, en marzo, Alemania anunció que eliminaría gradualmente los aviones de combate Tornado de producción europea en favor de los cazas F-35 de producción estadounidense. Además de esto, a medida que aumentan las sanciones europeas a Rusia, Francia se ha distanciado cada vez más del mercado ruso, al que ha seguido vendiendo equipo militar sofisticado a pesar de varias restricciones que se han promulgado desde el 2014. Como si ello no fuera suficiente, los tres mercados más grandes para las ventas de armas francesas (India, Qatar y Egipto) también han señalado que podrían cambiar a proveedores estadounidenses y rusos, los dos principales exportadores de armas del mundo. Como sabéis, la antigua tradición de política exterior gaullista de Francia y una perspectiva ‘realista’ de las conexiones entre Europa y Rusia llevaron al presidente francés, Emmanuel Macron, a intentar facilitar un acercamiento entre los estados guerreros occidentales y Rusia durante los últimos ocho años a través del Formato Normandía . En su libro Révolution del 2016, Macron escribió que “alejar a Rusia de Europa es un profundo error estratégico”. Pero esta inclinación hacia una política exterior francesa independiente ahora se ha ido, erosionada por el cambio en el equilibrio de fuerzas durante la guerra en Ucrania y rota en gran medida por la presión estadounidense para aislar y “ debilitar ” a Rusia, lo cual no ha conseguido. Durante los últimos meses de una forma cínica e hipócrita, Francia ha utilizado el creciente sentimiento antirruso fomentado en Occidente para argumentar que sus pérdidas en África “no se deben a sus propias aventuras neocoloniales, sino al ‘proyecto depredador’ de Rusia en el continente” lo cual es risible en todo sentido. Las desviaciones de Macron van acompañadas de una falta de claridad en las calles de ciudades de toda Europa, donde la crisis del costo de vida ha llevado a manifestaciones masivas cuyos lemas no han expresado una comprensión clara de las causas de la inflación galopante. No hay señales de un enfoque europeo independiente de la guerra en Ucrania que pueda aligerar la carga de la población europea. A principios del 2021, el discapacitado físico y mental de Joe Biden , dijo : “EE.UU. ha vuelto, la alianza transatlántica ha vuelto”. Este pronunciamiento se produjo a los dos años de que Macron dijera que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el punto de apoyo de esta alianza, sufría de “muerte cerebral”. La respuesta de Macron a la declaración de Biden sobre el regreso de EE.UU. fue simple: “¿hasta cuándo?”. Su reciente visita de estado a Washington en reveló la tensión entre la demanda estadounidense de subordinación europea y la necesidad de que Europa se independice de los requisitos de seguridad nacional de EE.UU. La alternativa - unirse a la integración histórica entre Europa y Asia (incluida Rusia) - proporcionaría grandes ventajas a la sociedad europea, pero en cambio se sacrifica a los intereses de EE.UU.ç. Mientras tanto, durante el año pasado, el ministro de defensa de Malí, el coronel Sadio Camara, y su jefe de la Fuerza Aérea, el general Alou Boï Diarra, viajaron a Rusia varias veces y, según se informa, fueron los “arquitectos” del acuerdo para traer varios cientos de mercenarios . combatientes del Grupo Wagner de Rusia a Malí en diciembre del 2021. Los soldados del Grupo Wagner en Malí han proporcionado a Francia una excusa para ignorar el sentimiento anti-francés más amplio en África occidental y el Sahel, así como para eludir el hecho de que su presencia militar en el continente está siendo suplantada por Gran Bretaña y EE.UU. De otro lado, a pesar de la propaganda occidental dice lo contrario, la presencia rusa en el continente africano es minúscula (aunque está creciendo desde la cumbre Rusia-África de octubre del 2019 en Sochi), pero proporciona a París una ‘justificación’ útil para el estatus disminuido de Francia en el continente y, de hecho, en el mundo. Pero no es la primera vez que Malí deja de lado a Francia para desarrollar un proyecto nacional independiente. En 1960, Malí obtuvo su independencia y el presidente Modibo Keïta dirigió al país en su búsqueda por establecer la soberanía y contribuir al desarrollo de una política panafricanista para el continente. En 1968, el general Moussa Traoré abandonó los cuarteles y derrocó al gobierno socialista de Keïta. El derrocamiento de Keïta no fue singular; el golpe en Malí fue parte de una serie de golpes militares en el continente, desde Burundi (contra Louis Rwagasore en 1961) y la República Democrática del Congo (contra Patrice Lumumba en 1961) hasta Togo (contra Sylvanus Olympio en 1963) y Ghana (contra Kwame Nkrumah en 1966). Mucho tiempo ha pasado desde entonces y la influencia militar francesa es cada vez menos importante, mientras Macron se niega a aceptar la realidad y su fracaso es tal que ni siquiera puede enmascarar su neocolonialismo. Sin embargo, el drama que vive Mali por la acción de los yihadistas deja entrever que se enfrenta a un incierto futuro ;(