No podíamos dejar de ocuparnos en esta ocasión del mejor jugador de todos los tiempos que nuestros ojos hayan visto y volverán a ver, con mayor razón cuando Qatar 2022 fue su último mundial, convirtiéndose con su consagración en la mejor final de la historia como campeón al frente de la selección argentina, en una leyenda viviente del futbol mundial. Nos referimos obviamente a Lionel Messi, el D10s por excelencia. De seguro algunos abueletes hablaran de dinosaurios como Pelé o Maradona, pero ellos pertenecen al pasado, a aquellas épocas antediluvianas y pretéritas donde el futbol se jugaba en blanco y negro. Hablemos del presente, y ello lo representa Messi sin discusión alguna. En efecto, D10S eligió la final de las finales para ganar la Copa del Mundo, la mejor manera para acabar con el debate sobre quién es el mejor jugador de la historia. Alcanzará con ver la emocionante final de Qatar para explicar y comprender el reinado del irreductible Messi. Argentina salió campeona desde que el torneo se convirtió en la Copa de Messi. A partir de la Copa América 2021 nadie dudó sobre su identificación con la Albiceleste. Maracaná se plegó entonces a D10S y ahora claudicó Qatar. Alcanzó con soplar para que cayera un penalti para el inventario de Messi. Ya con el viento a favor, apareció la versión artística del 10 en el 2-0. Pero el “francés” Mbappé no perdonó cuando Messi descansó hasta el 2-2. El argentino reapareció entonces para gobernar la prórroga y no perdonó en la rueda de los penaltis luego de ser requerido por tercera vez por el “francés”. En la bonanza y en la adversidad, en los distintos estados de ánimo, mandó D10S. El fenómeno Messi se impuso al final sobre una selección “europea” que de ello solo tiene el nombre. Cabe precisar que a diferencia de esos “franceses” que hablaron demás antes del encuentro, el silencio siempre favoreció a Messi, seguramente porque solo ha querido ser un futbolista y no un oráculo, incómodo con cualquier comparación, incluso cuando ya posa con la corona de rey luego de cerrar el círculo con la conquista del Mundial. Al capitán argentino ya no le queda reto por cumplir a sus 35 años, campeón de América, de Europa, del Mundo, y siete veces Balón de Oro. Lo tiene todo, situándose por encima de todas las celebridades del planeta. Aseguraba Guardiola - el entrenador que más le ha marcado - que nada motivaba más a Messi que el de poner en evidencia a quien le advertía de un reto por cumplir, como fue por ejemplo el de marcar un gol de cabeza, antes de dejar con la boca abierta a Van der Sar en la final de la Champions del 2009 ante el Manchester United. Nada se resiste ya a D10S, ni siquiera la Copa que acaba de conquistar con su juego y también con su deseo, el factor diferencial para entender su triunfo en Qatar. A Messi no parece que le guste bailar y, sin embargo, su fútbol remite al tango por su capacidad para acelerar y frenar - ”engaño, tiempo y distancia”, palabras de Menotti -, para seducir y gobernar, para disfrutar en lugar de sufrir y también por la motivación con la que ha afrontado la Copa. Nadie ha podido resistir a Messi. El argentino ha acabado con todos los rivales, rebatido a los críticos, desautorizado a los difamadores y ninguneado a los escépticos y a cuantos han levantado sospechas sobre sus éxitos, porque siempre se remitió a la cancha y al balón, sea en Londres, París, Buenos Aires, Río o Doha. Nadie ha llevado la contraria al Messi más argentinizado porque jugó cada partido con la fe de que no fuera el último, hasta the last dance. La vida en un partido (el 171) y en dos goles (el 98) de la Albiceleste. Messi agarró la pelota, agarró el partido, agarró la responsabilidad, agarró la victoria y agarró aquella Copa que solo pudo mirar con el rabillo del ojo en Brasil 2014. Pero ahora Messi ya no lo observo como en Maracaná, sino que se sintió admirado en Qatar. ”¡Qué mirás, bobo! ¡Anda p’allá bobo, anda p’allá!”, exclamó el 10 el día que se le acercó el goleador Weghorst para pedir su camiseta luego de calentar la tanda de los penaltis del partido de cuartos contra Holanda. Y ya se sabe que es mejor ser malo que bobo en Argentina. El rosarino ha mandado en su equipo, en la cancha y en el torneo y su figura crepuscular se ha impuesto al fútbol moderno asociado al físico y al big data, y también al estilo, a la táctica o al método, o si se quiere a la intensidad. Las mil variantes, individuales o colectivas quedaron supeditadas al talento de D10S. Ni atletas ni galácticos, sino que todos han confluido alrededor suyo. Messi y la Albiceleste acabaron por absorber a los “franceses” que se atrevieron a desafiar a D10S pagando caro por ello. El capitán, que se forjó en la contrariedad de los cuatro campeonatos anteriores, estuvo muy sabio en el quinto y definitivo, influyente en el juego, decisivo en los goles, muy concentrado en los penaltis y divertido en la fiesta, sonriente desde que pudo besar la Copa mientras recibía el trofeo al mejor jugador de la final. No solo dominó la estadística, sino también las sensaciones por su frescura y liberación, muy selectivo en su triunfal invierno en el desierto de Qatar. Honor y Gloria al D10S del futbol mundial :)