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miércoles, 12 de enero de 2022

RUSIA: En defensa de sus intereses

No cabe duda que el repentino estallido de violencia en Kazajstán propiciado por los EE.UU.- intentando recrear una “revolución de colores” en ese estratégico país centroasiático - ha tomado por sorpresa a analistas y observadores internacionales. Pero la sabia y rápida decisión del Presidente ruso Vladimir Putin de desplegar una fuerza regional de mantenimiento de la paz liderada por Moscú en ayuda del asediado gobierno kazajo, se ha convertido en el último gran hito para el espacio postsoviético. Así, en las primeras horas del jueves por la mañana, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) liderada por Rusia, anunció el envío de una fuerza de mantenimiento de la paz a Kazajstán para ayudar a mantener el orden y contener los disturbios de grupos terroristas financiados por Occidente, que se extendieron por la vasta nación de Asia Central. Precisamente, el señor Putin declaró este lunes que el ataque a Kazajstán fue un acto de agresión al que era necesario reaccionar sin demora: "Entendemos que la amenaza terrorista internacional que ha surgido para la condición de Estado de Kazajstán no se debe a acciones de protesta espontáneas por los precios del combustible, sino al hecho de que fuerzas destructivas internas y externas se aprovecharon de la situación. ¿De dónde salieron esas bandas criminales, entrenadas en centros extranjeros y claramente con experiencia de combate en puntos calientes del planeta?", preguntó el jefe de Estado ruso. "Su ataque a Kazajstán fue esencialmente un acto de agresión. Era necesario por ello reaccionar a todo esto sin demora", aseveró el presidente y afirmó que para coordinar las protestas en Kazajistán se utilizaron las mismas tácticas empleadas en Ucrania en el 2014. “Los eventos en Kazajstán no son ni el primero ni el último intento de injerencia externa en los asuntos internos de los países de la OTSC, pero las acertadas medidas tomadas por estas naciones para neutralizarlos han demostrado que no permitirán que en sus territorios tengan lugar escenarios de las revoluciones de colores organizadas por la CIA” señaló. Dotado de un enorme territorio (el noveno más grande del mundo con 2 millones 725 mil kilómetros cuadrados y sólo 20 millones de habitantes, Kazajstán es considerado un corredor estratégico entre Asia Occidental, el Cáucaso y Asia Oriental. Al contar con enormes reservas de gas y petróleo, estimadas en 30 mil millones de barriles y emplazada en un cruce de importantes oleoductos y gasoductos, es un territorio dotado de ingentes recursos en la zona del Mar Caspio, al cual por cierto, está vetado el ingreso de barcos estadounidenses. De allí el interés que Washington tiene en querer desestabilizar el país. Diversos analistas advierten que otra de las razones por las que el gobierno kazajo de Kassym-Jomart Tokayev se enfrento a esta intentona terrorista está relacionada con la nefasta influencia que sigue teniendo entre las sombras el ex dictador Nursultan Nazarbayev, quien eligió a Tokayev como su “sucesor”, ya que en realidad sigue manejando el Estado. No es de extrañar que las protestas callejeras que utilizaron como pretexto el alza de los precios del combustible, estén dirigidas especialmente contra el sátrapa y su odioso legado, derribando sus estatuas e incendiando numerosos edificios gubernamentales construidos durante su régimen, como la antigua sede de gobierno utilizada por Nazarbayev. Como podéis imaginar, estos actos de violencia han sido presentados por el gobierno como actos de agresión organizados por grupos terroristas extranjeros, lo que ha obligo a Tokayev a solicitar la intervención inmediata de la OTSC, de la cual Kazajstán forma parte. Sin embargo, es justo reconocer que esto no ocurrió en el pasado, cuando eventos recurrentes similares se vieron con frecuencia en Kirguistán, así como en Armenia hace tres años y medio. En aquel entonces, la OTSC, liderada por Moscú, destacó la naturaleza “interna” de aquellos disturbios, afirmando que no había necesidad de una intervención militar en ayuda de sus gobiernos. Sin embargo, esta vez fue diferente, demostrando con ello que las líneas que separan a los asuntos internos de los externos se están difuminando, como sucede en todo el mundo. Hace varias décadas, los liberales y los activistas de derechos humanos fueron la fuerza impulsora para acabar con esas diferencias, afirmando que la soberanía nacional podía dejarse de lado “siempre y cuando los derechos humanos y las libertades estaban en juego”. Hoy, las justificaciones dadas son sobre protección y preservación: una amenaza a la seguridad nacional de un país y sus vecinos justifica una inmediata intervención. Vale la pena señalar que, esta vez, la solicitud de mantenimiento de la paz provino de un gobierno con una legitimidad indiscutible; incluso los mismos manifestantes habían exigido inicialmente la expulsión de Nazarbayev, quien mantiene el control sobre la política interna, y no del actual presidente. Esto es lo que lo diferencia de los eventos del 2010 en Bishkek, cuando la presidenta en funciones de Kirguistán, Roza Otunbayeva, intentó llamar a la OTSC luego de que su predecesor, Kurmanbek Bakiyev, fuera derrocado en medio de protestas masivas. Todo el sistema de gobierno de Kirguistán colapsó, lo que hizo que cualquier intervención fuera muy cuestionable desde una perspectiva legal. Además, los fundamentos legales de la decisión actual también son más sólidos que los de las llamadas “intervenciones humanitarias” de Occidente que resultaron en el derrocamiento de gobiernos reconocidos a nivel internacional - sin importar cuán dudosa su reputación - para instaurar gobiernos títeres y colaboracionistas serviles a Washington, como es el caso de Ucrania. En el futuro, probablemente tendremos más detalles sobre cómo sucedió todo: el proceso de toma de decisiones tanto en Kazajstán como en Rusia y quién “sugirió” involucrar a la OTSC. Sin embargo, por ahora, está claro que el gobierno ruso decidió dar un paso por delante en lugar de esperar a se convirtiera en algo que luego no podría controlar. Esta es la evolución del enfoque utilizado hace un año y medio en Belarus (Bielorrusia), cuando fue suficiente que el presidente Putin advirtiera que las fuerzas rusas “estaban listas para intervenir si el empeoramiento de la situación interna lo requería” frente a las amenazas de la OTAN. Esta vez, Moscú se saltó todas las advertencias y entro directamente en acción, considerando que el gobierno de Kazajstán no podría resistir por sí solo la amenaza terrorista. Pero las líneas de separación no deben desvanecerse por completo. La pregunta importante ahora es saber si el despliegue de las fuerzas de paz de la OTSC significaría el fin de la rivalidad entre los clanes en Kazajstán, manifestada tras la obligada salida del poder de Nazarbayev en el 2019 y que conduciría a la consolidación de Tokayev, que se libraría de su “tutelaje”. Moscú tiene todas las posibilidades de beneficiarse de esto, ya que este último no solo es un aliado del Kremlin y que además, ahora tendrá una importante presencia militar en el país, fundamental para su política como garante, cuyas acciones podrían determinar cómo se desarrollará la situación. Esto es similar a lo que sucedió en Armenia luego de la guerra del 2020. Si bien se trata solo de una solución temporal, proporciona un conjunto eficaz de herramientas para el futuro cercano. Muchos analistas instan a que Rusia se acerque a "todos los grupos interesados", aplacando a la oposición y configurando el equilibrio de poder favorable a Moscú en estados clave, pero no tienen en cuenta el hecho de que cada país tiene sus propias fortalezas y debilidades. En realidad, Moscú no sabe cómo hacer esto, nunca lo hizo, y cuando lo intentó, siempre fracasó, como en Afganistán en 1979. El escenario ideal para Rusia ahora es tener una salvaguardia militar en Kazajstán que le ahorre el dolor de cabeza de tener que lidiar con su compleja vida política local. En otras palabras, no importa quién gane, tendrían que actuar teniendo en cuenta la presencia militar rusa y no ignorar por completo a un socio de larga data del país, que no solo ocupa un lugar estratégico en la región, donde por cierto, siempre ha tenido una importante presencia, ya que en él se encuentra el Cosmódromo de Baikonur - arrendado a Rusia por 115 millones de dólares anuales hasta el año 2050 - y además en él se ubica el territorio de pruebas nucleares de Semipalátinsk, en la zona oriental del país. Hace unos cuatro o cinco años, lo que llamamos el espacio postsoviético entró en una etapa de crucial importancia cuando estos países tuvieron que demostrar que eran estados soberanos plenamente funcionales. En 1991, fueron reconocidos como tales simplemente porque la URSS colapsó y no por cualquier otra razón. Si bien la consolidación de cada uno de ellos tomó formas diferentes, el contexto más amplio fue el mismo, con un interés significativo tanto de Rusia como de Occidente, y algunos a nivel regional, pero en menor grado. Los actores externos como EE.UU. y la OTAN que luchan por el control del espacio postsoviético intentaron convertirse en un factor desestabilizador en la zona, como ocurrió en Europa del Este - donde tras el derrocamiento de los regímenes comunistas y su sustitución por gobiernos “democráticos”, dichos países fueron admitidos rápidamente en la alianza atlántica - pero no lo lograron, por lo que perdieron interés en lo que estaba sucediendo en los “nuevos estados independientes”, como se los conocía en la década de los noventa. En medio de los cambios globales, las potencias internacionales se centraron cada vez más en su propia lista cada vez mayor de problemas. No se apartaron exactamente de los antiguos estados soviéticos, pero comenzaron a gastar mucho menos de su tiempo y recursos en ellos. Por tanto, el panorama político de los antiguos estados soviéticos se ha ido configurando a través de procesos internos que reflejaban las interacciones entre los diversos actores implicados, la cultura política local y la estructura social. También está el hecho de que una nueva generación política ha surgido en todo el espacio postsoviético y desafían a los líderes más antiguos. Estos cambios sin embargo, solo pueden ser provocados por influencias externas, como de los EE.UU. y la OTAN, quienes tras su fracaso en Ucrania, ahora buscan desatar el caos en los países centroasiáticos, amenazando con intervenir en ellos “en defensa de la democracia”, como pretenden hacerlo en Belarus, pero el resultado final depende de si están dispuestos a enfrentarse a Rusia, que ha desbaratado hasta el momento todos sus planes desestabilizadores. Esta es una prueba de fuego y no todos los países la pasarán. Kazajstán podría convertirse en un ejemplo de cómo una fachada de “éxito” cultivada durante mucho tiempo en realidad esconde un núcleo profundamente problemático y retorcido. Y este caso definitivamente no será el último. Cabe precisar que esta es la primera vez que Rusia utiliza una institución que controla para perseguir sus propios objetivos políticos. Hasta ahora, parecía que tal estructura era puramente decorativa, pero está claro que la situación ha cambiado, más aun en un contexto donde Rusia ya es amenazada por la OTAN en sus fronteras europeas, así como en el Mar Negro, el Mar Báltico y hasta el Océano Ártico. No debe extrañar por ello que las fuerzas de paz de la OTSC desplegadas en Kazajstán están compuestas principalmente por tropas rusas. Eso garantiza una respuesta eficaz no solo para proteger a Kazajstán, sino también a Siberia, una extensísima y casi despoblada región rusa que posee en su subsuelo inmensas reservas de gas y petróleo ambicionadas desde hace décadas por los EE.UU. Cabe precisar que la frontera entre Rusia y Kazajstán se extiende por casi 7.000 km, lo que la convierte en la frontera terrestre internacional continua más larga del mundo y un factor clave en la estrategia de seguridad de Moscú. La estabilidad política en Kazajstán es de suma importancia para Rusia, ya que la inestabilidad allí la hace expuesta a todo tipo de amenazas del sur debido al hecho de que la frontera no solo es vasta, sino que se extiende principalmente a través de llanuras de pastizales escasamente pobladas y, por lo tanto, es extremadamente difícil de control. Otro factor importante en juego - como anotamos líneas arriba - es Baikonur. La otra instalación espacial de Rusia, Vostochny, se construyó recientemente y hasta ahora solo se ha utilizado para lanzar misiones no tripuladas. Hasta que esté lista para reemplazar completamente las capacidades de Baikonur, Rusia necesitará tanto Baikonur como la estabilidad política en Kazajstán que es esencial para operar el sitio. Además, Sary Shagan, un campo de pruebas importante para la seguridad de Rusia, también se encuentra en Kazajstán. Es el primer y único sitio en Eurasia para probar sistemas de misiles antibalísticos (ABM). Desde el colapso de la URSS, algunas instalaciones de Sary Shagan se han alquilado a Rusia, mientras que otras se han transferido al Centro Nacional de Radioelectrónica y Comunicaciones de Kazajstán. La capacidad de utilizar este sitio de prueba juega un papel clave en la capacidad de defensa de Rusia. Pero además Kazajstán también tiene una gran comunidad rusa: 3,5 millones de rusos étnicos representan el 18,4% de la población total del país. Entre ellos se encuentran los descendientes de los cosacos, que se sabe que vivieron en el territorio de la actual Kazajstán desde al menos los siglos XVI y XVII. La Rusia imperial solía exiliar a muchos opositores políticos del régimen a Kazajstán, mientras que la URSS más tarde solía asignar a algunos de sus mejores expertos en industria y agricultura para ayudar a desarrollar la región. Ello da a entender que la seguridad de la comunidad rusa en Kazajstán, con su rica historia, es motivo de gran preocupación para Rusia, que obviamente no se va a quedar con los brazos cruzados si EE.UU. y sus lacayos de la OTAN pretenden desestabilizar al país. Por ello, el uso de la marca de la coalición le da a Moscú más oportunidades para intervenir en defensa de sus intereses y además justifica la existencia de esta alianza. El tiempo dirá si otros estados miembros de la OTSC enfrentarán el escenario kazajo - como Belarus, que también se encuentra en la mira de la OTAN - pero se ha sentado el precedente. Era de esperar por ello que tras las conversaciones entre Rusia y EE.UU. sobre cuestiones de seguridad realizados a inicios de semana, haya quedado claro y como un recordatorio oportuno de que Moscú puede tomar decisiones militares y políticas rápidas, capaces de influir en los acontecimientos en su área de influencia. Que sus enemigos tomen nota de esta advertencia sino quieren lamentarlo más adelante :)
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