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miércoles, 26 de abril de 2023

TORTUGAS MARINAS: ¿Sobrevivientes de los océanos?

Lamentablemente ello no es así, ya amenazadas por la contaminación de los mares, la pesca, el cambio climático y el comercio ilegal de sus caparazones, el lucro de la actividad humana y el tráfico ilegal empujan al borde de la extinción a uno de los animales más longevos del planeta. Nos referimos a las tortugas marinas, de las cuales actualmente existen siete especies, todas sumamente amenazadas en diversos grados. Como podéis imaginar, estos fascinantes animales pueden ser muy sensibles a las perturbaciones de su entorno. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés) contempla tres niveles de amenaza entre los seres vivos. En primer lugar, el nivel de bajo riesgo con dos categorías: “preocupación menor” y “casi amenazada”; el segundo nivel incluye especies amenazadas en tres categorías: “vulnerable”, “en peligro” y “en peligro crítico”; y el tercero incluye las especies extintas. Además, cuenta con un nivel específico para aquellas especies para las que no hay datos suficientes para catalogarlas en otros grupos y se encuentran en la categoría de datos insuficientes. De las siete especies de tortugas que existen en el mundo, todas salvo una se encuentran amenazadas, en mayor o menor nivel; la única que no aparece, ocupa la categoría de datos insuficientes. En efecto, la UICN clasifica como vulnerables tres especies de tortugas marinas. La tortuga boba (Caretta caretta) se distribuye a lo largo de 10 poblaciones en las regiones templadas y subtropicales por los océanos Pacífico, Atlántico e Índico, y en el Mar Mediterráneo. La población total de esta especie es desconocida, aunque evaluando la cantidad de nidos conocidos, se estima que hay entre 36 000 y 67 000 hembras reproductivas. Sin embargo, esta población decrece año a año; Por otro lado, tenemos a la tortuga golfina (Lepidochelys olivacea). Aunque en las costas norteamericanas llega a elevadas latitudes, prefiere las aguas ecuatoriales y del hemisferio sur. Se distribuye e por los océanos Pacífico, Atlántico e Índico, y alcanza la costa norte australiana. No sabemos qué población mundial hay de esta especie, pero sí sabemos que está decreciendo; Por su parte, la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) es la tortuga marina más grande conocida de la actualidad. Se distribuye, también, por el Mar Mediterráneo y los Océanos Atlántico, Pacífico e Índico, aunque en este último solo se encuentra en las regiones más nororientales y suroccidentales, evitando el área que discurre desde la zona noroeste, en la península arábiga, por el centro del océano y hasta la zona sudeste, en las costas occidentales australianas. Aunque sus poblaciones no muestran una fragmentación importante, sí se observa un declive constante; tampoco se dispone de censos que permitan inferir la población global; Asimismo, aunque se distribuye por ambos hemisferios en los Océanos Atlántico y Pacífico, por el centro del Océano Índico, y puede hallarse en el Mediterráneo, la tortuga verde (Chelonia mydas) es una especie catalogada en peligro de extinción. Con muy pocos datos, no hay forma de estar seguros de cuál es su población mundial, aunque sí sabemos que está decreciendo de forma preocupante. Lleva en peligro de extinción desde que se catalogó en 1982, y a pesar de los esfuerzos por preservar la especie, no ha mejorado mucho en los últimos 40 años. De hecho, durante las tres últimas generaciones, se estima que la población de hembras reproductoras ha decrecido entre un 50% y un 70%; En tanto, enormemente sensible a las perturbaciones provocadas por el ser humano, la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) es una de las especies de tortugas marinas más amenazadas. Se encuentra en peligro desde 1982 y en peligro crítico desde 1996, con una población cada vez más diezmada. Según datos obtenidos en las zonas de cría, durante las tres últimas generaciones, la reducción de la población de hembras reproductoras se estima en un 80%, lo que resulta desastroso para la especie, y probablemente suponga un camino hacia la extinción. Determinadas políticas de protección y conservación, sobre todo las llevadas a cabo en el Caribe, han documentado un incremento local aunque significativo en las poblaciones que allí anidan, pero se trata de cambios de tendencia puntuales, que aún están lejos de significar un efecto positivo general; Ahora bien, entre las tortugas marinas con una distribución más restringida está la tortuga lora (Lepidochelys kempii). Tan solo se conocen poblaciones reproductoras en las costas de Estados Unidos y en el Golfo de Texas. Aunque han sido observadas en las costas atlánticas de España, Francia y las islas británicas, no parece que en el otro lado del océano lleguen a reproducirse, y seguramente solo se vean cuando están de paso. En riesgo desde 1982, pasó a considerarse en peligro crítico en 1996, y actualmente su población se estima en 22 341 individuos, que no forman subpoblaciones. Observando censos previos, parece que su población no ha variado significativamente en los últimos años; sin embargo, los impactos que sufren, así como la baja población global, hacen de esta especie una de las tortugas más amenazadas; Pero si hay alguna incógnita para la ciencia en lo que a tortugas marinas se refiere, es el caso de la tortuga plana (Natator depressus). En 1994 fue catalogada como vulnerable, pero luego de que la UICN cambiase sus criterios de evaluación – más estrictos y precisos-, los datos disponibles para catalogar esta especie no eran suficientes, y se quedó como parte integrante de la incómoda lista de datos deficientes. Los poquísimos datos que hay de esta especie hacen que la incertidumbre sobre su situación, su población o la tendencia que sufre sea demasiado elevada, impidiendo sacar conclusiones científicas sólidas. En este caso, solo se puede resaltar la importancia de aumentar los recursos en la investigación científica, que proporcione suficientes datos rigurosos y comprobables para poder evaluar su estado y actuar en consecuencia. Entre los riesgos biológicos a los que se encuentran expuestos se encuentra el virus del fibropapiloma, que puede causar graves problemas de salud. Sin embargo, la mayor parte de los impactos que sufren las tortugas marinas son de origen humano. Entre ello destacan determinadas artes de pesca, que con frecuencia capturan ejemplares, por accidente, que no consiguen recuperarse. A ello debemos agregarle la contaminación, ya sea por residuos sólidos o por sustancias tóxicas, también pueden tener efectos fatales. Redes o sedales abandonados en el mar, así como residuos sólidos, pueden causar daños mecánicos que, en ocasiones, causan amputación de miembros, o la asfixia si tratan de comérselo confundiendo, por ejemplo, una bolsa de plástico con una medusa. A su vez, la urbanización masiva de las costas reduce el espacio para la puesta – las tortugas ponen sus huevos en tierra, en las playas- por lo que les es más difícil encontrar lugares a salvo del contacto humano. Como si ello no fuera suficiente, el cambio climático puede alterar su comportamiento, así como la distribución y disponibilidad de alimentos o de sus depredadores particularmente peligrosos durante la eclosión de los huevo. Y entre los impactos más graves se encuentra el consumo humano de sus huevos y su carne que reduce cada vez más su número. Expuesto a estos peligros ¿Cómo no va a estar en riesgo de extinción?
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