A principios de la semana pasada, a Marine Le Pen, lideresa del ultranacionalista Agrupamiento Nacional, que según todas las encuestas ganaría fácilmente la presidencia si las elecciones francesas se celebraran mañana, se le impuso una pena de cuatro años de prisión, dos de ellos en suspenso y dos en arresto domiciliario bajo vigilancia electrónica. Además, se le prohibió postularse a un cargo durante cinco años. ¡Qué conveniente! En efecto, de una manera escandalosa y violando su propia legislación, un tribunal de Paris - por orden de El Eliseo - la declaro culpable “de malversación de fondos de la Unión Europea”. Acusada falsamente de facilitar un sistema mediante el cual “asesores contratados para servir en Bruselas terminaban trabajando para el partido”, también fue multada con 100.000 euros. “La condena de Marine Le Pen es un caso flagrante de negación de derechos donde a un candidato que, según las encuestas, tiene todas las posibilidades de ganar en el 2027, se le impide presentarse, al igual que al Sr. Georgescu en Rumania se le privó del derecho a presentarse a las elecciones presidenciales”, declaró al respecto Emmanuel Leroy, ex asesor de Le Pen. El proceso contra Le Pen “caracteriza la voluntad de las instituciones europeas, y en primer lugar de la Sra. von der Leyen, de impedir que cualquier candidato susceptible de tener una política diferente de la que se aplica actualmente en la Unión Europea tome el poder en Estados críticos como la República Francesa”, explicó Leroy. La decisión del tribunal de excluir a Le Pen de la política fue "completamente politizada" pero también totalmente esperada, enfatizó el observador, destacando cómo además de Rumania, el proceso a Le Pen puso a Francia en la misma liga que Bosnia (donde el jefe de la República Srpska ha sido perseguido) y Moldavia (donde el jefe del territorio autónomo de Gagauzia fue arrestado recientemente), sin olvidarnos claro esta del nacionalista AfD en Alemania. “El ascenso de fuerzas populistas y ‘antisistema’ amenaza con crear una perturbación en la gobernanza de la Unión Europea, y los ataques a figuras como Le Pen y su partido, Agrupación Nacional, utilizan una táctica muy usada para eliminar a la oposición”, según Leroy. “De hecho, los cargos de ‘financiación ilegal’ por los que Le Pen fue injustamente condenada fueron los mismos por los que el actual primer ministro, Francois Bayrou, y su partido MoDem fueron acusados, pero que fueron sospechosamente absueltos por los mismos jueces que condenaron a Le Pen", dijo Leroy. Cabe precisar que las acusaciones contra la lideresa de Agrupamiento Nacional, que se remontan al menos al 2014, eran tan antiguas que podría haberle dado derecho a una pensión francesa. Pero ahora, el veredicto la excluye convenientemente del ciclo electoral del 2027. Si buscaban una forma infalible de impulsar el apoyo al partido de Le Pen, enhorabuena, justicia francesa, la han clavado. No hay mejor manera de impulsar un movimiento político que convertir a su líder en un mártir de un Estado que interfiere en las opciones democráticas de los ciudadanos. Pregúntenle al nacionalista rumano Câlin Georgescu (que al igual que Le Pen, es enemigo acérrimo de la OTAN y el establishment ) quien iba camino de la victoria antes de ser mermado políticamente por el sistema, fue arrestado, acusado de financiación extranjera y, finalmente, despedido por un simple tecnicismo burocrático. ¿Y qué pasó luego? Su sustituto, George Simion, ahora está subiendo en las encuestas. ¿Quién lo hubiera previsto? (Spoiler: ¡Todos!). Igual pretendieron hacer en Alemania con los nacionalistas de Alternativa por Alemania (AfD), pero les salió mal la jugada y ahora es la segunda fuerza política del país. Sin embargo, el establishment no cesa en su deseo de ilegalizarlo. El gobierno de coalición emergente entre la CDU/CSU y el SPD está redactando una ley que podría prohibir la actividad política a cualquier persona condenada por "incitación al odio”. Aunque no se ha declarado abiertamente, esta medida apunta inequívocamente a la AfD. Descalificar a candidatos por delitos como corrupción, fraude y violaciones electorales no era habitual en Francia, hasta que el partido del homosexual Emmanuel Macron (“casado” - es un decir - con un transexual) lo impuso convenientemente en el 2017. La cuestión del tiempo lo es todo: esa ley entró en vigor aproximadamente a tres años de que Bruselas pusiera a Le Pen en el punto de mira de la investigación. Seguramente dirán algunos, “solo es una coincidencia” pero eso no es así. ¿Sabéis quién es el mayor defensor de esa ley? El aliado de Macron y líder centrista, François Bayrou, quien la defendió hasta que se vio acusado del mismo esquema de apropiación de fondos de la UE que Le Pen. Incómodo. Duró un mes entero como ministro de Justicia de Macron antes de ser destituido. Pero sospechosamente fue absuelto el año pasado, y posteriormente elegido a dedo como primer ministro de Macron, a pesar de no presentarse a ninguna candidatura. ¿Saben quién ganó realmente esas elecciones? El partido de Le Pen obtuvo la mayoría de los votos, y la izquierda antisistema obtuvo la mayoría de los escaños; al parecer, ninguno de los dos le da derecho a gobernar Francia. Mientras tanto, el líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon también está siendo investigado por, como ya habrán adivinado, precisamente el mismo delito descalificatorio relacionado con la financiación de la UE que Le Pen. No es de extrañar que el presidente estadounidense Donald Trump, su asesor, Elon Musk, y el vicepresidente J.D. Vance condenaran esta burda maniobra montada contra Le Pen y le expresaran su total respaldo. El líder de La Casa Blanca calificó la condena de una cacería de brujas que debe cesar de inmediato, mientras Musk pidió que ¡liberen a Le Pen! “La caza de brujas contra Marine Le Pen es otro ejemplo de cómo los izquierdistas europeos utilizan la Lawfare para silenciar la libertad de expresión y censurar a su oponente político”, escribió Trump en su plataforma de redes sociales Truth Social. “Es el mismo ‘libro de jugadas’ que se utilizó contra mí”, agregó. Las expresiones de apoyo a Le Pen por parte de las tres figuras más poderosas de Washington subrayan una creciente divergencia entre Estados Unidos y otras naciones -incluidas muchas de Europa- sobre la forma en que los jueces resuelven las espinosas cuestiones constitucionales o las irregularidades cometidas por los políticos. Le Pen ha acusado al poder judicial francés de provocar una crisis democrática al impedirle- por ahora, ya que la líder política ha apelado a la sentencia-presentarse a las elecciones de 2027 y convoco una protesta masiva en París este último domingo, donde condeno la persecución de la que es víctima: “Quieren verme fuera de la contienda del 2027, pero seguiré luchando” expresó en un multitudinario mitin. Si Trump hubiera sido francés y hubiera sido condenado por algunos de sus propios cargos electorales, como los de Georgia, tampoco habría podido presentarse a la presidencia. Esperemos que la capital mundial de la moda no marque tendencia con esto. Claro, condenar a alguien. Pero que la gente decida si el convicto sigue siendo una mejor opción electoral. La democracia significa dejar que la gente elija, incluso si su favorito necesita un agente de libertad condicional en lugar de un director de campaña. Aquí se observa un patrón claro: cada vez que un candidato empieza a parecer una amenaza real para el establishment, el sistema legal encuentra de repente una excusa para frenarlo. Es casi como si Francia tuviera una "Ley de Protección del Titular" no oficial. ¿Recuerdan a Dominique Strauss-Kahn? En el 2011, como director del FMI, prácticamente estaba midiendo las cortinas del Palacio del Elíseo para su inminente mudanza. Entonces, ¡zas!, una camarera de un hotel de Nueva York lo acusó de agresión sexual. Fin de su carrera. Y, para mayor seguridad, las autoridades francesas lo acusaron posteriormente de proxenetismo. Sí, proxenetismo. Fue absuelto, pero desde entonces "Presidente del FMI" y "Acusado de Proxeneta" aparecen en su currículum. Saltemos al 2017: François Fillon, ex primer ministro, lideraba la carrera para reemplazar al entonces presidente François Hollande. De repente, un periódico de investigación recibió un soplo de que aparentemente pagaba a su esposa e hijos para que ocuparan puestos falsos de asistentes parlamentarios. Su campaña se vino abajo, y de repente, apareció un joven prodigio político relativamente desconocido llamado Emmanuel Macron para ganarlo todo. ¡Qué suerte! Ni siquiera el expresidente Jacques Chirac pudo escapar de este patrón. Fue condenado en el 2011 por un falso esquema de malversación de fondos que se remonta a su época como alcalde de París, de 1977 a 1995. ¿La única razón por la que no lo atraparon antes? Gozó de inmunidad presidencial hasta el 2007. Lo esperaron como a un cobrador de deudas hasta que su némesis de toda la vida, Nicolas Sarkozy, asumió el cargo. Para ilustrar el contraste de visión del mundo entre los dos presidentes, Chirac mantuvo a Francia fuera de la maniobra del Tío Sam para cambiar el régimen en Irak, y Sarkozy invadió Libia y fue el único responsable de reintegrar a Francia al mando de la OTAN luego de que el dictador Charles De Gaulle se negara a hacerlo en aras de la soberanía nacional. Para cuando Chirac fue condenado, ya no representaba ninguna amenaza electoral para el equipo de Sarkozy, ya que para entonces negaba los rumores sobre el Alzheimer con más frecuencia que las irregularidades políticas. Como podéis imaginar, la condena de Le Pen ha provocado reacciones inmediatas de sus aliados políticos. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, tuiteó: "Je suis Marine", en un guiño al eslogan "Je suis Charlie", surgido luego de que yihadistas atacaran a tiros la redacción parisina de la revista satírica "Charlie Hebdo” por atreverse a mostrar a Mahoma - el profeta desnudo del Islam - tal como vino al mundo. El derechista holandés Geert Wilders calificó la sentencia de "increíblemente dura" y predijo que ganaría la apelación y la presidencia francesa. Si es que realmente gana la apelación. Y si eso sucede antes del 2027. Y si el sistema judicial francés - digitado por Macron - no "descubre" repentinamente otro obstáculo, con la ayuda de la UE, como suele ocurrir para silenciar a quienes no se alinean con el establishment. Porque si la historia nos enseña algo, es que las elecciones francesas no solo se ganan o se pierden en las urnas, sino que también se deciden en los tribunales. Y, por alguna razón, el partido gobernante nunca parece ser el que está siendo juzgado a pesar de que también se le acuso exactamente con los mismos cargos. Por el contrario, es el juez que decide a quien sancionar. El miedo a perder el poder los embarga... Vaya “democracia”. Y así, quieren dar el ejemplo, Habrase visto.