Esta semana como no podía ser de otra manera, nuestra atención se concentra en el Perú, donde el liberal Pedro Pablo Kuczynski se impuso en unas ajustadas elecciones a la populista de derecha Keiko Fujimori. De nada le valieron a la hija de un ex dictador quien cumple una condena de 25 años de prisión por Crímenes de Lesa Humanidad, una intensa y agotadora campaña proselitista a través de todo el país durante cinco largos años, para caer derrotada ante quien represento en esta oportunidad al antifujimorismo, una corriente de fuerte arraigo en el Perú, debido al recuerdo de la corrupción generalizada, el saqueo indiscriminado de las Arcas Públicas y las múltiples violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante el régimen autoritario de Kenyo Fujimori (1990- 2000). No es la primera vez que esta situación se produce en el Perú, ya que en el 2011 cayó por el mismo motivo ante el nacionalista Ollanta Humala y esta podría ser la última vez que haya postulado, porque para nadie es un secreto que al interior de su organización partidaria, las ambiciones de su hermano Kenji - representante del ala mas dura del fujimorismo, “autoproclamado” candidato para el 2021 y quien tiene el apoyo de su encarcelado padre - podrían desembocar en su división. En lo que respecta al señor Kuczynski, su triunfo ha sido celebrado tanto dentro como fuera del país y The Wall Street Journal le dedicó una amplia cobertura a quien reconocen “como uno de los suyos” ya que su elección va a traer confianza y seguridad a los inversionistas. Por su parte, el escritor Mario Vargas Llosa (acérrimo adversario del fujimorismo) no tardo en pronunciarse y en un amplio artículo en el diario español El País dio su opinión sobre el resultado del ballottage, el cual reproduzco entrecomillado ¿vale?: “La ajustada victoria de Pedro Pablo Kuczynski en las elecciones presidenciales del 5 de junio ha salvado al Perú de una catástrofe: el retorno al poder de la mafia fujimorista que, en los años de la dictadura de Kenyo Fujimori y Vladimiro Montesinos, robó, torturó y asesinó con una ferocidad sin precedentes y, probablemente, la instalación del primer narcoestado en América Latina. La victoria de Keiko Fujimori parecía irremediable hace unas pocas semanas, cuando se descubrió que el secretario general y millonario “financista” de su campaña y su partido, Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, estaba siendo investigado por la DEA por lavado de activos; se recordó entonces que la policía había descubierto un alijo de unos cien kilos de cocaína en un depósito de una empresa de Kenji, hermano de Keiko y con pretensiones a sucederla. El fujimorismo, asustado, intentó una operación sucia; el dirigente de Fuerza Popular y candidato a una vicepresidencia, José Chlimper, filtró a un canal de televisión cercano al fujimorismo una grabación manipulada para desinflar el escándalo; el ser descubierto, lo multiplicó. Muchos presuntos votantes de Keiko, que ingenuamente se habían tragado su propaganda de que sacando el Ejército a las calles a combatir a la delincuencia y restableciendo la pena de muerte habría seguridad en el Perú, cambiaron su voto. Pero, el hecho decisivo, para rectificar la tendencia y asegurarle a Kuczynski la victoria, fue la decisión de Verónika Mendoza, la líder de la coalición de izquierda del Frente Amplio, de anunciar que votaría por aquél y de pedir a sus partidarios que la imitaran. Hay que decirlo de manera inequívoca: la izquierda, actuando de esta manera responsable salvó la democracia y ha asegurado la continuación de una política que, desde la caída de la dictadura en el año 2000, ha traído al país un notable progreso económico y el fortalecimiento gradual de las instituciones y costumbres democráticas. Si bien el nuevo Gobierno no va a tener la vida fácil con un Parlamento en el que el fujimorismo controla la mayoría de los escaños, Kuczynski es un hombre flexible y un buen negociador, capaz de encontrar aliados entre los adversarios para las buenas leyes y reformas de que consta su programa de gobierno. De otro lado, es seguro que su prestigio internacional en el mundo financiero seguirá atrayendo las inversiones que, desde hace dieciséis años, han venido apuntalando la economía peruana, la que, recordemos, es una de las que ha crecido más rápido en toda la región. ¿Qué ocurrirá ahora con el fujimorismo? ¿Seguirá subsistiendo como siniestro emblema de la tradición incivil de las dictaduras terroristas y cleptómanas que ensombrece el pasado peruano? Mi esperanza es que esta nueva derrota inicie el mismo proceso de descomposición en el que fueron desapareciendo todas las coletas políticas que han dejado todas las dictaduras que se sucedieron en el Perú. Todas ellas fueron artificiales supervivencias de los regímenes autoritarios, que poco a poco, se extinguieron sin pena ni gloria. El fujimorismo ha tenido una vida más larga sólo porque contaba con los recursos gigantescos que obtuvo tanto del saqueo vertiginoso de los fondos públicos, de los que Fujimori y Montesinos disponían a su antojo, como de los ingentes recursos del narcotráfico. Su partido - por llamarlo de alguna manera - no tiene ideas, ni programas, ni mucho menos es democrático. Sólo posee unas credenciales golpistas y delictuosas, es decir, la negación misma del Perú digno, justo, próspero y moderno que, en estas elecciones, se ha impuesto poco menos que de milagro a un retroceso a la barbarie. Esta victoria de Pedro Pablo Kuczynski trasciende las fronteras peruanas y se inscribe también en el contexto latinoamericano como un triunfo contra el autoritarismo” indicó. Sin embargo, cabe recalcar con un Congreso dominado por un fujimorismo ávido de venganza y que desde ya ha rechazado cualquier apoyo al nuevo gobierno, se prevé una serie de conflictos en el horizonte. Es por ello que a modo de advertencia, el señor Kuczynski ha deslizado la posibilidad de disolverlo si censuran a sus ministros o mantienen una línea obstruccionista y destructiva. “No me obliguen a ello” afirmó el último fin de semana. Como podéis notar, el panorama se ve incierto para su gobierno en los próximos meses si es que no llega a un acuerdo para un gabinete de consenso con las demás fuerzas políticas, quienes irresponsablemente ya están pensando en los próximos comicios y no desean desgastarse si colaboran con el. Es mas, se dice que a la primera oportunidad que se les presente, trataran de vacarlo ya que tendrán en el nuevo Congreso los votos necesarios para ello. Esperemos que por el bien del Perú eso no ocurra y finalmente se imponga la cordura, porque de lo contrario, todo lo ganado se perderá irremediablemente :(