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miércoles, 25 de octubre de 2017

JAPON: La apoteosis de la guerra

Con el objetivo puesto en reformar la constitución pacifista que se le impuso al Japón al final de la II Guerra Mundial, y poner nuevamente en práctica sus delirantes ambiciones expansionistas, el conservador Primer Ministro Shinzo Abe, ganó las elecciones realizadas este domingo, donde se impuso claramente a sus rivales, lo cual le permitirá llevar adelante sus planes militaristas, a pesar de la enérgica protesta de sus vecinos , quienes aun recuerdan con horror el terrible sufrimiento causado por los japoneses durante la conflagración, cuando conquistaron a sangre y fuego buena parte de Asia. Como sabéis, Abe, de 63 años, se enfrentaba en estos comicios a su peor momento de popularidad desde que llegó por segunda vez al poder en el 2012, pero ha conseguido que el Partido Liberal Demócrata (PLD) que lidera arrase una vez más. De este modo logra un aval para avanzar en su intención de cambiar el perfil militar del país que en su Constitución le impide armarse más allá de la defensa. El pretexto es la crisis con la nuclearizada Corea del Norte, pero implicaría una carrera militar en el área que preocupa al mundo, dado los oscuros antecedentes del ejército japonés. Con la nueva mayoría absoluta, Abe logra alargar y fortalecer su ambicioso mandato, el más estable de la convulsa política nipona desde el periodo de Junichiro Koizumi, que gobernó del 2001 al 2006. Este hijo y nieto de prominentes políticos que consiguió en el 2014, también con unos comicios anticipados, revalidar su anterior victoria, ha centrado su discurso una vez más en lo que considera una ‘buena marcha’ de la economía y en la necesidad de un gobierno fuerte para hacer frente a la ‘amenaza’ de Corea del Norte. Lo cierto es que además del desgaste del poder, al primer ministro le habían pasado factura varios escándalos en el último año. La reciente crisis de misiles de Corea del Norte le dio un respiro, lo que, sumado a las cruentas luchas internas de la primera fuerza de la oposición, el Partido Democrático (PD), le animó a realizar su arriesgada apuesta: convocar unos comicios anticipados que muy pocos en Japón veían como necesarios. La victoria no solo le permitirá seguir con su controvertido programa económico, conocido como "Abenomics" sino que los resultados le despejan el camino para llevar a cabo la polémica reforma de la pacifista Constitución nipona, su gran caballo de batalla, para permitir al ejercito japonés volver a participar en guerras de agresión como en el pasado. Para sacar adelante esta iniciativa, que cuenta con un fuerte rechazo entre los japoneses y sus países vecinos como China y Corea del Sur al considerarla una vuelta al militarismo de Japón que tanto sufrimiento ha causado al mundo, se necesitan dos tercios del Parlamento y su ratificación a través de un referéndum. Esto se lograría invocando insistentemente en los medios de comunicación la ‘amenaza’ que representa Corea del Norte - cuyos misiles nucleares pueden alcanzar fácilmente el territorio japonés - tratando con ello de moldear a su favor a la opinión pública. Tras la victoria de este domingo, si consiguiera ser reelegido como presidente del PLD el año que viene y se mantuviera en el poder hasta finales de 2019, Abe se convertiría en el primer ministro con más tiempo en el cargo en la historia de Japón, un récord que ahora ostenta Taro Katsura, quien gobernó durante 2.886 días a principios del siglo XX. De lo que no cabe duda es que este político conservador de fuertes convicciones nacionalistas, lleva el poder en la sangre. Su abuelo, al que cita habitualmente, fue el ambicioso e imperialista primer ministro Nobusuke Kishi, considerado un Criminal de Guerra por las atrocidades cometidas por el Japón durante la II Guerra Mundial. Su padre, Shintaro Abe, fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos del Yasuhiro Nakasone en los ochenta. Licenciado en Ciencias Políticas en 1977 por la Universidad Seikei de Tokio, Abe completó sus estudios en la Universidad del Sur de California (USC) antes de integrarse en el mundo laboral en 1979 en la siderúrgica Kobe Steel. Tres años más tarde comenzó a implicarse en asuntos políticos como asesor de su padre, quien poco después asumiría la cartera de Exteriores, pero no fue hasta 1993 cuando obtuvo un escaño de diputado del PLD por la provincia de Yamaguchi. Esta trayectoria meteórica se consolidó en el 2003 con su nombramiento como secretario general de su partido, un cargo que compaginó con el de portavoz del Gabinete de Junichiro Koizumi, al que sucedería en el 2006, convirtiéndose en el primer ministro más joven de Japón con 56 años, pero solo duró doce meses en el cargo, del cual dimitió ‘por problemas de salud’ tras varios escándalos de corrupción. Una década después, Abe va camino de convertirse en el mandatario que más tiempo ha permanecido al frente del archipiélago nipón, donde sus dirigentes apenas aguantan un año. Tras retomar el poder en el 2012, cuando venció al gobierno socialdemócrata que sufrió el tsunami del año anterior y el desastre nuclear de Fukushima, Abe ha adelantado las elecciones dos veces para aprovecharse de la debilidad de la oposición y salir reelegido con amplia ventaja. Así lo hizo en el 2014 y esa ha vuelto a ser su táctica ahora. Antes de seguir perdiendo popularidad por los casos de corrupción que amenazan su gestión, que le obligaron a remodelar casi todo su gobierno en verano, el primer ministro ha revalidado su mandato sin darle tiempo a que su principal rival, la gobernadora de Tokio Yuriko Koike, pueda plantearle batalla. Considerado un halcón de la derecha nipona, mantiene tensas relaciones con China y Corea del Sur por sus visitas del pasado al controvertido santuario de Yasukuni, donde se honran las almas de los caídos en acto de servicio por Japón, incluidos varios criminales de la II Guerra Mundial. Abe había visitado Yasukuni en diciembre del 2013, para marcar su primer aniversario en el poder. Pero ante los mensajes de indignación de Pekín y de Seúl, como la condena generalizada que originó el ‘honrar’ a feroces y despiadados asesinos - entre ellos su abuelo - se ha abstenido desde entonces a volver el lugar, limitándose a enviar ofrendas florales. Con la mirada puesta en Corea del Norte, Abe no pierde asimismo de vista a China, con el cual esta envuelta en una disputa por la posesión de las islas Diaoyu (Senkaku en japonés) ubicadas al sur de Okinawa, sin olvidar que los estadounidenses, que pretenden arrebatarle a los chinos el control del estratégico Mar del Sur dentro de su malévolo plan de ‘rodear’ a China, tal como busca hacerlo con Rusia en Europa, necesitan a los japoneses en esta aventura militar, por lo que resulta prioritario para Abe reformar la actual constitución que limitó el papel de su ejército hasta reducirlo a una mera fuerza de autodefensa. De hecho, ese es el nombre que recibe el Ejército nipón, que hasta hace poco se limitaba a proteger el territorio nacional y tenía prohibido efectuar misiones en el extranjero, ni siquiera de paz. Pero cualquier cambio que haga Tokio en ese aspecto será minuciosamente escrutado por sus vecinos asiáticos, que sufrieron en carne propia la brutal ocupación japonesa en el pasado y aprovechan su memoria histórica para recordárselo. Entre las atrocidades cometidas está la masacre en la ciudad china de Nankín (Nanjing), en la que el Ejército imperial nipón mató a entre 150.000 y 300.000 personas en solo seis semanas a finales de 1937. Junto a los experimentos biológicos llevados a cabo por la denominada Unidad 731 en Harbin, al nordeste de China, destaca la prostitución por toda Asia de 200.000 ‘mujeres del consuelo’ como esclavas sexuales del Ejército japonés, así como el asesinato en masa de 100.000 civiles en Manila durante su retirada en 1945. Sus monstruosidades cometidas no deben ser olvidadas y son una clara advertencia de lo que se puede venir si se permite el renacimiento de un militarismo revanchista y sediento de poder que encarna Abe. Hoy como ayer, Japón es una amenaza que debe ser contenida a tiempo :(
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