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miércoles, 27 de febrero de 2019

UCRANIA: Mentes desquiciadas

Sumida en una grave crisis económica y profundamente dividida debido a una guerra originada por la criminal agresión de la camarilla fascista de Kiev contra el este rusófilo luego del golpe de Estado perpetrado por la OTAN contra el gobierno legitimo de Víctor Yanukóvich en el 2014 para instaurar un régimen colaboracionista liderado por Petró Poroshenko (un oligarca jefe de la mafia), Ucrania se encamina a una nueva farsa de ‘elecciones’ digitadas por los EE.UU. donde los candidatos son lobos de una misma camada y sea quien sea el ‘elegido’ en los comicios del próximo 31 de marzo, nada cambiara en el oscuro panorama político de un país desgarrado en todo sentido. Demás esta decir que el ‘fiel’ Poroshenko va por un nuevo periodo con la bendición de la Casa Blanca que lo maneja a voluntad como el títere que es. Su traición ha llegado a tal punto que una vez consumado el golpe contra Yanukóvich, nombro en su ‘gabinete’ a estadounidenses agentes de la CIA, quienes ‘adquirieron’ la ciudadanía ucraniana 24 horas antes de que asumieran sus cargos. Con el control en sus manos, ellos son los que realmente mandan en Ucrania, convertida así en una neocolonia estadounidense, dentro de sus desvariados planes para atacar a Rusia e intentar apoderarse de Siberia, que posee inmensas reservas de gas y petróleo. Su fracaso fue evidente, pero dejaron a un país en ruinas. En la lista de impresentables candidatos que también se presentaran para ‘avalar’ la bufonada , se encuentran Yulia Timoshenko (una pobre mujer con severas alteraciones mentales, cuya enfermiza fobia antirrusa es del agrado de Washington) y el judío Volodimir Zelenski (un actor cómico que pretendía presentarse como un outsider hasta que se descubrió su relación con Ígor Kolomoiski, un mafioso acusado de haberse apropiado de 2.000 millones de dólares con su socio en la banca Privat, uno de los mas sonados escándalos de corrupción que jalonan la actualidad ucraniana). Como podéis imaginaros, se tratan solo de comparsas sin ninguna posibilidad que pongan en riesgo el predominio estadounidense, ya que al fin y al cabo, todos ellos responden a la voz de su amo. En lo que respecta a Poroshenko, su derrota ante Rusia ha sido inobjetable y todas sus ‘promesas’ realizadas cuando alcanzo el poder de la mano de Washington, se las llevó el viento. Tras la reunificación de Crimea con Rusia - de la cual estuvo injustamente separada desde 1954 - y la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk en el este del país, proclamó que iba a ‘recuperarlas’ por la fuerza, y aunque sabe que ello es una tarea imposible, necesita mantener vivo el sentimiento ultranacionalista de una parte de los votantes. Como sabéis, Ucrania se ha convertido en el primer país del mundo en inscribir en su Constitución la determinación de obtener la plena pertenencia a la OTAN y a la Unión Europea (UE). Una decisión que no solo demuestra tal grado de servilismo a Washington, sino que también ilegaliza cualquier opinión disidente sobre el asunto y que impide una votación popular específica. Presentándose demagógicamente como un ferviente ‘nacionalista’ bajo el lema 'Ejército, Fe y Lengua', pero que no duda en arrastrarse ante los estadounidenses las veces que sea necesario, Poroshenko disocio a la iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarca de Moscú, un "éxito" del que se pavonea como su principal ‘victoria’ ante Rusia, aunque ello haya supuesto también la persecución de muchas parroquias y párrocos que se niegan a aceptar tal arbitraria decisión. Asimismo, la cuestión de la lengua viene siendo además un argumento recurrente del nacionalismo local y que contribuyó a tensar las relaciones con las regiones rusohablantes del este del país. En el 2017, Poroshenko apoyó la decisión de eliminar la lengua rusa de la enseñanza secundaria, pero eso, además de granjearle aún más encono de los rusófonos, le valió también las críticas de otras minorías, como la húngara y la polaca, que temen ser las siguientes en ser perseguidas por los fascistas. Es así como Poroshenko quiere ocultar la debacle económica de su mandato. Ucrania es hoy el país más pobre de Europa, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) y se encuentra por debajo incluso de la pequeña Moldavia. Sus ‘socios’ occidentales y la UE ven desesperados cómo el apoyo económico y político que otorgan al país no se ve acompañado por los esfuerzos requeridos para frenar la corrupción endémica que asola a Ucrania desde su llegada al poder y que por el contrario, se ha extendido a todos los ámbitos. Él mismo Poroshenko (con el saqueo generalizado al que sometió a las Arcas Públicas desde el primer día que se hizo con el poder) se ha convertido en uno de los principales millonarios del país y jefe de un clan mafioso que hará todo lo posible para no perderlo, ya que corre el riesgo de que en los clásicos ajustes de cuentas de la mafia, podría aparecer muerto o terminar en la cárcel. Como recordareis, uno de los objetivos principales de su ‘gobierno’ era “restablecer la integridad territorial” del país, que había quedado en cuestión por culpa del conflicto en el este de Ucrania que se desencadenó en abril del 2014, cuando intento someter por la fuerza a la población rusófona quienes se levantaron en armas para defenderse del genocidio practicado en su contra por los golpistas. Durante su pasada campaña electoral, prometió que la operación contra las repúblicas autoproclamadas de Donbás duraría apenas horas, ni tan siquiera meses. Sucedió al revés y el conflicto armado permanece en estado latente desde entonces. En la fase inicial de la guerra de agresión, los invasores ucranianos hicieron un avance importante y casi asediaron las dos capitales de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Pero luego, para agosto del 2014, perdieron territorios significativos por el avance de las milicias, quienes les inflingieron severas derrotas. Como consecuencia de los combates más de 10.000 personas perdieron sus vidas y centenares de miles huyeron de la zona del conflicto armado. Los colaboracionistas de Kiev en el colmo del cinismo, acusaron a Rusia de haber cometido una ‘agresión’ contra Ucrania por el hecho de que Moscú haya apoyado a las repúblicas secesionistas. Rusia por su parte, insiste que se trata de una guerra civil responsabilizando - como debe ser - a Ucrania de haber provocado un conflicto del cual no sabe como salir porque su derrota es evidente ya que jamás recuperara los territorios perdidos que hoy gozan de la protección de Moscú. La reorientación de la política exterior de Kiev permitió a los EE.UU. y otros países de Occidente aumentar los suministros de material bélico a Ucrania. Paralelamente, Kiev empezó a producir su propio material bélico. Como consecuencia de ello, algunas unidades del ejército invasor ucraniano, especialmente las que toman parte en la operación en Donbás, cuentan con armas y equipamiento modernos, aunque de poco les sirve frente al poderío de las milicias. A partir de ese momento quedo en una situación de status quo hasta que la severa crisis económica hiciera que los golpistas buscaran un distractivo, provocando un incidente en el estrecho de Kerch, por lo que el tema militar volvió a primer plano. Ello ocurrió cuando varios barcos ucranianos trataron de pasar ilegalmente por debajo del puente de Crimea pero resultaron detenidos. Poroshenko encontró así el pretexto largamente buscado y respondió con la introducción de la ley marcial durante un mes, paso que muchos percibieron como un intento de aferrarse al poder de cara a su campaña por la ‘reelección’. La guerra también cambió el rostro de la economía ucraniana y la estructura de comercio bilateral de ese país. El problema principal radica en los combates que se realizan en Donbás, otrora uno de los principales centros industriales de Ucrania, han destruido su potencial económico. Ahora que las importantes minas de Donbás están fuera del control de Kiev, el país ha perdido una fuente importante de ingresos. De acuerdo con los datos del Banco Mundial, el PIB per cápita se sitúa hoy en 2.639 dólares, mientras que en el 2013, antes del golpe fascista patrocinado por la OTAN que lo encumbro ilegalmente al poder, era de 4.029 dólares. La industria ucraniana también ha sufrido durante su mandato. En varios casos, Kiev prefirió adquirir la producción estadounidense en vez de producirlos en el país, como en el caso de la compra de viejas y descontinuadas locomotoras de la compañía estadounidense General Electric a un precio realmente exorbitante, por lo que se habla de un negociado de millones de dólares que han terminado en los bolsillos de Poroshenko. En general, Ucrania ha tratado de romper todos los lazos económicos con Rusia. El comercio bilateral entró en barrena entre 2013 y 2016. De casi 40.000 millones de dólares a 10.000 millones, concretamente. Por los resultados de 2018, se espera este año una caída brutal. El nivel de vida también se deterioró: miles de ucranianos ni siquiera pueden hacer frente al pago de la calefacción de sus hogares. Muchos clientes del gigante gasístico Naftogaz tienen deudas con la empresa, mientras esta última aumenta los precios de las facturas. Desde noviembre del 2015, Naftogaz dejó de comprar gas ruso y pasó a sustituirlo por otro proveniente de los EE.UU., pero a precios más elevados. La meta proclamada de Poroshenko - cuyos delirios de grandeza ya raya en la paranoia - es la plena integración en la Unión Europea y da pasos para converger con Europa cuanto más sea posible. Sin embargo, a pesar de sus deseos, aun falta mucho camino por recorrer. Su autoritarismo y la persecución a quienes no piensen como el, demuestra que no existe un estado de derecho en Ucrania, ya que no se respetan las libertades básicas, como la de expresión. Periodistas que no comparten el punto de vista del los colaboracionistas, son perseguidos y encarcelados sin prueba alguna, siendo acusados de ‘alta traición’. Una de las escasas promesas cumplidas de Poroshenko fue la cancelación de visados entre Ucrania y la UE. El proceso fue duro, pero al fin y al cabo el esfuerzo llegó a buen puerto. Pero sí hay efectos colaterales: los ucranianos empezaron a emigrar en masa del país y se puede hablar de un verdadero éxodo. Más de 3,2 millones de ucranianos trabajan en el extranjero permanentemente, mientras que entre siete y nueve millones lo hacen temporalmente, según los propios datos del Ministerio de Política Social del país. Y ello sin contar a los ilegales, que también se cuentan por millones. La mayor cantidad de trabajadores ucranianos está en Polonia, que tiene frontera con Ucrania. Los ciudadanos que trabajan en el extranjero en el 2018 hicieron transferencias monetarias a su país de origen por un monto de 1.700 millones de dólares. Otro de sus más recientes 'logros' fue la autocefalía de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania - en términos simples, su independencia respecto a la Iglesia Ortodoxa de Rusia - la cual no reconoció el paso emprendido. De hecho, la Iglesia de Constantinopla es la única que ha dado luz verde a esa estructura eclesiástica no canónica ucraniana. Poroshenko, el principal promotor de la iniciativa, asistió hipócritamente en persona a muchos actos que culminaron durante el proceso de consecución de la autocefalía, a pesar de que es un ateo practicante y cuyo único ‘dios’ es el dinero. Además, su Presidencia marcó un punto de inflexión en la lucha contra la llamada 'descomunización'. En otras palabras, el proceso de desmantelamiento del odiado legado soviético en Ucrania culminó con la demolición de miles de monumentos y el renombramiento de calles dedicadas a dirigentes comunistas. Un ejemplo de ello son las 5.500 estatuas de Lenin que existían en Ucrania, las cuales superaban con creces incluso a las que había en Rusia y todas ‘desaparecieron’ tras el golpe del 2014, destruidas con una furia descontrolada por los ultranacionalistas. El antagonismo hacia el legado de la URSS condujo al renombramiento de varias ciudades, como Dnepropetrovsk e ilegalizar al comunismo como una ideología criminal, responsable de la muerte de 150 millones de seres humanos. El odio a lo ruso actualmente sobrepasa todos los límites y que no tiene razón de ser, mas aun cuando Rusia no tiene nada en común con la Unión Soviética, que colapso en 1991 y cuya ideología comunista pertenece hoy al basurero de la historia. Ellos lo saben, pero insisten en escarbar el pasado para intentar sacar réditos políticos. De una manera o de otra, el país se encuentra hoy en una encrucijada donde es más que evidente el intento desesperado de Poroshenko por aferrarse al poder porque en ello le va la vida. Agobiada por una severa crisis cada vez mas pronunciada, el futuro de Ucrania depende de los ‘comicios’ presidenciales de finales de marzo digitados desde Washington, que buscará asegurarse que nada cambie en la situación actual y sigan siendo ellos quienes manden en el país. ¿Esta es la ‘democracia ejemplar’ que tanto hablan en Occidente? ¿Dónde los estadounidenses deciden quienes van a gobernar en su nombre? ¿El mismo ‘modelo’ que buscan implantar a como de lugar en Venezuela? Venga ya, esto no es más que un fraude de principio a fin :(
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