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miércoles, 10 de julio de 2019

DONALD TRUMP: El Fascismo Americano

Controvertido como nadie, no cabe duda que se trata de un personaje que genera odios y pasiones en el resto del mundo. Nos referimos obviamente a Donald Trump, inmerso como esta en lograr su reelección presidencial en las elecciones del 2020 y para ello no duda incluso en desplegar al ejercito estadounidense por las calles de Washington para organizar un gran desfile militar en su honor, como el realizado el pasado 4 de julio. Espectáculos como aquel estamos acostumbrados a verlos en Europa, mas no así en los EE.UU. donde como imagináis, ha generado una gran polémica en ciertos sectores de la sociedad estadounidense, que llegan a compararlo con el líder nazi Adolph Hitler y que además con su actitud confrontacional desde el mismo momento que asumió el cargo, ha colocado al mundo al borde de la III Guerra Mundial, buscando consolidar el fascismo no solo en América. Aunque valgan verdades, la culpa no es solo enteramente suya, sino también de aquel grupo de impresentables elementos que lo rodean: Pence… Pompeo… Bolton… Kelly… quienes influyen en sus decisiones y de que manera. Venga ya, con semejante troupe en la Casa Blanca nada bueno podemos esperar. Algunos podrían objetar que el fascismo es incompatible con la democracia, pero en los EE.UU. de Trump todo esta permitido, ya que ambos se complementan. Para muchos analistas, Trump es la versión estadounidense de tal fascismo, al profesar un nacionalismo extremo, que considera a los EE.UU. “como un país excepcional en la historia de la humanidad y superior a todos los demás”, lo que ‘justifica’ - a su modo retorcido de ver - su liderazgo mundial, imponiendo su voluntad por la fuerza militar, la cual debe utilizarse sin ningún freno. Constantemente hace referencia al bombardeo y destrucción de sus enemigos, categoría que abarca un enorme abanico de países a los cuales considera una “amenaza” que hay que destruir a la menor oportunidad. Profundamente antidemocrático y de carácter claramente autoritario, Trump no duda en presentarse como el “salvador de la patria” que resolverá todos los problemas que afectan a las masas, exigiendo a sus seguidores lealtad absoluta hacia su persona. Su supuesta capacidad para resolver los mayores problemas del país se basa en su propia habilidad para resolver los problemas que han tenido sus empresas, refiriéndose a su éxito empresarial como muestra de ello. Suele presentarse además como profundamente antiestablishment, centrándose eso si en el establishment político-mediático del país, sin atacar o criticar al establishment financiero y económico de EE.UU. al cual pertenece. Crítico con los tratados de libre comercio por destruir puestos de trabajo en EE.UU., sus políticas económicas son de un ultraneoliberalismo extremo, atribuyendo todos los males al Estado federal y al establishment político-mediático basado en Washington y en el este de EE.UU. En este aspecto, el fascismo de Trump es distinto al fascismo de Le Pen, que sí que tiene componentes del nacionalsocialismo típico del fascismo italiano o del nazismo alemán, que da mayor reconocimiento al Estado de lo que lo hace la visión fascista estadounidense de Trump. El hecho de que sea un “fascista a la americana” no quiere decir que difiera notablemente de sus pares europeos, ya que ha iniciado su campaña de reelección apelando al nacionalismo más extremo que ya le dio buenos resultados en los anteriores comicios. Si su emblemático "Make America Great Again"(Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande) fue el eslogan que lo llevó a la presidencia, para el 2020 se optará por "Keep America Great" (Mantengamos grande a Estados Unidos) lo que demuestra que nada ha cambiado en el. “Recuerdo una entrevista, en la semana de la inauguración (de su gobierno), en la que planteaba que la gran pregunta pendiente era si la presidencia cambiaría al Trump explosivo y partidista que terminó ganando o si sería lo contrario. La respuesta es hoy clarísima: Donald Trump ha transformado el fundamento mismo de la presidencia de EE. UU., y será necesario alguien de formidable carácter para restaurar la institución”, dijo a The Guardian Michael Steel, quien durante años fue el presidente del Comité Nacional Republicano y está convencido de que en esta ocasión, lo que veremos será a un Trump “crecido” que volverá a insistir como nunca en su retórica fascista. Y con un añadido importante: que, a diferencia de la campaña anterior, en esta ocasión tiene casi todo a su favor. De entrada cuenta con el púlpito que le ofrece la Casa Blanca y le permite controlar la narrativa en los medios de comunicación y las redes sociales. Cuenta además con un panorama que causaría envidia en cualquier aspirante a la reelección de cualquier país del mundo: el buen momento que pasa la economía estadounidense desde que Trump llegara a la presidencia, por lo que hoy es el dueño de unas generosas estadísticas que suelen ser casi decisivas en comicios presidenciales. Pero no es solo eso. A diferencia de la campaña del 2016, cuando Trump nunca recibió el visto bueno del establecimiento republicano - que hizo todo por derrotarlo - ahora cuenta con el respaldo casi absoluto de un partido que terminó subyugado ante su poder y popularidad entre las bases ultraconservadoras de esta colectividad que sintonizan bien con su discurso nacionalista. Y luego está el dinero. Tiene unos 40 millones de dólares en efectivo para gastar en su campaña -más que cualquiera de sus rivales demócratas - y el Comité Republicano, otros 400 millones listos para respaldarlo. Sobre el papel, y con todos los vientos aparentemente soplando en su dirección, Trump luce en inmejorables condiciones para retener la presidencia. Apelando además al recuerdo del desastre ocasionado por los demócratas, busca conquistar el voto de los indecisos para quedarse otro periodo mas en la Casa Blanca…. de los muchos que aun estar por venir. Y es que como todo fascista que se precie, continuamente nos recuerda que cuatro años “son muy pocos para estar en el gobierno” por lo que su campaña reeleccionista para el 2020 empezó en realidad el mismo día que asumió el mando en el 2017, dejando entrever que intentara por todos los medios de reelegirse indefinidamente, tomando como ejemplo a China: “Miren a Xi, ahora es presidente de por vida… Y miren, pudo hacerlo. Pienso que es fenomenal, quizás tendríamos que intentar eso algún día” dijo recientemente en un evento de recolección de fondos en el estado de Florida, según un audio de ese evento a puerta cerrada que fue divulgado por la cadena CNN. Su desmedido apetito por el poder se ve exacerbado por la fobia antirrusa de su administración que utiliza convenientemente para sus propósitos de reelección, sin importarle que esa actitud pueda llevarnos a una conflagración nuclear de insospechadas consecuencias para la humanidad. Sus propios aliados europeos lo consideran “inepto, inseguro e incompetente, pero peligroso” según una serie de informes clasificados enviados a Londres por el embajador británico acreditado en Washington, Kim Darroch, al cual tuvo acceso esta semana The Daily Mail y que resume lo que en Europa se piensa de el. A pesar de los múltiples cuestionamientos que se le pueden hacer, muchos analistas consideran que su reelección es un hecho y tendremos a Trump para rato. La pregunta es: ¿Por cuánto tiempo? :(
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