Hace ya más de 14 meses, el 17 de marzo del 2020, el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, celebró una reunión telemática con los responsables de las 55 federaciones que integran este organismo y, tras pedir permiso a la FIFA - que tiene potestad para el calendario internacional - adoptó una decisión sin precedentes: aplazar la Eurocopa hasta el 2021, esperando que la pandemia del Coronavirus estuviera ya controlada y permitiera su realización. En ese momento, el impacto del COVID-19 en estos países dejaba más de 51.000 afectados, de los que 2.700 habían fallecido. Los estados donde se situaban las 12 sedes de la Eurocopa no superaban la tasa de 10 contagiados por cada 100.000 habitantes, excepto en los casos disparados de Italia, España y Dinamarca. Hoy, pese a la excelente marcha de la vacunación, la situación sigue inquietante. Como podéis imaginar, la histórica decisión provocó un torrente de consecuencias deportivas y sobre todo económicas. La última Eurocopa, celebrada en Francia en el 2016, generó ingresos por valor de 2.000 millones de euros. Hoy, en cambio, todo es extraño en el Europeo más largo de la historia. Se va a jugar en el 2021 y será el primer gran acontecimiento deportivo de selecciones con público desde el inicio de la pandemia. En efecto, a partir del 11 de junio, cuando Italia y Turquía alcen el telón en el Estadio Olímpico de Roma, por fin las 24 selecciones clasificadas desde hace año y medio entrarán en liza para luchar por el título en las once sedes donde se jugara la competición. El sueño cumplido de Michel Platini, el ideólogo de este plan pero a quien el 'caso Qatar' se llevó por delante al ser detenido por un flagrante caso de corrupción en junio del 2019. Como legado, este ambicioso proyecto a modo de homenaje a un torneo que el 6 de julio cumple 60 años de vida. Con severas restricciones para los aficionados debido al Coronavirus, es indudable que esta Eurocopa marcara un hito en la historia del fútbol continental. La UEFA, asesorada por el doctor Daniel Koch, antiguo jefe de enfermedades transmisibles de la Oficina Federal de Salud Pública (FOPH) de Suiza, ha salvado la Eurocopa, pero nada será igual. Las selecciones, concentradas en sus burbujas; los estadios, con público pero sus aforos muy reducidos. San Petersburgo y Bakú han confirmado un 50% de capacidad. Budapest quiere permitir un 100%, pero con estrictos requisitos para el acceso de espectadores. Ámsterdam, Bucarest, Copenhague, Sevilla, Glasgow y Roma tendrán entre un 25% y un 33%. Londres ha confirmado una capacidad mínima del 25% para los tres primeros partidos de la fase de grupos y los octavos de final. Múnich pretende acoger un mínimo de 14.500 seguidores, lo que corresponde aproximadamente al 22% del aforo. Hablando de sedes, tanto Bilbao como Dublín se cayeron por no poder cumplir con los requisitos exigidos por la UEFA en función de la proyección de una mejora de la situación sanitaria en los países, el despliegue de la vacunación a nivel local, sus planes de reapertura de la economía y la esperada ralentización del virus debido a las temperaturas más cálidas. Si buen es un éxito que los hinchas puedan congregarse en los estadios, los efectos de la pandemia por la COVID-19 dañarán gravemente la economía de las ciudades sede. Un estudio efectuado estima que dejarán de ingresar en torno a 200 millones de euros. Se calcula que obtendrán 117 millones por alojamiento, restauración y ocio de los seguidores que acudan, una cifra que está muy lejos de las previsiones iníciales. Se espera que Londres reciba la mayor cantidad de dinero durante el torneo, 27,3 millones de euros, seguida de San Petersburgo (25,7 millones) y Budapest (20). Londres también encabeza la lista en recorte de ingresos, con un déficit de 65,8 millones de euros en comparación con lo que obtendría bajo circunstancias normales con Wembley a plena capacidad. En tanto para los aficionados, la incertidumbre es enorme debido a las restricciones de entrada a los países y los requisitos exigidos en el momento de viajar, sin excepciones en general para los poseedores de entradas. Obligación de estar en cuarentena, presentar un resultado negativo en una prueba PCR o un test de antígenos, un límite en la duración de la estancia y en algunos casos prohibición total de viajar desde el extranjero. No hay una regla fija porque variará en función de la evolución de la crisis hasta el inicio del certamen. A quien supere todas las trabas y tenga la fortuna de asistir a algún partido, se le asignará un horario de entrada al estadio. También tendrá que llevar mascarilla en todo momento. Otras medidas pueden incluir controles de temperatura o pruebas rápidas de COVID-19, pero en cada recinto será un poco diferente. ¿Y cómo afecta a los periodistas?: Quienes cubran el torneo no estarán incluidos en ninguna burbuja y, por lo tanto, las restricciones les afectan como al resto de ciudadanos. La UEFA no pondrá a su disposición los habituales centros de prensa en los aledaños de los estadios y las comparecencias serán telemáticas. A día de hoy, por ejemplo, un periodista que viaje a Múnich para informar sobre un Alemania-Francia se encontrara con el siguiente panorama: si consigue entrar en el país con su PCR negativa 72 horas antes de la llegada, tendrá que pasar una cuarentena de diez días, no obtendrá su credencial y tendrá que seguir la Eurocopa desde su hotel. Son tiempos de pandemia :(