Hace unos días, en un discurso ante la Décima Conferencia de Revisión del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares, que se había reunido en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el discapacitado físico y mental de Joe Biden, hizo un cínico llamado a Rusia sobre la necesidad de reanudar conversaciones “sobre control de armas”, justo cuando la carrera armamentística desatada por Washington está en su punto más alto. “Hoy”, dijo Biden, “mi Administración está lista para negociar rápidamente un nuevo marco de control de armas para reemplazar el New START cuando expire en el 2026”. Pero, agregó, “la negociación requiere un socio dispuesto que opere de buena fe. Y la agresión brutal y no provocada de Rusia en Ucrania ha hecho añicos la paz en Europa y constituye un ataque a los principios fundamentales del orden internacional. En este contexto, Rusia debería demostrar que está lista para reanudar el trabajo sobre el control de armas nucleares con Estados Unidos”. Venga ya, tantas mentiras en tan pocas palabras. Biden ha hecho del control de armas un tema central en sus tratos con Rusia, al saberse en clara desventaja. De hecho, uno de sus primeros actos importantes al acceder a la Casa Blanca fue firmar una extensión de cinco años del tratado New START de la era de Hussein Obama, que se había dejado languidecer bajo la administración de Trump. “Extender el New START”, declaró el Secretario de Estado, Antony Blinken, en un comunicado de prensa emitido en ese momento, “garantiza que tengamos límites verificables para los ICBM, SLBM y bombarderos pesados rusos hasta el 5 de febrero del 2026. El New START establecerá un efectivo régimen de verificación”, señaló Blinken, “que nos permitirá monitorear el cumplimiento de Rusia con el tratado y nos brindara una mayor comprensión de la postura nuclear de Rusia, incluso a través de intercambios de datos e inspecciones in situ que permiten a los inspectores de EE. UU. tener ojos en las fuerzas e instalaciones nucleares rusas”. Blinken luego tuvo que admitir de mala gana lo innegable “EE.UU. ha evaluado que Rusia cumple con sus obligaciones del nuevo Tratado START desde que entró en vigor en el 2011”. Desafortunadamente, Moscú no puede decir lo mismo de Washington. Desde el 2018, Rusia ha acusado a EE.UU. de “convertir una cierta cantidad de lanzadores Trident II SLBM y bombarderos pesados В-52Н, de manera que la Federación Rusa no puede confirmar que estas armas estratégicas se hayan vuelto incapaces de emplear SLBM o armamento nuclear para bombarderos pesados.” La conclusión es que Washington logró sus conversiones de una manera que les permitió revertirlas fácilmente, algo que según Moscú elude la intención del New START, que busca la reducción permanente de los arsenales nucleares de cada lado, lo que no se da por parte de los EE.UU. Como era obvio y al verse descubierto, los estadounidenses rechazaron la fundamentada acusación rusa, señalando hipócritamente que “el New START no requiere explícitamente que las conversiones en los lanzadores Trident II SLBM o los bombarderos B-52H sean irreversibles” lo cual es falso. “Mientras el tratado se encuentre en vigor” - sostuvo EE. UU. - “Rusia podrá inspeccionar in situ para verificar que el objetivo de incapacidad seguirá vigente”. Pero lo que no dicen es que esta sea permanente y ahí está el kit del asunto. Los rusos, con razón, creen por ello que la posición de EE. UU. ha violado tanto el espíritu como la intención del tratado, una posición que se trasladó a la extensión del New START. Pero las objeciones de Rusia por el incumplimiento de los EE.UU. son solo uno de los problemas cuando se trata de juzgar si confiar o no “en la buena fe de Washington” acerca del control de armas en general. Cabe destacar que los estadounidenses se han alejado groseramente de tres tratados fundamentales en las últimas dos décadas: el tratado de misiles antibalísticos (ABM) en el 2002, el tratado de fuerzas nucleares de alcance intermedio (INF) en el 2019 y el Tratado de Cielos Abiertos en el 2020. Del mismo modo, La intransigencia estadounidense sobre la adaptación justa del tratado de las fuerzas convencionales en Europa (CFE) para reflejar las realidades posteriores a la Guerra Fría lo llevó a su desaparición. Ello significa que el New START sería el último tratado que quedaría en pie si nos referimos a los acuerdos de control de armas entre Rusia y EE. UU., debido precisamente a las turbias maniobras de la Casa Blanca. Biden trató de promover el control de armas estratégicas con Rusia, discutiendo el asunto con el presidente Vladimir Putin durante su Cumbre de Ginebra en junio del 2021. Los dos líderes acordaron buscar “un Diálogo de Estabilidad Estratégica bilateral integrado que buscaría sentar las bases para futuras armas, establecer medidas de control y reducción de riesgos”. De hecho, dos de esas reuniones fueron el 28 de julio y el 30 de septiembre del 2021. Tras la conclusión de la segunda ronda de conversaciones, los negociadores acordaron “formar dos grupos de trabajo de expertos interinstitucionales” que abarcasen los “principios y objetivos para el control de armas en el futuro” y los “Capacidades y Acciones con Efectos Estratégicos”. Pero luego llegó la crisis en Ucrania, y las conversaciones dieron paso al tema de las garantías de seguridad exigidas por Rusia ante la expansión de la OTAN, que amenazaba con llevar a Ucrania al redil del bloque militar transatlántico. En conversaciones directas con los EE. UU., la OTAN y la OSCE en enero del 2022, la petición rusa fue repetidamente rechazada en sus esfuerzos por negociar un nuevo marco de seguridad europeo que considerara sus intereses de seguridad nacional, poniendo en marcha las condiciones que resultaron en que Moscú iniciara su Operativo Militar Especial en Ucrania, que fue el pretexto esgrimido por Biden para terminar el diálogo de estabilidad estratégica , una acción que esencialmente congeló las relaciones entre EE.UU. y Rusia, al menos en el campo del control de armas. Pero el anuncio de Biden sobre el reinicio de las conversaciones con Moscú tomó por sorpresa al canciller ruso, Sergei Lavrov. “No se han hecho solicitudes para reabrir este proceso de negociación”, anunció Lavrov durante una conferencia de prensa en Myanmar, y agregó que Occidente “ha desarrollado el hábito de hacer anuncios propagandísticos y luego olvidarse de ellos”. Independientemente de la falta de un aviso previo por parte de los EE. UU., Rusia anunció que estaba lista para entablar conversaciones sobre el control de armas en cualquier momento, cuanto antes mejor. Al respecto, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, durante una conferencia telefónica con los medios de comunicación, declaró que “Moscú ha hablado repetidamente sobre la necesidad de iniciar tales conversaciones lo antes posible, ya que queda poco tiempo”. Si el tratado START expira sin un reemplazo, dijo Peskov, “tendrá un impacto negativo en la seguridad y la estabilidad mundiales, principalmente en el área del control de armas”. Por esta razón, Peskov señaló: “Nosotros [Rusia] hemos pedido un inicio temprano de las conversaciones, pero hasta ese momento ha sido EE.UU. el que no ha mostrado interés en contactos sustantivos sobre el tema” aseveró. Peskov enfatizó además que las negociaciones sobre un nuevo pacto de control de armas solo pueden llevarse a cabo “sobre la base del respeto mutuo y teniendo en cuenta las preocupaciones mutuas”. Sin embargo, el verdadero “impulso” de Washington para entablar conversaciones con Moscú parece ser poco más que un esfuerzo para que Rusia negocie la amplísima ventaja que tiene en los sistemas estratégicos de lanzamiento de armas nucleares que ha acumulado en los últimos años a través del desarrollo de armas como el misil balístico intercontinental pesado Sarmat. (ICBM) y el vehículo hipersónico de reentrada Avangard, para los cuales Washington no tiene su equivalente. Por eso mismo, EE. UU. buscaría que Rusia se alejara de sus nuevos sistemas cuyo desarrollo y despliegue cuestan miles de millones de dólares, lo que ha obligaría a los EE.UU. gastar cientos de miles de millones de dólares en los próximos años para reemplazar el misil balístico intercontinental Minuteman III, el bombardero B-2 y el submarino de clase Ohio con un nuevo misil (el "Sentinel"), un nuevo bombardero (el B-21 ), y un nuevo submarino (la clase “Columbia” ). Es probable que el altísimo coste de estas nuevas armas se convierta en un problema en un entorno económico más ajustado, lo que puede explicar el impulso de Biden para nuevas negociaciones para intentar detener el notable avance ruso en ese campo. Por ello, el enfoque actual de EE. UU. para las negociaciones de control de armas parece ser de naturaleza unilateral, basado en sacrificar únicamente la capacidad rusa existente, mientras a su vez intentaría desarrollar los futuros sistemas estadounidenses para equipararse a los rusos. Pero EE. UU. tiene un historial deficiente en lo que respecta al cumplimiento del tratado (me viene a la mente la controversia en curso sobre la verificación New START de las conversiones de Trident y B-52) o la adhesión al tratado (las retiradas de EE. UU. del tratado ABM , el tratado INF y el tratado de Cielos Abiertos sirven como precedente histórico). El enfoque de EE. UU. ignora la posición fundamental adoptada por Rusia en lo que respecta al control de armas: que cualquier negociación de este tipo debe tener lugar como parte de una reestructuración integral de los marcos de seguridad existentes que integren completamente las preocupaciones legítimas de seguridad nacional de Moscú. Esto incluye cuestiones relacionadas con la defensa antimisiles (incluidas las dos instalaciones estadounidenses en Polonia y Rumania), las fuerzas nucleares intermedias (la prohibición del despliegue de tales sistemas en suelo europeo) y las armas nucleares no estratégicas (el arsenal estadounidense de las bombas B-61 actualmente almacenadas en Europa, que podrían ser entregadas a miembros no nucleares de la OTAN en cualquier potencial conflicto). Como sabéis, la Casa Blanca ha cambiado el guión cuando se trata de promover la causa del control de armas. Ronald Reagan, se apropió de un dicho ruso: "Confíe, pero verifique”, cuando discutió su enfoque para implementar el innovador tratado INF en 1987. En ese momento, se asumió la " confianza " y la atención se centró en la construcción de regímenes de verificación apropiados para garantizar el cumplimiento del tratado. Pero no existe confianza alguna entre Rusia y EE. UU., principalmente debido a la forma desdeñosa en que la administración Biden ha tratado el tema de las preocupaciones de Moscú sobre la seguridad europea que ha estado inexorablemente vinculada a la expansión agresiva de la OTAN. Pero también se debe considerar el historial abismal de los EE. UU. bajo los acuerdos de control de armas existentes y pasados. Incluso si Biden estuviera dispuesto a considerar las preocupaciones de Rusia, la pregunta que uno se hace es que si el Kremlin puede confiar plenamente en los estadounidenses como socios en el desarme. Tal como están las cosas hoy, la respuesta a esta pregunta es, obviamente, 'No'. (Por cierto, al momento de escribir esta nota, me entero que Rusia, ha decidido suspender las inspecciones estadounidenses en sus instalaciones nucleares previstas en el tratado START debido precisamente a su reiterado incumplimiento por parte de los EE.UU. Y es que a una serpiente venenosa como Biden no se le puede creer una sola palabra de lo que dice) :)