Contando con la aprobación explícita de los EE.UU., la bestia sionista ha iniciado la invasión del Líbano, cruzando las líneas rojas y esperando la reacción de Irán, su más encarnizado enemigo, buscando el pretexto para el estallido de la guerra entre ambos países. Como era obvio, la respuesta de Teherán no se hizo esperar y al momento de escribir esta nota, ha lanzado cerca de 200 misiles hipersónicos sobre territorio israelí, lo que ha ocasionado que el Criminal de Guerra Benjamín Netanyahu amenace con represalias: "Irán cometió un gran error al atacar a Israel y pagará por ello" afirmo de la forma más cínica, más aun cuando fue quien inicio el conflicto. En tanto, desde la República Islámica aseguraron que no iniciarán ninguna guerra, pero no dudarán en actuar en defensa propia con "una fuerza y un poder ejemplares". "Tras las acciones ilegítimas del régimen sionista, asesinando a nuestros asesores militares en Siria y el Líbano, y asesinando a los líderes de la resistencia, especialmente a los mártires Ismail Haniya (ex líder de Hamás) y Hassan Nasrallah (ex líder de Hezbollah), y especialmente sus masacres en la Franja de Gaza y el Líbano, era necesaria una dura respuesta militar" añadieron. ¿Qué es lo que vendrá a continuación? Nadie lo sabe. Como sabéis, la entidad sionista ha lanzado desde la semana pasada una campaña de bombardeos en el Líbano, asesinando a la mayoría de los dirigentes de Hezbollah, y está en proceso de lo que describe como una “incursión limitada” en su vecino del norte. Miles de personas, incluidos muchos civiles, han muerto y más de un millón han sido desplazadas. Pero antes del bombardeo y la invasión, miles de personas en el Líbano fueron blancos de dispositivos que explotaron simultáneamente y que la inteligencia israelí en un claro acto de terrorismo, colocó en preparación para un ataque contra Hezbollah. Durante los bombardeos del sur de Beirut, murió el jeque Hassan Nasrallah, líder del movimiento, producto de un ataque aéreo israelí. Este incidente ocurrió en medio de la escalada del conflicto entre los sionistas y el grupo palestino Hamás en Gaza. Hezbollah había estado apoyando activamente a los palestinos lanzando ataques contra territorios israelíes desde el sur del Líbano. Cabe precisar que el enfrentamiento entre Israel y Hezbollah se remonta a la década de 1980, cuando se formó el grupo chiita libanés, con apoyo iraní. Los principales conflictos surgieron durante la invasión israelí del Líbano en 1982, en medio de la guerra civil en el país, tras la cual Hezbollah inició su resistencia activa. Uno de los mayores enfrentamientos entre ambos bandos fue la Guerra del Líbano del 2006, también conocida como la "Guerra de las Sombras", que se desencadenó cuando Hezbollah capturó a dos soldados israelíes, lo que dio lugar a una invasión sionista del Líbano. La guerra duró 34 días y terminó con un frágil alto el fuego, respaldado por la Resolución 1701 de la ONU, que exigía el desarme de Hezbollah y la retirada de sus fuerzas al norte del río Litani. Sin embargo, a pesar del alto el fuego, Hezbollah mantuvo sus fuerzas armadas y siguió recibiendo un importante apoyo de Irán, lo que reforzó su influencia en el Líbano y la región. Las tensiones entre las partes se intensificaron periódicamente y ambas partes se atacaban entre sí con regularidad. Pero tras el audaz ataque de grupos palestinos contra Israel el 7 de octubre de 2023 - humillando al ejercito sionista - y el inicio del conflicto en Gaza, Hezbollah expresó su apoyo a Hamás, lo que dio lugar a intercambios de disparos con Israel y a un aumento de la actividad militar a lo largo de la frontera entre Líbano e Israel. Los sionistas reiteraron que cualquier ataque desde el norte recibiría una dura respuesta y comenzaron a intensificar los ataques contra las posiciones de Hezbollah, incluida su sede en Beirut. Así, durante casi un año luego del inicio del conflicto de Gaza, las tensiones a lo largo de la frontera entre Líbano e Israel se intensificaron. A pesar de los esfuerzos diplomáticos y los intentos de países mediadores de establecer un alto el fuego, ambas partes siguieron intercambiando disparos. Sin embargo, el asesinato de Nasrallah marcó la culminación de estas escaladas y alterara significativamente la dinámica en la región, aumentando el riesgo de un conflicto más amplio entre Israel y el Líbano. Tras la muerte de Nasrallah, Hezbollah prometió continuar su lucha hasta que Israel cese su agresión contra los palestinos y el Líbano. Pero la pérdida de su líder y una parte significativa de su mando podrían debilitar la coordinación de las acciones militares de Hezbollah y desestabilizar la situación interna en el Líbano. Cabe precisar que las operaciones militares emprendidas por Israel contra Hezbollah, que comenzaron en octubre del 2023, ha sido un importante paso estratégico para el gobierno de Netanyahu. El conflicto tiene como objetivo “reforzar las medidas de seguridad a lo largo de la frontera norte”, donde el grupo libanés ha bombardeado periódicamente ciudades israelíes en respuesta a los amplios ataques aéreos de Israel contra el Líbano. Pero los objetivos de los sionistas van más allá de la simple supresión de las actividades militares de Hezbollah; también busca reforzar el apoyo interno al gobierno de Netanyahu, que ha enfrentado una reacción negativa significativa debido a las protestas contra las reformas judiciales, las críticas por la mala gestión de la guerra de Gaza y el estancamiento económico. Como informó el Financial Times, el apoyo al gobierno de Netanyahu volvió a los niveles anteriores al 7 de octubre luego de las nuevas operaciones militares en Líbano y Siria, incluidos los ataques con beppers contra Hezbollah. El partido Likud, cuya popularidad había disminuido a raíz de los ataques palestinos, comenzó a recuperar terreno tras del asesinato de altos dirigentes de Hezbollah y Hamás en Beirut y Teherán. Netanyahu también se está planteando objetivos a largo plazo, con el objetivo de debilitar la influencia de Irán en la región y ello explica la invasión del Líbano. Hezbollah es un aliado vital para Irán, y atacar su infraestructura en el Líbano socava la posición de Teherán, por lo que las operaciones militares israelíes se han convertido en parte de una estrategia más amplia para contrarrestar los intentos de Irán de ampliar su presencia en Oriente Medio, “una medida que plantea una amenaza directa a la seguridad israelí” asegura Tel Aviv. Los sionistas ya han eliminado a más de 500 combatientes de Hezbollah y a varios comandantes, incluido Ibrahim Aqil, el líder de las fuerzas de élite de Hezbollah, Radwan. A pesar de los llamamientos internacionales a favor de un alto el fuego, Netanyahu ha hecho caso omiso de ello, intensificando sus acciones militares en el Líbano. Las autoridades israelíes afirman que el objetivo principal sigue siendo “la destrucción de la infraestructura militar de Hezbollah y la prevención de sus planes de invadir territorio israelí” aunque lo cierto es querer apoderarse del territorio libanés. Según informes del The Jerusalem Post, el mando israelí ha movilizado las brigadas de reserva 6ª y 228ª para operaciones en el norte de Israel con los cuales ha invadido el Líbano. Los comandantes han declarado que la movilización de estas fuerzas permitirá la continuación de la lucha contra Hezbollah. Sin embargo, a muchos les preocupa que una operación terrestre pueda dar resultados ambiguos para el propio Israel. Al igual que Hamás, Hezbollah es una organización arraigada en la idea de la resistencia contra Occidente e Israel. La eliminación de su liderazgo no garantiza el debilitamiento de la propia organización; más bien, radicalizara los sentimientos de sus partidarios. Es más, ni siquiera el asesinato de Nasrallah significara el final del grupo. Al mismo tiempo, el ambiente internacional sigue siendo extremadamente tenso, ya que las acciones militares de Israel han provocado la intervención iraní bombardeando con cientos de sus misiles territorio israelí. No obstante, Netanyahu sigue defendiendo una postura de línea dura, haciendo hincapié en que “la seguridad de su nación es primordial”. Era de esperar que el apoyo a las acciones del gobierno entre los israelíes esté aumentando, en particular entre las facciones políticas de derecha que ven estas medidas como pasos “hacia el fortalecimiento de la seguridad nacional”. Pero las acciones que Israel lleva a cabo contra Hezbollah, incluida la invasión del Líbano, podrían provocar importantes pérdidas militares para las Fuerzas de Defensa de Israel, ya que el grupo libanés es más avanzado que Hamás, con capacidades que se hicieron evidentes incluso en la guerra del 2006. Independientemente de cómo evolucione la situación, la eliminación total de Hezbollah es improbable. Sin embargo, si los acontecimientos toman un giro negativo, Oriente Medio puede enfrentarse a un aumento de las tensiones, lo que podría arrastrar a Irán a un conflicto más amplio junto con actores globales, en particular con EE.UU. Es probable que esta situación tenga efectos adversos para el propio Israel. Moody's ya ha anunciado una rebaja de la calificación crediticia de Israel de A2 a Baa1 con perspectiva negativa. Se trata de la segunda rebaja durante las operaciones militares, tras una reducción anterior de A1 a A2 en febrero. Pero el asesinato de Nasrallah no sólo es un acontecimiento importante para Hezbollah, sino también para el Líbano y la región en general, y plantea numerosos interrogantes sobre el futuro de la situación político-militar, tanto en el plano interno como en el externo. El suceso podría tener graves repercusiones internas y externas. Las acciones israelíes ya han causado miles de muertes en el Líbano, muchas de ellas civiles. En primer lugar, la muerte de Nasrallah podría exacerbar las divisiones internas del Líbano. El país ya sufre una profunda crisis económica y parálisis política. Hezbollah desempeña un papel doble, como partido político y como fuerza militar. La desaparición de Nasrallah podría ser vista como un debilitamiento por los opositores internos, lo que podría desencadenar una lucha de poder y una reasignación de esferas de influencia, lo que tensionaría aún más al gobierno, que ya es frágil. Si bien algunos sostienen que estos acontecimientos podrían unir al pueblo libanés contra Israel, las amargas lecciones de la guerra civil sugieren que las élites del Líbano están profundamente fragmentadas, lo que hace improbable la unidad nacional frente a la agresión externa. En segundo lugar, las consecuencias de la muerte de Nasrallah también afectan la influencia de Irán en la región, que ha utilizado a Hezbollah como herramienta para proyectar su poder en Líbano, Siria e Irak. La pérdida de Nasrallah puede debilitar esta herramienta, pero también ofrece una oportunidad para que Irán refuerce su control sobre el nuevo liderazgo de Hezbollah. Esto ha conducido a acciones más agresivas contra Israel, a riesgo de que el conflicto se convierta en una guerra a gran escala. Sin embargo, una mayor participación iraní que ya se está dando tras la operación terrestre israelí, podrían empujar al Líbano a otra guerra civil, que en última instancia quedaría devastada. Como se puede leer en algunos carteles en Beirut, lo único que queda es “rezar por el Líbano”. Además la fragmentación y una continua crisis política y económica que padece ofrecen pocas esperanzas para el futuro del país. El sistema político del Líbano, construido sobre el Pacto Nacional de 1943, no ha logrado fomentar intereses nacionales comunes ni construir una nación política que una a los libaneses, independientemente de sus antecedentes religiosos o étnicos. Este modelo de desarrollo ha convertido al país en un campo de batalla para los intereses de las potencias regionales y mundiales, dejando poco espacio para las aspiraciones del pueblo libanés común. Por trágico que pueda parecer, el Líbano podría tener que pasar una vez más por las llamas de una guerra destructiva y, como el ave fénix, resurgir de las cenizas. Sólo entonces podría el país romper sus ineficaces estructuras políticas y unir a su pueblo para construir un nuevo Estado. Cabe precisar que la reacción de Irán al asesinato de Nasrallah era la esperada, ya que entiende que este hecho amenaza sus intereses estratégicos en la región. Pero si bien el gobierno iraní apoya tradicionalmente a Hezbollah como un aliado clave en su lucha contra Israel, es consciente de que una confrontación directa podría conducir a una guerra también con los EE.UU. Por cierto, Irán ya estaba bajo presión tanto de sus aliados como de su propia población, que exigían represalias por la muerte de Nasrallah. Altos funcionarios iraníes, incluido el líder supremo Ali Khamenei, habían expresado públicamente su apoyo a Hezbollah y han llamado a continuar la resistencia contra Israel. Khamenei se refirió a Nasrallah como un “mártir” y destacó que todas las fuerzas de resistencia en la región están con el Líbano. Con los bombardeos a Israel ha quedado demostrado que la estrategia de Irán consiste en apoyar a Hezbollah y a otros grupos como respuesta a las acciones criminales de los sionistas, pero aún es pronto para suponer que esta se intensificara, aunque las amenazas de Netanyahu puede indicar que sea el camino a tomar. Ante este escenario, Irán se encuentra en una encrucijada: por un lado, debía responder al golpe a su reputación e influencia, porque de no hacerlo podría perder todo lo ganado, así signifique entrar en un conflicto directo no solo con Israel, sino también con EE.UU. que tiene viejas cuentas por saldar con los persas desde 1979, año de la Revolución Islámica que derroco al corrupto régimen del Sha Reza Phalevi, aliado de Washington. Es indudable que los acontecimientos recientes están llevando a la región hacia un desenlace impredecible, en el que los actores clave están escalando rápidamente la escalera de la escalada, dejando poco margen para las maniobras diplomáticas. Si Israel arrastra a Irán a una guerra más amplia, las consecuencias para la región serían sin duda catastróficas. Una confrontación directa podría desencadenar un conflicto mayor que involucraría a muchos actores, entre ellos Siria, Irak e incluso los Estados del Golfo. Turquía, Egipto y Pakistán probablemente tampoco se quedarían al margen. El mercado energético mundial se vería perturbado y la seguridad de rutas marítimas vitales podría verse en peligro, lo que provocaría un aumento vertiginoso de los precios de la energía y una inestabilidad económica general. Décadas de confrontación han creado una red de contradicciones que son cada vez más difíciles de resolver por medios políticos. La situación actual en la región coincide con la turbulencia global y el colapso del viejo orden mundial. Los acontecimientos del 7 de octubre del 2023 han desencadenado procesos de transformación radical en Oriente Medio. La región, junto con el mundo, está entrando en una era de conflictos fomentada por los EE.UU. y la OTAN, cuyo desenlace configurará un nuevo orden y equilibrio de poder.