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miércoles, 18 de junio de 2014

IRAK: Una guerra sin fin

Como no podía ser de otra manera, esta semana nuestra atención se concentra en Irak, considerada la cuna de la civilización y que hoy  se encuentra  sumergido en el caos - acumulando mártires desde 2003, año de su destrucción a manos de los Estados Unidos y Gran Bretaña en una infame coalición en busca de apoderarse de sus riquezas - desgarrada por una sangrienta ofensiva terrorista  por parte de grupos fuertemente ligados a Al Qaeda, lo cual ha originado insólitas alianzas entre países históricamente enfrentados entre si, para hacer frente a un enemigo común, En efecto, el autodenominado Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS) en Irak ha puesto contra las cuerdas al Gobierno títere del traidor colaboracionista Nuri Al Maliki – un agente de la CIA puesto en el poder por los EE.UU. tras la invasión de Irak que produjo la caída de Saddam Hussein -  ha disparado la alerta de la comunidad internacional frente a un nuevo embate terrorista y podría propiciar una alianza estratégica entre Bagdad y Teherán, dos enemigos históricos. El repliegue militar estadounidense de Irak, ordenado por el renegado musulmán  Barack Hussein Obama hace dos años y medio, y en Afganistán, que se completará en diciembre de 2016, ha deparado un cambio de actores en la geopolítica de Oriente Próximo. El protagonismo de Irán en el marco de la actual crisis iraquí, que demuestra el fracaso de Washington por querer imponer gobiernos genuflexos  sometidos a su voluntad - como el que quiso imponer en Siria, fracasando miserablemente en su intento debido a la firme oposición del presidente ruso Vladimir Putin - reflejan un nuevo orden mundial  en el cual EEUU pasará a ser un actor secundario.  La violenta ofensiva  de ese grupo integrista desgajado de Al Qaeda, y cuyo signo distintivo es el empleo de una brutalidad sin limites, ha situado a Irak al borde del abismo. La toma de Mosul  la semana pasada , el asalto a sangre y fuego de Faluya, Ramadi, Tikrit y Kirkuk así como el avance hacia Bagdad,  se han saldado con la imposición de la sharia en las ciudades ocupadas, violaciones y ejecuciones sumarias a manos de los insurgentes, enfrentamientos armados por resolver en medio país, y cerca de un millón de desplazados. Además, el avance terrorista  ha azuzado el fantasma del enfrentamiento atávico entre sunníes y chiíes, lo que podría devolver a Irak a una espiral de violencia étnica como la vivida entre 2005 y 2009. El peligro de una nueva guerra civil aumentó exponencialmente después de que la máxima autoridad religiosa mundial chií, el gran ayatolá Ali Sistani, pidiera a sus fieles que luchen como «mártires» contra la «insurgencia sunní». Con retraso, Al Maliki inició esta semana una dura contraofensiva y llamó a la «unidad nacional» de sunníes, chiíes y kurdos frente al ISIS. Si bien Washington está dispuesto a bombardear con drones las zonas ocupadas, descarta de plano una intervención terrestre, lo que menoscaba casi totalmente la eficacia de una acción militar de estas características, dejando el camino libre a Irán para hacerlo y sostener al desfalleciente régimen de Bagdad. La consolidación del protagonismo de Teherán en Irak debería servir a los EEUU para hacer autocrítica y analizar con rigor las consecuencias de su caótica política exterior. Las campañas en Irak y Afganistán - organizadas por el Criminal de Guerra George W. Bush -  lejos de servir para exportar “modelos democráticos estables” al estilo occidental, han abonado el caos, el desgobierno, la corrupción y la violencia. El caso iraquí es paradigmático de este fracaso porque se trata de un país donde el integrismo era inexistente hace una década, cuando George W. Bush y Tony Blair pactaron el derrocamiento de Saddam Hussein para apoderarse de sus ingentes riquezas petroleras y ponerlas bajo el control de compañías estadounidenses, protegidos por ejércitos privados de mercenarios, mientras dejaban el resto del país en manos de Al Maliki, un traidor colaboracionista que ha demostrado ser incapaz de hacer frente al desgobierno generalizado que ha despedazado el país. Precisamente, el analista David Ignatius decía esta misma semana en el 'Washington Post': "Nouri al-Maliki, es un político sectario que polariza y que ha perdido la confianza del ejército y de la nación. No puede acabar con las escisiones en Irak por muchas armas que la administración de Obama le envíe" indicó. Los suníes han llevado a cabo protestas masivas desde el 2011. La respuesta del gobierno ha sido en muchos casos la represión violenta. Esta represión ha contribuido al auge de las milicias sunníes que han plantado cara a Al Maliki, cada vez como vemos con mayor éxito. El ISIS representa el extremismo más radical, que pretende establecer un califato que comprenda Siria e Irak, y existe el riesgo de que su competencia con otros grupos extremistas por ostentar la espada del Islam acabe dirimiéndose a base de atentados propagandísticos por todo el planeta. Ante esta realidad, la comunidad internacional no debe abandonar ahora a su suerte a Irak  pero debido a la impotencia de los EE UU, para hacerlo, vemos como Irán se hace cargo de la situación, adquiriendo una  gran influencia en la región que ya es vista con alarma por sus irreconciliables adversarios, como las corruptas petromonarquías del Golfo e Israel, que ven con terror el ascenso de su mas encarnizado enemigo, lo cual puede originar una guerra generalizada  de insospechadas consecuencias en el mundo. El "sueño" americano que preconizaba Washington en la región, se ha convertido en el inicio de una nueva pesadilla :(
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