Sucedió lo que se esperaba y es que la rotunda victoria de la izquierda radical en Grecia en las elecciones adelantadas del último domingo supone no solo un duro castigo para su corrupta clase política, sino que es un aviso de lo que se viene en otros países comunitarios como España, donde la crisis ha tocado fondo debido a las duras políticas de austeridad impuestas por la UE, la cual es vista por muchos como la responsable de la extrema situación en que se encuentran que en algunos casos es desesperada, por lo que no es de extrañar que busquen soluciones radicales como las que le ofrece Podemos, la agrupación de Pablo Iglesias (considerado el terror de la clase política española) quien celebro el triunfo de los radicales griegos como propio, tanto así que estuvo en Atenas en el cierre de campaña de Alexis Tsypras, anunciando que la victoria de Syriza es la victoria de Podemos, gran favorito por cierto para hacerse con La Moncloa en los próximos comicios a celebrarse a fin de año. En relación a los resultados electorales del domingo, abre una nueva era en la política griega que sin duda tendrá repercusiones en el resto de Europa, obligándola a una reflexión sobre las políticas seguidas y por seguir para salir de la crisis que las agobia. La victoria de Syriza representa, desde el punto de vista griego, un rotundo ¡no! a la intransigente aplicación de las medidas de austeridad impuestas por los acreedores europeos y el inicio del camino para la recuperación de la autoestima nacional, actualmente bajo mínimos. También supone la consolidación como la tercera fuerza política de los neonazis de Aurora Dorada, solo por debajo del conservador Nueva Democracia. Si bien otros han tenido peores resultados como el “socialista” Pasok (el otrora gran partido griego, que ha sido pulverizado políticamente y de cuya desaparición nadie duda) el gran derrotado de los comicios fue Andonis Samarás, líder de Nueva Democracia quien basó su campaña en el miedo, casi en el pánico, una estrategia que ha resultado fallida. Con la ayuda de unas cadenas de televisión en manos de unos pocos, los llamados oligarcas (que ahora tendrán que responder por ello al nuevo gobierno) Samarás había insistido hasta la saciedad en el mensaje de que le eligieran a él “o vendría el caos”. Una victoria de su rival, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, “no solo llevaría a los comunistas al poder, sino que causaría una ruina económica del país” indico. "Syriza no va a cambiar Europa sino que la va a volver en contra nuestra", ha dicho. "Tsipras está decidido a llevar al país a la bancarrota y el aislamiento", ha repetido insistentemente al borde de la desesperación, pero pocos le han creído. Tampoco le han ayudado durante su fallida campaña interesadas reacciones europeas como la del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, diciendo que esperaba "ver caras amigas en el nuevo Gobierno" o la intransigencia de algunos políticos y diarios alemanes. Nadie ha olvidado aquel infame llamamiento del diario sensacionalista Bild pidiendo a los griegos sus islas y la Acrópolis a cambio de su deuda. Tsypras, por el contrario, ha prometido lo que ningún otro político griego en estas elecciones: renegociar los términos del pago de la deuda, en tiempo y cantidad, y encima hacerlo con los líderes de los gobiernos europeos, no con los tecnócratas de las instituciones financieras. Su frase de que "la austeridad no está consagrada en ningún tratado europeo" ha calado y se ha permitido decir que no piensa ir corriendo a ver a la canciller alemana, Angela Merkel, la más odiada en el país heleno. También ha insistido en devolver a los griegos su dignidad nacional, algo que suena a gloria en un país nacionalista y donde las referencias a la patria no son motivo de división. Pero son también muchos los que ven la victoria de Syriza como un salto al vacío sin garantías de que Tsypras pueda cumplir sus promesas ni de evitar que las cosas empeoren. Tampoco nadie sabe con seguridad si la actitud y los mensajes “moderados” que ha exhibido en las últimas semanas es realmente lo mismo que piensan las bases de su partido. No será fácil gobernar acuciado por las demandas de los socios y acreedores europeos - Austria, Finlandia y Holanda con Alemania a la cabeza no han mostrado por el momento ninguna intención de flexibilidad - y por las presiones de las voces más radicales de la izquierda que exigen una revolución para transformar completamente el país. De los pasos que de Tsypras dependerá no solo el futuro de Grecia, sino también - paradójicamente - de Podemos, ya que si le va mal, sus errores serán aprovechados en España por la “casta” para enrostrar a Iglesias que pretende seguir el mismo camino. Sin embargo, creemos que los griegos peor ya no pueden estar. De convertirse en un ejemplo digno de imitar en el resto de Europa o ser un experimento fallido, será entera responsabilidad del nuevo gobierno :)