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miércoles, 12 de diciembre de 2018

FRANCIA: La otra revolución

Con París convertida en un campo de batalla, el mundo mira atónito cómo una protesta que comenzó por Facebook se ha convertido en una verdadera revuelta que ha obligado al presidente francés Emmanuel Macron a suspender por seis meses el impuesto al diesel, que debía aplicarse desde el 1 de enero del 2019 y que, hasta hace pocos días, insistía en hacerlo, ‘justificando’ ese aumento por motivos medioambientales, ya que -según afirma - debía cumplir pactos a nivel europeo que él mismo ha avalado, pero las explicaciones no convencieron a los opositores de la medida, por lo que ante la contundencia de las protestas, decidió dar un paso atrás, creyendo que así las neutralizaría. Sin embargo, de poco ha servido esa maniobra, porque la violencia ha recrudecido por parte de enadercidos manifestantes que ahora exigen su dimisión y al grito de “Todos al Eliseo” anuncian que no claudicaran hasta lograr su caída. Algunos las consideran las más importantes desde la que tuvo lugar en mayo del 68 en suelo francés. Los miles de manifestantes que han tomado las calles muestran su apoyo al colectivo conocido como 'chalecos amarillos' ('gilets jaunes', en francés), llamados así porque usan la prenda reflectante propia de los conductores. Han salido a la vía pública las últimas semanas para exigir que se dé marcha atrás en el impuesto del diésel, el combustible más usado en el país galo. Y, de momento, han conseguido su objetivo. Como sabéis, la primera manifestación a nivel nacional reunió a cerca de 300.000 personas, y que se ha nutrido a través de las redes sociales. Todo comenzó el 17 de noviembre. En esa primera jornada una manifestante murió atropellada de manera accidental, 227 personas resultaron heridas y 117 fueron detenidas por la Policía. Una semana después del comienzo de la revuelta, el 24 de noviembre, se registró una nueva protesta que dejó al menos 30 heridos y 130 manifestantes detenidos. Además, más de cien personas resultaron heridas en París, y centenares fueron arrestadas el 1 de diciembre, según fuentes de la Policía francesa. En Toulousse, ese mismo día los heridos superaron la cincuentena. Los agentes usaron gases lacrimógenos, granadas de aturdimiento y cañones de agua contra los manifestantes en las calles parisinas, algunos de los cuales respondieron con el lanzamiento de objetos y prendiendo fuego a edificios y mobiliario urbano. Lo cierto es que París, y sobre todo, las inmediaciones del Arco del Triunfo, se convirtieron en un campo de batalla con incidentes constantes, enfrentamientos entre Policía y manifestantes, incendios de vehículos, destrozos y pintadas en edificios y monumentos emblemáticos e incluso el saqueo de algunos de ellos. En la capital, la furia se concentro en las calles con las tiendas de lujo, la avenida Kléber y la calle Rivoli -símbolos del privilegio urbano que contrastan con las provincias anodinas de donde surgieron los ‘chalecos amarillos’- que fueron arrasadas por los manifestantes, quienes rompieron los escaparates y saquearon todo lo que pudieron. A pesar de la violencia desatada en las últimas jornadas, tras la más intensa de todas ellas, que tuvo lugar el 1 de diciembre, el 72% de los franceses apoyaban a los 'chalecos amarillos’ mientras el 90% pensaba que el Gobierno no había estado a la altura de las circunstancias, según una encuesta recogida por el diario francés Le Journal du Dimanche. No obstante, la sociedad francesa todavía no logra asimilar la magnitud y extensión de esta protesta social que surgió sorpresivamente, por fuera de las representaciones tradicionales de los partidos políticos y los sindicatos, aunque hay analistas que los vinculan tanto a los nacionalistas de Marine Le Pen como a la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon. Si bien cada situación es diferente, no es casual que para comprender lo que sucede en Francia tantos analistas tomen como referencia a las “primaveras árabes” del 2011 - organizadas por la CIA para derrocar a regimenes ‘incómodos’ a Washington ubicados en el norte del África y el Medio Oriente, para reemplazarlos por gobiernos títeres y sumisos a la política estadounidense - o el llamado movimiento de los indignados del mismo año en España (los 15-M), aunque con estos últimos sus diferencias acerca de su procedencia social son abismales, ya que mientras los españoles eran profesionales y de clase media, los franceses pertenecen a los estratos mas deprimidos de la sociedad y a quienes la subida del diesel los afecta y mucho. Si se mira con atención, lo que comenzó con una reivindicación puntual fue la chispa que encendió un descontento acumulado por años de políticas neoliberales de ajuste y recortes que como siempre, favorecen a los más ricos. Las múltiples reivindicaciones sociales que aparecen en toda Francia llevan a que ya no se hable solamente de protesta sino de “insurrección” o “crisis de régimen”, una frase de una fuerza descomunal en la memoria colectiva de un país que conoció la Revolución Francesa de 1789, que acabó con la monarquía, el conocido “antiguo régimen”, que cayo en un mar de sangre. El gobierno francés, que intento minimizar la protesta hasta que le estalló en el corazón de París, se encuentra con que no sabe con quién hablar y mira atónito cómo la revuelta crece día a día. Cada región elige la forma de manifestarse y sus representantes pueden ser una vendedora de cosméticos, un jardinero o un peluquero que trabajan por cuenta propia, y que hablan por sí mismos y por un colectivo organizado desorganizadamente y con numerosas contradicciones. Para el gobierno esta representación atípica es un problema real, pero también una excusa para decir que no sabe con quién negociar mientras exigen que digan lo que quieren, como si fueran un partido político o un sindicato con reivindicaciones claras y puntuales. El enojo acumulado por años ya no tiene diques de contención por la fractura entre el pueblo y quienes dicen representarlos, y que se niegan a entenderlos. Cabe destacar que hace dos años Macron publicó el libro “Revolution” donde las clases populares prácticamente no son mencionadas. Ahora aparecieron con fuerza y le dijeron “aquí estamos y te vamos a sacar”. La violencia ha recrudecido el último fin de semana y todo parece indicar que se intensificará. “El impuesto a la gasolina es solo el inicio de nuestras protestas”, señaló al respecto Tony Roussel, vocero del movimiento en Marsella. “Ahora están todos los demás impuestos. Están los salarios. Está el salario mínimo. El gobierno no ha entendido nuestras exigencias si cree que suspendiendo por seis meses al aumento sobre el impuesto al diesel nos vamos a callar. Las protestas no se detendrán, hasta que se hagan concesiones más profundas” aseveró. Acorralado por la violencia desatada, Macron anuncio este lunes el aumento del sueldo mínimo en 100€ intentando con ello neutralizarlos, pero este ofrecimiento ha sido rechazado por los 'gilets jaunes' quienes exigen su dimisión y anuncian mas protestas para este fin de semana. Por lo visto, quien se ve a si mismo como la reencarnación de Luis XIV - el Rey Sol - puede terminar en cambio como el infortunado Luis XVI, a manos de las masas enfurecidas. ¿Volverá a repetirse la historia? :)
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