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miércoles, 22 de mayo de 2019

DONALD TRUMP: Juegos peligrosos

Como recordareis, hace un año, Donald Trump decidió anunciar grotescamente la salida unilateral de los EE.UU. del acuerdo nuclear que se había firmado entre las potencias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas - Rusia, China, el Reino Unido, Francia y Alemania - con Irán. Su argumento principal era que Teherán “no respetaba los acuerdos firmados y por ello se había convertido en una amenaza de primer nivel para la seguridad estadounidense”, cuando en realidad ninguno de los organismos encargados de monitorizar el cumplimiento de estos acuerdos habían concluido tal cosa; al contrario, certificaban que Irán estaba siguiendo escrupulosamente con lo acordado. Quedaba así herido de muerte uno de los tratados que más tiempo y esfuerzo había costado alcanzar en los últimos tiempos. Irán había pasado de ser un país a la defensiva y que amenazaba con convertirse en potencia nuclear a un aperturismo inédito y que había renunciado de forma clara y pública a hacerse con armas nucleares. El consenso alcanzado en la comunidad internacional para lograr este compromiso de Irán también es digno de mención: las principales potencias del planeta lo aprobaron, así como la propia ONU , algo que en estos tiempos es más excepción que norma. La impugnación del acuerdo por parte de Trump tampoco resultó extraña. Lo llevaba advirtiendo tiempo - aunque sus argumentos se construyesen sobre premisas falsas-, y su llegada a la Casa Blanca supuso la vuelta a puestos clave de la Administración estadounidense de lógicas neoconservadoras afines a la “Guerra contra el Terror” emprendidas por el Criminal de Guerra George W. Bush a principios de siglo. Irán, por tanto - como temible adversario de la bestia sionista - se convertía en el nuevo rival a batir por Trump. No es de extrañar por ello que su impresentable asesor de Seguridad Nacional John Bolton (aquel psicópata asesino que siempre lleva consigo granadas de guerra listas para hacerlas detonar “como medida de protección”) haya dedicado buena parte de su infame trayectoria política a minar el poder del régimen de los ayatolás, y tal enfermiza fijación ha tenido una evidente influencia en la actual política exterior de los EE.UU., que se encuentra en manos de halcones neoconservadores quienes en su insania buscan desatar un conflicto mundial a cualquier precio sin importarles las consecuencias. Otros focos de tensión como Corea del Norte o Venezuela han tenido un cariz más coyuntural, mientras que la presión sobre Irán tiene una estrategia, unos plazos y unos objetivos claros y definidos. El odio extremo a la República Islámica nace en 1979 cuando triunfo la incruenta revolución que derroco al corrupto Shah Reza Phalavi (títere de los estadounidenses y perro de los sionistas) convirtiéndose desde entonces en un formidable enemigo con gran influencia en la región debido a su posición estratégica y el único capaz que le que hacer frente a Israel, al cual han jurado destruir en primer lugar si son atacados por los estadounidenses, ya que sus misiles balísticos armados con ojivas nucleares, tienen la capacidad para impactar de lleno en todo el territorio que ocupan ilegalmente desde 1948, cuando se lo arrebataron a los palestinos. El resultado de este peligro potencial que se cierne en contra de sus aliados sionistas, no ha sido otro que una presión constante y creciente de EE.UU. sobre Irán. Es por ese motivo que en cuanto Washington renegó del acuerdo con Teherán, comenzaron a gotear una serie de medidas orientadas a estrangular poco a poco la ya de por sí débil economía del país, bastante dependiente de los hidrocarburos. La más importante ha sido la prohibición a terceros países de importar petróleo y gas natural de Irán, lo cual evidencia los esfuerzos que está acometiendo Washington en su afán de aislar política y económicamente a Teherán. Es innegable que estas sanciones, que de facto suponen un bloqueo económico al país, han tenido un impacto considerable en la economía persa y también en su estabilidad política. Rouhani, el actual presidente, revalidó el cargo en las elecciones del 2017 gracias, especialmente, a haber logrado que se firmase el acuerdo, con todas las implicaciones positivas que eso tenía para la correcta marcha del país. En buena medida el acuerdo nuclear era a su vez un freno dentro del propio Irán para la rama más dura del régimen, partidarios de la autarquía y de la militarización del país. Pero los vientos de la geopolítica han cambiado. Irán, impotente ante la escalada de sanciones estadounidenses y la inacción del resto de la comunidad internacional por paliar sus efectos, decidió dar un plazo de 60 días antes de retirarse totalmente del acuerdo, lo que supondría - o supondrá, yendo al escenario más probable - la muerte definitiva del pacto. La respuesta de Trump a este anuncio de Teherán ha sido desplazar uno de los cuatro grupos aeronavales que tiene activos - el del USS Abraham Lincoln - al golfo Pérsico con la intención de provocar a Irán, además de tener justo enfrente de las costas iraníes, en Bahrein, la base de la Quinta Flota. Estos últimos días también se han producido una serie de sospechosos incidentes que pueden aumentar la tensión. En el puerto emiratí de Fujaira - en el golfo de Omán - varios buques aparecieron con el casco dañado por lo que parecían ser explosiones o impactos de proyectil . Aunque las miradas apuntaron inicialmente a Teherán, lo cierto es que todavía no se conoce quién o quienes pueden estar detrás de estos extraños sucesos, aunque bien podría tratarse de un operativo de ‘bandera falsa’ a lo que los estadounidenses son tan adictos, para ‘justificar’ un ataque a Irán. En todo caso, la guerra propagandística está servida, ya que EE.UU. también ha hecho público un informe del Pentágono con planes para desplegar 120.000 soldados ante un hipotético conflicto con la República Islámica, una cifra insuficiente tanto para una invasión del país como para confrontar a las fuerzas armadas iraníes, que no tienen rival en la región. No cabe duda entonces de que viviremos meses de tensión. Para la Administración Trump puede ser complicado vender el mensaje de una retirada de Oriente Próximo - Siria y Afganistán, especialmente - mientras se tensa la cuerda de un conflicto con Irán, sobre todo si consideramos que en noviembre del 2020, Trump se enfrenta a las presidenciales en las cuales se presentará para un nuevo periodo. Para el lado persa tampoco es un camino exento de complicaciones: que retomen la carrera nuclear parece algo seguro. En buena medida también aprenden de las desvariadas lógicas de Trump y sus antecedentes, como el de Corea del Norte: si consiguen el arma nuclear, EE.UU. se sentará a negociar. De igual manera, la facción más moderada, aquella que defendía un acercamiento con Washington, perderá peso político en el país, ya que Trump con sus demenciales acciones, le ha dado la razón al ala más dura del régimen iraní. Incluso más allá del emparejamiento entre Irán y EE.UU., la situación se vuelve más complicada. Arabia Saudita, financista de grupos terroristas como ISIS y Al Qaeda, enemigo acérrimo de Irán y declarado rival del país en su disputa como potencia regional en Oriente Próximo, ya ha afirmado que no dudarán en buscar también el arma nuclear si Irán se relanza en su carrera atómica, y a pesar de que un proyecto así es caro en el aspecto económico y científico, Arabia Saudita tiene los recursos necesarios para emprenderlos, mas aun con el pleno apoyo estadounidense. Por tanto, de aquí a unos años podríamos acabar viendo dos nuevas potencias nucleares que llevan buscándose las vueltas demasiado tiempo en la región apoyando a grupos enfrentados en los conflictos que se suceden en Yemen, Siria o Irak. Y ello sin contar a Israel, cuyos arsenales nucleares son por todos conocidos. Sea como fuere, conviene empezar a salir de las lógicas tradicionales del conflicto. El concepto de guerra que podemos tener hoy en mente está ya obsoleto, relegado a los conflictos del siglo XX o a lugares que, por carecer de recursos económicos o materiales, no han podido aún dar el salto a las nuevas formas de hacer la guerra. Las invasiones mediante tropas sobre el terreno son enormemente más costosas en términos humanos, económicos y políticos que recurrir a la guerra económica o la ciberguerra. Provocar el colapso interno de Irán es el nuevo modus operandi de EE.UU. Aun así, si fracasa todo ello - como lo estamos viendo – solo quedara recurrir a la guerra convencional, aunque el costo seria terrible para todos. Si bien Trump dejo en claro inicialmente que no esta a favor de iniciar una guerra que no esta seguro de ganar, son sus asesores escapados de algún hospital psiquiátrico - como Mike Pompeo y John Bolton especialmente - quienes le susurran al oído insistentemente acerca de agudizar las tensiones hasta el limite, y al parecer han logrado que cambie de opinión demostrando con ello que están a favor de un conflicto armado, esperando con ansias que ocurra un incidente de cualquier tipo para iniciar la guerra. Precisamente, Trump escribió un amenazante tweet el domingo en el que dice "si Irán quiere pelear, sera su fin oficial" con el cual se coloca en la misma línea de sus desquiciados consejeros. No hay que darles gusto a estos dementes por ningún motivo (Por cierto, EE.UU. ha vuelto a amenazar este martes a Siria, luego de escenificar otro operativo de bandera falsa en Idlib en apoyo a los terroristas de Al Nusra, para acusar falsamente al régimen de Damasco “del uso de armas químicas” ¿Otra vez la misma historia? ¿No aprenden la lección?) :(
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