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miércoles, 25 de marzo de 2020

CHINA: El virus del totalitarismo

No cabe duda que el Coronavirus, aquella plaga apocalíptica que esta dejando a su paso miles de muertos por todo el mundo, ha sido la excusa perfecta para que diversos regimenes como el chino, haya intensificado sus métodos de vigilancia a niveles antes inimaginables, lo cual para diversos analistas es “un efecto colateral” de la pandemia que ha venido para quedarse. Venga ya, China estará camino a convertirse en una superpotencia mundial que de “comunista” no tiene nada - ya que aplica el capitalismo en su forma mas extrema y salvaje que muchos países quisieran imitarlos en Occidente - y si bien puede afirmarse que existe libertad económica, no sucede así con la política, ya que la disidencia es duramente reprimida (especialmente cruel es el trato que le dan a la minoría musulmana de Uiguristán, cuyo legado tratan de borrar de la historia) porque todo debe estar supeditado al Estado “socialista”. Ante todo conviene aclarar que Hong Kong y Tibet son casos aparte, ya que en esos lugares son los EE.UU. quienes buscan desestabilizar a China mediante el accionar de traidores colaboracionistas. Por ejemplo, los dirigentes de quienes participan en las violentas manifestaciones en la primera de las nombradas no dudan en asistir al consulado norteamericano para recibir “instrucciones” tal como ellos mismos lo han reconocido y en el relación al Tibet, el tal Dalai Lama es un conocido agente de la CIA, por lo que se puede deducir claramente para quienes trabajan. En cambio, lo que sucede en Uiguristán - llamado Sinkiang por los chinos - si que es un drama terrible, pero que a nadie en el mundo importa, tal vez por ser musulmanes y no estar al servicio de los estadounidenses. Esa es la diferencia. Ya en anteriores ocasiones nos hemos ocupado de la tragedia que se vive en ese remoto lugar, por lo que ahora nos concentraremos en las consecuencias que originara el Coronavirus en una sociedad fuertemente controlada ¿vale? Como sabéis, en los últimos dos meses, los ciudadanos chinos han tenido que adaptarse a un nuevo nivel de intromisión gubernamental. Para entrar a su complejo residencial o a su lugar de trabajo ahora hace falta escanear un código QR y dejar por escrito su nombre, su número de DNI, su temperatura y sus últimos viajes. Con el avance mortal del Coronavirus, los operadores de telefonía están rastreando los desplazamientos de la gente y redes sociales como WeChat y Weibo han abierto líneas directas para reportar sobre otros posibles enfermos. En algunas ciudades incluso se recompensa al que denuncia a un vecino enfermo. A la vez hay empresas chinas desplegando tecnologías de reconocimiento facial capaces de distinguir entre la multitud a los que tienen fiebre o a los que no llevan la mascarilla. Hay varias aplicaciones que, a partir de los datos sanitarios de cada ciudadano, alertan al resto cuando se les acerca alguien infectado o alguien que ha estado en estrecho contacto con un infectado. Además de cerrar ciudades enteras, las autoridades estatales han implementado un sinfín de medidas de seguridad “para contener el brote del Coronavirus”. Todos los que tienen que hacer cumplir las normas, desde los altos cargos hasta los empleados municipales, repiten el mismo estribillo: “estamos en un momento extraordinario” (feichang shiqi) que requiere medidas extraordinarias. Tras infectar a más de 80.000 personas y provocar la muerte de unas 3.270 solo en China, va a llegar el momento que el número de nuevas infecciones por el Coronavirus pueda ser contenido e incluso detenido, pero los ciudadanos y los analistas se preguntan cuántas de estas medidas extraordinarias pasaran a ser permanentes. "No sé qué sucederá cuando termine la epidemia, ni me atrevo a pensarlo", confiesa Chen Weiyu, de 23 años. Empleada en Shanghai, tiene que entregar diariamente una revisión médica a su empresa. Para poder llegar a la oficina tiene que escanear un código QR y registrarse: "El control ya estaba por todas partes, la epidemia acaba de hacer transparente esa vigilancia, que en tiempos normales no veíamos" aseveró. Otros, como el activista de Guangzhou, Wang Aizhong, son más categóricos y pesimistas sobre el futuro. "No hay duda de que esta epidemia ha dado más motivos al Gobierno para vigilar a la gente, no creo que las autoridades descarten mantener este nivel de vigilancia tras el brote", dice. "Podemos sentir un par de ojos mirándonos todo el rato en cuanto salimos o nos quedamos en un hotel, estamos completamente expuestos a la vigilancia gubernamental" expresó. Según los expertos, el virus surgido en diciembre en Wuhan ha proporcionado a las autoridades chinas la excusa perfecta para acelerar la recopilación masiva de datos personales y rastrear a los ciudadanos, una perspectiva peligrosa teniendo en cuenta la falta de leyes estrictas sobre el uso de los datos personales. La misión tiene el objetivo de integrarse lentamente para quedarse, sostiene la investigadora principal de China para Human Rights Watch, Maya Wang. En su opinión, lo más probable es que usen al virus como un catalizador para aumentar la vigilancia masiva, tal como sucedió en los Juegos Olímpicos del 2008 en Beijing y en la Expo de Shanghai 2010: "Tras estos eventos, las técnicas de vigilancia masiva se hicieron permanentes y tras el brote del Coronavirus, enseguida se hicieron realidad tanto la restricción a la libertad de movimientos como la puntuación del riesgo de cada uno" dice Wang. "Con el tiempo cada vez vemos un uso de la tecnología más intrusivo y menos capacidad de los ciudadanos para resistirlo" agregó. Para mucha gente en China, los nuevos niveles de vigilancia pública son obstáculos burocráticos extra, más frustrantes que siniestros, y una demostración de la incapacidad del Gobierno en la gestión del brote. Aunque los altos cargos hablen de ella con orgullo, el sistema de vigilancia de China está lleno de lagunas. Hubo muchas críticas por el caso de una ex paciente infectada que logró viajar de Wuhan a Beijing en febrero, mucho después de que la cuarentena entrara en vigor. En la mira de los ciudadanos está la aplicación 'Código de Salud', de Alipay. Utilizada en más de 100 ciudades, la app distingue a los individuos con uno de tres colores en función de sus últimos viajes, del tiempo pasado en los focos de contagio y de la cercanía a posibles portadores del virus. Dentro de poco se van a introducir en el programa los números del DNI para permitir a cada persona comprobar el color de los demás. Un internauta se quejaba en la red social Weibo de que su color había pasado de verde a amarillo (que obliga a estar en cuarentena) solo por conducir a través de Hubei, sin parar. "Ni siquiera puedo salir a comprar pan o agua", decía otro en la provincia de Jiangsu, luego de que su código pasara inexplicablemente a amarillo tras un viaje de trabajo. Muchos se quejan de que la aplicación es sólo "para la galería" (xingshi zhuyi), una forma de que los funcionarios de menor nivel impresionan a sus superiores imponiendo restricciones a los ciudadanos. "Tengo un código de salud, un pase para mi complejo residencial y otro certificado de salud y aún así no puedo entrar en mi casa", escribió alguien en el apartado de comentarios. "Esto es una estupidez, por favor, déjennos movernos", puso otro. Entre las medidas hay soluciones de tecnología avanzada y otras más comunes. En los espacios públicos se ha desplegado un ejército de "empleados públicos" para vigilar los puntos de entrada, exigir a los peatones que anoten sus datos o interrogar a la gente sobre sus últimos desplazamientos. Se han cerrado los lugares de culto, como las mezquitas - demolidas sin contemplaciones en Uiguristán sin importarles su antigüedad ni su valor artístico - y en muchas ciudades y regiones se han prohibido las reuniones y hasta las cenas de pocas personas. En febrero, “empleados públicos” de la provincia de Sichuan disolvieron violentamente un grupo de 10 personas que se había reunido en una fiesta para jugar al mahjong y les obligaron a leer en voz alta una disculpa que grabaron en vídeo. "Nos equivocamos, prometemos que no habrá una próxima vez y también vigilaremos a los demás", se los escucha decir en el vídeo, con las cabezas ligeramente inclinadas. En otros vídeos publicados en Internet se ha visto a funcionarios locales atando a un hombre a un poste o tirando a la gente al suelo por no llevar la mascarilla. La agencia oficial de noticias Xinhua recordó la semana pasada a los ciudadanos que quienes violen las medidas de prevención y control pueden ser condenados a entre tres y siete años de prisión, si es un caso especialmente grave, de acuerdo con lo estipulado por el código penal chino. "La vigilancia intrusiva se ha convertido ya en algo normal'", cuenta Stuart Hargreaves, que en la Facultad de Derecho de la Universidad China de Hong Kong se especializa en leyes de privacidad y de información. "La pregunta para China es saber, si es que existe, cuál es el nivel de vigilancia que la población pueda tolerar", añade. Algunos temen que, las medidas continuaran porque los ciudadanos se “acostumbraran” a ellas así no estén de acuerdo en privado, a base de amenazas como el ser catalogado de “enemigo del Estado” lo que lo convertiría en un paria durante toda su vida ya que quedaría excluido completamente de la sociedad, siendo recluido en “campos de reeducación” ubicados en remotas zonas del país y nunca mas se tendría noticias de el. Desde Chengdu, Alex Zhang, de 28 años, lo relaciona con la teoría sobre el estado de excepción del filósofo italiano Giorgio Agamben, que escribió sobre la continuación de medidas tomadas durante las emergencias. "Este tipo de gestión y de pensamiento para enfrentarse al brote también puede usarse perfectamente en otros ámbitos, como en los medios de comunicación, en el periodismo ciudadano o en los conflictos étnicos para mantener controlados a todos", dice Zhang. "Los ciudadanos aceptarán el método porque una vez usado, se convertirá en algo ‘normal’ aunque no tenga nada de ello" puntualizo. El Gran Hermano Digital quiere mantener vigilados a todos :(
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