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miércoles, 24 de febrero de 2016

UCRANIA: Entre el caos y la desesperanza

A dos años del golpe fascista ocurrido en Ucrania - promovido por los Estados Unidos y sus secuaces de la Unión Europea - quienes derrocaron al gobierno legítimo del Presidente Viktor Yanukovich, sustituyéndolo por otro conformado por traidores colaboracionistas, los cuales les abrieron las puertas de par en par a quienes pretendían convertir al país en una zona de paso para la OTAN en sus desquiciados planes para apoderarse de las inmensas reservas de gas y petróleo existentes en Siberia, vemos como el panorama es muy distinto a lo ellos esperaban, con una Ucrania destruida por una guerra por ellos mismos propiciaron, dividida irreconciliablemente por odios alimentados desde Occidente y envuelta en una total anarquía. Como sabéis, apenas se iniciaron las protestas organizadas por la CIA contra el señor Yanukovich en diciembre del 2013 - debido a su firme negativa de ingresar a la Unión Europea, para colocar a Ucrania “bajo la protección” de la OTAN - se supo que quienes pilotearían ese movimiento subversivo (que finalmente se conoció como Euromaidán), eran dos violentos grupúsculos de extrema derecha como Pravy Sektor (Sector Derecho) y Svoboda (Libertad) conocidos por su odio extremo a Rusia y cuyos antepasados lucharon al lado de los alemanes durante la II Guerra Mundial, así como muchos elementos pertenecientes a movimientos neo nazis europeos, particularmente de Polonia cuyo gobierno “incentivado” por Washington no escatimó esfuerzos en colaborar con aquellos extremistas, proviniéndolos de armas y provisiones, mientras que los EE.UU. facilitaban la llegada de “instructores” israelíes, preparándolos para las violentas revueltas que propiciarían la caída del régimen de Yanukovich. Otro de los elementos que coadyuvo de manera fundamental a los mercenarios reclutados por la CIA, abasteciéndolos de todo lo necesario y elementos para la construcción de vallas y trincheras hasta una extraordinaria cobertura mediática, fue un infame oligarca ucraniano con profundos lazos con la mafia, quien consiguió convertirse en “presidente” por sus “extraordinarios” servicios prestados a los golpistas: Petro Poroshenko. Este criminal - abyecto lacayo de la política estadounidense , quien no tuvo reparo alguno en conceder automáticamente la ciudadanía ucraniana a conocidos agentes de la CIA, los cuales tomaron el control de la administración pública, acaparando los mas importantes cargos e integrando su gabinete ministerial - ni siquiera ha podido cumplir con una de sus primeras promesas electorales: la de investigar y juzgar a los responsables de la muerte de más de un centenar de manifestantes en la Plaza Independencia en Kiev, durante los meses que duró la protesta, que según todos los indicios y pruebas presentadas por investigadores independientes, fue obra de agentes de la CIA quienes dispararon indiscriminadamente a la multitud reunida en lugar, culpando de la masacre a las fuerzas de seguridad, para desencadenar la violencia, originando el tan ansiado golpe de Estado. Es por ese motivo que no puede juzgar y condenar a sus cómplices, ya que fueron ellos quienes lo auparon al Poder. A ello debemos agregar la difícil situación económica en la que se encuentra el desgarrado país, donde la corrupción imperante bloquea las medidas necesarias para sacar al país de la recesión. Según Transparencia Internacional, Ucrania ocupa la posición 130 de un total de 167 países estudiados. La imagen del golpista Poroshenko ha caído hasta el 17%, 11 puntos debajo del ex presidente Yanukovich antes de su caída. El resto de los índices de confianza y credibilidad sobre el gobierno son los peores alcanzados desde el 2007. Con una inflación desbocada, desocupación extrema, corrupción generalizada, caída de las exportaciones, más la guerra latente propiciado por las bandas criminales enviadas por los golpistas al este del país para aterrorizar a las minorías pro rusas en la región del Donbass, tras la declaración de independencia de las actuales repúblicas populares de Donetsk y Luhansk, que más allá de los costos materiales, ha provocado desde abril del 2014 cerca de 12 mil muertos, ha colocado a Ucrania en una situación extremadamente difícil. Los acuerdos de Minsk II, firmados el 11 de febrero del 2015 por los gobiernos de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, si bien lograron un alto el fuego, no se ha conseguido la desmilitarización de la región, lo que produce regularmente enfrentamientos provocados por la camarilla fascista de Kiev que se niega a aceptar su derrota y la división del país, lo cual podría reiniciar una nueva escalada armada. Desde comienzo de febrero en las localidades de Záitsevo y Maiorsk, en República Popular de Lugansk, se están intensificando los ataques por parte de grupos armados fascistas apostados en las cercanías. Estas acciones criminales van de acuerdo con los anuncios de Poroshenko a mediados de enero último sobre la necesidad de que “la soberanía de Kiev, sobre territorios ocupados de Donetsk y Luhansk debe ser restaurada a sangre y fuego”, e incluso manifestó su voluntad de “recuperar” Crimea, reincorporada por la libre elección de sus ciudadanos a Rusia en marzo del 2014 - a la cual perteneció hasta 1954, cuando fue arbitrariamente “regalada” por el dictador comunista soviético Nikita Krushev, ucraniano de nacimiento - no son buenas señales para una paz duradera. La guerra en el este ucraniano ha generado 1.5 millones de desplazados internos, con la correspondiente crisis que Kiev intenta ocultar. Para ello se han armado campos alejados de los núcleos poblados, se los interna en ámbitos como clubes, complejos vacacionales desactivados u hospitales siempre alejados de la vistas de “curiosos”. Solo se han reconocido un 4% de los ciudadanos en esta situación, y que están alojados en instalaciones oficiales. Se estima que de ese millón y medio el 50% solo se ha desplazado hacia el Oeste, el resto han permanecido en el Este, cerca de las zonas de guerra. Mientras otro millón de ucranianos han optado por emigrar a Rusia. Respecto a las condiciones en que se encuentran los desplazados llegados a Oeste del país, poco se deja trascender, aunque se sabe que solo con la llegada del invierno la situación es mucho más penosa. Algunos de los edificios utilizados para estos fines han sido ocupados sin autorización de sus dueños, quienes con el fin de expulsar a los desplazados cortan la electricidad, la calefacción, en el caso de tenerla, el gas y el agua corriente. Además cabe señalar la ancestral rivalidad entre el Este y el Oeste del país, no solo por una cuestión meramente geográfica, sino también histórica, donde la etnia ucraniana constituye el 77.8%, mientras que en el este del país, la de origen ruso constituye la minoría étnica más numerosa y la que sufre los ataques de las bandas fascistas enviadas por Kiev. En el campo económico, las diferencias entre el Oeste y el Este son más acentuadas. Mientras la región occidental es rural, pobre y nacionalista - en la que predomina la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Kiev o ucraniana, con un antiguo resentimiento hacia Moscú y una clara predilección por Europa - el Este y las poblaciones urbanas e industriales son claramente prorrusas, donde se habla más el ruso que el ucraniano, al tiempo que la religión preponderante es la Cristiana Ortodoxa Rusa. No es de extrañar por ello que en el Oeste haya surgido un nacionalismo extremo, por haber sufrido largas dominaciones a lo largo de su historia. Ha pertenecido a Polonia durante seis siglos, al Imperio Austro- Húngaro durante ciento veinte años, y otra vez a Polonia durante el tiempo de entreguerras. El idioma, la religión, la cultura y hasta festividades le han dado un carácter nacional distinto al Este, más industrial y ancestralmente vinculado a Rusia. Es por ese motivo que habitantes del Este - rusoparlantes y mejor preparados en todo sentido - no son bienvenidos por sus compatriotas del Oeste, quienes los ven como “intrusos”, mientras que estos últimos los califican de “inferiores” y tratan de no interactuar con ellos. Esa aversión mutua que se tienen había quedado atenuada al formar parte de la Unión Soviética, pero con la proclamación de la independencia de Ucrania en 1991 sus diferencias salieron a la luz, pero aun así se mantuvieron unidos hasta el golpe propiciado por los EE.UU. en el 2014, cuando todo se desmoronó. Para cubrir las necesidades de los desplazados internos de Ucrania, organizaciones como el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR) han consignado unos 23 millones de dólares, aunque se calcula que se necesitan cerca de otros 20 millones para afrontar la situación, siempre y cuando, no se vuelvan a producir más combates en el Este, lo que generaría nueva oleadas de refugiados. Tanto las organizaciones humanitarias como los voluntarios saben que nada debe esperar de Kiev, que solo espera el momento oportuno para reiniciar sus ataques a los independentistas, que desean reintegrarse con Rusia. Poroshenko no solo como “presidente”, sino también como dueño de la cadena de medios periodísticos más importante del país, canales de televisión, radios y prensa escrita, tiene muy bien aceitada la campaña de encubrimiento de este tipo de noticias, silenciando los crímenes cometidos por las hordas fascistas enviadas por Kiev y a su vez “denunciando” a Rusia como una potencia “agresiva”, cuando la realidad es muy distinta a lo que pregonan sus medios. Como podéis notar, en Occidente las empresas periodísticas agitan interesadamente el tema de los “refugiados” quienes como una plaga maldita llegan por miles a Europa con la complicidad de Angela Merkel, desde África y Medio Oriente a través del Mediterráneo o el Egeo, pero prácticamente nada han reflejado del millón de ucranianos que han debido refugiarse en Rusia debido a las políticas de exterminio implementadas por Poroshenko. En el 2014 comenzó el éxodo del millón de ciudadanos ucranianos rusoparlantes quienes se han refugiado en el sur del territorio ruso. Más allá de lo contundente de la cifra y algunos resquemores de la población rusa “invadida” por sus vecinos, gracias a la intervención de las autoridades se ha conseguido en primer término poder atender las necesidades de los refugiados ucranianos e implementar programas para que la población local, absolutamente desacostumbrada a la diversidad, comprenda la realidad de los refugiados y puedan integrarlos. Los refugiados ucranianos están siendo instalados en campos preparados para cubrir sus necesidades donde no falta asistencia sanitaria y escuelas. En ciudades como Rostov-on-Don, Krasnodar y Volgogrado, se está intentado, para acelerar los procesos de integración, que casas de familias acepten albergar refugiados. El ministerio del interior ruso adoptó modificaciones a las leyes en relación a los plazos de emisión de documentos para refugiados, adaptado las autorizaciones de estadías por distintos lapsos. Todos reciben ayuda financiera, para que luego puedan elegir la región en la que deseen establecerse. Intentando descongestionar el sur del país donde se han registrado la mayoría de los asentamientos, Moscú está incentivando a los ucranianos para que se radiquen en Khanty Mansy, en Siberia occidental, donde las posibilidades de conseguir trabajo son mayores gracias a las explotaciones petroleras. Las similitudes culturales y religiosas entre ucranianos del Este y los rusos, así como la elevada formación intelectual de los recién llegados, sumadas a las disposiciones estratégicas de Moscú, son parte de las razones por lo que la integración es mucho más rápida y sencilla, a diferencia de lo que sucede en Europa Occidental, donde son cada vez mas las voces que se levantan exigiendo cerrar las fronteras a esos indeseables “refugiados” musulmanes provenientes tanto del Medio Oriente como de África, a quienes ven con justa razón como violadores y terroristas, así como una amenaza a todos los valores europeos, sirviendo de caldo de cultivo a los partidos nacionalistas que se multiplican en el continente. En Ucrania por el contrario – al no existir la amenaza que representan esos “refugiados” quienes se dirigen específicamente al occidente de Europa - el “enemigo” es el ruso y hacia ellos están dirigidas todas las acciones de esos grupos extremistas, promovidas por Kiev. Enfrentado a Moscú, dependiente del FMI, sometido a la voluntad de Washington, acosado por un conflicto armado que no puede resolver y cercado por una sociedad cada vez más descontenta, el gobierno colaboracionista ucraniano se adentra cada vez más en una crisis irresoluble :)
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