No cabe duda que el Criminal de Guerra Benjamin Netanyahu volvió a hacer uno de sus acostumbrados show mediáticos el pasado fin de semana, esta vez en la ONU, para acusar a Irán de tener un almacén nuclear secreto en Teherán, intentando con ello promover un ataque militar contra ese país, pero que al mismo tiempo se niega a abrir sus propios arsenales a la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) tal como es reclamado insistentemente por la comunidad internacional. Como sabéis, Israel - la entidad sionista que ocupa ilegalmente desde el año 1948 los territorios palestinos - es el único régimen en el Medio Oriente que posee un secreto nuclear no declarado programa de armas, incluido un arsenal atómico que es una amenaza real a la paz mundial. En efecto, a pesar de años de vomitiva propaganda sionista en contra de Irán, no fue ese país el que introdujo las armas nucleares en Oriente Medio, sino Israel. La diferencia es que la república islámica había firmado el Tratado de No Proliferación - que prohíbe la producción de armas nucleares - e Israel, no. En su hipocresía, los sionistas alegan que ello va “en contra de su seguridad nacional” (?). Netanyahu esta empeñado en “demostrar” al mundo que Irán está engañando a las potencias occidentales y a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Justo lo que hizo Israel en los años 60 con la central de Dimona, donde creó una sala de control falsa para engañar a los inspectores y ocultar su objetivo real de hacerse con la bomba nuclear, según contó el periodista Seymour Hersh en su libro The Samson Option (1991). Desde que lo consiguió, la política israelí ha sido clara: ni confirmar ni desmentir. Esta táctica forma parte de otra mucho más amplia, la conocida como Opción de Sansón. Esta es una estrategia de disuasión basada en represalias masivas en caso de que las defensas convencionales del Estado sionista fallen ante un ataque extranjero. Al no tener una doctrina nuclear transparente, Israel cree que la disuasión es más efectiva. Sin embargo, solo el nombre de su estrategia ya revela lo suficiente, ya que hace referencia a un personaje ficticio como Sansón, el cual según la Biblia, derribó los pilares del templo de los filisteos matándose a sí mismo y a los miles de enemigos que le habían capturado. En definitiva, Israel quiere disuadir a sus enemigos dejando claro que si le atacan, es capaz de provocar una destrucción absoluta. A pesar de que el programa nuclear de Israel es el secreto peor guardado del país, las autoridades siguen gestionándolo como tal. Estados Unidos, principal aliado de Israel, ha reconocido públicamente su existencia. El secretario de Defensa de George W Bush, Robert Gates, afirmó durante su sesión de confirmación en el Senado en el 2006 que Irán quiere la bomba nuclear porque está rodeado de potencias nucleares, "Pakistán al este, Rusia al norte, Israel al oeste y nosotros en el Golfo Pérsico". Además, en el 2013 Avraham Burg, expresidente del Parlamento israelí, recibió fuertes críticas por reconocer que Israel tiene armas químicas y nucleares. Pero hubo un momento en el que el proyecto nuclear israelí no era un secreto a voces. El vuelo de un avión espía en 1958 da a EEUU la primera pista de que algo está ocurriendo en Dimona, en el desierto del Neguev. Dos años después, EEUU pide explicaciones e Israel responde que se trata de una planta de investigación metalúrgica. La CIA no se lo cree y concluye unos meses después que Israel está construyendo una gran central nuclear subterránea. Kennedy presionó para frenar el proyecto nuclear israelí sin éxito. "Puedo asegurarle con total claridad que no introduciremos las armas nucleares en la región y que ciertamente no seremos los primeros en hacerlo", aseguró cínicamente Shimon Peres a la Administración estadounidense. Este compromiso terminaría convirtiéndose en la respuesta estándar israelí para las siguientes décadas. "Los peligros de la proliferación de armas nucleares por parte de Israel son tan evidentes que estoy seguro que no hay necesidad de repetirlo aquí", escribió el presidente John F. Kennedy al primer ministro israelí Ben Gurión en mayo de 1963. "Por esta preocupación, mi Gobierno ha buscado programar con ustedes visitas periódicas a Dimona […] Nos preocupan los efectos sobre la estabilidad mundial que podría conllevar el desarrollo del arma nuclear por parte de Israel" aseveró. Con el asesinato de Kennedy en Dallas - cuyos motivos reales siguen levantando gran controversia - en los EE.UU. ya nadie se preocupo en seguir denunciando esta potencial amenaza, adoptando una posición cómplice desde entonces con el sionismo. Luego de la guerra de 1967, Israel ya tenía la capacidad de producir una bomba con tan solo siete u ocho días de margen, según informó la CIA. En 1969, el presidente Richard Nixon se reunió con la primera ministra Golda Meir, a quien transmitió la siguiente idea: "Nuestra principal preocupación es que los israelíes no hagan una introducción visible de las armas nucleares ni lleven a cabo ensayos nucleares" evitando condenar abiertamente en todo momento al régimen sionista. Pero Israel tiene una forma peculiar de definir "introducción". En palabras de Isaac Rabin, entonces embajador israelí en Washington y años después primer ministro, “Israel no introdujo las armas nucleares en la región porque no hizo nada que sirviese al mundo para ser consciente de que había nacido una nueva potencia nuclear”. Rabin creía que era lícito contar con armas nucleares mientras no se hiciesen pruebas nucleares, se desplegasen esas armas o se hiciese pública su posesión. De acuerdo con el historiador Avner Cohen, Israel estuvo a punto de desplegar su arsenal nuclear durante el segundo día de la Guerra del Yom Kippur (1973), cuando los Altos del Golán estaban a punto de ser liberados por Siria, pero Golda Meir descartó finalmente el movimiento. De acuerdo con el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), Israel tenía en el 2017 unas 80 cabezas nucleares. Como recordareis, en 1986, Mordechai Vanunu, un antiguo técnico nuclear israelí, dio a los medios británicos amplia información sobre el programa secreto de armas nucleares, dejando asimismo al descubierto el aval y complicidad de Washington a este régimen colonialista, asesino y profundamente peligroso para que posea armas de destrucción masiva. Pero poco antes de que The Sunday Times publicase la historia - el cual tratamos ampliamente en su momento - una agente del Mossad consiguió engañar a Vanunu y le convenció para viajar a Roma, ya que los sionistas no quería secuestrarlo en el Reino Unido “para no dañar sus relaciones” con Margaret Thatcher. A su entrada al hotel, varios agentes israelíes se abalanzaron sobre él, le inmovilizaron y le drogaron. Mientras tanto, el buque israelí INS Noga - camuflado como un barco mercante - inició su camino a las costas italianas. Anclaron en aguas internacionales y esperaron a la lancha en la que los agentes traían a Vanunu. Entonces el INS Noga partió de vuelta a Israel, donde fue sometido a brutales torturas por la Mossad para que se desdiga de sus acusaciones, pero no lo consiguieron. En 1988, el antiguo técnico nuclear fue condenado a 18 años de prisión. Salió de la cárcel en el 2004 y desde entonces ha sido arrestado en numerosas ocasiones por “violar las condiciones de su liberación” - entre las que se le prohibía hablar con extranjeros o salir de Israel - la última en el 2015. Atrás quedaron las promesas israelíes a Richard Nixon: "Israel no se convertirá en una potencia nuclear" que fueron palabras huecas que se las llevo el viento, con la plena complacencia de Washington, quien se ha convertido en el mayor protector de la bestia sionista, empeñada como esta en desatar el caos y la violencia en el Medio Oriente, para ‘justificar’ su intervencionismo en tan estratégica región del planeta. No es de extrañar por ello que la entidad sionista sea el hijo putativo al cual hay que proteger a toda costa, a contrapelo de la legislación internacional e incluso intensificando las guerras de agresión que Oriente Medio sufre en Irak, Siria, Yemen, los procesos de desestabilización contra El Líbano, la represión contra el pueblo de Bahréin y la crónica ocupación de Palestina. Israel es el hijo predilecto del imperialismo y la retroalimentación genera que ese imperialismo sea el fiel aliado del sionismo, conformando un binomio amenazante, peligroso, criminal. Precisamente el factor Israel permite visualizar, en toda su dimensión, la hipocresía de los EE.UU. y sus aliados en el manejo de su política exterior y las exigencias en el campo de los programas nucleares. Cuando se trata de países donde los conceptos de soberanía están fuertemente arraigados, como es el caso de Irán, las presiones estadounidenses se intensifican, generando diversas matrices de acción ataques en el plano político, diplomático, militar, comunicacional, apoyo a grupos terroristas para desestabilizar a la nación blanco de los ataques y que en el caso de la nación persa, no se le perdona haber salido de su influencia geopolítica el año 1979 cuando triunfo la revolución islámica, derrocando al corrupto régimen del Shah Reza Phalevi, títere de los estadounidenses y perro de los sionistas. Ambos representan el mayor peligro para los países de la región y en general para el mundo, que por cierto, muestra ese doble rasero cuando se critica a Teherán por sus programas nucleares, pero no hacen lo mismo y callan hipócritamente en el caso israelí. Su estrecha alianza con EE.UU. pretende vetar cualquier intento de Irán de acceder, no sólo a este tipo de armas, sino también el desarrollar su programa de defensa, contando el sionismo con la complicidad de Francia y Gran Bretaña – como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU – que son, indudablemente, una muestra de este doble rasero occidental. Israel, en todos los planos de su política exterior goza de absoluta impunidad. Viola la legislación internacional, agrede a países y sus pueblos, ocupa ilegalmente un territorio como el palestino. Apoya a movimientos terroristas en Siria e Irak. Apoya acometidas criminales contra Yemen y Bahréin. Genera procesos de desestabilización en el Líbano, temeroso del poder creciente que ha adquirido Hezbolá. Posee ilegalmente armas de destrucción masiva, pero se da el lujo de criticar a otros por desarrollar sus proyectos nucleares. Israel representa lo más abyecto que pueda existir y eso nadie lo puede negar. Es por ello que no existe posibilidad de avanzar por el camino de la paz mientras el sionismo tenga armas nucleares, se someta a un proceso de desnuclearización y vigilancia a manos de la AIEA y sobre todo termine su ocupación de Palestina. Sin ello, cualquier intento de paz para la región y el mundo chocará siempre con los intentos hegemónicos de Occidente y su hijo putativo sionista :(