En los últimos meses, la búsqueda de gas, los polémicos límites marítimos y una Turquía más activa que nunca fuera de sus fronteras - gracias de la enfermiza megalomanía del dictador Recep Tayyip Erdogan - han convertido al Mediterráneo Oriental en un polvorín, avivando un conflicto con 200 años de historia entre Atenas y Ankara. Turquía, que quiere beneficiarse de las bolsas de gas y petróleo que se han ido descubriendo en los últimos años en el suelo marino y alrededor de la dividida isla de Chipre, ha elevado tanto el tono contra Grecia que algunos analistas empiezan a comentar lo inimaginable: un enfrentamiento militar entre dos integrantes de la OTAN. “Se vuelven a escuchar tambores de guerra de nuevo en Europa, pero apenas reciben atención. Todo lo que escuchamos en las noticias es sobre mascarillas, tests y el alcance de los aerosoles”, decía en su último artículo en el Euobserver Caroline De Gruyte, corresponsal europea y columnista del periódico neerlandés NRC Handelsblad. Como sabéis, el pasado 21 de julio, Europa estuvo cerca de despertarse con una noticia más impactante que cualquier rebrote de Coronavirus o la llegada masiva de miles de indeseables “refugiados” (terroristas en potencia) a sus fronteras: un enfrentamiento militar entre Turquía y Grecia. Aquel martes, barcos militares turcos habían partido hacia Kastellorizo, una isla griega muy cerca de su costa donde Ankara quería realizar prospecciones de gas, para imponerse a la flota griega. Atenas, por su parte, había suspendido las vacaciones de sus militares, declarado el estado de alarma y mandado fragatas a la zona. Pero la canciller alemana Angela Merkel intervino, llamó a Erdogan y consiguió que los turcos de momento volvieran a casa. Pero pese a la llamada de Merkel, la escalada continúa. Así, la fragata griega Limnos y el barco turco Kemal Reis llegaron a enfrentarse hasta tal punto que este último fue dañado, aunque no hubo bajas. En efecto, desde el inicio de la semana pasada y escoltado por buques militares, el barco turco Oruç Reis está buscando gas a unos 150 kilómetros al sur de las costas turcas, a medio camino entre la isla griega de Creta y Chipre. Atenas ha urgido a Ankara a abandonar la zona “inmediatamente” y ha advertido de que cualquier estudio sísmico cruzará una línea roja. Desde Ankara aseguran que seguirán con sus investigaciones, pero algunos analistas insisten en que Erdogan estaría buscando algo más: doblar el brazo a la UE y conseguir más concesiones de sus supuestos aliados militares, a quienes cada vez ve como enemigos. “En los últimos 12 meses, Turquía ha llevado a cabo continuas acciones amenazantes, provocativas e ilegales contra Grecia, cada una más agresiva que la anterior. Esta vez, sin embargo, el gobierno griego decidió responder y pasó a la ofensiva”, explico The Greek Analyst. Hace unos días, Atenas firmó un acuerdo marítimo con Egipto para delimitar las Zonas Económicas Exclusivas de ambos países. El objetivo era invalidar un tratado muy parecido que se labró entre Turquía y el fantasmal gobierno de Acuerdo Nacional de Libia (GNA) - su único aliado en el Mediterráneo y a quien apoya militarmente en la guerra civil que desangra al país norafricano - en noviembre del 2019. Y esto irrito al tirano turco. “Erdogan necesita un chivo expiatorio para distraer la atención doméstica, como ya ha hecho en Siria o en Libia o con el teatro de convertir a la Basilica Cristiana Ortodoxa de Hagia Sophia en una mezquita. Debido a sus fracasos internos y a las debilidades estructurales e institucionales de la economía turca, muchas de ellas creadas por él mismo, Erdogan necesita proyectar victorias en el extranjero. Pensó que creando una crisis con Grecia y escalando en el conflicto podría chantajear a Grecia y a la UE, no parpadear hasta el último minuto y conseguir concesiones de ambas. Pero el gobierno griego ya no está dispuesto a seguir aceptando el juego de Erdogan”, recalca el analista griego. Para Grecia, la isla helena de Kastellorizo es uno de los puntos más calientes del desacuerdo. Atenas dibuja sus zonas exclusivas económicas desde las fronteras de sus islas, mientras que Turquía cuestiona los tratados de Lausanne (1923) y de París (1947) considerando que solo se puede tener en cuenta las plataformas continentales a la hora de trazar las fronteras marítimas. Por su parte, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, reconoció que cada vez son más altas las probabilidades de un enfrentamiento militar: “El riesgo de un accidente acecha cuando tantas fuerzas navales se reúnen en un área tan pequeña. La responsabilidad, en tal caso, será de quien provoca esta situación”, dijo Mitsotakis en un discurso televisado a la nación helena. “Grecia no sucumbirá a las amenazas ni al chantaje. Ni tampoco tolerará acciones provocadoras” remarcó. Además, aprovechó para agradecer la ayuda de su principal aliado en este conflicto, París. “Macron es un verdadero amigo de Grecia pero también un ferviente defensor de los valores europeos y del derecho internacional”. Francia, el país de la UE más poderoso en términos militares, comunicó que dos cazas franceses que se encontraban en Chipre realizando ejercicios militares harán una “escala” en la base aérea de Souda (Creta) y permanecerán en la zona varios días a modo de advertencia. Asimismo, apunta a un acuerdo con Grecia para venderle 18 aviones de combate Rafale. En los últimos años, con la llegada de Emmanuel Macron y Donald Trump al poder, Francia ha asumido el rol que EE.UU. ha ido abandonando en la zona tras su fracaso en Siria y Ucrania, lo que le ha valido duras críticas desde Alemania y otros países europeos por su "unilateralismo" en política exterior. No hay más que ver el papel del presidente galo en esta nueva crisis. “La situación en el Mediterráneo Oriental es preocupante”, escribía en Twitter el presidente francés. “Las decisiones unilaterales de Turquía en la exploración gasística provocan tensiones. Deben acabarse para poder establecer un diálogo entre los países vecinos y los aliados de la OTAN” anoto. Al respecto, uno de los analistas de política exterior más conocidos en Francia, François Heisbourg, aseguraba en Twitter que nos estamos acercando “a uno de esos peligrosos momentos en los asuntos internacionales donde el juego pasa de la presión y la disuasión a la realidad brutal de la violencia y la guerra. Un recuerdo de que uno solo debe entrar en lo primero luego de haber considerado lo segundo”. Mientras tanto, en Turquía, la prensa acusa a París de estar buscando la guerra. “Francia echa de menos su período colonial, especialmente en el Mediterráneo”, dijo Ismail Hakki Pekin, antiguo director de la inteligencia militar turca, a The Wall Street Journal. “Francia quiere eliminar a Turquía de este área por el gas natural y el petróleo de la región. Es la razón principal de la lucha entre ambos” indico. En junio, un barco militar turco estuvo a punto de atacar a una fragata francesa que operaba cerca de Libia asegurando el embargo de armas de la ONU. Ese mismo mes, Macron acusó a Turquía de tener una “responsabilidad criminal” por fomentar la guerra civil libia. Y Erdogan tampoco se ha quedado callado. En las últimas semanas ha combinado discursos conciliadores con aseveraciones poco propias de un miembro de la OTAN, retando a sus enemigos a enfrentarse en el campo de batalla y anunciando que “la prosperidad de los países occidentales basada en el sangre, sudor y lágrimas y la explotación del resto del mundo se ha acabado” gruñó el sátrapa. “La prepotencia mostrada por Turquía es condenable. Es un país muy nacionalista y no es difícil conseguir el apoyo popular frente a Grecia por razones históricas”, explico Asli Aydintasbas, especialista en el European Council on Foreign Relations (ECFR). Desde hace años, Turquía se ha vuelto un país más peligroso, ambicioso y expansionista fuera de sus fronteras, chocando incluso con sus aliados de la OTAN. Erdogan en su locura manifiesta sueña incluso con restaurar los límites del imperio Otomano - desde el Danubio hasta el norte de África, con el obviamente como “sultán” - y ese es el motivo de su intensa actividad política y militar desplegada en la región, especialmente en el norte de Siria y en Libia. En la Alianza Atlántica, los diplomáticos reconocen que Ankara es el "elefante en la habitación" del que nadie se atreve a hablar, especialmente tras su compra de misiles rusos S-400 o sus intervenciones en Libia. En este escenario cada vez más beligerante, surgen las preguntas incómodas: ¿Qué ocurriría si dos miembros de la OTAN se enfrentan? ¿Se activaría el artículo 5, que dice que un ataque contra un aliado se considerará un ataque contra todos? ¿Significará la salida de Turquía de la OTAN? En Ankara lo tienen claro: “Una guerra en el Mar Egeo significaría el fin de la OTAN y dejaría a Turquía definitivamente en la órbita rusa”, dijo Cem Gurdeniz, antiguo contraalmirante de la Marina de Ankara, en una entrevista al diario italiano AGI. Una de las críticas más recurrentes de los turcos es que todos se están uniendo contra ellos. Y es cierto. Se está formando una heterogénea coalición en el Mediterráneo oriental, con Francia como líder de facto seguido de Grecia y Chipre, pero también se suman Israel, Egipto o Emiratos Árabes Unidos. “Parece que Ankara ve estas nuevas alianzas en el Mediterráneo oriental esencialmente como un eje antiturco y siente que solo mostrándose amenazante ante los demás puede alzar la voz y recibir su parte de recursos energéticos que hay en el mar”, destaca Aydintasbas. Para tratar de encontrar una solución pacífica, los ministros de Exteriores de la Unión Europea trataron el tema en un consejo de emergencia, sin resultados. Los expertos consultados, aunque se muestran escépticos, apuntan a la necesidad de un diálogo sobre la topografía y las fronteras marítimas a través de un tercer partido diplomático, aunque no está muy claro quién podría sentar a la mesa a ambos y pacificar las aguas. “En el siglo XIX, las monarquías habrían resuelto este incidente a través de una gran conferencia. Bajo la Pax Americana, EE.UU. habría negociado un acuerdo. Hoy Washington ya no cuenta para nada en Europa al estar en decadencia, mientras otras potencias compiten por influencia y recursos en la zona”, tuiteaba Ulrike Speck, analista de política exterior alemán. Además, la falta de unidad exterior de la UE complica tomar además una postura consensuada. Mientras Francia y Grecia reclaman sanciones contra Turquía, otros países más amistosos con Ankara como Alemania, prefieren buscar otras vías para reducir las tensiones. Por lo tanto, Berlín asoma como el mejor candidato para convertirse en el mediador del conflicto. “Es su única oportunidad, porque Alemania tiene en sus manos la presidencia de la UE y Merkel está interesada en intermediar entre Turquía y Grecia”, afirma Aydintasbas. Precisamente, Merkel convenció a Erdogan de retirar sus barcos en julio advirtiéndole de que, de lo contrario, sería incapaz de evitar sanciones de la UE contra su país. Pero la continuación de los roces con Grecia y otros países por parte de Turquía, ¿posibilitara el estallido de la guerra? Al parecer, un conflicto armado en el Mediterráneo no está en el interés de ninguno de los dos países. Casi el 90% del comercio turco pasa a través de sus puertos, la mayoría situados en el Mediterráneo oriental, mientras que Grecia cuenta con la flota comercial más grande del mundo (en tonelaje) y una guerra seria un duro golpe a su economía, ya devastada por el Coronavirus. Sin embargo, eso no significa que Erdogan quiera sacar pecho. Y cualquier mínimo error podría arrastrar a Turquía contra Grecia - y al resto de sus aliados- a un conflicto insólito. En Atenas hay consenso: si el sátrapa turco cruza las líneas rojas, se responderá militarmente. “Pese a nuestras innumerables diferencias a nivel interno, hay un gran apoyo de todos los partidos a usar todas las medidas de disuasión necesarias por las Fuerzas Armadas Griegas si Erdogan decide actuar unilateralmente. Aunque todo el mundo espera que la situación no se agrave, esta crisis parece más seria que cualquier otra desde la crisis de Imia en 1996 [cuando tres oficiales griegos murieron y Turquía y Grecia estuvieron a punto de entrar en guerra]”, recalca The Greek Analyst. “No creo que Turquía y Grecia se arriesguen a una guerra, pero el problema en esta situación tan explosiva son las consecuencias no controladas”, concluyo Aydintasbas. En otras palabras, puede haber “accidentes” que se acaben saliendo de control. Y en ello Erdogan es un especialista en crearlas. Mientras este demente continué aferrado al poder, solo podemos esperar lo peor. Cabe resaltar que así es cómo empezó la Primera Guerra Mundial: un pequeño incidente que arrastró a todo el mundo a un conflicto cuyas consecuencias cambiaron para siempre la historia de la humanidad :(