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miércoles, 30 de noviembre de 2016

FIDEL CASTRO: La historia no lo absolverá

Una noticia dada a conocer el último fin de semana da cuenta de la muerte del nonagenario Fidel Castro - aquel a quien acertadamente el Presidente electo Donald Trump calificó como un dictador brutal que oprimió a su pueblo - el cual mediante las armas derrocó a una sangrienta tiranía en Cuba en 1959, solo para instaurar otra tan siniestra como aquella, con la diferencia de que su desfasado régimen comunista aún continua en el poder, manteniéndola virtualmente aislada del resto del mundo y al borde del colapso económico. Cuando el Día de Año Nuevo de 1959 el dictador Fulgencio Batista huyó del país y triunfó la rebelión encabezada por Fidel Castro, los cubanos estallaron en una apoteosis de júbilo quizás sin precedentes en la historia de la joven república. El joven barbudo de 32 años emprendió un recorrido triunfal desde la oriental Santiago de Cuba hasta La Habana, acompañado de cientos de combatientes. Fidel había prometido celebrar elecciones y restablecer la democracia al más breve plazo. Pero un mes después, al asumir como primer ministro del gobierno revolucionario, sustituyó la Constitución por una “ley fundamental” redactada por él, convirtió al presidente de la República en una figura decorativa, pasó las funciones del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo al Consejo de Ministros presidido por él, y lanzó la consigna de “¿Elecciones para qué?” demostrando con ello querer perpetuarse en el poder. Mientras hipócritamente, juraba que la revolución no era roja, sino verde como las palmas. “No somos comunistas, nuestra revolución es humanista”, repetía insistentemente. Sin embargo, meses después estatalizaría la industria, el comercio, la banca, los medios de comunicación, y declararía el carácter comunista de su revolución. Muy tempranamente instauró la actual autocracia dinástica. En febrero de 1959 nombró a su hermano Raúl como su sustituto vitalicio y jefe de la Comandancia General de las Fuerzas Armadas, por encima de los comandantes Camilo Cienfuegos y Che Guevara, los principales cabecillas de la lucha guerrillera - quienes fueron quienes derrotaron al Ejército en el centro del país y provocaron la huida del dictador - y de otros comandantes con más méritos que Raúl, quien combatió muy poco. Para gobernar formó con su gente una junta militar omnipotente, al margen del Estado y del gobierno, compuesto por comandantes supervivientes del desembarco del yate Granma: Camilo Cienfuegos, Che Guevara, Juan Almeida, Ramiro Valdés, Efigenio Ameijeiras, Faustino Pérez y otros. También integraron esa ‘creme de la creme’ castrista otros comandantes no expedicionarios, como Hubert Matos, Guillermo García, Manuel Piñeiro, Sergio del Valle, José Machado Ventura, Pedro Miret y figuras civiles del Movimiento 26 de Julio dirigido por Castro, como Armando Hart, Vilma Espín, y otros. Pero Castro ignoró al Directorio Revolucionario 13 de Marzo y al Segundo Frente Nacional del Escambray, que también combatieron contra la dictadura batistiana. Ni Faure Chomón, ni Eloy Gutiérrez Menoyo (español), comandantes jefes de ambas guerrillas, integraron la cúpula político-militar del país. Pronto, algunos exponentes ‘incómodos’ del patriciado dirigente fueron sacados de circulación. Mucho aprendió Fidel cuando a fines de los años 40 hacía política a punta de pistola con la pandilla Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR). Ese pedigrí suyo podría explicar la misteriosa desaparición (octubre de 1959) de Camilo Cienfuegos, en lo que todo apunta a un crimen político que nunca podrá ser probado. Cienfuegos rivalizaba con Fidel en popularidad y en carisma, y encima tenía el grave “defecto” como era su conocido anticomunismo. También fue defenestrado el comandante Hubert Matos (anticomunista amigo de Cienfuegos), encarcelado por un complot inventado por Castro. Y el comandante Humberto Sorí Marín fue fusilado por “romper” con la revolución. El Che Guevara, más estalinista que Fidel, luego de los primeros roces con su jefe y temiendo ser el próximo, salió de escena voluntariamente con el propósito de “liberar” (incendiar) Latinoamérica, tras destrozar la economía cubana, de la cual estuvo a cargo cinco años. Para apuntalarse en el poder, Castro le dijo a los suyos que no creyeran lo que él repetía en sus discursos: “Esta es la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”. Y se instalaron en las mansiones confiscadas a la “burguesía explotadora”. Desde entonces han vivido la dolce vita a expensas del pueblo al que ellos cercenaron sus libertades básicas y han empobrecido a su país a niveles del África Subsahariana. Al faltar el Che Guevara, como tercer hombre de a bordo en el castrismo quedó el comandante Juan Almeida y al morir este la estafeta pasó a Ramiro Valdés, artífice del aparato de represión política más tenebroso y masivo en la historia latinoamericana. Valdés es el único superviviente del “núcleo duro” fundacional de la dictadura que sigue en la cúpula, aunque con un poder real muy disminuido. El Fouché cubano y Raúl Castro no se llevan bien y tuvieron encontronazos cuando rivalizaban por tener el control de los servicios de inteligencia y contrainteligencia del régimen. Otros “fundadores” tuvieron peor suerte, como el general Arnaldo Ochoa quien fue fusilado y el general José Abrantes, que murió en la cárcel en circunstancias no muy claras. Pero otros han ido tomando su lugar. Hoy los hombres más poderosos de Cuba son el dictador Raúl Castro, el comandante Machado Ventura, los generales Leopoldo Cintra Frías, ministro de las FAR; Álvaro López Miera, jefe del Estado Mayor de las FAR; Carlos Fernández Gondín, ministro del Interior; el comandante Ramiro Valdés - todos octogenarios y septuagenarios veteranos de la Sierra Maestra - el coronel Alejandro Castro Espín, hijo del dictador y zar de los servicios de inteligencia y contrainteligencia, y el general Luís A. Rodríguez López-Callejas, presidente del imperio económico de las Fuerzas Armadas. Esta exclusivísima élite “revolucionaria”, sus familiares y el generalato que hoy domina la economía, constituyen la gran muralla que impide la realización de cambios políticos que pongan fin a la cuasi eterna pesadilla que sufren los cubanos. Ellos hundieron la otrora próspera Cuba y, mientras ostenten el poder, no habrá otro amanecer de jolgorio en esta isla que vive atrapada en el pasado. Con la muerte de Fidel a los 90 años y el anunciado “retiro” de su hermano Raúl (que ya pasa los 85) en el 2018, el castrismo pretenderá seguir esclavizándolos de la mano de su hijo Alejandro, instaurando una nueva dinastía “comunista” como la existente en Corea del Norte, pero los tiempos serán otros. Si bien actualmente sobreviven gracias al petróleo venezolano, este no es eterno ya que cuando les cierren la llave veremos a que árbol se arrima, porque los rusos a pesar de haber firmado con los cubanos diversos acuerdos económicos - que no se parecen ni por asomo a las multimillonarias subvenciones de la época soviética - lo consideran un caso perdido y en el nuevo ‘reparto del mundo’ entre los señores Putin y Trump, mientras Siria y Ucrania queden bajo la órbita de Moscú, Cuba volverá a ser un ‘protectorado’ estadounidense … y todos contentos. Es mas, la llegada del magnate a la Casa Blanca el próximo 20 de enero solo augura negros nubarrones en el horizonte, porque una de sus primeras acciones será dejar sin efecto todas aquellas medidas adoptadas por Obama y que solo sirvieron para apuntalar a un régimen que ya vive sus horas de agonía. Como recordareis, cuando Fidel Castro fue detenido y juzgado tras el fracaso de la toma del cuartel Moncada en 1953, dijo en su juicio “La historia me absolverá” pero visto los años de horror y miseria que el comunismo trajo a la isla, estamos seguros que no lo será. Los 25,000 asesinados durante su sangriento régimen y un país en ruinas es el ‘legado’ por el cual se le recordara... y maldecirá :)
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