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miércoles, 24 de abril de 2024

MINSK: Aquella gran desconocida

Considerada la capital de un país gobernada con mano de hierro por quien durante mucho tiempo en Occidente ha sido señalado como “el último dictador de Europa”, ha estado generalmente fuera de las rutas turísticas, con mayor razón en estos tiempos con la guerra patrocinada por la OTAN en la vecina Ucrania, ya que al ser aliada de Moscú, es muy difícil llegar a ella. Pero como a mí me gustan los retos la escogí para iniciar nuestra Expedición por el Cáucaso, que incluirá también a las capitales de Rusia, Georgia y Armenia - Kiev queda fuera por obvias razones - para continuar luego por los Balcanes. Es casi seguro que a pesar de las ideas preconcebidas que uno pueda tener, Minsk es capaz de sorprenderte y puede parecer moderna y agradable a primera vista, pero hay algo que desentona y no es solo la estrecha vigilancia a la que los visitantes somos sometidos, sino también la vomitiva simbología comunista que está presente en todas partes. En efecto, la capital de Belarus a pesar de poseer cafés de moda, restaurantes impresionantes y clubes nocturnos llenos de gente que compiten por su atención, los museos y galerías de arte se han instalado en un centro de la ciudad que fue totalmente remodelado al gusto del genocida Stalin con grotescos monumentos y horribles edificios de la época soviética. No es de sorprender por ello que para los viajeros - al ver como en pleno siglo XXI aún se rinda culto a esa ideología criminal como es el comunismo (responsable de la muerte de 150 millones de seres humanos) y donde la hoz, el martillo, el rostro de Lenin y la estrella roja están presentes en cada rincón de la ciudad - Minsk evoca la lejana tristeza soviética. Como centro administrativo y capital nacional de Belarus, es la ciudad más grande y poblada del país con casi 2 millones de habitantes. Se encuentra ubicada en la cuenca del río Dniéper entre los ríos Svíslach y Nyamiha y está dividida en 9 distritos administrativos. La primera mención de la ciudad data del siglo X, posicionándola así en una de las ciudades más antiguas de Europa. Su peso histórico es innegable. A las centurias de asaltos mongoles, lituanos, polacos y rusos, le siguió el impacto de la Segunda Guerra Mundial, que la destruyó casi por completo, y los años de aislamiento por su pertenencia a la URSS, donde fue reconstruida hasta alcanzar su independencia en los 90, y a partir de cuya fecha ha comenzado a crecer de forma incesante hasta llegar a la actualidad. Aunque su trazado urbano soviético y estética estalinista es innegable por sus monstruosas construcciones de largas y anchas avenidas, plazas abismales y espantosos monumentos fácilmente reconocibles por lo grotescos que son, lo cierto es que Minsk también exhibe un corazón histórico empedrado que resistió a la guerra en forma de castillos, murallas, iglesias ortodoxas, templos de estilo barroco y algunas pinceladas neoclásicas, que si merecen ser visitadas a diferencia de los espantajos estalinistas, de nulo valor artístico. Aunque sus visitantes todavía son pocos, es un hecho que la ciudad cada vez atrae más la curiosidad del viajero y empieza a despertar activamente al turismo. Son numerosos los puntos de interés de Minsk. Muchos de ellos se encuentran en torno a la Avenida de la Independencia o Prospekt Nezavisimosti. Sus 15 km de largo y 42 de ancho la proclaman como la vía principal de la ciudad cruzándola del centro al noroeste. A través de ella se accede al centro de la llamada “ciudad alta”, encuadrada sobre una pequeña loma y donde se encuentran los edificios antiguos que sobrevivieron al desastre de la guerra y otros tantos reconstruidos según el estilo típico del siglo XIII. La Plaza de la Libertad alberga el elegante e inmaculado Ayuntamiento de construcción neoclásica y columnas jónicas, la Catedral del Espíritu Santo de fachada blanca y tejados verdes que se erige como el templo más importante para los cristianos ortodoxos del país y la Catedral de la Virgen María, el más importante para los católicos. Otra de las plazas más famosas es la Plaza de Octubre donde se encuentra el Palacio de la República, el Palacio de la Cultura, más conocido como el Partenón de Minsk por su estilo neoclásico y el siniestro edificio de la KGB, nombre que todavía recibe la Agencia de Seguridad del Estado. La inmensa Plaza de la Independencia, de 7 hectáreas, es una de las más grandes de Europa. En ella está la sede de la Universidad, además de una horrible estatua de Lenin - aun no derribada -, la Iglesia de San Simón y Santa Elena, conocida como la Iglesia Roja por el color de su fachada de ladrillos y la escultura del Arcángel San Gabriel abatiendo a un dragón. Bajo el suelo de esta plaza está el centro comercial Stolitsa con cuatro plantas hacia abajo desde la superficie. En el centro de la Plaza de la Victoria, se alza un enorme obelisco de 40 metros de altura coronado con la estrella comunista “para homenajear a los muertos durante la Segunda Guerra Mundial”. Obviamente, es el lugar de celebración de los desfiles del régimen. En los tejados de los edificios de corte estalinista y fachada circular que se disponen en torno a ella, hay unas grandes letras rojas con propaganda a favor del régimen y que no vale la pena reproducir. Otras calles importantes de Minsk son las bulliciosas Skoriny y Vzyzvalicieliau, así como la juvenil Zybitskaya. Es más, a través de uno de los puentes que atraviesan el río Svílach se accede a la Isla de las Lágrimas, una pequeña isla artificial donde se ubica un emotivo monumento formado por una capilla rodeada de gigantescas esculturas que representan a las madres y viudas de los fallecidos en los años 80 durante la Guerra de Afganistán. Produce melancolía observar ese semblante desesperado esperando el regreso de sus hijos y cerca, la escultura de un ángel cabizbajo con las lágrimas deslizándose por su mejilla, se cubre el rostro con sus manos en repulsa a la guerra y la destrucción. Minsk se construyó sobre un bosque, por ello hay muchos parques repartidos a lo largo y ancho de esta ciudad. De hecho, los edificios asoman haciéndose un espacio entre el verde, poliducto de la planificación urbanística, donde cemento y jardines se alternan a la perfección. Parques como el Gorky, el Janki Kupali o el Pieramohi, son magníficos lugares de esparcimiento donde las familias pasean y los jóvenes practican deporte. En Minsk no solamente queda demostrado el protagonismo que se le da a la naturaleza, sino también está patente la importancia que se otorga a la ciencia por sus más 150 instituciones de investigación científica y a la cultura y educación, con 27 escuelas artísticas, cines, el Circo Nacional Bielorruso, ópera y ballet de primer nivel que se representa en sus 12 teatros entre los que despunta el inmaculado y refinado Gran Teatro Académico Nacional y 18 museos, como el propagandístico “Museo Estatal de la Gran Guerra Patriótica”, en cuyo edificio ondea inexplicablemente la bandera de la URSS. Es una alegoría a la guerra germano-soviética de 1941 a 1944, la más importante del siglo XX y ante la cual Belarus se llevó la peor parte en cuanto al número de víctimas. Mención aparte merece la Biblioteca Nacional. Su diseño futurista en forma de diamante o poliedro de cristal simboliza el conocimiento que la humanidad ha adquirido a lo largo de los siglos y está recubierta de LEDs de colores que proyectan diferentes escenas luminosas. Alberga la tercera colección de libros en ruso más amplia del mundo y en la planta 22 hay un mirador que bien merece una visita para poder ser testigo de una de las mejores panorámicas de toda la ciudad. Cabe precisar que los lugares de Minsk para invertir el tiempo libre nada tienen que envidiar a los de las capitales europeas más importantes. El Slolitsa Underground Mall, el centro comercial Zamok y las Galerías GUM son afamados paraísos para las compras. Aquellos que necesiten descargar adrenalina pueden acudir al Parque de Atracciones Chelyuskinites y para los amantes de la vida nocturna, los clubes de recreación Bowling y Billar son una buena opción. La pista de hielo que está frente al Palacio Respubliki es la más concurrida, un cóctel en Sweet And Sour sabe mejor y el Grand Café, Bistro de Luxe, La Scala, Falcone y Vasilki son excelentes restaurantes donde degustar la singular gastronomía del país. En fin, a pesar de sus atracciones, aquél que viaje a Minsk descubrirá desconcertado una ciudad que aun exhibe horribles símbolos que aluden a la infame época de la ocupación soviética y que duraran mientras Lukashenko permanezca en el poder. Cuando a este sátrapa le llegue la hora, lo será también para todas esas monstruosidades estalinistas que afean la capital. De eso no cabe ninguna duda. Ni siquiera en Moscú puede encontrarse esa exhibición de mal gusto, tal como lo podremos comprobar en nuestra próxima parada.
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