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miércoles, 28 de febrero de 2024

POLONIA: Vecinos y enemigos

Entre 1569 y 1795, Polonia junto con Lituania conformaron la Republica o Mancomunidad de las Dos Naciones cuya extensión abarcaba desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. También llamada oficialmente República de Polonia o Primera República Polaca, (en polaco: Rzeczpospolita Polska), no cubría solo los actuales territorios de Lituania y Polonia (excepto la actual zona occidental de este país), sino también el territorio de Belarus (Bielorrusia), gran parte de Ucrania, Letonia, Estonia, así como Koenigsberg en Prusia y partes de los óblast de Smolensk y Briansk en Rusia. En su apogeo, la mancomunidad poseía 1 036 000 km² de superficie y múltiples grupos étnicos, con una población de aproximadamente once millones de habitantes. Si bien nominalmente tanto Polonia como Lituania cogobernaban esos territorios, en realidad eran los polacos quienes tenían el mando efectivo y lo mantuvieron hasta la desaparición de la Mancomunidad en 1795. A diferencia de los lituanos que reniegan de esa parte de su historia, los polacos por el contrario lo recuerdan con gran fervor, especialmente entre los sectores nacionalistas que añoran revivirlo. Y ahora quieren aprovecharse de la desgracia de Ucrania, intentando “recuperar” esos territorios que alguna vez fueron polacos y que sabe muy bien que Kiev no podría defenderlas, ya que sus tropas sufren derrota tras derrota en el este del país, en su absurda guerra contra Rusia, “motivada” por los EE.UU. y la OTAN. Como sabéis, la Comisión Europea ha pedido a las fuerzas de seguridad polacas que garanticen el tránsito de mercancías ucranianas a través de la frontera de la UE. Las autoridades locales son responsables de mantener la ley y el orden, por lo que Varsovia debe proteger los derechos de los pasajeros y la libre circulación de productos, “que son clave para las cadenas de suministro del mercado interior de la UE”, ha aconsejado Bruselas. Mientras tanto, a los agricultores y camioneros que han estado bloqueando los camiones ucranianos desde noviembre se les unen ahora cazadores descontentos con las políticas medioambientales del nuevo gobierno polaco. Los propios agricultores planean intensificar sus protestas, bloqueando los puestos de control en la frontera con Ucrania, así como los centros de transporte y las vías de acceso a los puertos ferroviarios y marítimos. La crisis en las relaciones entre Ucrania y Polonia puede parecer completamente ilógica y paradójica. Al fin y al cabo, fue Varsovia la que, luego del 24 de febrero de 2022, se posicionó – aparentemente - como el aliado más fiable y decidido de Kiev en Europa, exigiendo las medidas más duras contra Moscú, incluso cuando París y Berlín dudaban, el presidente Macron sugirió continuar el diálogo con su homólogo ruso e Inicialmente, el Canciller Scholz esperaba limitarse a suministrar al ejército ucraniano 5.000 cascos. Polonia aparecía si como el más del aliado de Ucrania, pero sus intenciones era otras, buscaban su debilitamiento para luego plantearle sus exigencias territoriales. Han pasado dos años y como era de esperar, los papeles se han invertido. Francia y Alemania ahora son vistas como partidarios incondicionales de los colaboracionistas ucranianos, evitando las críticas públicas incluso cuando son necesarias. Sin embargo, los polacos han dejado de contenerse y, en cambio, dan rienda suelta a sus emociones y su odio contenido. No evitan mostrarse ofendidos y expresan libremente sus quejas a Kiev. En este sentido, la declaración del vicepresidente del [parlamento] Seimas, Piotr Zgorzelski, que acusó al alcalde de Lviv, Andrey Sadovyi, de utilizar “el lenguaje [del ultranacionalista ucraniano de los años 40, Stepan] Bandera” y expresó su convicción de que tal retórica no debería tener lugar en Ucrania, fue indicativo. Esas palabras no se pronuncian desde hace dos años en el campo occidental (a menos que tengamos en cuenta a los primeros ministros de Hungría y Eslovaquia con su posición especial). Se había ignorado el culto a Bandera, Roman Shukhevich y otras figuras controvertidas, a pesar que tenían las manos manchadas con la sangre de miles de polacos. En el contexto de la lucha de Kiev con el Kremlin, se consideró un matiz inconveniente, que era mejor no abordar de momento, para no perturbar una imagen tan cómoda del mundo en blanco y negro, ese mundo de fantasía que se está viniendo abajo con la derrota ucraniana en el campo de batalla. Otro funcionario ucraniano, el viceministro de Economía y Comercio, Taras Kachka, también tuvo problemas con el vicepresidente del Seimas. Piotr Zgorzelski le pidió que moderara su retórica y no insultara a los agricultores polacos que protestaban en los pasos fronterizos. Cabe señalar que Zgorzelski representa la Alianza de la Tercera Fuerza, que forma parte de la coalición gobernante del primer ministro liberal Donald Tusk. Kiev había esperado que luego del cambio de poder en Polonia, el envío de los ultranacionalistas del partido Ley y Justicia a la oposición y el triunfo de las fuerzas pro-UE, las fricciones con Varsovia que se sintieron el año pasado fueran cosa del pasado. Pero, como podemos ver, nada de eso está sucediendo. Mientras habla de labios para afuera de “apoyar a Kiev”, el gobierno de Tusk en realidad está creando problemas colosales a las autoridades ucranianas en la frontera, o más bien no está haciendo nada para resolverlos. Mientras tanto, Kiev se queja de que el bloqueo de los cruces fronterizos ya está causando problemas no sólo con el suministro de bienes humanitarios sino también con suministros militares. Esto llega en un momento en que la situación en el frente ya es dramática para el ejército ucraniano que se bate en retirada. Como era de esperar, en las redes sociales ucranianas, los polacos son acusados de traición y de apuñalarlos por la espalda. Cualquier noticia en los canales de Telegram sobre las acciones de los agricultores y camioneros polacos va acompañada de cientos de comentarios enojados y francamente insultantes, entre los cuales la sugerencia de "dejar pasar a las tropas rusas para que puedan lidiar con los pšeks" (forma despectiva para referirse a los polacos) es una de las más inocentes. Una refugiada ucraniana que se mudó a Varsovia confeso que en los últimos meses se ha topado con actitudes cada vez más hostiles. Su coche, que tiene matrícula de Kiev, ha sido destrozado tres veces y los vecinos en lugar de ayudarla le gritan “lárgate de aquí”. La brecha entre polacos y ucranianos ha comenzado a sentirse a nivel emocional. Los primeros acusan a sus vecinos de ingratitud, los segundos contraatacan con acusaciones de egoísmo, avaricia y falta de empatía. Al mismo tiempo, los líderes de la UE han sido objeto de críticas cada vez mayores. Fueron ellos quienes, presas de la emoción y sin calcular los pros y los contras, tomaron la decisión de abolir los derechos de aduana sobre los productos ucranianos, principalmente productos agrícolas. No pensaron en las consecuencias, que resultaron ser graves, tanto para los agricultores (no sólo en Polonia, hay protestas en todo el bloque) como para los camioneros, cuyos colegas de Ucrania, que reciben salarios mucho más bajos, están arruinando todo su negocio. En general, los turbulentos acontecimientos en la frontera entre Ucrania y Polonia nos hacen pensar en el precio de la posible membresía de Kiev en la UE, que los actuales líderes en Bruselas se esfuerzan por alcanzar, al menos de palabra. Pero con las elecciones al Parlamento Europeo en junio, será interesante ver hasta qué punto los votantes del bloque aprueban estas ambiciones. De momento, la brecha entre los vecinos ahora se siente a nivel emocional a medida que comienzan a resurgir viejas tensiones, que son avivados por los nacionalistas, tanto polacos - que sueñan con recuperar lo que siempre han considerado suyo - como ucranianos, que consideran que ha llegado el momento “de sacudir nuevamente a los polacos como lo hizo Bandera”. Existen viejas cuentas por saldar en toda la región y quizá esta sea la mecha que las vuelva a prender.
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