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miércoles, 20 de abril de 2022

FRANCIA: Golpe de efecto

Cuando el 23 de abril del 2017, el Frente Nacional de Marine Le Pen conseguía su mejor resultado histórico con un 21,3% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales francesas, muchos se preguntaron si no estaríamos en la antesala de un nuevo renacimiento en Occidente. Como recordareis, junio del 2016 ya había visto la marcha de Reino Unido de la Unión Europea con el arrollador triunfo del Brexit. Asimismo, en noviembre de ese mismo año el magnate Donald Trump se había impuesto de manera inobjetable a la Gran Ramera del Apocalipsis Hillary Clinton, en las elecciones presidenciales de los EE.UU. Es así como en pleno apogeo de los nacionalismos, Marine Le Pen se plantó en la segunda vuelta con unas expectativas mucho mayores que las de su padre, Jean Marie, en el 2002. Al fin y al cabo, el Frente Nacional venía de ganar las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 con la propia Le Pen como candidata. Los sondeos apuntaban a una ventaja del homosexual Emmanuel Macron (“casado” con un travesti) tal como se confirmó en el ballotage, que lamentablemente le permitió acceder al Eliseo. Si en el 2017, la ventaja entre Macron y Le Pen en la primera vuelta fue inferior a la que las estimaciones apuntan en el 2022 (2,71% por 4,6%) y la victoria del primero se dio en la segunda vuelta, cuando los votantes de otros partidos lo prefirieron a él ¿por qué deberíamos esperar ahora un triunfo nacionalista en Francia dentro de pocos días? ¿No es acaso una repetición de algo que ya ocurrió? En absoluto. Estos resultados vienen a confirmar una tendencia en Francia muy novedosa y colocan a Le Pen muy cerca del Elíseo. Mucho más que hace cinco años. Mucho más de lo que lo haya estado nunca. De entrada, considerar de forma aislada el número de votos conseguido por la Agrupación Nacional (antiguo Frente) es absurdo, como lo es su comparación con 2017. Entonces, no había un Eric Zemmour con el que competir y con el que compartir electorado. En realidad, el nacionalismo ha conseguido en esta primera vuelta más del 30% de los votos, un resultado absolutamente estratosférico... y superior a lo conseguido por Macron en solitario. Aunque es cierto que Zemmour ha podido movilizar a un electorado aún más a la derecha de Le Pen y que había dejado de votar al Frente Nacional por considerar que se había "aburguesado" -esa acusación se ha escuchado en los últimos años de voces tan importantes como Marion Maréchal o el propio Jean Marie Le Pen-, nadie puede dudar que, sin el polemista de por medio, Marine Le Pen habría ganado esta primera vuelta o habría estado muy cerca. Esto no es algo nuevo en la política francesa. Incluso en las pasadas elecciones locales y departamentales del 2020, relativamente recientes, se vio este fenómeno en varias circunscripciones: triunfo de la Agrupación Nacional en la primera vuelta y unión del resto de los partidos en torno al otro candidato en la segunda vuelta para alejar a la extrema derecha del poder. ¿Pasará eso mismo el 24 de abril, cuando los franceses vuelvan a las urnas para decidir su presidente para los próximos cinco años? Hay varios factores que nos invitan a pensar que ello no va a ocurrir. De entrada, el principal es que los partidos tradicionales han desaparecido, terminando en la ignominia. Entre el Partido Socialista de Anne Hidalgo y Los Republicanos de Valérie Pecresse han sumado apenas el 6,5% de los votos. No tienen un electorado al que movilizar en favor de la tradición republicana. Los defensores del continuismo en Francia han llegado justo al 50%. El otro 50% lo representan tres figuras que presentan propuestas alternativas, nacionalistas y contrarias a la Unión Europea: los citados Le Pen y Zemmour... más el veterano Jean-Luc Mélenchon, un comunista de la vieja guardia que ya llegó al 20% de los votos hace cinco años y este año se ha quedado prácticamente en los mismos números. De cara al ballotage, los votos del electorado de Mélenchon van a ser los decisivos para ambos candidatos. En el 2017, prácticamente todos se fueron al bando de Macron. ¿Repetirán sentido del voto en 2022? Las encuestas no lo ven tan claro y de hecho apuntan a una división absoluta. El votante de izquierdas que ha renunciado al Partido Socialista de toda la vida y ha abrazado al beligerante Mélenchon es un votante que no confía demasiado en el sistema ni en el estado tal y como está concebido. A lo largo de estos cinco años de presidencia de Macron se ha visto muchísimas protestas en la calle y gran malestar, sea en forma de 'chalecos amarillos', transportistas o manifestantes varios. La ideología de estos movimientos siempre ha sido difusa: un "ni de izquierdas ni de derechas" con participación de algunos sindicatos y un enemigo -el Gobierno, el Estado, Europa- en común. Es posible que muchos de esos votantes obreros de Mélenchon que no creen en el proyecto europeo y que ven con recelo las sanciones a Rusia por los efectos que pueden tener en la propia economía francesa, vean en Le Pen a una candidata que vaya a protegerles mejor que Macron, el gran enemigo durante estos cinco años. Se ha hablado mucho de las indudables simpatías de Marine Le Pen hacia Vladimir Putin. Desde las ayudas de bancos rusos a la financiación de su partido cuando el barco hacía aguas hasta sus elogios de los últimos años a su manera de entender la política. Sin embargo, se ha hablado muy poco de la tibieza que el entorno de Mélenchon ha mostrado durante años hacia el líder ruso. El discurso de La Francia Insumisa (LFI) ha sido durante tiempo similar al de muchos otros partidos nacionalistas en Europa y en el mundo: Rusia como garante de la lucha contra el imperialismo estadounidense, con el señor Putin como el líder en quien todos debemos confiar y un rechazo absoluto a que la OTAN incluyera a Ucrania por considerarlo una provocación. Es cierto que el propio Mélenchon ha adoptado una postura contraria a la intervención militar rusa en Ucrania, pero no está claro que su electorado tenga la misma concepción de lo que está pasando allí y de cómo puede afectarles. De hecho, no parece casualidad que, desde el inicio del conflicto y el anuncio de las sanciones contra Rusia por parte de la Unión Europea debido a presiones ejercidas por los EE.UU., los dos candidatos que más hayan crecido -casi cinco puntos cada uno en las encuestas- hayan sido Le Pen y Mélenchon, mientras que Macron ha visto cómo el apoyo que tenia ha ido bajando conforme avanza la situación en Ucrania y endurecía ridículamente su discurso, intentando emular al discapacitado físico y mental de Joe Biden. Por el contrario, Marine Le Pen ha sabido modular su discurso hacia una especie de término medio que puede resultar atractivo para el votante sin ideología clara. Esta misma semana aseguraba: "No quiero que los franceses salgan perjudicados de una guerra que no es nuestra". Obviamente, la candidata de la Agrupación Nacional va a insistir en ese sentido durante estas semanas: intentar captar el voto de los que rechazan las sanciones propuestas por la Unión Europea al gas y el petróleo rusos ya que los afecta económicamente. Aunque Francia no tiene una gran dependencia energética, el discurso nacionalista siempre vende. De paso, esta batalla le da a Le Pen un perfil social del que ha carecido otros años. Es cierto que su padre consiguió muy buenos resultados en ciudades como Marsella dentro de barrios obreros que veían con pánico la llegada de “inmigrantes” - terroristas en potencia - pero Marine siempre ha sido más moderada en ese sentido. Su Frente Nacional ha buscado durante años asemejarse a una derecha más tibia y menos agresiva... y lo ha hecho con éxito. La aparición de un Zemmour, marcadamente xenófobo e islamófobo a su derecha, ha conseguido que Le Pen parezca ahora incluso como moderada. Votar entonces al Frente (o Agrupación) Nacional ya no parece anatema, como se consiguió que se pensara erradamente en el 2002 o en el 2017. Le Pen ha conseguido así que su partido parezca una opción sería de gobierno. Ganó las europeas del 2015 y las del 2019. Estuvo en la segunda vuelta del 2017 y ha liderado los sondeos durante buena parte de estos cinco años. Aparte, ha conseguido aguantar las embestidas del decadente gaullismo por un lado y de Zemmour por el otro. En definitiva, ha establecido una personalidad y una voz propias. Si eso será suficiente para expulsar a Macron del Eliseo, está por ver. Quedarían por examinar las consecuencias de una victoria de Le Pen, tanto para Francia como para Europa como para Occidente en un momento crucial de su historia reciente. Con la candidata de Agrupación Nacional ganando los comicios, Francia saldría tanto de la Unión Europea como de la OTAN, restaurando además la tradicional amistad franco-rusa, hoy mal visto en el Eliseo. Ahora bien, eso significa que el votante quiere acabar con el actual statu quo, que representa tanto Macron como los partidos tradicionales. Esto queda demostrado cuando no la quiso en el referéndum del Brexit y tampoco en las elecciones estadounidenses de 2016. A ello debemos agregar que los dos años de la pandemia mundial del Coronavirus han dejado a todos un poco tocados y frustrados, ávidos de un verdadero cambio. Están enfadados con el establishment y quieren demostrarlo. Votar a Le Pen les parece por ello una buena opción a una Francia claudicante - desde el final de la II Guerra Mundial, solo dos “socialistas”, Mitterrand y Hollande, han llegado a la presidencia- y que ahora muestra un alto sentido nacionalista. También puede serlo para aquellos votantes sin candidato propio en la segunda vuelta. No cabe duda que estos días serán claves para saber dónde está el ciudadano francés y qué cabe esperar de él. Si quiere seguir vergonzosamente como hasta ahora, con su país sumiso a los deseos de los EE.UU. cuyos intereses no son los suyos o bien si prefiere recuperar su dignidad y acabar con este estado de cosas, haciéndolo saltar por los aires. De ellos depende que así sea :)
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