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miércoles, 27 de mayo de 2020

PALESTINA: Una tierra ocupada

A 72 años de la violenta expulsión de sus tierras ancestrales por parte de los sionistas convirtiéndoles en unos apátridas, sigue siendo muy difícil para los palestinos que quedaron tratar de vivir en un lugar donde las violaciones de derechos humanos por parte de Israel no les dan ningún respiro y por lo tanto, no hay otra alternativa que resistir a este atropello a sus derechos. Rendirse por ello al sionismo y su voracidad criminal no es una opción, más aun en estas difíciles circunstancias, cuando los EE.UU. con el fin de impedir cualquier idea de concretar un Estado palestino, haya decidido apoyar la decisión de Israel de anexar gran parte de la ocupada Cisjordania. Como sabéis, los sionistas suele actuar bajo la guía del oportunismo, ejecutando sus acciones delictivas cuando las preocupaciones de sus vecinos suelen estar enfocadas en otras situaciones, acechando como un animal de presa, lanzándose sobre su víctima con saña y extrema violencia, con el claro objetivo de acabar con quienes interfieren sus planes expansionistas, no mostrando piedad alguna para lograr sus fines. Israel es, por lo tanto, un régimen terrorista, nacido bajo la acción de grupos extremistas como Haganáh, Lehi (grupo Stern), Irgún, Plamaj, base paramilitar de las actuales fuerzas ocupantes en Palestina. Israel es una entidad y una sociedad violenta, cebada en la sangre del pueblo palestino, por la vida de miles de hombres, mujeres y niños asesinados indiscriminadamente, abonado por la tierra de un pueblo que comenzó a recibir en su seno la invasión de colonos extranjeros, que como una plaga maldita se enquistó en Palestina, propagando este foco infeccioso por todo el Levante Mediterráneo. Israel es la fiel expresión de una ideología asesina, que en su proceso de ocupación y colonización de tierras ajenas mediante falsos mitos, trata de apoderarse de lo que no es suyo, utilizando para ello la segregación, la creación de guetos, la ocupación de tierras poblándolos de colonos, así como la creación de campos de concentración, que en el caso sionista ha llegado al sumun de la creatividad y perversidad, al generar el centro de confinamiento a cielo abierto más grande del mundo: la Franja de Gaza. Allí, en aquel enclave costero, habitan 2 millones de palestinos. Sometidos a un salvaje bloqueo desde el año 2006 a la fecha. Un asedio inmisericorde, brutal, violatorio de los más mínimos derechos humanos, que le impide a su población desplazarse libremente. Malvivir encerrados y rodeados de muros y vallas, que los separa de su Palestina histórica. Una martirizada población supeditada a restricciones de agua, electricidad, con prohibiciones de desarrollar una vida autónoma. Una franja, que mira al Mediterráneo y sin embargo sólo pueden acceder a un mínimo espacio de ella, vigilados por drones, patrulleras y buques de guerra israelíes. Rodeados de asentamientos con colonos sionistas, armados hasta los dientes, feroces criminales que gozan del sufrimiento de los palestinos, a quienes asesinan con total impunidad. Un enclave monstruoso, una ratonera donde la entrada salida de ella está en manos del sionismo, que sólo en contadas ocasiones permiten el tránsito de camiones con ayuda humanitaria, fiscalizados y autorizados por el ejército ocupante. Una región, que en los últimos doce años, ha sido víctima de tres operaciones bélicas de grandes proporciones, innumerables incursiones que han dejado miles de muertos, así como “asesinatos selectivos”, contra dirigentes políticos y militares. Bombardeos indiscriminados, constante fuego de artillería y lanzamiento de misiles contra la indefensa población civil, causando una gran mortandad. Mientras el mundo es cómplice de esos abominables crímenes no solo con su silencio, apoyando a ese régimen asesino y vetando las resoluciones de la ONU que buscan investigar y castigar sus bestialidades.  En general se trata de un permanente hostigamiento a los habitantes de Gaza. Acciones que han significado la muerte sólo en este período, de al menos 8 mil palestinos, más de 100 mil heridos y la destrucción de gran parte de su infraestructura básica. Un territorio, que desde marzo del 2018 tiene asentados, en la frontera artificial creada por los sionistas, a centenares de francotiradores, que han asesinado sumariamente a hombres, mujeres y niños, incluidos trabajadores sanitarios, ocasionando además unos 50 mil heridos, gran parte con heridas de gravedad que los han dejado mutilados, lo que ejemplifica la perversidad y la esencia criminal del sionismo genocida. Hacia el oriente de Gaza se encuentra Cisjordania, separada del enclave costero, por decenas de ilegales asentamientos sionistas, que además de usurpar el territorio sirven de escudo frente al derecho del pueblo palestino de recuperar su tierra ancestral. Colonos armados hasta los dientes, que han hecho del expolio, la usurpación y del bandidaje su historia de formación de una entidad artificial surgida por la complicidad del mundo que se creyó el holocuento inventado por el lobby sionista para lograr sus perversos fines. Una decisión nefasta cuya victima ha sido el pueblo palestino, que vio cercenado su territorio el año 1948, tras el fin del Mandato británico sobre Palestina, cuando se declara al margen de la ley el nacimiento de Israel, ocupando territorios que se entregaron a colonos extranjeros, de creencia judía, venidos principalmente de Rusia, Polonia, Alemania, Bielorrusia, Moldavia, entre otros. Comenzó así a consolidarse lo que el académico estadounidense (judío de religión) Norman Finkelstein define como “la Industria del Holocausto” que pretende mostrar a los judíos a través de la historia como “victimas” inocentes de las circunstancias - contando con el apoyo mediático de poderosos lobbys judíos que controlan Hollywood y los mas importantes medios de comunicación en el mundo para trata de imponer sus falacias - cuando siempre han sido feroces asesinos en potencia que por su grado de maldad merecen ser exterminados de la faz de la Tierra. Esta Cisjordania, se ha convertido también en un campo de confinamiento. Una parte de esta Palestina fragmentada, por la política de ocupación y colonización sionista. Con 5.860 kilómetros cuadrados, el 60% de ella ocupada ilegalmente por Israel, delimitada por el Rio Jordán y el Mar Muerto por el este y la línea verde por el oeste. Línea que también delimita y separa el norte y sur de la Palestina histórica invadida desde el año 1948, habitada por 3 200 000 palestinos (con millones de refugiados considerados como tales no sólo en Cisjordania y Gaza sino también en países vecinos y una diáspora que no cesa). Rodeada por un muro de la vergüenza de 720 kilómetros de largo, que se adentra y hiere el territorio cisjordano, separando pueblos, aldeas, familias, fagocitando una tierra que se resiste a morir. Cisjordania está surcada, además por medio millar de check point, bases militares, que impiden el libre desplazamiento de sus habitantes, forzados a solicitar permiso a las fuerzas ocupantes, para salir o entrar de su propio país, y, sobre todo, con 125 asentamientos, construidos ilegalmente en tierras palestinas, donde 650 mil colonos usurpan, expolian, roban y asesinan a sus habitantes nativos. Hablamos de cientos de miles de extranjeros de los cuales el 10 % son de origen estadounidense. Una masa invasora extremista de una sociedad de por si impregnada de violencia, racismo y crimen. 250 mil de esos elementos rodean a Jerusalén y el restante número se esparce como la peste por el resto del país. Esta Cisjordania es la que está hoy en la mira de la voracidad sionista, de los objetivos políticos del nuevo ejecutivo de colación conformado por la banda política del Likud y sus aliados comandados por el Criminal de Guerra Benjamín Netanyahu y la formación Azul y Blanco liderada por el ex jefe del estado mayor del ejército sionista, el general Benny Gantz, un lobo con piel de cordero. Ambos políticos, imbuidos de ese anhelo de conformar ese falso mito tallado a golpe de ocupación, agresiones y crímenes y que hoy bajo un acuerdo de poderes compartidos se preparan a concretar la anexión de Cisjordania, deseosos de avanzar en su engendró delirante. Ese falsario Eretz Israel, quimera infame, que suele ocupar en forma contumaz dos ideas propias de los principios de la propaganda sionista, dos mentiras repetidas hasta el hartazgo, queriendo hacer aparecer como una verdad: “Israel es el pueblo elegido y Palestina es la tierra prometida”. Mitos sustentados sobre otras falacias, que pretenden dar sustento a la colonización que comenzó a fines del siglo XIX, bajo la idea que Palestina “es una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Una infame estrategia que tiene un nombre en hebreo: Hasbara, explicación, esclarecimiento, que no es más que justificación a la infamia. Todo un proceso sustentado en falsedades, que ha contado con el apoyo, primero del Reino Unido y luego de los EE.UU., grandes valedores y cómplices del genocidio de miles de palestinos, del expolio de su tierra y hoy, responsables de seguir dando alas a los afanes expansionistas israelíes. Un apoyo que ha encontrado en Donald Trump el secuaz incondicional, al concretar acciones como ha sido el traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén, confeccionar un plan de intensificación de la ocupación y cuyo objetivo es exterminar a la población palestina en el llamado “Acuerdo del siglo” que en realidad va por el camino de la imposición de los deseos y objetivos del sionismo, que es el primer paso para apoderarse de inmensos territorios hoy fuera de su control - “desde el Eúfrates hasta el Nilo” como repiten sin cesar - y que esperan verlo cumplido cuanto antes. Esta abyecta complicidad ha sido criticada y denunciada como violatoria de la legislación internacional. Una alianza con conductas que llevan a ser acusados como culpables de Crímenes de Lesa Humanidad, por gran parte de los países del mundo, sus organismos internacionales como la ONU e instituciones adscritas, la Liga árabe y la Unión Europea. Una crítica que levanta nuevamente la voz ante el anuncio norteamericano de avalar la anexión de gran parte de Cisjordania. Con ello queda claro el engaño manifiesto de Washington respecto a presentarse como “mediador” y llevar a ese canal de conversaciones a una Autoridad Nacional Palestina (ANP) de la cual se duda de su capacidad de liderazgo e incluso la responsabilidad frente a hechos que se venían venir como una tempestad de arena en el desierto. Las autoridades de Cisjordania, entre ellas ministro palestino de Asuntos Exteriores, Riad al-Maliki, aseguró que si el régimen israelí sigue adelante y materializa dicho plan, presentarán una demanda contra Israel ante los tribunales internacionales. También la Organización de las Naciones Unidas (ONU) expresó su rechazo a la idea de anexión. Esto, a través del enviado de la ONU para Asia Occidental, Nickolay Mladenov, que en una comparecencia ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) señaló “La peligrosa perspectiva de anexión de Israel de partes de la Cisjordania ocupada, que se convierte en una creciente amenaza. Tal acción expansionista se constituye en una violación del derecho internacional y asesta un golpe devastador a la solución de dos estados, ya que cerraría la puerta a las negociaciones entre las partes”. Las palabras de Mladenov, si bien son bienvenidas en la suma de condenas a los intentos del sionismo, constituyen sólo un saludo a la bandera, sino se aplican medidas coercitivas contra Israel, bajo el amparo del capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas. Declaraciones líricas, estériles, huecas, dadas sin que el sionismo entienda razón alguna y que en estos días aprovechando la pandemia global ha echado a andar su maquinaria anexionista en zonas de enorme significado histórico y religioso para Palestina, que significaría la expulsión masiva de sus habitantes de sus tierras para entregárselos a colonos judíos. No cabe duda que Israel sólo entiende el lenguaje de la fuerza, por ello, el extremismo del sionismo debe tener respuestas contundentes, que impliquen dotar de fuerzas suficientes a quienes están llamados a hacerla desaparecer, definitivamente. Luchar contra estas fuerzas demoníacas cuyos portadores principales hoy, Benjamín Netanyahu y Benny Gantz, junto a toda la casta política, militar y colonos extremistas, exige que sean aislados e impedir así la propagación de una ideología tan perversa como criminal. Derribar sus drones, hacer sentir que las balas no son unidireccionales, aumentar las presiones a través de la campaña del BDS internacional (Boicot, desinversión y sanciones) como también llevar al sionismo a la Corte Penal Internacional. Hay que trabajar por solicitar detenciones internacionales a los jerarcas políticos y militares israelíes, que no se sientan seguros en ninguna parte del mundo. Levantar a las sociedades árabes para derribar a las corruptas petromonarquías aliadas del sionismo, así como reconsiderar las relaciones que el mundo árabe tiene con los EE.UU. al ser el mayor enemigo de la paz. Las provocaciones y acciones israelíes no pueden quedar impunes, hay que actuar en todos los frentes posibles, incluyendo el militar. No se puede aceptar que la entidad sionista siga exterminando a todo un pueblo, mientras el mundo se niegue a condenar tales atrocidades. Es fundamental que el eje de la resistencia - en la medida que las organizaciones terroristas, formadas y financiadas por los EE.UU., las monarquías feudales del Golfo Pérsico, Israel y el apoyo de países europeos, vayan siendo derrotadas - desde Yemen, pasando por Irak, Siria, Líbano y las propias fuerzas y movimientos palestinos planten cara a los asesinos sionistas, que suelen retroceder cuando su tecnología militar es impotente ante la conciencia, el valor y la determinación de las fuerzas llamadas a combatirlos hasta su desaparición. Palestina nos llama, nos necesita y en esta tarea no hay posibilidad de callar :)
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