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miércoles, 6 de enero de 2016

TURQUÍA: Noche y Niebla

Menuda manera de iniciar el año refiriéndonos a un despreciable genocida que por su desmedida ambición y su locura manifiesta, ha colocado a su país al borde de la descomposición: Ciudades en ruinas con edificios destrozados por doquier, cientos de cadáveres pudriéndose al sol, barrios enteros bloqueados con camiones volcados, enormes telas cubriendo las calles para impedir la visión a los francotiradores… Decenas de miles de desplazados huyendo de los combates…. No se trata de Siria o Irak como podéis imaginar, sino de Turquía. Es un plan sistemático diseñado por Ankara para exterminar a la mayoría kurda que habita en el sudeste del país, quienes desde hace décadas luchan incansablemente por su independencia y que debido a sus ansias de libertad, han sufrido en carne propia las sangrientas represalias por parte de un régimen ante la indiferencia y el silencio cómplice de Occidente que de esta manera avala sus aborrecibles crímenes. Como sabéis, Turquía - gobernada con mano de hierro por un demente y sádico asesino como Recep Tayyip Erdogan - vive una guerra civil interna que recuerda a los peores momentos del enfrentamiento armado de más de treinta años entre el ejército y los guerrilleros del independentista Partido Kurdo de los trabajadores (PKK), una formación considerada "terrorista" por sus “socios” de la OTAN - de la cual Turquía forma parte - cuando los verdaderos terroristas son precisamente los turcos, quienes ya tienen amplia experiencia en cometer tan monstruosos crímenes, como el Genocidio sufrido por el pueblo armenio ocurrido a inicios del siglo XX y del que hoy son víctimas los kurdos. En efecto, varias regiones del sureste de Turquía, de mayoría kurda, viven permanentemente en estado de sitio y en un ambiente de terror. Quienes no han podido huir de la brutal ofensiva del ejército se ven obligados a vivir enclaustrados, sin agua, sin luz, sin cobertura telefónica y sin servicios médicos, a merced de sus asesinos. Es más, miles de civiles han muerto a manos de los turcos desde el reinicio de los combates, hace tres meses, al bombardear indiscriminadamente colegios, hospitales y refugios sabiendo perfectamente que allí se asilaban únicamente ancianos, mujeres y niños. Pero ello no le importo en absoluto a Erdogan quien ordeno su asesinato en masa, según informan organizaciones humanitarias. "El Estado turco hace la guerra a su propio pueblo asesinándolos sin piedad". Así se expresaba a finales de diciembre en el Parlamento de Ankara Figen Yuksekdag, vicepresidenta del pro-kurdo Partido de los Demócratas del Pueblo (HDP, en su acrónimo turco). Unas palabras que tuvieron poco eco fuera del país, ya que los medios de comunicación están fuertemente controlados por el régimen, que tienen prohibido referirse a la guerra contra los kurdos e ignorarlo completamente como si ello no existiera, ya que en caso contrario, serian clausurados inmediatamente y sus dueños y periodistas terminarían en la cárcel acusados de cómplices del “terrorismo”, donde aparecerían muertos a los pocas horas de su llegada a prisión, como ya ocurrió en anteriores oportunidades. Lo peor de todo es que ante este salvajismo mostrado por los turcos, el mundo calla por conveniencia. Y es que la Unión Europea sólo levanta la voz tímidamente cuando se trata de criticar a Erdogan, debido a que este tiene la llave para enviar hacia el oeste de Europa a miles de “refugiados” - terroristas en potencia - de los más de dos millones que viven hacinados en su territorio. De otro lado, el dictador pretendió engañar al mundo hace dos años asegurando “que buscaba la paz” con la guerrilla kurda, cuando sus verdaderas intenciones eran otras. Así, en marzo del 2013, el día de año nuevo kurdo (Nevruz), afirmó que había llegado el momento "de hacer callar las armas para poder oír a la política". Por entonces, Abdullah Oçalan, el histórico líder del PKK, encarcelado y condenado en 1999 a cadena perpetua, había reiterado en marzo de este mismo año la necesidad de poner fin a un conflicto armado que dura casi 35 años. Ya en la clandestinidad antes de su captura, había mostrado su disposición a renunciar a la independencia de la región kurda de Turquía, y se manifestó por una "autonomía democrática" que pudieran disfrutar los 15 millones de kurdos del país. Pero las ambiciones dictatoriales de Erdogan, así como el conflicto originado por los EE.UU. en Siria y la guerra internacional contra ISIS, iban a dejar al descubierto que todo fue una burda patraña para tratar de buscar réditos políticos: Erdogan necesitaba obtener una mayoría cualificada en el Parlamento para poder cumplir su sueño: reformar la Constitución y definir un nuevo régimen presidencialista con amplios poderes para la máxima autoridad de la nación. Sin embargo, en las elecciones celebradas en junio, sus planes fracasaron. Además, el partido prokurdo HDP, de Selahattin Demirtas, se convirtió en el cuarto partido del Parlamento, aupado no solo por las voces de la minoría kurda, sino también por el respaldo de miles de votos de la izquierda turca. Erdogan dilató entonces el período para formar gobierno y así forzar nuevas elecciones, en noviembre. Pero para ello, necesitaba un cambio en la opinión pública que le era desfavorable. Y nada mejor que atizar el miedo para obtener rédito político. El verano iba a ser pródigo en sospechosos atentados que iban a cobrarse la vida de decenas de ciudadanos kurdos y de la izquierda local. Erdogan anunció entonces que ante esta situación, las negociaciones de paz con el PKK no iban a continuar. La farsa había terminado. Es por ello que la opinión publica esta convencida de que el atentado terrorista en Ankara fue organizado por el propio régimen para romper las conversaciones con la guerrilla, con los cuales nunca tuvo intenciones de llegar a un acuerdo. Miles salieron entonces a las calles al grito de “Erdogan, asesino” culpándolo directamente de los crímenes. En los comicios de noviembre, el dictador consiguió aumentar el número de escaños para su formación, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, pero no lo suficiente para poder modificar la carta magna a su antojo. Por ello, ha iniciado una serie de contactos con la oposición “moderada” tratando de aislar a los prokurdos del HDP, a cuyos líderes acusó de "traición" por haber participado en una plataforma de organizaciones kurdas en una reunión en la que se pidió la autonomía y el autogobierno para los kurdos de Turquía. De esta manera, Erdogan vuelve a utilizar la cuestión kurda para sus fines políticos y ya no es solo el PKK el enemigo, sino los millones de kurdos que han depositado su confianza en el HDP. Emponzoñada la situación en el interior, el dictador turco continúa también enfangado en su política exterior. Desde el derribo del avión ruso en noviembre pasado en territorio sirio, Erdogan es visto como oponente número uno al éxito de las operaciones internacionales contra ISIS, y el principal perjudicado con una solución política en el futuro de Siria. Efectivamente, Erdogan se ha distinguido por erigirse en un furibundo enemigo del Presidente sirio, Bashar Al Assad, apoyando a ISIS con armas y refugio seguro para luchar contra él. Pero la sorpresiva entrada en escena de Rusia - desatando un incesante bombardeo contra las posiciones de ISIS, permitiendo el avance incesante del ejército sirio que paulatinamente va recuperando sus posiciones que habían sido tomadas por los sionistas - ha desbaratado su diseño estratégico en la región. Y por ello que decidió actuar. Es por ese motivo que el derribo de un avión ruso por parte de Ankara puso al descubierto las profundas relaciones de Erdogan con el terrorismo. Entre las denuncias, hasta ahora acalladas por sus aliados en la OTAN, van de otorgar salida al petróleo comercializado por ISIS, hasta su implicación en el apoyo de grupos islamistas radicales desde Bosnia y Kosovo hasta Siria, incluyendo a grupos de terroristas tártaros que piensa enviar a Crimea para “liberarla” del dominio ruso. Ankara observa con temor cómo los kurdos de Siria y de Irak se han convertido en los protagonistas de la lucha contra ISIS sobre el terreno. El pueblo kurdo de Turquía, al que Erdogan intenta exterminar, ya no es considerado en el exterior como una entidad terrorista, aunque el PKK figure todavía el las listas “oficiales”. De esta manera, el fantasma de una unión de los kurdos de los tres países, que daría al nacimiento del Kurdistan, invade las pesadillas de Erdogan, quien esta dispuesto a impedirlo al precio que fuera necesario, incluyendo una guerra contra Rusia, que sería suicida para él. Por su parte, la Unión Europea, alarmada ante la avalancha de “refugiados” que llegan a sus costas, sigue haciendo promesas al régimen turco para evitar que abra los campos de refugiados y los envíe a territorio comunitario. Esas promesas de integración en la UE se quedan por el momento en algunos miles de millones de euros para mantener anclados a los “refugiados” en Turquía. Mucho debería cambiar la actitud del régimen de Ankara para que los europeos considerasen siquiera que Turquía aprueba las normas sobre derechos humanos y libertades exigidas por Bruselas. Pero es prácticamente improbable que ese hecho se produjera, ya que muchos de los miembros de la UE jamás aceptarían la integración en su seno de un país musulmán y asiático por añadidura. Y es que su entrada supondría abrir de par en par las puertas de Europa a millones de turcos que “invadirían” prácticamente el continente, como si no fuera suficiente con quienes que ya viven dentro de sus fronteras. Hace solo tres años Turquía presumía de su diplomacia, basada en la teoría de "cero problemas con nuestros vecinos". Por el contrario, Recep Tayyip Erdogan - quien defiende un nacionalismo a ultranza y pretende restaurar los símbolos otomanos olvidados - ha preferido destrozar esa imagen en aras de su sed de poder y de sus intereses personales que a no dudarlo serán su perdición (Al momento de publicar esta nota, la situación en el Medio Oriente está mas tensa que nunca, debido a la posición obstruccionista asumida por Arabia Saudita, que lo ha colocado al borde de la guerra con Irán) :(
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