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miércoles, 12 de septiembre de 2018

LIBIA: Una tragedia infinita

Con la atención puesta en Siria, donde la inminente liberación de la provincia de Idlib (ubicado en el noroeste del país) por parte de las tropas sirias y sus aliados rusos significaría virtualmente el final de la guerra contra la bestia sionista, no podíamos dejar de lado la terrible situación que se vive en Libia, arrasada por un sangriento conflicto que ya dura siete años - propiciado por los EE.UU. y la OTAN al derrocar en el 2011 a Muammar Gaddafi con el fin de apoderarse de sus vastos recursos petroleros, como sucedió en Irak en el 2003 - que ha originado no solo su desintegración territorial, convirtiéndose en un santuario del terrorismo internacional, desde cuyas playas miles de ‘refugiados’ (terroristas en potencia) tratan de cruzar en pateras el Mediterráneo para llegar a Europa y desatar el terror “entre los cruzados” .La que una vez fue la mas prospera y envidiada de toda África, con un alto desarrollo económico gracias a su industria petrolera y su localización en las puertas de Europa, hoy un puzzle caótico en el que tratan de operar en medio del desastre dos autoproclamados ‘gobiernos’, uno en Trípoli apoyado por la ONU, y otro en Tobruk sostenido por países como Egipto y Arabia Saudita, que no son mas que mafias que se lucran con el tráfico de drogas y la trata de seres humanos, que ‘conviven’ con grupos criminales que se matan entre si para mantener el control sobre un territorio en descomposición. Como podéis imaginar, el colapso económico y social de Libia ha tenido un impacto devastador en la vida de sus martirizados habitantes, cuya pesadilla parece no tener fin. En efecto, desde comienzos de la semana pasada, nuevamente Trípoli ha sido escenario de violentos enfrentamientos, que han dejado hasta el momento unos 43 muertos, la mitad de ellos civiles, y más de 100 heridos. En el confuso panorama libio, es prácticamente imposible distinguir de qué lado están cada una de las milicias que pululan, aportando apoyo armado a diferentes líderes políticos, que aspiran a asentarse en los centros de poder que se pueden caracterizar: Trípoli y Tobruk, así como también en Bengassi y Fezzan. Los enfrentamientos, que estallaron en los suburbios densamente poblados del sur de la desvastada capital, son entre grupos que operaban hasta hace una semana para el ‘gobierno’ del Acuerdo Nacional (GNA), encabezado por Fayez al-Sarraj, impuesto por las Naciones Unidas en marzo del 2016. Las bandas involucradas en los nuevos combates son las Brigadas Revolucionarias de Trípoli (TRB) y Nawasi, dos de las facciones más poderosas de la capital enfrentado a la 7ma Brigada de Tarhuna, una ciudad ubicada a unos 60 kilómetros al sudeste de Trípoli. Está milicia también conocida como Kaniyat, por su líder Mohamed al-Kani, hace pocos días formaba parte del espectro las bandas armadas que apoyaban al ‘gobierno’ del GNA, fuera de la capital. El nuevo enfrentamiento habría estallado a partir de que tanto el Kaniyat como otras organizaciones ‘gubernamentales’ de las afueras de Trípoli han notado el creciente incremento de la riqueza y el poder de algunos jefes de organizaciones armadas de Trípoli no es ‘compartida’ con ellos, sintiéndose traicionados. Desde la llegada de al-Sarraj, éste financió a los grupos que se le aliaron, y que finalmente han extorsionado al ‘gobierno’, requiriendo cada vez más aportes, para mantenerse de su lado, cumpliendo funciones como fuerzas de seguridad de edificios oficiales y de librar a la capital y sus zonas de la influencia de otras bandas armadas que han secuestrado funcionarios y extorsionando a instituciones financieras y a las pocas empresas que funcionan. Los enfrentamientos obligaron a al-Sarraj a intervenir de urgencia ordenando con desesperación a las brigadas de las ciudades de Misrata, al oeste, y Zintán, al sur de la capital, a respaldar al ‘gobierno’ y obligar a las milicias enfrentadas a retirase de la capital, limitando la presencia de las milicias convocadas, hasta el 30 de septiembre. A comienzo de semana la acción de la cohetería obligó a suspender los vuelos del aeropuerto de Mitiga, el único en condiciones operativas de la capital. En las últimas horas del sábado otro cohete alcanzó el cuarto piso del Hotel al-Waddan, sobre la bahía de Trípoli, a tan solo 100 metros de la embajada italiana, mientras que un tercer proyectil impactó en una vivienda, del barrio tripolitano de Ben Ashour, a unos 200 metros de la oficina de al-Sarraj. A pesar del arribo de las brigadas pedidas por este, distintas fuentes indicaron que continúan llegando refuerzos para los Kaniyat, que, desde el domingo 26 de agosto, mantienen cerradas las entradas del sur de la capital, donde siguen atrincherados. Si bien el jueves 6 de septiembre se había logrado firmar una tregua con el acuerdo de la retirada de sus posiciones en el centro de Trípoli, ya el sábado 8 las hostilidades se habían reanudado. En un discurso televisado, al-Sarraj anunció su decisión de disolver a la Brigada de Tarhuna, aunque, como era de esperar, el jefe de dicha milicia, Mohamed al-Kani, se negó a acatar dicha exigencia, demostrando que el ‘gobierno’ no tiene autoridad alguna fuera de algunos barrios de la capital. Como sabéis, las ‘autoridades’ impuestas por la ONU en Libia han intentado mantener el control sobre Trípoli y reducir a las bandas organizadas desde que asumieron el poder en el 2016, sin embargo han fracasado en el intento de conformar un ejército similar al que logró reunir el general Khalifa Haftar, hombre fuerte del ‘gobierno’ de Tobruk y agente de la CIA. Desde la caída del Coronel Gaddafi en el 2011 - tras el ataque de una coalición encabezada por los Estados Unidos, la OTAN y varios países árabes e Israel - miles de armas han quedado en manos de los grupos terroristas armados por los estadounidenses para la ocasión, pero que ahora se han repartido el país combatiendo ferozmente entre ellos para asegurarse el control del territorio. A estos se sumaron no solo mercenarios extranjeros, sino muchos libios que ven en las organizaciones terroristas como la única posibilidad de hacerse con su cuota de poder y utilizar la violencia para acabar con el adversario, en un país reducido a la condición de Estado fallido. Estas organizaciones criminales ejercen un poder absoluto en los lugares que se aposentan, “administrando la justicia”, a su libre albedrío. Entre las bandas armadas más activas de la capital está la denominada Revolucionarios de Trípoli, (RDT) quizás la más importante de la ciudad, liderada por Haitham al-Tajuri, cuyo ‘financista’ sería Abu Bakr Bu Sahmein del Libyan Foreign Bank y al-Jomhouriya Bank, quien hasta el 2016 habría aportado unos mil millones de dólares. El RDT, que controla grandes zonas de la capital y ha apoyado al GNA desde el 2016, a finales del año pasado tomó la región de Warshefana, en las afueras del sur tripolitano. Desde entonces, ha controlado el ingreso de otras milicias a la ciudad y librado fuertes choques con las milicias de las Fuerzas Móviles Nacionales de la ciudad de Misrata. Otras de las grandes milicias de la capital son las Fuerzas de Seguridad Central de Abu Salim, cuyo líder es Abdul Ghani al-Kikli, también conocido como Ghneiwa, con epicentro en el barrio Abu Salim de Trípoli. También aliado al GNA, desde el 2016, ha tenido fuertes enfrentamientos con, el Grupo Libio de Lucha Islámica (LIFG) de Khalifa Ghwell, milicia integrista de la ciudad de Misrata. En Trípoli, otro poderoso grupo vinculado al GNA, es el Batallón Nawasi, también conocido como la Octava Fuerza, que ha controlado los alrededores del aeropuerto Mitiga de la ciudad por las sospechas de un ataque inminente por parte de milicias contrarias a Trípoli. Reconvertido bajo el nombre de Fuerzas especiales de disuasión del Ministerio del Interior de GNA (SDF), el grupo Quwat al-Rada al-Khassa, liderado por Raouf Kara, tras su surgimiento en el 2011 y con la caída del gobierno de Gaddafi, inicialmente concentró sus fuerzas para combatir el tráfico de drogas y el crimen organizado - no quiere competencia - hasta que sus operaciones también fueron dirigidas a enfrentarse a ISIS por el control del territorio. Otra organizaciones armadas más pequeñas de Trípoli, es el Batallón de Infantería 33 o Batallón Baqara, por el nombre de su líder Bashir Khalfallah (apodado Bashir al-Baqara), que ha participado en diferentes oportunidades en la lucha por el control del aeropuerto y la base aérea de Mitiga, contra el SDF, en febrero del 2017, por lo que al-Sarraj ordenó su disolución, cuestión a la que ni obedecieron. La Brigada de Salah al-Burki ha apoyado al antiguo parlamento islamista de Trípoli, y su autoproclamado ‘Gobierno de Salvación Nacional’ (GSN), que se sigue negando a aceptar la autoridad de al-Sarraj. Dividida, desangrada y destruida hasta el infinito, Libia se dirige a su irreversible desaparición, victima de las ambiciones de Occidente que no hace absolutamente nada para evitar su trágico destino :(
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