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miércoles, 22 de junio de 2022

QATAR 2022: Una carrera contra el tiempo

En cualquier otro momento, el Mundial de fútbol estaría arrancando este mes. Pero la cuestionada elección de Qatar como anfitrión de un torneo que culminara antes de la Navidad - algo impensado en otro tiempo - lo cambió todo. En efecto, cuando el sol sale antes de las 5:00 a.m. en Doha, de inmediato, toda la ciudad pareciera entrar en un horno de convección. Para la hora del almuerzo, la temperatura ha concluido su ascenso metódico por la escala, desde inusual pasando por incómoda hasta insoportable y luego, finalmente, a nociva. El viento de la bahía no sirve de alivio; en junio, incluso la brisa del verano sopla un aire caliente. Este iba a ser el verano en el que la Copa del Mundo llegaría a Qatar, una idea que parece tan absurda ahora como hace doce años, cuando el diminuto país del golfo, digamos, que “adquirió” - maletines de por medio - el derecho de organizar el mayor campeonato del fútbol. Los propios evaluadores de la FIFA habían catalogado la realización de una Copa Mundial durante el verano en el golfo como de “alto riesgo” y una sola caminata matutina confirmó ese análisis. Sin embargo, durante años, los organizadores qataríes prometieron entregar lo que habían propuesto, cualquier cosa que la FIFA solicitara: estadios nuevos, hoteles nuevos, tecnologías de aire acondicionado nuevas y una frontera nueva para el fútbol. Obviamente, a la larga, los organizadores recobraron el sentido común o al menos ese sentido que permite a los humanos diferenciar el calor de una temperatura infernal y, en el 2015, reprogramaron el torneo para el invierno. Sin embargo, la semana pasada fue un buen ejemplo de cómo habría sido celebrar el torneo en las condiciones ambientales propias del verano en Qatar. En efecto, a lo largo de ocho días, Qatar fue anfitrión de tres partidos intercontinentales de eliminatoria que determinaron a los últimos dos equipos para la Copa del Mundo de este año: Australia y Costa Rica. Como muchos de los acontecimientos destacados organizados en Doha en los últimos años, los encuentros fueron una oportunidad para que Qatar sometiera a prueba sus instalaciones, su infraestructura y su tolerancia ante la diversidad de los visitantes. Pero ¿Cómo se vio esa mirada al futuro de esa semana? Tranquilizadora e incompleta al mismo tiempo, dependiendo de la perspectiva que uno tenga. A cinco meses del partido inaugural de la Copa del Mundo, Qatar parece haber cumplido en tiempo y forma con las cosas importantes. Siete de los ocho estadios construidos o renovados para la Copa del Mundo que cuentan con aire acondicionado han sido sede de partidos; mientras que el más grande (y último) tendrá sus primeros eventos de prueba en los próximos meses. A todos excepto uno se pueden llegar a través de las tres nuevas y deslumbrantes líneas de metro que corren debajo, y a lo largo, de la capital y las obras continúan todos los días en las torres de oficinas, los conjuntos de apartamentos, los caminos y las aceras. No obstante, a pesar de todo pareciera estar listo, lo cual es engañoso, ya que ver a Qatar este verano, tan cerca de su gran momento, es ver un lugar que es una obra en proceso y no una visión completada. Si bien en los últimos partidos de eliminatoria celebrados la semana pasada en Doha, pudo verse a un ejército estridente de más de 10.000 espectadores, pero cada mañana era posible caminar cuadras largas de la ciudad sin ver un alma. Muchos residentes y visitantes solo salieron en la tarde para beber café, pasear por los parques y áreas verdes, así como deambular por Souk Waqif, el mercado reconstruido de la capital, para llenar sus mesas y desaparecer en su laberinto de puestos y tiendas. Sin embargo, incluso cuando los residentes, las familias qataríes y los trabajadores sudasiáticos, sacaban sus celulares para tomar fotografías y grabar videos de esos fanáticos disfrutando de este lugar que es probable que nunca pensaron que visitarían, uno no podía evitar sentir que aún nadie sabe qué es lo que ocurrirá en noviembre. Los organizadores esperan que, en total, más de un millón de fanáticos ingresarán a Qatar durante el Mundial, todos llenando los mismos espacios, compitiendo por los mismos hoteles y mesas de café, ondeando sus banderas y cargando sus propias esperanzas). Pero aun persisten las preguntas sobre dónde dormirán, comerán, comprarán y beberán todos esos visitantes. Los cruceros y las tiendas de campaña podrían ayudar con el primer problema, que sigue siendo la pregunta sin respuesta más grande para los aficionados y los organizadores. La decisión de Qatar de exigir a los asistentes a la Copa del Mundo que tengan prueba de compra de un boleto para ingresar al país o reservar una habitación de hotel podría ayudar a mantener bajas las cifras. Los sauditas y los emiratíes que aman el fútbol podrían cruzar la frontera en grandes cantidades y aumentar los números. Sin embargo, el torneo es cuatro días más corto que las ediciones previas en Brasil y Rusia por lo que, si se vuelve un caos, al menos será uno más breve. Todavía quedan algunos meses para ajustar los detalles finales, para encontrar una habitación, así como para rentar los autobuses y los barcos; para que Qatar produzca el Mundial impresionante y bien organizado que prometió y para demostrar la capacidad de todo su nuevo y deslumbrante poderío. ¿El calor? Eso está tan abajo en la lista de preocupaciones de Qatar que los funcionarios y los ingenieros ahora lo ignoran con tan solo mover la mano. Cualquiera que haya estado en el golfo en el invierno te puede decir que sabe que para ese entonces el mercurio de los termómetros desciende hasta debajo de los 27 grados Celsius y es más fresco por la noche. ¿Podría eso bajar la temperatura, de manera literal y figurada, en las zonas de fanáticos y en todos lados? Tal vez. En los días de los partidos, no será necesario. Los sistemas de aire acondicionado del estadio funcionaron como se prometió toda la semana; el lunes, durante la victoria en serie de penaltis de Australia, las salidas de ventilación incorporadas en el estadio Ahmad bin Ali de 40.000 asientos refrescaron el encuentro a unos cómodos 22 grados Celsius, a pesar de que la temperatura era superior a los 32 grados Celsius afuera del techo abierto y la estructura metálica del estadio. En unos cuantos meses, el último y más elaborado sistema construido en el impresionante estadio, de 80.000 asientos, en Lusail, que albergará diez partidos, incluida la final, enfrentará sus últimas pruebas. Esta semana, el ingeniero que lo diseñó prometió que funcionaría. Mientras sonreía, dijo que él mismo había hecho los cálculos. Falta saber aun si cumplirá su palabra :)
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