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miércoles, 10 de mayo de 2023

TALLIN: La pequeña joya del Báltico

Tal como os había prometido, en esta ocasión visito la capital de Estonia, que no solo destaca por su belleza natural sino también por su valor histórico, cultural y arquitectónico. Perderse por Tallin es el plan más interesante para disfrutar tanto de sus galerías de arte, torres, castillos, cafés e iglesias como de sus verdes parques, desde donde se pueden admirar los típicos tejados rojos de los edificios mientras se disfruta de un tentempié. Cabe precisar para empezar que esta ciudad milenaria mantiene casi intactas sus murallas medievales y recorrerlas sintiendo el aroma del horno de leña donde se prepara el típico pan negro, o el del lúpulo de cerveza es como retroceder al pasado. Su legendario casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1997, está rodeado de murallas y torreones. La Puerta Viru, ubicada entre dos torreones que datan del s. XIV, da la bienvenida a un escenario de cuento donde se halla la calle Viru y se sitúa el punto de partida de muchas de las rutas turísticas por la ciudad antigua. Todo el casco antiguo de Tallin transmite un aire misterioso gracias a su iluminación tenue mediante antorchas y faroles, las calles empedradas, las torres y el castillo. Así, el pasaje de Santa Catalina es un claro ejemplo de ello, allí donde las murallas de un antiguo monasterio de dominicos albergan a joyeros y artesanos del lugar. Desde el barrio del castillo Toompea se puede acceder al mirador Patkuli que ofrece una visión panorámica de toda la ciudad, y también visitar la imponente catedral ortodoxa Alexander Nevski que refleja la estética del antiguo imperio ruso con sus detalles arquitectónicos, colores y cúpulas decorativas. Desde la iglesia San Olav, que tiene la torre más alta de la ciudad, también se puede disfrutar de espectaculares vistas de Tallin. Otro punto de interés es la plaza del Ayuntamiento, lugar de encuentro predilecto de estonios y turistas que ofrece una visión 360o. Desde cualquier cafetería, disfrutando del típico licor kali o una cerveza, se pueden admirar el edificio del Ayuntamiento que data del 1404, su torre octogonal medieval compuesta por 115 escalones, la farmacia más antigua de la ciudad y curiosas fachadas como las esculturas de dragones que expulsan el agua de lluvia. Para los que deseen apreciar desde las alturas la ciudad de Tallin en su totalidad, es posible subir a la torre octogonal; es importante estar en la puerta apenas se abren las puertas para evitar largas colas. Como no podía ser de otra manera, Tallin es una ciudad activa que alberga numerosos eventos culturales y musicales, como el Õllesummer (verano de cerveza, en estonio) y el Festival Punk & Rock, ambos en julio. No dejéis de pasear por los típicos mercados locales como el Keskturg (Mercado Central) donde podéis comprar frutas increíblemente frescas. Al caer la tarde, os recomiendo cenar en alguno de los cientos de restaurantes que deleitan el paladar con platos típicos como la anguila marinada, el pescado ahumado con pan frito o el chucrut guisado con carne de cerdo. Para vivir una experiencia 100% medieval no olvidéis visitar las instalaciones de Olde Hansa en la Plaza del Ayuntamiento. Pero eso no es todo lo que ofrece la ciudad, ya que si uno se aleja de los confines del casco antiguo, descubrirá que en Tallin hay mucho más por explorar, como por ejemplo Kalamaja, un antiguo barrio lleno de casas históricas de los años veinte y treinta y que se ha reinventado por completo. Hoy sus casas bien conservadas se codean con bares bohemios, cafés de diseño, boutiques y acogedoras galerías. La Telliskivi Creative City - el núcleo artístico de Tallin - está aquí. Lo que antaño fuera una colección de edificios maltrechos se ha restaurado para transformarse en un conjunto de tiendas y galerías de arte, restaurantes y locales de ocio; Kadriorg es un bonito barrio al este del centro que destaca por su bello palacio y su parque. Los días soleados uno podría pasar horas paseando por el cuidado parque Kadriorg antes de visitar el palacio Kadriorg, construido por Pedro el Grande para Catalina I, actualmente el Museo de Arte. Es buena idea además aprovechar para pasear por el resto del barrio y admirar las magníficas villas de madera de los siglos XIX y XX, o ir a ver la gran colección de arte estonio del excelente museo Kumu; Lo que más me sorprendió fue que debajo del cerro Harju y el cerro Linda, en la linde de Toompea, se halla un mundo oculto, los Bastion Passages. Estos túneles subterráneos se construyeron durante la década de 1670, cuando Tallin estaba bajo dominio sueco, para proteger la ciudad de los ataques rusos. Quedaron abandonados hasta la II Guerra Mundial, cuando se usaron como refugios antiaéreos, y hoy pueden visitarse como parte de un circuito. Lo más fascinante es que no son los únicos túneles de Tallin: hay otros por toda la ciudad, y uno de ellos fue descubierto en el 2003. Terminamos el recorrido en la costa de ña ciudad, salpicada de playas y paseos, donde cada rincón de su tramo panorámico merece una visita. Mientras la playa de Pirita es la más grande y popular de Tallin, la de Russalka es un apacible enclave de arena próximo al monumento al Russalka en Kadriorg. De esta manera, sin prisa pero sin pausa llego a su fin mi estadía en Tallin y a la mañana siguiente continúe el viaje a Riga, la capital de Letonia. La ruta báltica nos espera.
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