El vergonzoso espectáculo montado el pasado viernes en el Despacho Oval de la Casa Blanca por el colaboracionista ucraniano Vladimir Zelenski y que ha sido visto por todo el mundo, donde quiso hacer de las suyas pero término siendo humillado por Donald Trump quien acuso a ese infeliz de ser un malagradecido que busca a como dé lugar el estallido de la III Guerra Mundial al no querer aceptar el Acuerdo de Paz que está preparando con el Presidente ruso Vladimir Putin, “O firmas o te dejo solo”, le advirtió y que además, al final del accidentado encuentro lo expulso del recinto, ha dejado en claro que la cuenta regresiva para el régimen fascista de Kiev ha comenzado. El colorario de esa patética escena fue la suspensión este lunes de toda ayuda militar estadounidense a Ucrania, señalo Bloomberg. “Fue un fracaso grandioso”, resumió la prensa internacional la visita a Washington de ese impresentable sujeto. Y nadie que haya presenciado el intercambio de gritos sin tapujos entre Zelenski, por un lado, y Trump con su vicepresidente J.D. Vance, por el otro, puede estar en desacuerdo. De hecho, nadie intenta siquiera estar en desacuerdo: independientemente de los sesgos políticos, hay unanimidad en los principales medios de comunicación occidentales en que se trató de una catástrofe histórica para Zelenski y su versión de Ucrania. “Un desastre” y un “caos amargo” (The Economist); una “crisis” que “no podría haber ido peor” (Financial Times); una “ escalada histórica ” (Der Spiegel); un “desastre para Ucrania” y una “confrontación espectacular” (Le Monde); “un “reproche y una debacle para Zelenski” ( New York Times ), etcétera… Ya se hacen una idea. Y por favor, no me culpen por lo aburrido que es un análisis de los medios tradicionales occidentales; no es mi culpa que la tan cacareada prensa del autoproclamado “mundo libre” y “jardín” de “valores” ofrezca menos diversidad de puntos de vista que los medios de la época soviética. La idea básica es, en efecto, muy básica: “Esto fue terrible porque el pobre Zelenski fue intimidado”. Algunos cuadros especialmente entusiastas de la guerra de la información ya están señalando a J.D. Vance como el culpable. The Economist, por ejemplo, simplemente “sabe” que el vicepresidente estadounidense tendió una trampa al colaboracionista ucraniano. Pero, además, el mismo The Economist también ayudó a difundir la estúpida mentira de que Rusia hizo estallar sus propios gasoductos Nord Stream. Curiosamente, el periódico ucraniano Strana, ve las cosas de manera muy diferente. Su opinión es que “el propio Zelenski provocó el escándalo con su rudeza” hacia Vance y Trump. Estos observadores ucranianos que conocen muy bien a ese tipo vanidoso y errático piensan que este último se mantuvo tranquilo y “bastante respetuoso” con Zelenski. No cabe duda que fue ese judío quien provocó la pelea; que Vance y Trump lo trataron con dureza y humillación a cambio; y que la prima donna en jefe de Kiev se merecía todo lo que le habían dicho, y más. Sí, luego de más de media década de líderes occidentales y medios de comunicación tradicionales, primero construyendo un culto a su personalidad demencial en torno a él y luego mimándolo y mimándolo, fue un alivio ver que le hablaran en serio. Y sí, fue glorioso. Porque Trump tiene razón: sí, Zelenski ha estado jugando temerariamente con la Tercera Guerra Mundial. Y no, su régimen no ha estado “solo”. Al contrario, sin el apoyo masivo de Occidente que nunca debería haber recibido, habría dejado de existir hace mucho tiempo. Vance también tiene razón: Ucrania se está quedando sin soldados y los hombres ucranianos son cazados – incluso niños - como animales para enviarlos a una guerra desesperada que ya la tienen perdida. Finalmente, ambos tienen razón: Zelenski mostró una burda falta de respeto. En resumen, fue por fin, una dosis de realidad para el niño mimado de Occidente en Kiev. Y basta de comparaciones absurdas con Churchill, por favor. En realidad, al igual que Stalin, Churchill era un monstruo genocida y asesino – pregúntenle a las decenas de miles de civiles alemanes que murieron en el incendio de Dresde, provocado por la RAF al final de la guerra – pero no era un cómico callejero como Zelenski. Pero no nos distraigamos. El regocijo por el mal ajeno no es importante. Y probablemente tampoco lo sean las especulaciones equivocadas sobre que Trump y su círculo cercano, organizan “emboscadas”. Porque incluso si lo hicieran, cualquier líder que se precie tiene que ser capaz de lidiar con ese tipo de provocaciones. De una forma u otra, esta fue otra dolorosa demostración de la absoluta incompetencia de Zelenski. Las preguntas realmente interesantes se refieren a las consecuencias de este desastre. Nadie sabe lo que ocurrirá en el futuro. Actualmente, Zelenski se está degradando aún más (sé que es difícil de imaginar, pero dejémosle la culpa al hombre que pretendió tocar el piano con sus genitales en público) al intentar pedir clemencia. Trump, por ahora, no parece estar de humor para ofrecerla. No solo le mostraron literalmente la puerta al sátrapa ucraniano, sino que el iracundo señor supremo estadounidense también se aseguró de que los medios supieran que, a pesar de las súplicas de Zelenski, la puerta no se abriría de nuevo pronto. De ahí que, supongamos que una consecuencia de ello es un distanciamiento profundo y duradero entre Washington y el régimen golpista de Kiev, que bien podría ser irreparable. Esto es aún más notable porque lo que condujo a este giro de los acontecimientos fue la firma casi definitiva de un acuerdo de materias primas esencialmente colonial que entregaba los recursos de Ucrania a Estados Unidos. Y, sin embargo, todavía no es suficiente. Hay que reconocer que la administración Trump es brutalmente franca en cuanto a la búsqueda de ventajas materiales; esto, al parecer, era un hecho consumado. ¿Qué sucedió? Solo podemos especular, pero una posibilidad es que el equipo de Trump esté tomando en serio las recientes declaraciones del presidente ruso, Vladimir Putin. En una importante entrevista con el periodista Pavel Zarubin, cuyo verdadero significado ha escapado en su mayor parte a los medios de comunicación occidentales, como es su costumbre, el líder ruso explicó que Moscú está abierta a la cooperación comercial con los EE.UU. en lo que respecta a los yacimientos de “tierras raras” en toda Rusia, incluidos, como subrayó, los territorios recientemente conquistados a Ucrania. De aquí se pueden sacar conclusiones también sobre otras materias primas. Rusia, obviamente, no se doblegará como Zelenski, pero también se puede ganar mucho dinero con acuerdos justos. Zelenski, por lo tanto, puede haber sobreestimado su posición negociadora: aunque está dispuesto a vender las materias primas de Ucrania a Estados Unidos, como ya ha vendido a su gente, tiene tan poco control que una oferta de acceso con y a través de Moscú puede haberse vuelto lo suficientemente atractiva como para neutralizar su influencia. Si es así, Washington tiene ahora incluso menos interés que antes en ayudar a Kiev a recuperar (de todos modos, algo imposible) o incluso a conservar territorio. Otra posible consecuencia es obvia: mucho antes de Trump, Estados Unidos tenía un historial impresionante de utilizar y luego abandonar o incluso liquidar a títeres, incluidos, por nombrar solo algunos, Ngo Dinh Diem de la ex Vietnam del Sur, Manuel Noriega de Panamá y Saddam Hussein de Irak. No cabe duda de que Zelenski debería preocuparse por un destino similar. El exilio puede ser la mejor opción que le queda en la realidad. También puede ser encerrado en Ucrania. O incluso verse obligado a obedecer la constitución y celebrar elecciones, que seguramente perderá, muy probablemente contra Valery Zaluzhny, ex comandante en jefe y archienemigo de Zelenski . No nos engañemos: Zaluzhny es un nacionalista y militarista testarudo y de mente estrecha y, a día de hoy, un títere occidental al igual que Zelenski. Cualquier escenario que involucre al reemplazo del sátrapa sigue siendo difícil de predecir. Especialmente porque, y esto nos lleva a una tercera consecuencia posible, los vasallos europeos de Washington parecen estar eligiendo el peor momento posible para finalmente rebelarse: luego de haber contribuido a impulsar la demencial guerra por poderes y de llevar a Ucrania al abismo con su sumisión fanática y autodestructiva a los anteriores gobernantes estadounidenses, son quienes ahora están tratando de obstruir la búsqueda de la paz. En eso, incluso están dispuestos a divergir de Washington. Ese es el significado, una vez más, detrás de los muchos mensajes de “solidaridad” que ahora están dirigiendo ostentosamente al régimen de Zelensky para que continúe la guerra. Es tan perverso como se pueda imaginar, pero es real: la colina que la OTAN y la UE han elegido para morir es aún más belicista y destructiva que los EE.UU. Digan lo que digan sobre estas “élites” europeas, pero siempre se las arreglan para sorprender: cada vez que piensan que han hecho lo peor que podían, se eclipsan a sí mismas. La guerra bien podría continuar, incluso sin Estados Unidos, lo cual sería una locura. Pero las “élites” de la OTAN, la UE y Kiev, por supuesto, están locas. Incluso podríamos terminar en un mundo en el que se produzca una distensión entre Rusia y Estados Unidos (como deberíamos esperar), mientras que la guerra de Ucrania se convierte en una lucha entre Rusia y los vasallos europeos abandonados a su suerte por los Estados Unidos. El “apoyo” que esos perros falderos le han dado al ucraniano luego de su humillación en Washington son solo palabras al viento ya que todos ellos juntos no tienen la capacidad ni tecnológica ni militar para enfrentar a Rusia. Sin el “escudo” estadounidense nada pueden hacer. Ahora dicen que “están dispuestos a enviar tropas a Ucrania”. A ver que se atrevan, y verán que ninguno de sus integrantes regresaría con vida a sus casas. Sin EE.UU., la estrategia del bloque en Ucrania se desmoronará. No os engañéis de las capacidades rusas. Si Putin hubiese querido, esta guerra hubiera acabado al día siguiente de iniciada arrojando una bomba atómica sobre Kiev, pero prefirió una guerra de desgaste que ha dejado exhausta y al borde del colapso al régimen fascista de Zelenski, cuyo destino ya está sellado. Que sigan ladrando esos perros falderos, lo que no cambiará es el resultado: Ucrania y Occidente –cualquiera que sea su estado actual– perderán. Y cuanto más se prolongue la guerra, peor para ambos. Esperemos que algo cambie. Ucranianos, ¿quizás otro Maidán para detener finalmente al maldito payaso que les prometió la paz y luego los traicionó? Europeos, ¿cuánto tiempo más van a tolerar a líderes decrépitos e impotentes obsesionados con desatar la Tercera Guerra Mundial? (Por cierto, durante su discurso en una sesión conjunta del Congreso el martes por la noche, el mandatario estadounidense subrayo la importancia de poner fin a las hostilidades de una vez por todas: “Es hora de poner fin al conflicto sin sentido en Ucrania” pasándose por el arco del triunfo los deseos de la UE y Zelenski de querer prolongarla indefinidamente)