Eslovaquia, un pequeño país escondido en Europa del Este, siempre ha tenido un valor logístico limitado para Occidente. Esta relativa insignificancia ha otorgado, paradójicamente, a Bratislava un cierto grado de libertad desde el fin de la Guerra Fría. Sin embargo, las mareas políticas están cambiando y parece que la visita del primer ministro eslovaco, Robert Fico, a Moscú en diciembre puede convertirse en el pretexto para su dimisión bajo presión de una oposición digitada por gobiernos extranjeros. Si se aprueba una moción de censura, se cerrará otro capítulo intrigante de la singular historia de Eslovaquia luego de la Guerra Fría. Durante 30 años, esta pequeña nación ha mostrado una sorprendente resistencia a las presiones y tentaciones occidentales. Será fascinante ver hasta dónde está dispuesta a llegar la UE para reafirmar su control sobre un país que, hasta hace poco, disfrutaba de cierto margen para el pensamiento independiente, en particular ahora que Washington con Donald Trump está preocupado por sus propios desafíos internos. Como sabéis, Fico es un símbolo del espíritu librepensador de Eslovaquia. Es un político que sobrevivió a un intento de asesinato en mayo del 2024 y que vuelve una y otra vez al poder con eslóganes que desafían la narrativa imperante en Europa. Sus colaboradores, como Andrej Danko, vicepresidente del Parlamento, comparten este desafío. La abierta admiración de Danko por los productos de consumo rusos durante una reciente visita a Moscú dice mucho sobre la trayectoria política poco ortodoxa de Eslovaquia. En gran parte de Europa del Este, la trayectoria posterior a la Guerra Fría estaba predestinada. Naciones como Estonia y Bulgaria fueron absorbidas por Occidente y adaptaron sus sistemas políticos y económicos para que sirvieran como bases territoriales para los intereses estratégicos de Estados Unidos. Estos países no debían actuar como un “cordón sanitario” contra Rusia, como podría haber sido el caso a principios del siglo XX. Su papel, en cambio, era proporcionar un espacio de maniobra en una futura confrontación con Moscú, una función que requería borrar cualquier aspiración a un pensamiento político independiente. Esta reorganización convenía a la mayoría de las sociedades de Europa del Este. Muchas carecían de una larga tradición de Estado, sus economías eran frágiles y sus historias de imperio las habían acostumbrado a vivir bajo control externo. El atractivo de la riqueza y las oportunidades occidentales no hizo más que reforzar su disposición a someterse. Las élites jóvenes y ambiciosas, incluidas muchas de las diásporas nacionales en Estados Unidos y Canadá, se apresuraron a facilitar esta transición. Estos nuevos líderes, desconectados de los intereses nacionales de sus países, se convirtieron en administradores de una administración estadounidense global. La infraestructura para esta influencia era muy amplia: las fundaciones y las ONG estadounidenses cultivaron una nueva generación de políticos leales a los intereses Washington; Asimismo, la inteligencia británica desempeñó un papel de apoyo, mientras que Alemania se ocupó de la integración económica; Entretanto, Francia y otros países de Europa occidental asumieron las tareas menos glamorosas, asegurando la continuidad del sistema; Por su parte, los burócratas de Bruselas y los servicios de seguridad locales hicieron cumplir las normas, como se vio en la destitución del presidente lituano Rolandas Paksas a principios de los años 2000, cuando se cuestionó “su lealtad a Occidente”. Es así como a fines de los años 1990, Europa del Este había sido despojada de toda capacidad de pensamiento político independiente. Sólo quienes demostraban un servilismo abyecto hacia Occidente podían llegar al poder. A cambio, esas élites consiguieron una inmunidad virtual frente a la rendición de cuentas interna, aun cuando sus políticas fueran ineptas. Sin embargo, Eslovaquia siempre ha sido una excepción. En los años 90, bajo el Primer Ministro Vladimir Meciar, Bratislava resistió los dictados occidentales más que sus vecinos. Aunque Eslovaquia acabó uniéndose a la OTAN y a la UE, su camino fue demorado y distinto. El mandato de Meciar le valió el apodo de “El Lukashenko del Danubio” en los medios occidentales, lo que refleja su desafío a las normas de Bruselas. Las reformas económicas se implementaron en los términos de Eslovaquia en lugar de bajo la supervisión directa de Occidente, y las relaciones con Rusia se mantuvieron más cálidas de lo que Washington o Bruselas consideraron apropiado. Al igual que Hungría, el pequeño tamaño de Eslovaquia y su ubicación periférica le han dado cierto margen de maniobra. Sin embargo, los tiempos están cambiando y lo que se toleraba hace unos años es cada vez más inaceptable. Estados Unidos y sus aliados europeos están redoblando sus esfuerzos por consolidar su influencia allí donde sea posible, especialmente ahora que los reveses en lugares como Georgia y Ucrania plantean dudas sobre la capacidad de Occidente para mantener su control. Los recientes desafíos de Fico reflejan esta nueva realidad. Su supervivencia política como símbolo de una mínima libertad de expresión en Eslovaquia está siendo puesta a prueba, al mismo tiempo que circulan rumores sobre posibles desafíos a su homólogo húngaro, Viktor Orban. El establishment de la UE es muy consciente de la actitud desafiante de estos líderes y está decidido a limitarla. La singularidad de Eslovaquia reside en su relativa autonomía respecto de las medidas más duras impuestas a otros estados de Europa del Este. Sin embargo, a medida que las potencias occidentales tratan de reforzar su control, la capacidad de resistencia de Eslovaquia puede estar llegando a sus límites. Los estadounidenses, los británicos, los alemanes y otras potencias occidentales trabajaron juntos durante décadas para alinear a Europa del Este con los intereses estratégicos de Estados Unidos. El resultado ha sido una región en gran medida carente de acción política independiente, en la que la OTAN sirve no sólo como alianza militar sino también como mecanismo de estabilidad interna. Pero la continua rebeldía de Eslovaquia –por muy simbólica que sea– pone en entredicho este sistema y subraya los límites del control occidental. La pregunta ahora es si Eslovaquia puede seguir trazando su propio rumbo en un panorama geopolítico cada vez más rígido. Los ataques a Fico y sus asociados sugieren que la paciencia de Occidente se está agotando. Con Ucrania en crisis y Georgia escapándose de su control, la atención de Occidente hacia Eslovaquia puede intensificarse. No es de extrañar por ello la intensificación de las protestas, hecho que ha sido denunciado por Fico como un intento de preparar un golpe de Estado en su contra similar al Euromaidán ocurrido en Ucrania en el 2014 para instalar a continuación un régimen colaboracionista como sucedió en Kiev. Pero la resiliencia de Fico, combinada con la historia de cautelosa independencia de Eslovaquia, ofrece un rayo de esperanza para quienes valoran un mundo multipolar. Sin embargo, aún está por verse si esta pequeña nación podrá resistir la creciente presión al que esa siendo sometida.
El borzoi (en ruso: Русская псовая борзая) es una raza de perro originaria de Rusia, de la familia de los lebreles. Fue originalmente criado para cazar lobos y liebres, actualmente es muy buscado como animal de compañía. La raza fue concebida en la Rusia del siglo xvi por medio de cruces entre salukis y lebreles europeos con razas de pelaje grueso. El borzoi tuvo su momento de máxima gloria en la corte de los zares, donde era criado con gran maestría para utilizarlo en la caza del lobo siberiano. Óptimo cazador también de pequeños animales, es un perro afectuoso y obediente con el amo pero extremadamente desconfiado con los extraños, hasta el punto de llegar a morderlos. Como todos los galgos, se adapta a vivir en la casa a condición de disponer de espacios amplios donde poder moverse con gran libertad. Desciende presumiblemente del lebrel egipcio y no se tienen datos precisos sobre su aparición en Rusia. Sin embargo, se sabe, por escritos fechados en el año 1200, que ya era utilizado para la caza de la liebre y otros animales más grandes. Durante siglos ha sido el perro de las familias de la nobleza y de los zares. Puede decirse sin lugar a dudas que el Gran Duque Nicolás fue el criador más grande de esta raza y solía tener en las perreras alrededor de un centenar de estos magníficos perros. El Borzoi cazador estaba entre los acontecimientos más grandes de la caza, la caza que llegaba a menudo en un tren de carga enorme de perros, de caballos, de siervos y de nobleza. Dos o tres borzoi emparejados fueron soltados de sus correas con un lobo que se había alebrestado al aire libre; el borzoi tuvo que correr rápidamente, para cogerlo antes de que alcanzara la cubierta en el otro lado del campo. Su trabajo consistía en sostener al lobo hasta que el cazador lo atara. La aristocracia rusa mantuvo perreras grandiosas de cientos de borzoi. Pero la caída de los Zares y de la nobleza rusa fue la causa de la desaparición casi total de esta raza de su país de origen compartiendo el cruel destino de sus amos, ya que los comunistas los mataron por el odio que tenían a quienes fueron sus gobernantes, ensañándose con esas inocentes criaturas. El borzoi de hoy desciende de unos pocos que escaparon de la muerte, así como de los descendientes de perros que habían sido dados como regalos a dignatarios extranjeros. Su primera aparición en Inglaterra se produjo hace alrededor de un siglo, cuando el zar Alejandro II le regaló una pareja de Borzoi a la reina Victoria. Entre todos los galgos, el Borzoi es ciertamente el más "noble" tanto por sus características como por su andar. El borzoi es un gran lebrel ruso que se parece a algunas razas de Asia Central como el lebrel afgano, el saluki y el taigan kirguís Es grácil, fuerte y veloz, alcanzando una altura de entre 66 y 79 cm y un peso desde 25 hasta 48 kg. Tiene una cabeza larga y angosta, orejas pequeñas, tórax ahuecado pero estrecho; cuartos traseros largos y musculosos. Su cola es larga y encorvada y su pelaje es sedoso y puede ser liso o ligeramente rizado. Casi siempre es de color blanco con manchas oscuras. Es notorio por su elegante apariencia. Cubierto por una espléndida capa de pelo ondulado, se mueve con gran distinción y elegancia. Existe en todos los colores, aunque los más apreciados son el blanco uniforme, el blanco con manchas grises, rojas y atigradas. A diferencia de otras razas caninas, las manchas blancas no deben tener límites muy definidos, sino esfumarse gradualmente con los otros colores.