Como sabéis, el intento de asesinato de Donald Trump el último fin de semana demuestra hasta qué punto el establisment está dispuesto a llegar para impedir su triunfo en las elecciones de noviembre, que significaría el fin de la guerra en Ucrania, así como de la demoniaca fobia antirrusa y antichina imperante en la Casa Blanca que nos puede conducir a la III Guerra Mundial, más aun cuando su candidato, ese viejo senil de Joe Biden no da para más… Pero fracasaron en sus demenciales propósitos. Ahora bien, imaginemos si el aspirante a asesino Thomas Matthew Crooks hubiera logrado eliminar al candidato republicano. ¿Qué tipo de caos se habría desencadenado? Si se dice “Fort Sumter”, la mayoría de los estadounidenses reconocerían el lugar donde comenzó la Guerra Civil en 1861. Cuando esa guerra terminó luego de cuatro años, entre 752.000 y 851.000 soldados habían muerto (sin contar a los civiles), el equivalente al 2% de la población de EE.UU. en vísperas de la guerra. Si no fuera por la Guerra Civil y su papel en ella, Fort Sumter sería un pintoresco monumento histórico entre muchos otros, pero difícilmente tendría el reconocimiento de nombre que tiene ahora. La pequeña ciudad de Butler, capital de un condado rural del estado de Pensilvania con menos de 14.000 habitantes, puede haber perdido la oportunidad de adquirir una “fama” similar. Porque fue durante un mitin de campaña en los terrenos del Butler Farm Show donde el futuro presidente estadounidense Donald Trump escapó de la muerte, literalmente, por un pelín: una de las varias balas disparadas por Crooks le atravesó la oreja derecha. Otras, trágicamente, hirieron gravemente y, en un caso, mataron a miembros del público. Crooks, que obviamente no actuó solo - como cierta narrativa quiere presentarlo para encubrir la verdad - fue abatido por las fuerzas de seguridad, utilizó un fusil semiautomático AR-15, un arma potente y de fácil acceso en EE.UU. que en otros países estaría fuera del alcance de los particulares. También se acercó sospechosamente, disparando desde el tejado de un edificio a tan solo 120 o 150 metros de donde Trump estaba hablando en un escenario elevado. Un miembro del público afirmó que, minutos antes del tiroteo, alertó a la policía sobre un hombre que se había subido a un tejado con un fusil y que, sin embargo, no hicieron caso a la advertencia ¿negligencia o complicidad? Tales declaraciones ya están alimentando las teorías de la conspiración, que hablan sobre una colusión oficial en el ataque para eliminar a Trump, a quien el establisment considera “peligroso”. Pero como podéis imaginar, hay quienes tratan de ocultar la verdad afirmando que el atentado solo fue producto de “una total incompetencia”, como están afirmando los principales medios de comunicación estadounidenses. Pero millones de estadounidenses - y no solo los partidarios de Trump - consideran esa explicación como ingenua. Esto nos lleva al hecho de que no fue solo Trump quien tuvo suerte de escapar con vida de Butler. Es todo EE.UU. el que también salió mucho más ileso de lo que podría haber sido. Imaginemos, por un momento, una hipótesis contrafáctica plausible: si Crooks no hubiera logrado asestarle un tiro letal en la cabeza, ¿qué aspecto tendría hoy EE.UU. si Trump no hubiera sobrevivido? En un principio, es justo suponer que habría un estado de profunda conmoción a nivel nacional. Sin embargo, mientras que muchos estadounidenses estarían genuinamente atónitos y sinceramente agraviados, otros -quienes organizaron el atentado - se alegrarían sobremanera, porque son los mismos que han demonizado constantemente a Trump - así como a sus partidarios y votantes, incluidos - en el marco de la histeria mediática conocida como “Rusiagate”, calificándolos como “traidores que se han vendido a Rusia y que son agentes de Putin”. En pocas palabras, si Trump hubiera sido asesinado, la enorme polarización política, cultural y moral de EE.UU. no desaparecería mágicamente como esperarían los conspiradores, sino que las tensiones hubiesen empeorado dramáticamente. En el centro de ese enfrentamiento cada vez más intenso habría una narrativa simple y por lo tanto poderosa: que Trump fue asesinado porque estaba destinado a ganar otro mandato y que su asesinato no fue obra de un tirador solitario sino del estado profundo y el establishment, especialmente su ala liberal o - en términos partidarios - demócrata. En esa situación, ocasionaría un efecto desastroso, ya que muchos estadounidenses la creerían. Y cualquier intento de los medios de comunicación dominantes de refutar, ridiculizar o, en efecto, criminalizar esa creencia no la disminuiría sino que la confirmaría. ¿A dónde conduciría semejante escalada de polarización? Consideremos algunos hallazgos recientes y bien establecidos. Una importante encuesta y estudio realizado por un grupo de politólogos -publicado previamente en el 2022 bajo el título Views of American Democracy and Society and Support for Political Violence - ha descubierto que la mitad de los estadounidenses está de acuerdo en cierta medida, incluido un 13,7% “firme o muy firmemente”, con la afirmación de que “en los próximos años habrá una guerra civil en los EE.UU.” El estudio también detectó minorías sustanciales que admitieron abiertamente (las cifras reales seguramente serán más altas) que estaban listas para participar en la violencia política para “amenazar o intimidar”, “herir” o incluso “matar a una persona”. El 18,5% de los encuestados creía que era “al menos algo probable que dentro de los próximos años” hubiera “una situación en la que creyeran que la violencia política estaba justificada” y “estarían armados con una pistola”. El 36% de los encuestados en el estudio Views - el 56% de los republicanos y el 22% de los demócratas – coincidieron además en que “el estilo de vida americano tradicional está desapareciendo tan rápido que quizá tengamos que usar la fuerza para salvarlo”; y el 18% consideró que “debido a que las cosas se han desviado tanto de su curso normal, los verdaderos patriotas americanos quizá tengan que recurrir a la violencia para salvar nuestro país”. Si la creencia en una inminente guerra civil - y la disposición a luchar en ella - son preocupantemente populares, también lo es el profundo escepticismo sobre las realidades del sistema político actual. Casi el 70%, “con resultados muy similares para demócratas y republicanos”, estuvo de acuerdo en que “la democracia estadounidense sólo sirve a los intereses de los ricos y poderosos”. Francamente, ¿quién puede culparlos por ser realistas? Pero eso no es todo. El estudio del 2022 también exploró hasta qué punto los estadounidenses respaldan las opiniones asociadas con la ideología de QAnon, radicalmente confrontacional con el orden establecido actual: el 22,7% estuvo de acuerdo (el 9% muy o muy firmemente) en que “un grupo de pedófilos adoradores de Satanás” tiene el control. El 29,7% estuvo de acuerdo (el 10,1% muy o muy firmemente) en que “una tormenta que viene pronto” arrasará con las élites en el poder y restaurará a los líderes legítimos. El 43,4% estuvo de acuerdo (el 19,3% muy o muy firmemente) en que EE.UU. está “viviendo en lo que la Biblia llama 'el fin de los tiempos'”. Es de particular importancia con respecto a las reacciones a un ataque a Trump que el 32,1% creyera que le robaron las elecciones del 2020” y que el discapacitado físico y mental de Joe Biden es un presidente ilegítimo. Como resultado, los autores del estudio del 2022 extrapolaron que más de 50 millones de adultos estadounidenses “consideran que la violencia está al menos a veces justificada en general para lograr objetivos políticos”, mientras que “más de 60 millones podrían al menos a veces justificar la violencia “para preservar un estilo de vida estadounidense basado en las tradiciones europeas” y casi 20 millones podrían justificar la violencia para impedir que voten las personas que no comparten sus creencias”. Asimismo, seis millones de estadounidenses estarían “dispuestos a dañar la propiedad y entre cuatro y cinco millones a amenazar o intimidar a alguien, herirlo o matarlo”. Entre tres y cinco millones están dispuestos a “cometer violencia contra otros porque son representantes de instituciones sociales: funcionarios gubernamentales, funcionarios electorales, funcionarios de salud, miembros del ejército o la policía”; tres millones a participar en “violencia motivada políticamente contra otros debido a diferencias de raza/etnia o religión”. Tenga en cuenta, todo el tiempo, que estas cifras se basan únicamente en aquellos lo suficientemente desinhibidos como para dejar que un encuestador sepa sobre su disposición a cometer lo que, al fin y al cabo, son delitos; estos son recuentos por debajo de la realidad por definición. Los autores del estudio The View concluyeron que existe un “alto nivel de apoyo a la violencia, incluida la violencia letal, para lograr objetivos políticos” y que “la perspectiva de violencia política a gran escala en el futuro cercano es totalmente plausible”. También señalaron, es cierto, que todavía hay grandes mayorías que se oponen a la violencia política. Pero para una sociedad moderna, no puede haber duda de que sus hallazgos apuntan a una tendencia alarmantemente grande. Ningún contrafactual puede reemplazar la realidad tal como se desarrolla. Nunca sabremos exactamente qué habría sucedido si Donald Trump hubiera sido asesinado, pero sería complaciente descartar la posibilidad muy real de que un asesinato de esa magnitud, en un país tan polarizado, amargado y plagado de armas como EE.UU., pudiera haber llevado a disturbios armados masivos, a que las tendencias secesionistas ganaran terreno en varias regiones e incluso a una pérdida de control por parte de un gobierno central del que muchos estadounidenses desconfían profundamente y hasta lo odian. En definitiva, un asesinato de estas características podría haber sido el detonante de una guerra civil. ¿Le parece una idea descabellada? Basta recordar lo siguiente: en Europa, en 1914, el asesinato del heredero de la Corona Imperial Austriaca Francisco Fernando de Habsburgo en Sarajevo por parte de un terrorista serbio, detonó una situación de tensión y desconfianza que desembocó en una guerra total y devastadora, que ocasiono profundos cambios en el mundo. Así, cuando unas élites irresponsables y unas políticas disfuncionales han reunido suficiente material combustible, la chispa final que inicia la conflagración puede resultar sorprendentemente pequeña. Esa regla se aplica tanto dentro de los países como entre ellos. Por cierto, si bien Trump sobrevivió en esta ocasión, hay que estar alertas a las oscuras maniobras de quienes ya se saben perdidos, para desbaratar sus malévolos planes... El Mal nunca triunfará.
Una vez abundantes, hoy apenas quedan pocos ejemplares, víctimas de la caza y de la apropiación de sus territorios por los humanos, los que los obliga a refugiarse en lugares inaccesibles. No es de extrañar por ese motivo que ahora se están fotografiando tigres en la India en montañas de gran altitud que rara vez se habían visto antes, un fenómeno que los expertos atribuyen a la incesante presión humana y al calentamiento del clima que los aleja de sus zonas de caza tradicionales, según da cuenta esta semana Wildlife. En efecto, los investigadores del Instituto de Vida Silvestre de la India (WII) se sorprendieron al fotografiar tigres en las montañas de Sikkim, un estado indio situado entre Nepal, Bután y el Tíbet, incluida una tomada a una altitud asombrosa de 3.966 metros. Estas cámaras trampa fueron colocadas estratégicamente en regiones de gran altitud por Sandeep Tambe, un ecologista y jefe de guardabosques del departamento forestal de Sikkim, para comprender mejor el impacto del cambio climático en los grandes mamíferos. Pooja Pant, investigadora del Instituto de Vida Silvestre de la India (WII), sugirió que uno de los principales factores potenciales detrás de este fenómeno podría ser el impacto combinado del cambio climático y la escalada de actividades antropogénicas. Anteriormente se han observado tigres en montañas más altas y frías; el vecino Nepal informó avistamientos a una altitud récord de 4.000 metros, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Si bien normalmente se espera que los tigres habiten bosques más cálidos a altitudes más bajas siempre que haya una base de presas adecuada, ahora hay una tendencia notable a avistarlos con mayor frecuencia en elevaciones más altas. Aunque se sabe que los tigres deambulan por diversos terrenos y altitudes, la mayor concentración de grandes felinos en la Reserva de Tigres de Corbett se encuentra en las estribaciones del Himalaya, entre aproximadamente 385 y 1.100 metros. En la India, Anamitra Anurag Danda, director de WWF, informó que un equipo de WWF avistó un tigre a 3.602 metros en Sikkim en el 2019, mientras que el año pasado se registró otro avistamiento a 3.640 metros en el mismo estado. Pranabesh Sanyal, geólogo y destacado experto en tigres radicado en Calcuta, sugiere que el fenómeno observado podría indicar un cambio de distribución entre los tigres. "En las últimas dos décadas, las temperaturas en altitudes elevadas han aumentado a un ritmo más rápido que en las zonas por debajo de los 2.000 metros. Es probable que este calentamiento inducido por el cambio climático esté facilitando la migración de los tigres", explicó Sanyal. A medida que las temperaturas globales continúan aumentando debido al cambio climático, los científicos han estado documentando cambios generalizados en las áreas de distribución de varias especies. El mes pasado, la Organización Meteorológica Mundial de la ONU anunció que la temperatura media global anual del 2023 había aumentado a 1,45 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales (1850-1900), lo que lo convierte en el año más cálido registrado. Este aumento alarmante ha llevado a los científicos a reiterar que cualquier aumento que supere los 1,5 grados Celsius supone el riesgo de colapso del ecosistema y podría desencadenar cambios irreversibles en el sistema climático. Qamar Qureshi, presidente de la Célula de Tigres del Instituto de Vida Silvestre de la India (WII) y biólogo conservacionista, destacó que los tigres suelen preferir los valles boscosos de menor altitud. Expresó su preocupación por la reciente tendencia de los tigres a aventurarse en terrenos montañosos, interpretándola como una señal de mayor presión sobre sus hábitats naturales y atribuyendo la presión a una combinación de factores, incluida la creciente población humana que ocupan sus territorios. Qureshi también sugirió que los avances en la tecnología, como las sofisticadas cámaras trampa y el uso generalizado de teléfonos con cámara con plataformas de redes sociales, han contribuido al aumento de los informes de avistamientos de tigres en elevaciones más altas. Shrikant Chandola, ex funcionario forestal de alto rango en Uttarakhand y experto en tigres, reconoció que estos animales poseen la capacidad de adaptación para hacer frente a las bajas temperaturas. Sin embargo, destacó que el conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre está aumentando debido a las actividades de construcción humanas que resultan en una competencia intensificada por los recursos alimenticios. La población de tigres de la India era de aproximadamente 40.000 durante la época de su independencia de Gran Bretaña en 1947. Sin embargo, esta cifra se desplomó a unos 3.700 en el 2002 y alcanzó un mínimo histórico de 1.411 luego de tan sólo cuatro años. En el último medio siglo, la India ha logrado importantes avances en la conservación del tigre, triplicando el número de áreas protegidas. Ello posibilito que el número de tigres haya ido recuperándose de lentamente hasta superar apenas los 3.000 en los últimos años. En la actualidad, el país cuenta con 53 reservas que abarcan una superficie de 75.796 kilómetros cuadrados, una extensión mayor que la de su vecino Sri Lanka. A pesar de estos esfuerzos de conservación, las presiones sobre los hábitats de los tigres se están intensificando. "La mayoría de las reservas de tigres y áreas protegidas en la India existen como pequeñas islas en un vasto mar de uso de la tierra ecológicamente insostenible", se lee en el informe Situación de los Tigres de la India en el 2022. "Aunque existen algunos corredores de hábitat que permiten el movimiento de tigres entre ellos, la mayoría de estos hábitats no son áreas protegidas", señala, advirtiendo que esas áreas "continúan deteriorándose aún más debido al uso humano insostenible y a los proyectos de desarrollo". Dheeraj Pandey, director de campo de la Reserva de Tigres de Corbett en el estado de Uttarakhand, destacó las campañas de concientización en curso destinadas a minimizar el impacto de los tigres en las comunidades locales que residen alrededor de los parques. Sólo este año, se han reportado al menos tres muertes y 10 heridos causados por encuentros con tigres cerca de la reserva de Corbett, lo que ha alimentado la creciente frustración y enojo entre los lugareños. Pandey destacó la naturaleza inherente de los tigres y afirmó: "No podemos simplemente indicarles adónde pueden ir o no. En lugar de eso, se deben implementar medidas para evitar esos encuentros" puntualizó.