¿Dónde queda el valor del precedente y la evidencia de que las circunstancias de uno y otro referéndum han variado de forma catártica tras el Brexit? ¿Es posible vetar desde el Reino Unido el recurso a la democracia directa con argumentos jurídicos anclados en realidad en motivaciones políticas? Como sabéis, la ministra principal escocesa, la independentista Nicola Sturgeon, preveía celebrar un referéndum de independencia acordado con Londres el 19 de octubre del 2023, pero a diferencia del organizado el 2014 - que perdieron los independentistas por un 45% frente a un 55% - en este caso no cuenta con la autorización del Gobierno de Londres para hacerlo. La líder del SNP se comprometió a convocar un segundo plebiscito luego de que el Reino Unido votara el 2016 a favor del Brexit, “en contra de la voluntad de los escoceses”, que prefirieron en un 62% frente al 38% permanecer en la Unión Europea. Ahora, los magistrados del Alto Tribunal del Reino Unido han rechazado por unanimidad la posibilidad de que el Parlamento escocés autónomo de Holyrood pueda convocar un nuevo referéndum de independencia de forma unilateral; es decir, sin contar con la autorización del Parlamento británico. La decisión del Tribunal Supremo del Reino Unido era jurídicamente previsible, pero no va a servir para zanjar el debate abierto en la sociedad escocesa acerca de su futuro como nación. La abogada del Ejecutivo de Edimburgo, Dorothy Bain, pidió a la máxima instancia judicial del Reino Unido que determinase o aclarase esa cuestión constitucional antes de que la ministra principal escocesa, la independentista Nicola Sturgeon, tramitase ante su legislativo el proyecto de ley del Referéndum de independencia de Escocia. La decepción de Sturgeon tiene su base emocional y política en que no permitir a Escocia elegir su propio futuro sin el consentimiento de Westminster desmonta el mito de un Estado como el Reino Unido aparentemente sea “el fruto de una asociación voluntaria de naciones”. Ésta es la clave argumental del debate que ahora se abrirá en Escocia. La previsible estrategia de los defensores de la independencia se basará en concentrar todos los esfuerzos políticos y sociales en reforzar consensos internos plurales y amplios, para depositar así toda la presión democrática en quien tiene la clave para la solución a problemas políticos de tanta entidad. Si una parte (Londres) no quiere sentarse hay que lograr superar su inmovilismo reforzando y ensanchando el apoyo social y político, instando a la necesidad de resolver desde la política un problema de raíz política. Sturgeon ya había advertido que si el Supremo concluyera, como lo ha hecho, que el Parlamento escocés no tiene potestad para actuar sin permiso de Londres convertiría las próximas elecciones autonómicas en plebiscitarias. Esta especie de plan B, consistente en que las próximas elecciones sean un referéndum de facto tiene su complejidad: por un lado, y en caso de ganarlas, Londres podría ignorar el resultado. Es probable además que todo el bloque unionista (Labour, conservadores y liberales demócratas) decidieran boicotearlas, con lo cual su legitimidad - y la del legislativo resultante - sería cuestionada. Pero sin duda es una alternativa más viable que la de una declaración unilateral de soberanía. La decisión del Tribunal se ha basado en la idea clave de que conforme a la ley de Escocia de 1998 que puso en marcha el actual Parlamento escocés, solo el Gobierno y el Parlamento británicos tienen competencias sobre los asuntos que conciernen a la unión entre Reino Unido y Escocia, lo que incluiría un plebiscito sobre la independencia. El argumento troncal de la sentencia puede resumirse así: “un referéndum legal tendría consecuencias importantes, no solo jurídicas, sino políticas, respecto a la unión y al Parlamento británico. Su resultado tendría una autoridad constitucional, basada en el principio democrático, de ser la expresión democrática del electorado escocés. Serviría para reforzar o debilitar la legitimidad democrática de la unión y de la soberanía del Parlamento del Reino Unido sobre Escocia, dependiendo de qué visión prevaleciera”. ¿Anula esta argumentación la voluntad de una nación (Escocia) ubicada dentro de un Reino Unido configurado como estado plurinacional? No. El debate sigue abierto, sin duda. No todo se resuelve con dictámenes jurídicos. Históricamente, Escocia ha sido un territorio independiente. En efecto, hace casi 2.000 años, cuando las legiones romanas llegaron a la isla de la Gran Bretaña, los pueblos del norte se rebelaron y evitaron caer bajo el control del Imperio Romano. Pasaron mil años, y los escoceses lucharon esta vez contra ingleses y sajones para librarse de su dominio. Esto les permitió vivir como un reino independiente durante varios siglos. Sin embargo, en 1603, el rey Jacobo VI de Escocia se convirtió en Jacobo I de Inglaterra, debido a que Isabel I murió sin descendencia y Jacobo era el pariente más cercano en la sucesión. De esta forma, Inglaterra y Escocia pasaron a compartir un mismo monarca, aunque cada país mantuvo su propio gobierno y parlamento. Esta situación duró 100 años. El Reino de Escocia dejó de ser un estado independiente en 1707, cuando fue obligada a firmar el Acta de Unión con Inglaterra, perdiendo de esta manera su independencia. A un siglo de ocurrido aquello, el gobierno británico obligo a Irlanda a firmar uno similar, anexionándose la isla en 1800. Sin embargo, una parte importante de los irlandeses lo rechazó, anunciando su determinación de ser un país independiente. Tras de la Guerra de Independencia Irlandesa (1919-1921), Irlanda consiguió separarse del Reino Unido, pero la parte norte de la isla siguió bajo ocupación británica. El enfrentamiento entre irlandeses católicos e ingleses protestantes derivó en un conflicto armado en Irlanda del Norte, que provocó miles de víctimas. Regresando al tema de fondo, respecto a la decisión tomada por el Alto Tribunal del Reino Unido, ¿qué significa la sentencia para los independentistas? Los organizadores de las concentraciones subrayaron la importancia de la visibilidad, más allá de lo desanimada que pueda sentirse la gente, y Sturgeon anticipó que, tanto en esas concentraciones como en los meses venideros, se verá “el verdadero espíritu del movimiento independentista”. Pero, ¿hasta qué punto puede sostenerse este impulso, otra vez sin una fecha a la que apuntar? Los activistas veteranos sugieren que la decisión podría actuar como una herramienta de movilización que impulse a los partidarios a convertir los recientes documentos del Gobierno escocés sobre la independencia en un nuevo expediente que puede ser tratado pronto. Sturgeon ha apostado constantemente por la negación de la democracia de Westminster para impulsar el apoyo a la independencia. “Escocia debe tomar las riendas de su futuro. Nuestra voz no puede y no será silenciada" aseveró. Y no le falta razón :)
Recientemente, el telescopio espacial James Webb de la NASA demostró sus increíbles capacidades de observación una vez más, con la imagen de Neptuno más clara jamás captada (un planeta tan enigmático como Urano) y que nos obliga en esta oportunidad a ocuparnos de esos gigantes helados y sus satélites que ocultan muchos secretos. Como sabéis, el sistema solar está compuesto por diferentes tipos de planetas. Mercurio, Venus, Tierra y Marte son planetas rocosos. Júpiter y Saturno son gigantes gaseosos. Urano y Neptuno son gigantes helados o de hielo. Y Plutón ni siquiera es ya uno de ellos, sino que ha sido degradado y hoy se le considera un planeta enano. Pero ¿qué son los gigantes helados? Puede que para algunas personas el término de gigantes helados o de hielo no le diga nada. Y puede que sí le suenen los gigantes gaseosos. Y es que sobre todo se habla de estos últimos. Además, en ocasiones los dos términos pueden llegar a confundirse. Sin embargo, lo que sabemos a día de hoy de los cuatro planetas es que tienen grandes diferencias entre sí. Los gigantes gaseosos suelen estar formados, como su nombre indica, por gases. Por ejemplo, la superficie de Júpiter es un océano gigante de hidrógeno metálico líquido que, debido a la presión atmosférica, está muy comprimido y se comporta como mercurio. "Neptuno es muy parecido a Urano", señala la NASA. "Está compuesto de una espesa mezcla de agua, amoniaco y metano sobre un centro sólido del tamaño de la Tierra. Su atmósfera se compone de hidrógeno, helio y metano". A diferencia de los planetas gaseosos; estos contienen hidrógeno y helio en menores cantidades. De hecho, la hipótesis es que los gigantes de hielo debieron aparecer más tarde que Júpiter y Saturno porque, si hubieran surgido a la vez, serían los cuatro iguales. Pero no es así. Sobre el metano, sabemos que está en su atmósfera debido al color azulado que presentan ambos planetas. También tienen campos magnéticos muy inclinados respecto a sus ejes de rotación. Esto es algo que llama la atención, más allá de que el eje de rotación de Urano ya es curioso de por sí; ello debido a que se desconoce por qué sucede esto. Más allá de que sean gigantes helados; Urano y Neptuno tienen características que los hacen únicos. Así que hablemos de ellas. Neptuno fue descubierto en 1846 por Urbain Le Verrier, John Couch Adams y Johann Galle. Es un planeta que se encuentra más de 30 veces más lejos del Sol que la Tierra y es un lugar oscuro, frío y muy ventoso, según señala la NASA. Por otro lado, el octavo planeta del sistema solar tiene días que duran 16 horas y tarda en dar la vuelta al Sol 165 años terrestres. Además, tiene 14 lunas y seis anillos, aunque estos "no se ven fácilmente". Por su parte, Urano es un planeta muy curioso, al menos en cuanto a los giros se refiere. El séptimo planeta del sistema solar fue descubierto en 1781 por William Herschel. La rotación sobre sí mismo es de 17 horas y 14 minutos, por lo que es menos que la de la Tierra. Sin embargo, el movimiento de traslación alrededor del Sol de Urano es de 84 años terrestres. Además tiene 13 anillos, aunque son tenues, sobre todo los interiores. Alrededor de este planeta orbitan 27 lunas. Pero eso no es todo, ya que este planeta gira al revés que el resto, es decir, en el mismo sentido que las agujas del reloj. Pero, además, su eje de rotación estaría en el ecuador, no en el meridiano. Esto significa que Urano giraría de lado. Esto podría deberse a que tuvo algún choque que le hizo variar su giro. La consecuencia de esta inclinación axial parece producir estaciones muy extremas, un fenómeno que no es nuevo; pero que nada tiene que ver con que sea un gigante helado. Como recordareis, la misión Voyager 2 de la NASA, lanzada el 20 de agosto de 1977, tuvo encuentros tanto con Urano como con Neptuno. El primero lo visitó el 24 de enero de 1986. Mientras que al segundo gigante helado lo visitó más de tres años y medio después, el 25 de agosto de 1989. Por desgracia, la visita de la Voyager 2 a ambos planetas generó más preguntas que respuestas. Este es el motivo por el que tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) estudiaron desde entonces cómo sería una nueva visita a los gigantes helados. Para ello la NASA está preparando la misión Uranus Orbiter and Probe, compuesta de un orbitador y una sonda, que trataran de desentrañar los misterios de Urano y sus lunas, cuyos lanzamientos están previstos para el 2031 y el 2032, llegando a su destino - si no hay contratiempos - entre el 2044 y el 2045. “Esta misión producirá avances transformadores en el conocimiento y la comprensión humana sobre el origen y la evolución del sistema solar y de la vida y la habitabilidad de otros cuerpos más allá de la Tierra", manifestó Robin Canup, vicepresidente adjunto de la Dirección de Ciencias Planetarias del Southwest Research Institute. La nave espacial realizaría un recorrido orbital del gigante de hielo durante los sobrevuelos y entregaría una sonda para explorar la atmósfera del séptimo planeta desde el sol. Los astrónomos ven el Uranus Orbiter and Probe como una forma de revolucionar el conocimiento que se tienen de los gigantes de hielo en general. Nuestro sistema solar alberga dos de esos extraños mundos, Urano y Neptuno. Solo una misión ha volado previamente por los dos planetas: la Voyager 2 de la NASA en 1989. El resto de lo que los científicos saben sobre estos planetas distantes se ha recopilado utilizando telescopios como el Hubble. Pero ninguna misión ha estudiado a Urano de cerca y en detalle. Los científicos están interesados en aprender sobre su dinámica atmosférica, su campo magnético complejo y qué condujo a la creación de su inclinación y anillos extremos. Y algunas de las lunas más grandes que orbitan el planeta podrían ser mundos oceánicos. El Uranus Orbiter and Probe podrá obtener más información sobre el origen, el interior, la atmósfera, las lunas y los anillos del planeta. En cuanto a Neptuno, se tenía previsto lanzar el orbitador Neptune Odissey, que abordaría muchos de los mismos objetivos científicos con respecto a los gigantes de hielo, pero por razones logísticas y de costo se favoreció primero la misión a Urano. De todas maneras, si se cumplen los plazos previstos para el viaje a este ultimo planeta, pasaran muchos años antes de obtener los resultados deseados :)